CON LA
MIRADA SÓLO EN JESUCRISTO (Hebreos 12:2; Colosenses 3:1-3)
He aquí la clave del verdadero creyente: poner nuestros
ojos solamente en Cristo y en nadie
más.
Nunca en las circunstancias
como lo hizo Pedro que quitó los ojos de Jesús para ponerlos en las aguas sobre
las que iba caminado y se hundió (Mateo
14:28-31).
Nunca en nuestros temores sino
en aquel que viaja siempre con nosotros en la barca de nuestra vida (Mateo
8:24-27).
Nunca en nuestro pasado porque
en Cristo somos nueva creación y Él nos da vida nueva (2 corintios 5:17).
Nunca en nuestro futuro porque
Jesús nos dijo que no nos preocupemos por el día de mañana (Mateo 6:34) y
porque Él es nuestro pastor y nada nos faltará (Salmo 23; Juan 10:14-15).
Nunca en nosotros ni en los
demás, pues terminaríamos bajo la palabra que dice que es maldito aquel que
confía en el ser humano y que se apoya en un brazo de carne en lugar de confiar
en Dios (Jeremías 17:5-8).
Nunca en nuestros medios
económicos que pueden desaparecer como paja que sopla el viento (recordemos las
torres gemelas y el Titanic), sino en aquel que nos promete que suplirá todo lo
que nos falte (Filipenses 4-19; 1 Timoteo 6:17).
Nunca en nuestros conocimientos
sino en el que nos da la sabiduría cuando se la pedimos (1ª Corintios 1:20; Santiago
1:5).
Nunca en nuestros éxitos que,
cuando permitimos que nos envanezcan, nos conducen a la humillación (Mateo
23:12).
Nunca en nuestros fracasos que nos deprimen y hacen
que nos demos por vencidos antes de
terminar la batalla, sino en el poder de Dios que nos da la victoria por medio
de Nuestro Señor Jesucristo (1 Corintios 15:57).
Nunca en nuestros pecados que
nos alejan de Él, sino en su gracia que los borra con su preciosa sangre (Lucas
18:9-14; Apocalipsis 1:5; 1ª Juan
1:9).
Nunca en nuestras buenas obras
porque fue Él quien las preparó para que nosotros las realizáramos (Efesios
2:9-10).
Nunca en nuestras fuerzas que
son infinitamente débiles sino en el que con su poder se glorifica en nuestras
debilidades (2ª Corintios 12:9) reconociendo que separados de Cristo, nada
podemos hacer (Juan 15:5).
Nunca en nuestros sentimientos ni
en nuestras emociones, porque engañoso es el corazón más que todas las cosas (Jeremías 17:9).
Nunca en nuestros principios ni en nuestra santidad porque el
que piense que está firme es mejor que se cuide de no caer (1ª Corintios 10:12).
Nunca en nuestros criterios y razonamientos,
sino en su voluntad que es buena, agradable y perfecta (Romanos 12:2).
Nunca en el testimonio de otros
que recibieron lo que nosotros no hemos recibido, porque Dios nos tiene algo
infinitamente mejor pues sus pensamientos son mucho más altos que los nuestros
y sus caminos mejores que nuestros caminos (Isaías 55:8-9); o simplemente porque
no estamos preparados para recibir aquello que le estamos pidiendo, o todavía no es el tiempo adecuado; es como el
niño de 10 años que quiere que su papá le regale una auto en el que sencillamente
se estrellaría porque no lo sabe manejar, o la niña de cinco años que quiere
que su madre le autorice para casarse con su vecinito de seis.
Nunca en los anti testimonios de los que se dicen ser cristianos pero con
sus hechos lo niegan, porque cada cual tendrá que dar cuenta de sus actos y no
de los actos de los demás (Romanos 14:12).
Nunca en lo que vemos ahora, en lo natural, porque es pasajero, sino en lo que no vemos, que es lo
sobrenatural y eterno (2ª Corintios 4:18).
Bibliografía: Theodore
Monod (1874), Puestos los ojos en Jesús.
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