martes, 28 de julio de 2015

Mirando sólo a Jesús


CON LA MIRADA SÓLO  EN JESUCRISTO  (Hebreos 12:2; Colosenses 3:1-3)

He aquí  la clave del verdadero creyente: poner nuestros ojos solamente en Cristo y en nadie más.

Nunca en las circunstancias como lo hizo Pedro que quitó los ojos de Jesús para ponerlos en las aguas sobre las que iba caminado y se hundió (Mateo  14:28-31).

Nunca en nuestros temores sino en aquel que viaja siempre con nosotros en la barca de nuestra vida (Mateo 8:24-27).

Nunca en nuestro pasado porque en Cristo somos nueva creación y Él nos da vida nueva (2 corintios 5:17).

Nunca en nuestro futuro porque Jesús nos dijo que no nos preocupemos por el día de mañana (Mateo 6:34) y porque Él es nuestro pastor y nada nos faltará (Salmo 23; Juan 10:14-15).

Nunca en nosotros ni en los demás, pues terminaríamos bajo la palabra que dice que es maldito aquel que confía en el ser humano y que se apoya en un brazo de carne en lugar de confiar en Dios (Jeremías  17:5-8).

Nunca en nuestros medios económicos que pueden desaparecer como paja que sopla el viento (recordemos las torres gemelas y el Titanic), sino en aquel que nos promete que suplirá todo lo que nos falte (Filipenses 4-19; 1 Timoteo 6:17).

Nunca en nuestros conocimientos sino en el que nos da la sabiduría cuando se la pedimos (1ª Corintios 1:20; Santiago 1:5).

Nunca en nuestros éxitos que, cuando permitimos que nos envanezcan, nos conducen a la humillación (Mateo 23:12).

Nunca  en nuestros fracasos que nos deprimen y hacen que nos demos por vencidos  antes de terminar la batalla, sino en el poder de Dios que nos da la victoria por medio de Nuestro Señor Jesucristo  (1  Corintios 15:57).

Nunca en nuestros pecados que nos alejan de Él, sino en su gracia que los borra con su preciosa sangre (Lucas 18:9-14;  Apocalipsis 1:5;    Juan 1:9).

Nunca en nuestras buenas obras porque fue Él quien las preparó para que nosotros las realizáramos (Efesios 2:9-10).

Nunca en nuestras fuerzas que son infinitamente débiles sino en el que con su poder se glorifica en nuestras debilidades (2ª Corintios 12:9) reconociendo que separados de Cristo, nada podemos hacer (Juan 15:5).

Nunca en nuestros sentimientos ni en nuestras emociones, porque engañoso es el corazón más que todas  las cosas (Jeremías 17:9).

Nunca en nuestros  principios ni en nuestra santidad porque el que piense que está firme es mejor que se cuide de no caer (1ª  Corintios 10:12).

Nunca en nuestros criterios y razonamientos, sino en su voluntad que es buena, agradable y perfecta (Romanos 12:2).

Nunca en el testimonio de otros que recibieron lo que nosotros no hemos recibido, porque Dios nos tiene algo infinitamente mejor pues sus pensamientos son mucho más altos que los nuestros y sus caminos mejores que nuestros caminos (Isaías 55:8-9); o simplemente porque no estamos preparados para recibir aquello que le estamos pidiendo,  o todavía no es el tiempo adecuado; es como el niño de 10 años que quiere que su papá le regale una auto en el que sencillamente se estrellaría porque no lo sabe manejar, o la niña de cinco años que quiere que su madre le autorice para casarse con su vecinito de seis.

Nunca en los anti testimonios  de los que se dicen ser cristianos pero con sus hechos lo niegan, porque cada cual tendrá que dar cuenta de sus actos y no de los actos de los  demás (Romanos  14:12).

Nunca en lo que vemos  ahora, en lo natural, porque es pasajero,  sino en lo que no vemos, que es lo sobrenatural y eterno (2ª Corintios 4:18).

Bibliografía: Theodore Monod (1874), Puestos los ojos en Jesús.

 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario