viernes, 31 de julio de 2015

Una sombrilla en las manos de Dios


Era un día de mucha lluvia y no había llevado nada con qué protegerme. Alguien me prestó una vieja sombrilla que más parecía haber sido sacada de la caneca de la basura. Sentí vergüenza de tener que usarla pero no tenía nada más a la mano. Me paré en una esquina a esperar que pasara la buseta. Pasaba y pasaba el tiempo y la lluvia arreciaba. Me sentía muy mal por tener en mis manos esa sombrilla, pero no contaba con otro recurso. La sombrilla tenía muchas manchas, muchos agujeros, las varillas fuera de lugar lo que hacía que luciera arrugada, y la gente pasaba y me miraba y…uf, qué vergüenza. Pero no tenía nada más disponible para protegerme de la tempestad. Pasó el tiempo y no pasaba ningún medio de transporte. Así que, a pesar de la vergüenza, continué utilizando aquella sombrilla.

De pronto empecé a pensar que a Dios le debe pasar con nosotros lo que me pasaba a mí con esta sombrilla. “La mies es mucha y los obreros pocos”, dijo un día Jesús.  Y cuántas veces Él habrá tenido que usar sus obreros en condiciones tan deplorables como el estado de esta sombrilla. No sé si fue Él quien me dio esta revelación. Dejo al lector sacar sus propias conclusiones. Estas eran las similitudes con que mis pensamientos relacionaron a algunos siervos del reino de Dios con esta sombrilla: Las manchas de la sombrilla son nuestros pecados: orgullo, vanagloria, envidia, celos contenciosos, juicios, chismes, crítica, etc.; los agujeros, son las heridas por no perdonar; las arrugas, me hicieron recordar una fruta de maracuyá cuando se está secando; representan un corazón seco cuando no perdonamos y dejamos escapar el Espíritu Santo; entonces perdemos la paz y el gozo; el amor se convierte en resentimiento; el fruto del Espíritu Santo no se puede manifestar en nosotros. Las varillas fuera de lugar representan cuando no estamos en el sitio donde Dios quiere que estemos; es cuando actuamos por nuestra propia cuenta y no nos dejamos guiar por Él. Mis pensamientos me compungieron y empecé a llorar: “Señor, yo no quiero ser como esta sombrilla en tus manos. No quiero que te avergüences de mí: Ayúdame a ser una sombrilla sin mancha y sin arruga, sin agujeros de resentimiento y con las varillas en su lugar porque siempre esté donde tú quieres que yo esté”. 

Y durante mucho tiempo las sombrillas han seguido ilustrándome el tema del servicio: 

En otra ocasión, me prestaron una sombrilla en buen estado pero pesaba de una manera que me hizo sentir muy cansada. Entonces pensé: Así debemos hacer sentir al Señor con nuestras quejas. Nos convertimos en una carga dentro del ministerio. No nos tiene contentos con nada. Queremos condicionarlo con nuestros caprichos y someterlo a nuestra voluntad en lugar de ser nosotros los que nos sometamos a la voluntad de Él.

En cambio un día al salir de una clínica muy elegante a las siete de la noche, llovía torrencialmente, y yo no tenía sombrilla.  Y qué curioso. Pasaban muchas personas con unas sombrillas tan impecables, tan hermosas, pero…no había ninguna disponible para mí. Como muchos hijos del Reino, limpios y rectos, que han sido preparados por el Señor pero no tienen tiempo para Él. Nunca están disponibles para su servicio, mientras la tempestad arrecia entre los que no conocen a Dios. 

Un día me sucedió que la sombrilla que llevaba se cayó de mis manos y terminó hecha un desastre. Inmediatamente me agaché, la rescaté del lodo, la lavé, la desarrugué y continué con ella. Así lo hace Jesús con nosotros cuando vamos arrepentidos y humillados a reconocer ante Él, nuestras embarradas. Sólo que hay siervos que no entienden que Dios es misericordioso para perdonarnos, y abandonan el ministerio cuando se llenan de culpabilidad por sus errores. Otros en cambio son desechados por sus líderes que se consideran perfectos y no entienden que todos nos equivocamos y que necesitamos ser perdonados y restaurados. 

En otra ocasión, la sombrilla que acababa de comprar me salió defectuosa: cada rato la base que la sostenía abierta, se hundía y entonces la sombrilla se cerraba sobre mi cabeza. La única manera de que permaneciera abierta era que yo la sostuviera manualmente. Entonces pensé que a veces el señor tiene que corrernos la base de nuestra autosuficiencia para que nos acerquemos más a Él y permitamos que nos sostenga con sus poderosas manos para que no andemos en nuestras propias fuerzas. 

Y nunca olvidaré cuando al llegar un domingo al templo, una hermana me saludó con un fuerte abrazo y me dijo: “Eres una bendición, cómo te usa el Señor”. En esa semana, un día,  después de un torrencial aguacero llegué a casa y al descansar la sobrilla de turno que aunque muy defectuosa me había sido de gran utilidad, le dije: “sombrilla, eres una bendición. ¡Cómo te usa María Elena¡”. 

Recuerdo también, que una vez al pretender abrir la sombrilla que llevaba, esta se cerró bruscamente y me hirió una mano con un alambre que se había soltado de las varillas. Le pregunté al Señor qué me quería enseñar con esta situación y cómo podía yo herir sus manos como esta sombrilla había herido la mía. Una  tarde, después de mucho trabajo, me sentía muy cansada, cuando vi pasar a una mujer en una silla de ruedas y me preguntó dónde quedaba cierto supermercado. Me limité a indicarle a cuántas cuadras quedaba y cómo podía llegar, pero a pesar de que ella estaba muy limitada para manejar la silla de ruedas, no me tomé la molestia de empujársela  hasta el supermercado. Unos minutos más tarde sentí que el Señor me contestaba la pregunta que le había hecho. Él me había dado la oportunidad  para bendecirme por ayudar a aquella mujer, pero yo herí sus manos al centrarme en mi cansancio, y preferí dejarla ir haciendo un esfuerzo muy grande para movilizarse, y no permití que el Señor me usara para su gloria y para manifestarle su amor a la paciente. 

En otra oportunidad la sombrilla que llevaba no soportó el viento tan fuerte que soplaba, se volvió al revés y finalmente quedó hecha un desastre prácticamente inservible. Entonces pensé que así pasa con el siervo  que frente a las tormentas de la vida,  al primer ventarrón  se desploma y abandona el ministerio.

Continuará…

2 comentarios:

  1. Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.

    ResponderBorrar
  2. Por favor no hacer comentarios que no tengan que ver con el mensaje ni usar el espacio para anuncios comerciales

    ResponderBorrar