C R I S T I A N I S M O E N E L H O S P I T A L
“En aquel día –afirma el
Señor- reuniré a las ovejas lastimadas, dispersas y maltratadas. Con las ovejas
heridas formaré un remanente, y con las desterradas, una nación poderosa. El
Señor reinará sobre ellas en el monte Sión desde ahora y para siempre” (Miqueas
4: 6-7, N. V. I.).
MARÍA ELENA CASTRO GONZÁLEZ
Bogotá, 2003
TABLA DE CONTENIDO
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Presentación
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3
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I. Diagnóstico
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II. Pronóstico
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III. Solución
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IV. Misión
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V. Visión
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VI. Principios
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6
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VII. Valores
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VIII. Análisis D0FA del ministerio
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IX. Objetivos
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X. Requisitos
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8
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1.
Limpieza
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8
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2.
Conocer muy bien la palabra de Dios
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9
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3.
Orar en todo tiempo
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9
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4. Mansedumbre
y humildad
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9
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5. Andar en el Espíritu
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10
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6.
Sometimiento a las autoridades del hospital
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10
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7.
No asistir con gripa o cuando nuestra salud no
sea óptima
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10
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8.
En lo posible usar ropa en tonos claros y alegres
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10
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9.
Hacerlo todo por compasión y no por compulsión.
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10
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10.
Hacerlo
todo para el Señor
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10
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11.
Dependencia
absoluta de Dios
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XI. La visita al Enfermo
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11
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1. Pasos a seguir
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2. Material y Literatura
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3. Beneficios de la visita al enfermo
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XII. La Consejería
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XIII. Profilaxis
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XV. Servicio congregacional
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Bibliografía
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Anexo I: Discerniendo los propósitos de Dios
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Anexo I I:Temas para evangelizar
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Taller Evangelismo en el Hospital
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Plan de Trabajo del voluntariado hospitalario
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41
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PRESENTACIÓN
“Recorría
Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y
predicando el Evangelio del Reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en
el pueblo. Y al ver las multitudes, tuvo
compasión de ellas, porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no
tienen pastor. Entonces dijo a sus
discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe
obreros a su mies” (Mt. 9: 35-38).
“Y
saliendo Jesús, vio una gran multitud y tuvo compasión de ellos y sanó a los
que de ellos estaban enfermos”. (Mt. 14: 14)
“Y salió Jesús y
vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que
no tenían pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas” (Mr. 6: 34)
“He aquí un
intérprete de la ley se levantó, para probarlo: Maestro, ¿haciendo qué cosa
heredaré la vida eterna? Él le dijo:
¿qué está escrito en la ley? ¿Cómo
lees? Aquel, respondiendo, dijo: Amarás
al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas
y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. Y le dijo: Bien has respondido; haz esto y
vivirás.
Pero él,
queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿y quién es mi prójimo?
Respondiendo Jesús, dijo: un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en
manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole
medio muerto. Aconteció que descendió un
sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. Así mismo un levita, llegando cerca de aquel
lugar y viéndole, pasó de largo. Pero un
samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a
misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándole aceite y vino; y
poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón y cuidó de él. Otro día al partir, sacó dos denarios, y los
dio al mesonero, y le dijo: cuídamele; y todo lo que gastes demás, yo te lo
pagaré cuando regrese. ¿Quién, pues, de
estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Él dijo: El que usó de misericordia con
él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú
lo mismo” (Lc.
10: 25-37).
“Y si dieres tu
pan al hambriento y saciares al alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz y
tu oscuridad será como el medio día. El
Señor te pastoreará siempre, y en la sequía saciará tu alma, y dará vigor a tus
huesos y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas
nunca faltan. Y los tuyos edificarán las
ruinas antiguas, los cimientos de generación, y generación levantarás, y serás
llamado reparador de portillos, restaurador de calzadas para habitar”. (Is. 58:10-12)
“En esto
conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos por los
otros”.
(Jn. 13: 35).
El amor, la misericordia, la compasión, el saciar el
alma afligida, son las características del ministerio hospitalario que tanto
agrada al Señor. De igual manera, el servicio al paciente y a su familia no
sólo nos abrirá puertas sino que hará descender el poder de Dios durante la
visita. No olvidemos que cuando David siendo un humilde pastor iba a llevarles
alimento a sus hermanos, fue cuando Dios le entregó al gigante Goliat (1ª S.
17: 17-51).
“Cristianismo en el Hospital” es un llamado al
creyente que anhela realizar una labor
dentro del cuerpo de Cristo, enmarcada en la misericordia y el amor, con
sencillez y perseverancia, bajo la
dirección del Espíritu Santo y la palabra de Dios. Es producto en gran parte,
de años dedicados a la visitación de enfermos en diferentes hospitales e
instituciones de salud. Oro al Todopoderoso que sea de gran impacto al pueblo
cristiano y sirva de guía para aquellos que tomen la decisión de visitar cada
día al Señor Jesucristo a través de cada enfermo en su lecho de dolor (Mateo
25: 39-40).
Bendiciones, mucho ánimo, y no olviden que si es el Señor
quien los ha llamado Él irá siempre delante de ustedes (Is. 45: 1-3) y que las
puertas que Él abre nadie las puede cerrar, como las que Él cierra nadie las
puede abrir (Ap. 3: 7-8; Hch. 16: 6-10).
I. DIAGNÓSTICO
En clínicas y hospitales hay multitudes
de personas que están desamparadas y dispersas
como ovejas que no tienen pastor. Además están enfermas del alma y del
cuerpo y lo peor de todo, no conocen a Dios (Mt. 9: 35-36; 14: 14; Mc. 6: 34).
II. PRONÓSTICO
v Si no hay nadie quien les comparta de la salvación que es por la fe en
Cristo y del infinito amor de Dios, muchos irán a muerte eterna y otros
continuarán siendo esclavos de la enfermedad, (Mc. 16: 16; Ro. 10: 14-15 a ).
III. SOLUCIÓN
El Señor está esperando que le rindamos
nuestras vidas para ser instrumento en sus manos y entonces, él hará el resto
(Is. 6: 8; Hch. 9: 6; Lc. 5: 10; Lc.
10: 37; Is. 55: 11; Mr. 4: 26-27; 1ª Co. 3: 6; 15: 58).
IV.
MISIÓN
Llevar a la
práctica dentro del hospital, la gran Comisión dada por el Señor Jesucristo (Mateo 28: 19-20; Marcos 16: 15).
V. VISIÓN
v. A QUIÉN VA DIRIGIDO:
A todos los
creyentes en Cristo que aspiren a ser miembros del ministerio hospitalario.
v. QUÉ:
Practicar lo más
importante de la ley de Dios (Os. 6: 6; Mi. 6: 8; Mt. 23: 23; 25: 34-40; Jn. 13: 35; Ro. 13:10; 1ª Co. 13:
13.
v. CÓMO:
Manifestando a
pacientes y empleados del hospital, de una manera práctica y sencilla, el amor
y la misericordia de Dios (Lc. 4: 18-19).
v. DÓNDE:
En hospitales,
clínicas y demás sitios donde se encuentren enfermos en cama o en recuperación.
VI. PRINCIPIOS
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VII. VALORES
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El amor de
Dios (1ª Jn. 3:17).
·
La vocación de
servicio
(Mt. 20: 25-28; 1ª Co. 9:19).
·
La integridad
(Sal. 119:80).
·
El respeto (Ap.
3:20).
·
Ética (Sal.
15; Is. 33:15-16).
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·
Disciplina (Pr.
30: 24, 27;
1ª Co. 14: 40).
·
Compromiso (Mt.21:28-32).
·
Perseverancia
(Ro. 2: 7).
·
Excelencia
(2ª Co. 4: 7).
·
Entrega (Gá.
2:20).
·
Vocación (Ef.
4: 1-4; 2ª P. 1: 10).
·
Capacidad de
escuchar y comprender (Pr. 18:13).
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VIII. ANÁLISIS DOFA DEL MINISTERIO
v DEBILIDADES: Temor, pereza, negligencia, falta de
preparación y decisión.*
v OPORTUNIDADES: Donde quiera que haya un enfermo.
v FORTALEZAS: Andar en el Espíritu (Ro. 8: 12-14; Gá. 5:
16, 22-25) porque entonces Dios irá delante de nosotros (Is. 45: 2-3), y, si
Dios va con nosotros, nadie podrá contra nosotros (Jer. 20: 11; Ro. 8: 31; Ap.
3: 7-8).
v AMENAZAS: Andar en la carne (Gá. 5: 17-21) porque las
obras de la carne son puertas abiertas al enemigo (Ef. 4: 26-27) quien las
aprovechará inmediatamente para dañar el ministerio (1ª P. 5: 8).
*Recordemos
que el Señor se glorifica en nuestras debilidades (2ª Co. 12:9) y las corrige (Pr. 3: 5-6).
IX. OBJETIVOS
Ser instrumentos en las manos de Señor
Jesucristo para:
v Reconciliar al
paciente con Cristo y orar por su sanidad.
v Llevarle paz, a
través de la sanidad interior, guiándolo a perdonar a los que le han hecho daño
y a aceptar el perdón y el amor de Dios, entregando todo recuerdo del pasado a
Cristo, sustentando todo con la
Palabra de Dios.
v Reconciliar a la
familia y allegados del paciente con Cristo y enseñarles a todos a confiar en
Dios y a someterse a la voluntad divina.
v Manifestar al
paciente y a su familia el amor y la misericordia de Cristo, ayudándole en todo
lo que esté a nuestro alcance, pero sin prometerle nada que no le podamos
cumplir.
v Enseñarles a
orar, de acuerdo con la
Palabra de Dios y a manejar la Biblia , si no lo saben.
v Despejar sus
dudas, respondiendo a sus inquietudes con la Palabra de Dios.
v Edificarlos en
la palabra de Dios, si ellos así lo desean y si el estado del paciente y el
tiempo lo permiten, pero sin contender con ellos ni atacarles su religión, sino
conduciéndolos con amor y por medio de la Palabra , al conocimiento de la verdad.
v Prestar el
servicio de consejería bíblica a toda persona del hospital que lo solicite,
organizando una oficina con una pareja de consejeros (hombre y mujer).
X. REQUISITOS
1.
Limpieza
Antes de ministrar a otros, debemos
autoexaminarnos (1ª Co. 11: 31) y comprobar si realmente estamos en condiciones
de mirar a las personas con los ojos de Dios (Job 1: 8; 2: 3). Si no es así, si todavía juzgamos,
algo anda mal en nosotros. El Señor Jesucristo nos dio una clave para medir
nuestro estado espiritual: “¿Por qué
miras la paja que está en el ojo de tu hermano y no echas de ver la viga que
está en tu propio ojo?… ¡Hipócrita, saca la viga de tu propio ojo y entonces
verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano” (Mt. 7:3-5).
La única manera de quitar la viga de
nuestro ojo es a través de un genuino arrepentimiento, de perdonar a los demás
y aceptar el perdón de Cristo. Cuando, después de pedir perdón a Dios, seguimos
prejuzgando a los demás, necesitamos sanidad interior de culpa, perdonándonos a
nosotros mismos. Debemos perdonar todo el daño que hayamos recibido, incluso
desde el vientre de nuestra madre, y pedir perdón aún por los pecados de
nuestros antepasados, desde la cuarta generación (Ex. 20: 5; Sal. 37: 28c),
guiados por el Espíritu Santo (Ro. 8 14). El rechazo o la violencia desde el
vientre de nuestra madre y a lo largo de toda nuestra vida, pueden traer ira,
culpa, temor, orgullo, envidia, complejos, inseguridad, ansiedad, depresión,
sensación de desamparo, etc.
Las palabras ofensivas e hirientes, la
calumnia, las humillaciones y las palabras negativas (maldiciones) producen
heridas y atan de muchas maneras. Por eso cuando después de confesar perdón no
somos libres del resentimiento, debemos entonces anular las palabras con que
esa persona nos hirió (Pr. 12:18), romper las ataduras con que nos tienen presos
esas palabras (Pr. 6: 2) y perdonar el que nuestro Padre de los cielos haya
permitido que nos dañaran (Jer. 15: 15-21). Debemos entregar todo recuerdo
doloroso a Cristo (Mt. 11: 28) y perdonar individualmente a cada persona que
nos haya herido (Mr. 11: 25), renunciar a todo lo que aún nos esté contaminando
(Ef. 4: 22-24) y a toda maldición que nos esté dañando (2ª Co. 5: 17), destruir
toda atadura que en general esté oprimiendo nuestras vidas (Jer. 1: 10) y
declararnos totalmente libres en el nombre del Señor Jesucristo (2ª Co. 5:17;
Gá. 5:1).
Recordemos que, durante la visita
hospitalaria, el médico es Jesucristo y nos va a utilizar como instrumentos en
sus manos, en la medida que nosotros dispongamos nuestro corazón para servirle.
Pero debemos tener muy en cuenta que los
instrumentos que el médico utiliza para una intervención deben estar libres de
contaminación. Si el bisturí no está limpio, es obvio que se le causará al
paciente un daño irreparable, pues una infección adquirida durante una
intervención quirúrgica puede llegar a ser fatal.
A escala espiritual debemos, como
consejeros, limpiarnos de toda contaminación, si queremos ser instrumentos “para honra, santificados, útiles al Señor”
(2ª Tim. 2: 20-21).
“Mirad
bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y
por ello muchos sean contaminados” (Heb. 12: 15).
Si en nosotros aún quedan raíces de
resentimiento y amargura hacia otros, hacia nosotros mismos y aún hacia Dios,
no tendremos ninguna autoridad espiritual para ministrar a los demás.
La falta de perdón deposita en el
corazón, odio, amargura y resentimiento, que van formando un ácido corrosivo
dentro del mismo corazón y que termina destruyendo el recipiente que lo
contiene y dañando todo nuestro organismo, alterando el sistema nervioso,
desequilibrando todo en nuestro cuerpo, bajando las defensas y abriendo puertas
a la enfermedad.
De ahí que una persona con dificultades
para perdonar, inclusive a sí misma, está propensa a contraer cáncer, artritis
y todo tipo de enfermedades infecciosas, así como hipertensión, úlceras,
migrañas, depresión, enfermedades del corazón, del metabolismo, y del sistema nervioso en general, etc. Es
necesario crear el hábito del perdón, así como de pedir perdón a Dios,
aceptando este perdón.
El aborto, por ejemplo (sea provocado o
nó), trae un sentimiento de culpa tan grande, que es necesario conducir a la
madre a aceptar el perdón de Dios (Sal. 103: 3; Is. 43: 18 y 25; 1ª Jn. 1: 9) y
el de su hijo abortado, y a perdonarse a sí misma, entregándole el recuerdo de
su hijo a Cristo y renunciando al espíritu de culpa. También debe perdonar a
toda persona (padres, esposo, médicos, enfermeras, etc.) que ella considere que
tuvieron alguna culpa. De igual manera, las violaciones sexuales dejan en la
persona sentimientos de culpa y de auto rechazo y auto conmiseración que pueden
conducir a drogadicción, alcoholismo, deseos de morir, etc.. Es necesario que
la persona perdone no solamente al violador sino también a sí misma y a las
personas que tuvieron que ver con la violación o no la protegieron, y si es el
caso, perdonar a Papá Dios por haber permitido semejante humillación.
Cuando vemos en una persona sólo sus
defectos podemos estar seguros que aún
tenemos algún resentimiento contra ella y necesitamos perdonarle algo.
Es muy sencillo: Si no hemos perdonado, le estamos dando ventaja al enemigo (2ª
Co. 2: 10-11) y él nos pondrá sus crueles ojos que nos impedirán ver lo bueno
de esa persona (Job 1: 9-11; 2: 4-5; 1ª Jn.
2: 11). Pero cuando la perdonamos, cerramos automáticamente la puerta a satanás
y permitimos que el Espíritu Santo fluya su amor en nosotros y entonces la
podremos ver con los ojos de Dios (Job 1: 8; 2: 3).
Igualmente debemos someternos en todas
nuestras áreas a la Palabra
de Dios, para mantener las puertas herméticamente cerradas al enemigo (Stgo. 4:
7; 1ª. Jn. 5:18), pues cualquier grieta que dejemos abierta, él la aprovechará
para afectar el ministerio hospitalario y traernos serios contratiempos (Jn.
10: 10).
2.
Conocer muy bien la Palabra
de Dios.
En
el hospital nos vamos a encontrar con todo tipo de personas que nos van a
“bombardear” con preguntas de toda índole. Es necesario estar muy bien
preparados para hacer la defensa de nuestra fe (Os. 4: 6; Col. 3: 16; 1ª P. 3:
15).
3.
Orar en todo tiempo (Ef. 6:18-19; Fil. 4: 6; 1ª Tes 5: 17)
Podemos estar seguros que el éxito en
cualquier ministerio radicará en la oración ferviente y sincera (Ef. 6: 18-19)
llena de amor por el enfermo, porque la fe obra por el amor (Gá. 5: 6).
4.
Mansedumbre y Humildad (Mt. 11: 29; 1ª
P. 5: 6).
Debemos ser mansos y humildes ante el
rechazo y la oposición de pacientes, familiares y empleados del hospital (Sal.
37: 8-9, 11; Mt. 23: 12, Fil. 2: 3-11;
Stg. 4: 6), muriendo a nuestro propio “yo” (Jn. 12: 24; Gá. 2: 20; Col. 3: 3).
Recordemos que un muerto no reacciona ante nada. Ni los insultos, ni los
elogios lo pueden alterar. Jesucristo es nuestro mejor ejemplo de mansedumbre y
humildad (Is. 53:7; 1ª P. 2:21-23; Mt 11:28-29; Mc. 15:3-5; Lc. 11:27-28). Y la
mejor manera de mantener el control delante de los ataques que vengan contra
nosotros es entregar la ira a Cristo y confesar perdón inmediato contra la
persona que nos está atacando, anulando esas palabras con que nos hiere y
rompiendo las ligaduras producto de esas palabras.
5.
Andar en el Espíritu
(Ro. 8: 14; Gá. 5: 16; 22-25).
Las emociones y las imprudencias pueden
ser fatales para el ministerio. Si por el contrario, hemos entregado en oración
cada detalle y cada instante del ministerio al Señor, Él se glorificará
absolutamente en todo (Sal. 37: 5; Pr. 3: 6).
6.
Sometimiento a las autoridades del hospital (Ro. 13: 1) siempre y cuando no nos implique esto desobedecer a Dios (Hch. 4: 19 y 5: 29).
7.
No asistir al hospital con gripa o cuando nuestra salud no sea óptima.
No
solamente podemos dañar al enfermo llevándole más virus, sino que nosotros
también estaremos bajos de defensas y propensos a contraer otras enfermedades.
Es importante después de visitar enfermos, especialmente si están infectados,
orar destruyendo con el poder de la palabra (Pr. 18: 21) todo microbio que haya
penetrado en nuestro cuerpo y bañar muy bien nuestras manos al llegar a casa.
De igual manera, hacer gárgaras con limón, y asimismo sonarnos muy bien para
eliminar la suciedad que penetra fácilmente en nuestras fosas nasales. Es
conveniente usar ropa de fácil lavado y cambiarnos al llegar a nuestro hogar
sobre todo si hay niños o personas débiles que pudieran ser contagiados por los
microbios que llevamos del hospital. La ropa usada en el hospital así como el
calzado se deben depositar fuera de nuestro cuarto y del alcance de los niños.
Una dieta sana y nutritiva, una vida
descansada en el Señor, con sueño suficiente y descanso físico apropiado, nos
ayudarán a mantenernos en óptimas condiciones de salud.
8. En lo posible debemos usar ropa en tonos
suaves y alegres; nunca sombríos, ni demasiado fuertes, ni chillones, pues,
estos últimos tienden a afectar negativamente al paciente.
9.
Hacerlo todo con compasión y no por compulsión
Sin tratar de solucionar lo que sólo a
Dios en su infinito poder le compete, pero esforzándonos en cuanto esté a
nuestro alcance. Si analizamos, cuando Cristo fue a resucitar a Lázaro, ordenó
a los presentes: “Retiren la piedra”
y “Desátenlo y déjenlo ir”. Él sólo
se limitó a hacer lo que el hombre no podía:
resucitar al muerto. Con esto el Señor nos estaba enseñando a trabajar en
equipo con Él. Jesucristo hubiera podido con el mismo poder que resucitó a
Lázaro quitar la piedra y romper las ataduras del resucitado. Pero Él nos
quería enseñar que nosotros debemos hacer lo posible; y dejarle a Él solamente
lo imposible. Ese es el equilibrio perfecto que debe existir en el ministerio
de los enfermos. Asimismo cuando el paciente recibe a Cristo pasa de muerte a
vida. Pero a nosotros compete el ayudarlo a romper sus ataduras.
10. Hacerlo todo para el Señor
“Y
todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los
hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque
a Cristo, el Señor, servís” ( Col. 3: 23-24 ). “Haced bien y prestad no esperando de ello
nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque Él es
benigno para con los ingratos y malos” ( Lc. 6: 35 ). Otros textos: Gá.
1: 10; Col. 1:10; 1ª Tes. 2: 4; 2ª Ti. 2: 4.
11.
Dependencia absoluta de Dios
“Maldito
aquel que confía en el hombre y pone su confianza en la fuerza humana. Será
como la retama en el desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morará
en los sequedales, en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada. Bendito
aquel que confía en Dios y cuya confianza es Dios. Porque será como el árbol
plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no
verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde, y en el año de
sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto” (Jer. 17: 5-8, R.V. 1995).
Recordemos siempre que: si el Señor es nuestro pastor, nada nos puede faltar
(Sal. 23: 1); que nuestro socorro viene
del Señor que hizo los cielos y la tierra (Sal. 121: 2). Además que, “Los que confían en el Señor son como el
monte de Sion, que no se mueve, sino que permanece para siempre” (Sal. 125: 1);
que “si buscamos el reino de Dios y su
justicia, todo lo demás nos será añadido” (Mat. 6: 33) y “Dios suplirá todo lo que nos falta conforme
a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Fil. 4: 19). Leer también el
salmo 146: 3-6.
XI.
LA VISITA AL
ENFERMO
1. Pasos a seguir:
v Orar, pidiendo
la protección divina y la guía del Espíritu Santo y que el Señor prepare los
corazones, nos haga bendición para los enfermos y nos llene de su amor para
ellos. También anulando pactos de Idolatría y de ocultismo en general, rompiendo sortilegios, hechizos y toda ligadura que les esté impidiendo aceptar a Cristo como Señor y Salvador.
v Golpear muy
suavemente a la puerta de la habitación del paciente, si está cerrada y esperar
a que nos inviten a pasar
v Saludar y presentarse
al paciente y a sus familiares, si están con él. Nunca debemos preguntarles
¿cómo están? (es obvio que están enfermos) sino ¿cómo siguen?
v Interesarse por
el estado del paciente y si está solo y necesita ayuda, tratar de dársela en la
medida de nuestras capacidades, pero sin invadir los terrenos que solamente
competen al personal médico.
v No demostrar
asco por los malos olores o por las heridas infectadas, ni temor a contagiarse.
Si le hemos pedido al Señor que nos llene de su amor para el paciente, el
perfecto amor de Dios, echará fuera al temor (1ª Jn. 4: 18).
v Ofrecerles el
servicio con una frase como: “ estamos orando por los enfermos; ¿les gustaría
que oráramos con ustedes? ”. Nunca debemos leer ni orar sin antes haberle
preguntado al paciente (o a su familia si el paciente está inconsciente) si
desea que lo hagamos y solamente cuando hayan aceptado, debemos hacerlo.
v Debemos siempre
evitar que el vapor de nuestro aliento caiga sobre la cara del paciente. Por
eso en cuanto nos sea posible debemos sentarnos en una silla frente al enfermo.
Además, el ubicarnos al la misma altura del paciente hará que él sienta mayor
confianza.
v Podemos
compartirles con pasajes tales como Ap. 3: 20; Jn. 1: 12; 3: 16-17; 14: 6; 15:
16; 1ª Jn 1: 8-9; Ro. 10: 9; Mr. 11: 22-25; Mt. 11: 28-29; etc. y aquellos
pasajes que Dios ponga en nuestro corazón, invitándolos a hacer una oración
para recibir a Cristo en su corazón si aún no lo han hecho. Pero antes de
dirigirle la oración de fe, debemos preguntarle quién es Cristo para él y si no
lo sabe o no sabe expresarlo, no debemos manifestarle asombro y mucho menos
mofarnos por eso, sino explicarle con mucho amor que Cristo es el Hijo del Dios
Creador de todo lo que existe y que nos ama tanto que se hizo hombre por
nosotros y se entregó en sacrificio por nuestros pecados, pero que resucitó y
está vivo y si lo invitamos, Él viene a nuestro corazón, etc. Una buena
consigna para motivar al paciente y explicarle qué clase de oración vamos a
guiarle es que hay que perdonar para ser perdonados (Mt. 6: 14-15), reconocer
nuestros pecados para ser limpiados (Lc. 18: 9-14, 1ª Jn. 1: 9) y creer para
ser sanados (Mt. 21: 22; Mc. 11: 24).
v También podemos
compartirles en la medida que el paciente lo necesite y quiera recibir, palabra
de fortaleza con pasajes como Dt. 7: 6-11;
31: 6; Jos. 1: 9; Job 1: 21-22;
19: 25-27; Sal. 34: 15-19; 103;
116; 115: 3; 121;
135: 6 Pr. 3: 1-8; Ec. 7: 14;
Is. 41: 10-20; 43: 1-2; 48: 10; Jer. 17: 7-8; Zac. 13: 9;
Nah. 1: 7; Lc. 4: 16-21; Jn. 10: 27-29; 11: 40;
15: 1-17; Hch. 14: 9-10; 16: 25-26;
Ro. 8: 1 y 28-35; 2ª Co. 1:
3-5; 4: 16-18; 5: 17;
Gá. 3: 25-29; Fil. 4: 6-8; Stgo. 1: 2-6;
1ª P.1: 3-9; 3ª Jn. 2; etc.
v Orar por la
sanidad del enfermo, guiándolo a que perdone detalladamente a todos los que le
hayan hecho daño para poder ser perdonados (Mt. 18: 21-35; 2ª Co. 2: 10-11), y
acepte el perdón y la sanidad divina, le entregue a Cristo todas sus cargas
(Mt. 11: 28) y la raíz de la enfermedad cualquiera que sea, compartiéndole Mc.
11: 20-24, para que confiese y crea que esa raíz se seca como la higuera
estéril; es importante que renuncie a estar enfermo (Jer. 15: 18), y crea que
Dios lo puede levantar por el mismo poder que levantó a Cristo de entre los
muertos (Ro. 8: 11; 1ª Co. 6: 14; 2ª Co. 4: 14) y declare nulo todo lo que no haya venido de Dios a su vida (2ª
Co. 5: 17).
v Explicarle, con
Marcos 11: 22-24, Romanos 4: 17; 2ª Co.
4: 18; 5: 7; Hebreos 11: 1, 6; etc., qué es la fe y por qué debemos confesar la
sanidad aún estando enfermos (Mc. 11: 22-24; 2ª Co. 5: 7).
v No debemos
reprender demonios, ni hablar en lenguas, ni gritar, ni estremecernos, ni
zapatear, pues todas estas actitudes pueden asustar al enfermo, especialmente
si nunca ha estado en una iglesia de este estilo. De igual manera, los médicos
y enfermeras creerán que estamos locos (1ª Co. 14: 23) y nos harán salir por
imprudentes.
v En caso que el
Señor nos muestre claramente que hay un espíritu de muerte, de enfermedad, de
hechicería, etc. debemos orar pidiendo que el Espíritu Santo revele cuál fue la
puerta que permitió la entrada al enviado de las tinieblas y guiar con mucha
prudencia al paciente a pedir perdón reconociendo sus pecados (Sal. 32: 1-5; .
Ro. 6: 23; 1ª Jn. 1: 8-9; etc.), y a renunciar a todo lo que pueda estar
trayendo enfermedad, como por ejemplo, pactos de muerte (Pr. 18: 20-21),
palabras negativas que en realidad son maldiciones (Nm. 14: 11-12 y 27-32; Mt.
12: 35-37); pecados contra nuestro propio cuerpo y contra el cuerpo y la vida
de otras personas, tales como tatuajes (Lv. 19: 28 y 21: 5),violaciones e
inmoralidad sexual (1ª Co. 6: 18), abortos, asesinatos (Sal. 37: 14-15; Abd. 1:
15; Mt. 7: 12; 26: 52); rebeldías contra el alimento que Dios nos da (Nm. 11:
4-33), tabaquismo, alcoholismo, drogadicción, gulas, violencia, narcotráfico,
masoquismo, “deportes” que maltratan nuestro cuerpo y el cuerpo del contendor,
tales como boxeo, lucha libre, etc. (1ª Co. 3: 16-17), egolatrías tales como
físico- culturismo, liposucción, dietas exageradas para guardar la línea, etc.
(Sal. 39: 5; Pr. 31: 30); idolatría de imágenes (Ex. 20: 4-5; 23: 24-27; Sal. 115: 3-8; Is. 42: 17, 44: 9-20
y 45: 16; Hab. 2: 18-19; Hch. 17: 29; etc.); creencia en la
reencarnación (He. 9: 27), yoga, control mental, encuentros con extraterrestres,
nueva era en general y divinización directa del hombre (Gn. 3: 5; Ezq. 28:
1-10; Dn. 3: 1-6; 4: 31-37; Jer. 10: 11; 1ª Jn. 4: 1-3), culto a los muertos,
adivinación, espiritismo, hechicerías, encantamientos, sortilegios, conjuros,
entierros, pactos y ritos satánicos, tabla ouija que también es espiritismo,
fetichismo, agüeros, ocultismo en general, etc. (Lv. 20: 27; Dt. 18: 9-14;
28: 15, 27-29; Is. 44: 25; 47: 13;
Ex. 15: 26; etc.); culto a las criaturas: tales como la serpiente emplumada (2° Reyes 18: 4) o el dragón, o
los animales de los horóscopos –león, escorpión, toro, etc.- o idolatría por
criaturas como María o los santos, o ídolos del deporte, la política, la
farándula, nuestros mismos seres queridos etc., teniendo en cuenta que idolatría
es poner el corazón en alguien o algo antes que en el Creador (Jer. 10: 11; 17:
5-7; Ro. 1: 23- 32); sentimientos de culpa (Is. 43: 18 y 25; Mc. 2: 5-12; 2ª
Co. 5: 17; 1ª Jn. 1: 9); etc. Es importante que perdonen también a quien les
provocó celos que son envidia, porque “la envidia es carcoma de los huesos”
(Pr.14: 30); por tanto, los celos pueden traer enfermedades en los huesos como
osteoporosis, etc. La sanidad de celos se da cuando perdonamos a quien nos
traicionó y a quien nos quitó a la persona amada y cuando le entregamos esos
celos al Señor. En los niños a quienes los padres han marcado con preferencias
entre hermanos, es necesario ministrarles perdón hacia sus padres y hacia los
hermanos que fueron preferidos. También guiarlos a orar pidiendo restauración
para quienes nos juzgan, para ser restaurados por Dios (Job 42: 10). Debemos
aclarar siempre que la enfermedad no es
siempre producto de un pecado (Ex.15: 26;
Dt. 28: 15, 21-22, 26-28, 34-35, 59-61, sino que puede tener su origen
en una prueba como el caso de Job (Job 2: 1-7) o de un propósito de Dios para
manifestar su gloria (Jn. 9: 1-3) y para acercarnos más a Él (Job 42: 5; Jn. 9:
38), pero que Cristo les ama (Jn. 11: 3) y desea que sean sanados (3ª Jn. 2).
Sólo que cuando los problemas ya no tienen solución para el hombre es cuando la
gloria de Dios se puede manifestar. Asimismo es cuando pasamos dificultades,
que Dios puede perfeccionar en nosotros la fe y la paciencia (Stgo. 1: 2-4; 1ª
P. 1: 6-7) y el reconocimiento de su soberanía (Job 42: 1-6; Is. 45: 7; Lm. 3:
37-38).
v . No decirle
cosas como “usted tiene un espíritu de muerte” o, “ alguien le está haciendo
hechicerías” o cualquier otra frase que pueda asustar o herir al paciente sino
aclararle que hay errores que a veces cometimos en el pasado y que nos pueden
estar impidiendo la sanidad total, pero que una oración renunciando a todo eso puede ser la solución a su problema
v En pacientes con
traumas de temor, ira, culpa, rechazo, violaciones, etc., debemos guiarlos a
que perdonen específicamente a quien los dañó y entreguen el recuerdo a Cristo
renunciando al respectivo trauma y recibiendo el perfecto amor del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo. Si fue un accidente, deben perdonar a quien provocó
el accidente, entregar el recuerdo al Señor y perdonarse si el accidente fue
por imprudencia personal y en general perdonar todo lo que tuvieron que pasar.
v Debemos orar con
naturalidad, confesando las promesas divinas de sanidad, tales como Is. 53:
4-5, Jer. 33: 3 y 6; Mc. 11: 22-24, etc. Nunca debemos imponerle manos o
ungirle con aceite sin antes haberle explicado con Mc. 16: 17-18 y Stgo. 5: 14
por qué lo hacemos.
v El uso del
aceite en el hospital puede ocasionar contradicciones frente a médicos o
enfermeras que no conozcan la palabra de Dios, por lo cual sólo debemos usarlo
cuando el Espíritu Santo nos lo guíe con mucha certeza y únicamente debemos
hacerlo con pacientes creyentes, usando una mínima cantidad de aceite que
humedezca nuestros dedos.
v No consolar al
paciente con mentiras sino pedirle al Señor que nos dé las palabras que sean
bendición para el enfermo.
v En pacientes
desahuciados no prometerles la sanidad física sino concientizarlos que Dios es
poderoso para sanarlos, pero que también es soberano para tomar nuestras vidas
cuando Él así lo disponga y que lo importante es estar sometidos a su perfecta
voluntad (2ª R. 5: 13-14; Jn. 9: 7). Si
nos preguntan si creemos que pueden morir, les podemos contestar que todos
podemos morir en cualquier momento y a
veces no es la persona que aparentemente está grave la que muere primero, sino
aquella que se ve muy bien pero a quien el Señor quiere llevar. Por eso, lo
importante es estar preparados para irnos con Dios en cualquier momento (Ro.
14: 8-9), estando reconciliados con Él y con todos los que nos rodean.
v Si notamos que
el paciente busca que nos vayamos, debemos entender que la enfermedad lo puede
estar atormentando, o quizás necesita hacer una necesidad fisiológica, o
simplemente está cansado. Debemos despedirnos cordialmente sin molestarlo ni
juzgarlo. Una buena manera de darnos cuenta que el paciente está cansado con la
visita es preguntarle con sinceridad si quiere que continuemos la charla en
otra oportunidad. Si él está cansado, aceptará inmediatamente y nos lo
agradecerá.
v No sentarse
nunca en la cama del enfermo porque la ropa de la calle trae mucha
contaminación y podríamos contagiar al paciente con nuevos microbios. Tampoco
colocar sobre la cama del paciente, la cartera u objetos que traigamos en la
mano, pues todo eso puede contaminarlo.
v Tratar de
mantener un aliento limpio y fresco, cosa que no es fácil dada la gran cantidad
de microbios que se encuentran en el ambiente hospitalario y que están llegando
a nuestra garganta continuamente. El hacer gárgaras con limón, será de gran
ayuda para protegernos de infecciones y limpiar nuestro aliento.
v Total pulcritud
en todo nuestro cuerpo y vestido. El lavado de manos debe ser de carácter
obligatorio antes y después de la visita. Asimismo tener las uñas más bien
cortas, pues debajo de las uñas se almacenan muchos microbios.
v No mezclar las
visitas a pacientes infectados con las de aquellos que no lo están, para evitar
llevarles el contagio a estos últimos. Podemos dejar para el final a los
infectados.
v Debemos respetar
la autoridad de todas las personas que atiendan al enfermo y esperar a que
ellas terminen su labor, para entrar a ministrar nosotros.
v Centrar la
atención en el enfermo, antes que en su familia y demás visitantes.
v No cuchichear
con los familiares acerca del estado del paciente, pues él va a inquietarse al
no saber qué estamos hablando.
v Escuchar con
amor al paciente, dándole lugar para que se desahogue y no cansarlo con charlas
prolongadas.
v No cargarlo con
sermones y ser muy prudente en cualquier comentario que hagamos. El enfermo es
una persona extremadamente sensible que puede herirse o inquietarse con
cualquier cosa que digamos
v No contar
historias tristes de otros casos que los depriman, sino al contrario relatarles
testimonios de sanidades que fortalezcan su fe y los alegren y romper el hielo
con alguna broma que los haga reír (Col. 4: 6).
v No forzarlos a
leer o a escucharnos cuando su estado de salud no lo permita. Tampoco hacerlos
hablar, si no están en condiciones de hacerlo. Si el paciente no ha hecho la
oración de fe para aceptar a Cristo, y no puede hablar, le podemos sugerir que
repita en su corazón la oración (Sal. 139: 4; Ro. 10: 8) y si manifiesta que
desea hacerlo, lo podemos guiar muy lentamente para que lo haga.
v En casos especiales como en pacientes solos,
debemos darles nuestro número telefónico para que puedan acudir a nosotros
cuando tengan alguna necesidad que estemos en capacidad de solucionar, aunque
debemos enseñarles a depender de Dios y no de nosotros.
v Enseñarles a
alabar y a adorar a Dios, aclarándoles que es en medio de la prueba que se
conoce al verdadero creyente y que cuando lo alabamos y lo adoramos Él siempre
se glorifica (2° Cr. 20; Hch. 16: 16-34; He. 13: 15)
v Guiar a la
familia y al paciente para que ellos mismos oren por la sanidad del enfermo
teniendo en cuenta que la fe obra por el amor (Gá. 5: 6) y el amor de la
familia multiplicará la fe. Para enseñarles a orar podemos utilizar pasajes
tales como Mt. 6: 7-15; Mc. 11: 22-25;
Jn. 14: 13-14; 15: 16; 16: 23-24; Fil. 4: 6; etc.
v Nunca juzgarlos,
ni echarles en cara su pecado. De eso se encarga el Espíritu Santo (Jn. 16:
8). Simplemente, si vemos que no tienen
la menor señal de arrepentimiento, debemos orar para que el Espíritu Santo obre
y dar prioridad a aquellos pacientes que sí muestran señales de cambio,
destinando para estos últimos la mayor parte de nuestro tiempo. Esto no significa que no volvamos a visitar a
los otros, ni dejar de ayudarles en sus necesidades materiales; sólo que no
debemos “quemarles” tiempo cuando hay tantos enfermos ansiosos de alimento
espiritual, que sí van a aprovechar nuestra visita para ser edificados.
v Si el paciente
nos rechaza o se burla de nosotros, no debemos
molestarnos ni presionarlo, ni contender con él, ni atacar sus puntos de vista,
sino orar, entregándoselo a Dios, para que lo haga tierra fértil y le envíe su
Palabra a tiempo.
v No divulgar las confidencias que el
paciente nos haya hecho, ni hacer con otras personas comentarios que puedan
llegar al oído del paciente y herirlo.
v Preguntarle si
su familia ya está informada de su hospitalización y en caso negativo pedirle
los datos necesarios para poderles informar. Si es una persona sola, que no
tiene familiares ni amigos podemos tomar nota para hacerle seguimiento y tratar
de ayudarles en lo que esté a nuestro alcance y tratar de relacionarlo con
pacientes que tengan visitantes agradables para que lo visiten y lo ayuden.
Asimismo relacionarlo con otros pacientes que estén en condiciones de
fortalecerlo, para que no se sienta solo y se ayuden mutuamente.
v No llevarles
comida sin haber consultado antes con la jefe de enfermería para informarnos si
el paciente puede tomar determinado alimento.
v Estar al tanto
de las novedades médicas para orar específicamente por las necesidades
inmediatas del enfermo tales como exámenes, tratamientos, cirugías y demás
procedimientos.
v Si el paciente
es intervenido, en el día de la cirugía será de bendición estar pendiente del
estado emocional de los familiares para fortalecerlos en oración y con la
palabra de Dios.
v Debemos estar
muy bien informados de todo el funcionamiento del servicio del hospital para
poder orientar al paciente recién llegado y a sus familiares.
v Si el paciente
lo desea, debemos enseñarle a manejar la Biblia con mucha paciencia y amor, demostrándoles
que es la palabra de Dios (Jn. 5: 39; 2ª Ti. 3: 15-17; 2ª P.1: 19-21; etc.). El
cumplimiento en el Nuevo Testamento de la profecías contenidas en el Antiguo,
causarán gran impacto acerca de la veracidad de las Sagradas Escrituras.
Asimismo la historia del pueblo de Israel testifica ampliamente que la Biblia es la palabra de
Dios.
v Cuando el
paciente haya salido del hospital, lo ideal sería poderle hacer un seguimiento
a él y a su familia. Sólo que esto absorbe tiempo y se requiere un equipo
idóneo de personas. Sin embargo, habrá casos especiales en los cuales
necesitamos hacer un esfuerzo adicional y seguir el trabajo en sus casas,
tratando de ayudarles en cuanto nos sea posible para que salgan adelante y
además puedan ser adiestrados en la obra del Señor. Muchas de estas personas
serán usadas por Dios para ministrar a otros enfermos y es nuestra
responsabilidad guiarlos en la preparación para este ministerio.
v Es importante
tratar de formar un grupo de apoyo que nos pueda colaborar para los casos de
pacientes solos o especialmente necesitados de ayuda material en el hospital o
en su casa.
v Si el paciente
ha tomado la decisión de congregarse, debemos apoyarlo en oración, pidiendo la
guía del señor, para que lo ubique en la iglesia que Él quiera de acuerdo con
sus propósitos, bajo la dirección del Espíritu Santo.
v En caso de
enfermos terminales que tengan descendencia, debemos guiarlos en oración a que
perdonen a sus descendientes y familiares y anulen maldiciones que por ira y/o
ignorancia les hayan lanzado y los bendigan, como lo hacían los patriarcas de la Biblia (Gn. 27:27-29;
28:3-4, etc.). En general a los pacientes que tengan hijos los debemos guiar
para que se los consagren al Señor Todopoderoso junto con todos sus
descendientes. Una oración guía podría ser: Amado
Padre Celestial, Creador del todo lo que existe, en el nombre de tu hijo
Jesucristo, yo te doy gracias por mis hijos y te los dedico a ti junto con todos sus descendientes; te los consagro para
tu servicio, para tu alabanza, para tu adoración, para que tú levantes de ellos
personas limpias y rectas, sabias y prudentes, que te glorifiquen y te agraden
todos los días de sus vidas, y para que tú los guardes como a las niñas de tus
ojos, los guíes con tu Santo Espíritu, suplas todas sus necesidades y los
bendigas con todas tus bendiciones, desde ahora y para siempre, amén y amén.
v Cuando el
enfermo está inconsciente, podemos explicarle a sus familiares que en medio de
ese estado, el paciente puede ser guiado a la reconciliación con Dios y que si
ellos lo permiten, le podemos dirigir una oración para que el enfermo acepte a
Cristo como su Señor y Salvador (Sal. 139: 4; Ro. 10: 8). Si la familia está de
acuerdo, nos acercamos al oído del paciente, lo llamamos por su nombre y le
explicamos que si desea reconciliarse con Jesucristo, le vamos a guiar con una
oración que él puede repetir en su corazón. Luego le dirigimos en voz alta y
muy despacio, una oración corta y concreta para que reconozca a Cristo y lo
acepte como su Señor y Salvador, reconozca sus pecados y perdone a todos los
que le han hecho daño.
v En caso de
fallecimiento del paciente, podemos consolar y fortalecer a los familiares y amigos
con pasajes tales como Sal. 23 y 116: 15;
Is. 57: 1-2; Jn. 11: 25; 14: 1-4;
Lc. 24: 5; Ro. 6: 5; 14: 8-9;
1ª Co. 15: 51-57; 2ª Co. 4:
16-18; 5: 1; Fil. 1: 21;
Ap. 7: 13-17, etc.
v Otros pasajes
que nos ayudarán a ministrar a los asistentes en la funeraria y conducirlos a
la reconciliación con Cristo, podrían ser 1° S. 2: 6; Job 7: 9-10;
14: 5-12; Ec. 12; Is. 40; Mr. 13: 33-37; etc., y los mismos que utilizamos para guiar
al enfermo inicialmente.
v Sería muy
conveniente ubicar a profesionales de la salud y empleados del hospital, que
sean cristianos, con el fin de orientarlos y capacitarlos para que sean un
complemento en el ministerio de los enfermos.
2. Material o literatura:
Los Cuatro Evangelios y libritos como
“Promesas de Dios” y diferentes colecciones con textos bíblicos de fortaleza
los podemos encontrar en las Sociedades Bíblicas.
Así mismo, podemos trabajar en unión con
los Gedeones Internacionales, haciendo contacto con las directivas del
hospital, para que autoricen el reparto de los Nuevos Testamentos a los
pacientes.
Si el paciente lo solicita, podemos
conseguirle la Biblia
completa, con la ayuda de los hermanos en Cristo que puedan colaborarnos, si
éste no dispone de dinero.
Al final de este escrito encontraremos varios
temas que nos servirán de guías para compartir al enfermo y que también podemos
fotocopiar para obsequiarles al paciente y a su familia. Asimismo hallaremos un
plan guía para presentar como proyecto de trabajo a las directivas del
hospital.
3. Beneficios de la visita al enfermo:
Cuando
el paciente recibe a Cristo, perdona y acepta el perdón de Dios, se reconcilia
con sus familiares y demás personas con quienes tenía diferencias personales,
la paz de Dios llena su corazón y esto trae como resultado el que su sistema
nervioso se estabilice, sus defensas aumenten y venga así la sanidad para el
alma, la sanidad para el cuerpo y la sanidad para la familia. Al mejorar el
estado general del paciente y sus relaciones familiares, el índice de
enfermedad disminuye, beneficiando así económicamente a la entidad promotora de
salud
Esto significa que la visita espiritual
trae sanidad para el alma, sanidad para el cuerpo, sanidad para la familia y
ahorro económico para la entidad promotora del servicio hospitalario y
prestigio para la clínica o el hospital.
XII.
LA CONSEJERÍA
v Como podemos observar, el primer consejo que
damos al paciente es que se reconcilie con Cristo y confíe en Él. Pero es
pertinente aclarar que el consejero nunca da órdenes al aconsejado. Solamente
lo orienta y lo guía con base en la palabra de Dios.
v Como en todo, en
cuanto sea posible, debemos tener un horario establecido y estricto
cumplimiento.
v La reserva debe
ser absoluta. Por ningún motivo se deben hacer comentarios de las confidencias
de los consultantes, fuera de consejería y delante de terceros.
v La consejería
debe estar ceñida estrictamente a la palabra de Dios. Nunca debemos decir al
aconsejado “Haz esto o aquello”, si no lo podemos sustentar con la Biblia. En todos los
casos debemos enseñarles que son ellos, guiados por Dios a través de su palabra
y del Espíritu Santo, los que deben tomar cualquier decisión. De ahí la
importancia que nosotros como consejeros sepamos encontrar en el menor tiempo
posible, los pasajes bíblicos que los orienten en cada caso. Si no hay un
pasaje que se ajuste a determinado caso, entonces será el Espíritu Santo,
después de mucha oración, quien les guíe a ellos personalmente a tomar la
decisión correcta y hallar la solución del problema.
XIII.
PROFILAXIS
El
compartir las verdades bíblicas como la fe y el perdón a las madres gestantes
que están haciendo sus cursos profilácticos en el hospital, contribuye a
prevenir enfermedades en ellas y en sus hijos. De igual manera el compartir la
palabra de Dios a familiares y
funcionarios del hospital es una forma de prevenir la enfermedad del alma y del cuerpo en la
familia hospitalaria.
XIV.
SERVICIO CONGREGACIONAL
- Debe ser breve teniendo en cuenta que los funcionarios disponen de poco tiempo por su compromiso laboral.
- Es necesario centrarnos en la obra de Cristo, en el perdón y la fe, y en renunciar a todo lo que pueda estar impidiendo la sanidad.
- Como en todo el ministerio depender de la guía del Espíritu Santo.
- Podríamos dividirlo en:
- Oración inicial, alabanza y adoración (10 minutos)
- Enseñanza de la Palabra (15 minutos).
- Invitación para hacer la oración de fe, y dirigirla a todos los presentes, incluyendo el tema enseñado y las pautas generales de perdonar, reconocer los pecados, renunciar a todo lo que no venga de Dios, y confesión de la sanidad divina.
- Oración de despedida y alabanza final.
BIBLIOGRAFÍA
Maxwell,
Katie.
: Casa Bautista de Publicaciones: “Orientaciones
Prácticas para Visitar Enfermos”. 1991.
Cloud,
Henry, Editorial Unilit: “Cambios que Traen Sanidad”. Miami, USA 1995.
Neil,
Anderson.
Ed.Unilit: “Los Pasos Hacia la Libertad ” (Seminario
Casa Sobre la Roca ).
Bogotá, 1997.
Silva
Silva, Darío: Casa
Sobre la Roca. “ Llaves del Reino" o “Llaves del
Poder”. Bogotá, 1999.
ANEXO I: DISCERNIENDO LOS PROPÓSITOS DE DIOS.
“Como son más altos los cielos que la
tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos
más que vuestros pensamientos” (Is. 55: 9).
OBJETIVOS
Comprobar que la voluntad de Dios
siempre es buena, agradable y perfecta (Ro. 12: 2).
14. 1. Es para nuestro bien
“Y sabemos que a los que
aman a Dios todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a
sus propósitos son llamados”. (Ro. 8: 28)
Para que la salvación llegue a determinadas personas, a
veces tendremos que pasar dificultades que en ese momento no entendemos, pero
cuando el Señor ha cumplido su propósito, se hace manifiesta la razón del
sufrimiento que entonces se convierte en gloria para Dios: “Por tanto, no nos desanimamos. Al contrario, aunque por fuera nos
vamos desgastando, por dentro nos vamos renovando día tras día. Pues los
sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos producen una gloria eterna
que vale muchísimo más que todo sufrimiento. Así que no nos fijamos en lo
visible sino en lo invisible, ya que lo que se ve es pasajero, mientras que lo
que no se ve es eterno” (2ª Co. 4: 16-18, Nueva Versión Internacional).
Si nos ponemos a analizar cómo llegamos muchos de los
creyentes a la reconciliación con Cristo, la gran mayoría tuvimos que pasar
muchas aflicciones para que entendiéramos la necesidad de volver nuestros ojos
a Él: “Porque la tristeza que es según Dios, produce arrepentimiento
para salvación”
(2ª Co. 7: 10). Otros pasajes: Hch. 14: 22;
Fil. 3: 8.
Una
vez reconciliados con Cristo, tendremos que pasar por un entrenamiento
especial, si es que queremos ser útiles para el servicio de Dios y, a la vez,
crecer espiritualmente en el conocimiento de la palabra divina. El dolor es un medio muy eficaz de
entrenamiento que Dios utiliza, a veces, para perfeccionar su obra en nosotros:
“Bendito
sea El Señor, mi Roca, quien adiestra mis manos para la batalla y mis dedos
para la guerra” (Sal.
144: 1). Sólo cuando hemos pasado por el horno de la prueba y del sufrimiento
podemos conocer la gloria de Dios. Es cuando la situación se torna difícil o
imposible para nuestras propias fuerzas, que Dios puede manifestar su poder y
su soberanía: “En el día del
bien goza del bien; y en el día de la adversidad considera. Dios hizo tanto lo
uno como lo otro, a fin de que el hombre nada halle después de Él
(Eclesiastés 7: 14). “...Yo, que
formo la luz y creo las tineblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo El
Señor soy el que hago todo esto” (Is. 45:
6-7).
14. 2.
Orígenes del dolor
La
aflicción en el creyente tiene cuatro orígenes: Una prueba, una disciplina, un
propósito de Dios o un ataque del enemigo cuando trata de impedir que una
bendición de Dios llegue a nuestras vidas. En realidad, en todos los casos
existe un propósito de Dios y siempre podremos comprobar que todo el
sufrimiento fue para nuestro bien (Ro. 8: 28).
14. 3. Beneficios del dolor
14.3.
1. En la prueba: “Y meteré en el fuego a la tercera parte, y los fundiré como se funde la plata y los
probaré como se prueba el oro. Él invocará mi nombre y yo le oiré y diré:
Pueblo mío, y él dirá: El Señor es mi Dios” (Zac. 13: 9).
Nuestra fe y nuestra paciencia son perfeccionadas y crecemos espiritualmente: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os
halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce
paciencia” (Stg. 1: 2-3). Leer también Romanos 5: 3-5 y 1ª Pedro 1:
6-9. Ejemplo: En Job 42: 1-6 vemos que el conocimiento de
Job acerca de Dios se ha multiplicado cuando dice: “De oídas
había oído hablar de ti; mas ahora mis ojos te ven” (Job 42: 5). Y
ese conocimiento crece aún más cuando el Señor enseña a Job a orar por aquellos
que lo están juzgando, para luego restaurarle con el doble de lo que satanás le
quitó (Job 42: 10).Leer también Jue. 3: 1-4; Sal. 66: 10-12; Gál. 4: 13-14.
14.3.
2. En la disciplina: Dios perfecciona
su obra en nosotros, corrigiéndonos
con amor cuando desobedecemos sus
mandamientos: “Hijo mío no menosprecies la
disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por Él; porque el
Señor al que ama disciplina y azota a
todo el que recibe por hijo. Si soportáis
la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el
padre no disciplina?” (He. 12: 5-7). Leer también Jue. 2: 19-23; Sal.
94: 12-13; 119: 71; Pr. 3: 11-12; Job 5: 17-18.
Ejemplo: El rey David debe soportar la muerte de su hijo cuando Dios
lo disciplina por su adulterio y el
asesinato premeditado de Urías (2ª S. 12: 1-25; Sal. 32: 1-5 y 51: 1-17).
14.
3. 3. Un ataque
del enemigo: satanás siempre buscará robarnos las bendiciones de Dios.
Pero allí es donde el Señor nos entrena como guerreros de oración (Jue. 3: 1-2),
para que su gloria y su poder se hagan manifiestos en la guerra espiritual. Un
buen ejemplo lo encontramos en Mr. 4: 35-41 y 5:1-43: Jesucristo iba a liberar al endemoniado
gadareno y a resucitar la hija de Jairo; cuando el enemigo trata de impedirlo levantando
una tempestad para hundir la barca donde viaja Jesús; éste reprende la
tempestad y se hace la calma, manifestándose así la gloria de Dios.
14.3.
4. Un propósito especial de Dios. Ejemplos:
v El propósito más grande de Dios
fue enviar a su Hijo Jesucristo para que se ofreciera en sacrificio vivo por
nuestros pecados. Pero para que se cumpliera este propósito, cuánto tuvo que
padecer el Señor Jesús (He. 12:2-3; 1° Pedro 3:18).
v El Señor endureció el corazón del
faraón para que su gloria se pudiera manifestar en la liberación de su pueblo y
el majestuoso paso del Mar Rojo: “El Señor dijo a Moisés: Entra en la presencia
de Faraón; porque yo he endurecido su corazón y el corazón de sus siervos, para
mostrar entre ellos estas mis señales y para que cuentes a tus hijos y a tus
nietos las cosas que yo hice en Egipto, y mis señales que yo hice entre ellos;
para que sepáis que yo soy el Señor" (Ex. 10: 1-2). Leer también Ex. 4: 21; 10: 20, 27; 11: 10;
14: 4, 8, 15-30; Is. 63: 11-14; Ro. 9:
17; etc.).
v José, el hijo de Jacob, tuvo que
ser vendido por sus hermanos, calumniado y hecho prisionero, y permanecer mucho
tiempo en la cárcel, siendo inocente, para que el pueblo de Israel no muriera
de hambre (Gn. Capítulo 37 y capítulos 39 al 50) “Entonces José dijo a sus hermanos: ...Yo soy
José, vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto... no os entristezcáis ni
os pese haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros” (Gn. 45: 4-8). “Y les respondió José: No temáis; ¿Acaso estoy yo en lugar de Dios?
Vosotros pensasteis mal contra mí, más Dios lo encaminó a bien, para hacer lo
que vemos hoy, para mantener con vida a mucho pueblo” (Gn. 50: 19-20).
v El apóstol Pablo y Silas tuvieron
que ser encarcelados para que el carcelero y su familia se convirtieran (Hch.
16: 12-39;) y se fundara la iglesia de Filipos (Fil. 1:1; 1°Tes. 2: 2).
v El mismo Pablo tuvo que soportar un aguijón (un
mensajero de satanás) para que no se enalteciera por las revelaciones de Dios
(2ª Co. 12: 7-10).
v El pueblo de Israel fue
endurecido por Dios para que los gentiles, esto es, nosotros que no éramos su
pueblo, alcanzáramos la salvación: “...los israelitas se han endurecido en parte,
pero sólo hasta que hayan entrado todos los que no son de Israel. Cuando esto
suceda, todo Israel alcanzará la salvación, pues la Escritura dice: ‘El
libertador vendrá de Sion y apartará de Jacob la maldad. Y esta será mi alianza
con ellos, cuando yo quite sus pecados’” (Romanos 11:25-27, versión Dios Habla Hoy). Otros pasajes:
Is. 6: 9-13; Mt. 13: 13-15; Hch. 28: 25-28; Ro. 9: 15, 18, 25; 11: 7-36; 1ª P.
2: 10. Bien profundo es este misterio.
Como dijera el apóstol Pablo: “¡Oh profundidad de las riquezas, de la
sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e
inescrutables sus caminos!” (Ro. 11: 33).
Además, la
aflicción la utiliza Dios para bien porque:
1.
Desarrolla en nosotros el carácter de Cristo: “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció
por nosotros, dejándonos ejemplo para que sigamos sus pisadas” (1ª P.2:21) Otros pasajes:
Ro. 8: 16-18; Gá. 2: 20 y 5: 22-25; 1ª P. 2: 19-23 y 3: 13-18; Mr. 14: 36.
2.
Nos entrena para consolar a otros: “Bendito sea el Dios y
Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda
consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que
podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por
medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios” (2ª Co. 1: 3-4).
3.
Manifiesta, en todos los casos, la soberanía de Dios: “Todo lo que el Señor quiere, lo hace, en los cielos y en la
tierra, en los mares y en todos los abismos” (Sal. 135:6). “¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que
le Señor no mandó”
(Lamentaciones 3:37). Otros pasajes: Sal. 115: 3; Ec. 7: 14; Is. 41: 9-20; 45:
5-7 y 55: 8-9; Lm.3: 21-39; Ro. 8: 18; 2ª
Co. 4: 16-18.
4.
Nos purifica: “He aquí te he purificado y no como a plata;
te he escogido en horno de aflicción” (Is. 48: 10).
Nuestra fe y
nuestra paciencia se perfeccionan cuando aprendemos a esperar en el tiempo de
Dios, confiando en Él en alabanza y adoración: “El Señor es bueno, fortaleza en el día
de la angustia, y conoce a los que en él confían” (Nah. 1: 7). “Bendito aquel que confía en Dios y cuya
confianza está en Dios. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas,
que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor,
sino que su hoja estará verde, y en el año de sequía no se fatigará ni dejará
de dar fruto” (Jer. 17: 7-8).
“No se deleita en la fuerza del caballo, ni se complace en la agilidad del
hombre. Se complace el Señor en los que le temen, y en los que esperan en su
misericordia” (Sal. 147:
10-11). “Pacientemente
esperé al Señor, y se inclinó hacia mi, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del
pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña y
enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro
Dios. Verán esto muchos y temerán, y confiarán en el Señor” (Sal. 40: 1-3). Leer también 2ª Cr. 20; Job
1: 14-22; 19: 25-27; 31: 35; Sal. 18: 1-6; 37: 1-9; Hch. 16: 25-26.
“En todo somos más que
vencedores, por medio de Jesucristo” (Ro.
8: 28-39), si estamos sometidos a la Palabra de Dios, pendientes de lo que Él
nos quiere enseñar, como nos dice en Oseas 2 :14: “Pero he aquí que yo la
atraeré y la llevaré al desierto y hablaré a su corazón”.
EVALUACIÓN
1.
Explique, con sus palabras, qué beneficios
puede traernos el sufrimiento.
___________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
2.
Enumere y explique los orígenes del dolor
en el creyente.
___________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
3.
Escudriñe en Nm. 13: 17-33; 14: 1-35; 20:
2-13 y los Salmos 78, 105 y 106 y diga por qué el pueblo de Israel estuvo
cuarenta años en el desierto, sin lograr alcanzar la tierra prometida.
___________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
4.
Investigue
por qué el profeta Daniel y sus compañeros fueron respaldados por Dios.
___________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
5.
Lea
2ª Ti. 2: 8-10 y diga por qué y para qué soporta Pablo todas sus
penalidades
ANEXO II: TEMAS PARA
EVANGELIZAR
DEPRESIÓN
Definición: Es la ausencia de paz interior, de alegría y de
contentamiento.
Origen: Temor,
rechazo, ira, culpabilidad,
enfermedades, pérdida de seres queridos, etc. acompañados de un total
desconocimiento del actuar de Dios.
TRAUMA
|
ORIGEN
|
LO QUE PRODUCE
|
TEMOR
|
Calumnias,
rechazo, accidentes, violaciones, violencia,
engaño, problemas económicos, culpa,
etc.
|
Ansiedad,
preocupación, inseguridad, irritabilidad, agresividad como medio de defensa,
brusquedad, falta de iniciativa, negativismo, complejos de persecución,
autoritarismo como medio de defensa, sudor excesivo, temblor, tartamudeo,
mareos, dolores musculares, comerse las uñas, chuparse los dedos, insomnio,
pesadillas, sobresalto, fobias en general, trastornos psiquiátricos,
enfermedades del sistema nervioso en general y otras como artritis, úlceras,
problemas cardiacos, etc.
|
RECHAZO
|
Sentimental,
laboral, familiar, social, cultural, académico, racial, etc.
|
Rebeldía, inseguridad, complejos de inferioridad,
complejos de superioridad como medio de defensa, sonambulismo, temor, baja estima, lástima de sí
mismo, pérdida de la fe en Dios,
ensimismamiento (centrarse en sí mismo), énfasis en lo material, negativismo,
pesimismo, intolerancia hacia las opiniones de los demás, orgullo, enojo
excesivo, deseos de morir, violencia, celos infundados, envidia, rivalidades,
tendencia a comer y a dormir exageradamente, o al contrario falta de apetito
e insomnio; pulcritud excesiva, temor al qué dirán, acelere; son malos para
escuchar y para perder; se impresionan
por títulos y honores, condecoraciones, grados, logros, etc.
|
IRA
|
Violencia,
engaños, traiciones, calumnias,
culpabilidad rechazo, etc.
|
Soberbia
(altivez, arrogancia, orgullo), odio, agresividad, resentimiento (falta de
perdón), rechazo, incredulidad, ceguera espiritual que nos impide ver lo
bueno en los demás; envidia, engaño, hipocresía, malicia, intolerancia,
crítica, sarcasmos, chismes, amargura (rechazo hacia sí mismo, baja
autoestima), rechazo hacia Dios,
deseos de morir, etc.
|
CULPA
|
Esclavitud de pecado, fracasos, errores.
|
Alejamiento
de Dios, amargura, juicio hacia los demás como medio de defensa, temor, auto
rechazo, insomnio, trastornos psiquiátricos, enfermedades del corazón, del
riñón, diabetes, úlceras, artritis, alcoholismo y drogadicción
(autodestrucción), suicidio.
|
VIOLA-
CIONES
SEXUA-
LES
|
Idolatría que acarrea perversión sexual (Romanos
1:18-32)
|
Esclavitud
de inmoralidades sexuales tales como prácticas de homosexualismo,
lesbianismo, prostitución, incesto, promiscuidad sexual en general o en otros
casos, rechazo y temor a la relación sexual. Ira, deseos de venganza, temor,
culpa, auto rechazo, con todas sus secuelas.
|
ABORTO
|
Temor, rechazo.
|
Culpa, temor, rechazo, ira, con todas sus
consecuencias.
|
SANIDAD INTERIOR
Definición: Es la restauración de la paz y de la alegría perdidas
por los anteriores traumas, y es el contentamiento por la fe en las promesas
divinas (Salmos 34: 19; Isaías 53: 5; Juan 14: 27; Romanos 5: 1; Colosenses 1: 20; 1ª Pedro 1: 6-7).
El médico es Jesucristo (Isaías 9:6-7, 53:5
y 61:1-3; Lucas 4:16-21; Juan 10:10 y 15:9-11; Efesios
2:13-18; Apocalipsis 3:20): No hay trauma que Él no pueda sanar ni problema que
no pueda resolver. Solamente Él necesita que le rindamos totalmente nuestro
corazón, que confiemos plenamente en él, sigamos las instrucciones que nos dejó
en su palabra y creamos en sus promesas divinas.
Medicinas infalibles: Perdón
(Marcos 11:25), fe (Marcos 11:22-24;
Hebreos 11) y obediencia (2ª
Crónicas 7:14; Salmos 81:13-16; Isaías 32:17-20; 48:17-19; 58:6-12; Proverbios
3: 1-8; Filipenses 4: 4- 9).
PASOS A SEGUIR:
- Ingresar al conocimiento de Dios por medio de la lectura de su palabra para poder comprobar que la voluntad de Dios siempre es buena, agradable y perfecta (Romanos 12: 2) y que él dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman (Romanos 8:28).
- Invitar a Cristo para que entre y reine en nuestro corazón, y aceptar el sacrificio que Él hizo por nuestros pecados recibiendo su perdón gratuito al cual tenemos acceso por medio de nuestra fe en Él (Juan 3: 16-17; Hechos 4: 12; Romanos 5: 8 y 10: 9; Efesios 2: 8-9; 2ª Corintios 5: 17).
- Perdonar de corazón y de palabra (Mateo 6:14-15 y 18: 23-35; Marcos 11:25) todo lo que hayamos tenido que sufrir y a todos los que nos hicieron daño, y que provocó en nosotros ira, temor, culpabilidad, rechazo violencia, etc., y perdonarnos a nosotros mismos. Es necesario confesar el perdón habiendo pedido a Dios la capacidad para perdonar porque solos no podríamos hacerlo (Juan 15: 5).
- Decirle a Jesucristo que le entregamos el temor, la ira, la culpabilidad, el dolor y todos los recuerdos que nos han traumatizado enumerándolos uno a uno, y pedirle que sane nuestras heridas con su infinito amor (Mateo 11: 28) y que nos limpie de todo orgullo que nos esté impidiendo perdonar y nos haga mansos y humildes como Él (Mateo 11: 29; 1ª Pedro 5:6).
5. Alabarlo y
adorarlo en toda circunstancia (2° Crónicas 20; Job 1: 21; Salmos 29:1-2, 11;
Hechos 16: 22-39) sometiéndonos a su voluntad (Marcos 14: 36), creyendo y
esperando el cumplimiento de sus promesas (Josué 21:43-45; 23:8-10; Salmos 40:
1-5; Jeremías 33:6; Filipenses 2: 5-11; Hebreos 6: 12 y 10: 36), orando en todo
tiempo teniendo en cuenta que Él nos dijo: “Clama a mí y yo te responderé y te enseñaré
cosas grandes y ocultas que tú no conoces” (Jeremías 33:3), “Dios ha preparado para los que lo aman
cosas que nadie ha visto ni oído y no siquiera pensado” (1ª Corintios
2:9) y “Yo sé los planes que tengo para ustedes, planes para su bienestar y no
para su mal, a fin de darles un futuro lleno de esperanza. Yo, el Señor, lo
afirmo” (Jeremías 29:11).
- PROMESAS DIVINAS QUE TRAEN SANIDAD
Temor
|
Josué 1:9; 2º Crónicas 20;
Salmos 23:1, y 121:2; Isaías 26:3; 41:10-13; 51:7-8; 53: Jeremías 29:11;
Mateo 6:33-34; Lucas 1:37; Hechos 16:22-39; Filipenses 4:6-7, 13, y 19; 1ª
Corintios 2:9; 2ª Corintios 1:3-4; 1ª Pedro 5:7
|
||
Ira
|
Salmos 37:1-9; Isaías 51:7-8 y
12-13; Jeremías 17:5-8; Mateo 5:43-45 y 11:29; Lucas 23:34; Romanos 12:9-21;
Efesios 4:26; Colosenses 3:12-15; Hebreos 12:14-15; Santiago 1: 20.
|
||
Culpabilidad
|
Salmos 103:3; Isaías 43:18 y 25
y 53:6; Miqueas 7: 18-20; Lucas
18:13-14, y 23:42-43; Juan 3:16-17; 2ª Corintios 5:17; Filipenses 3:12-14;
Tito 3:3-7; 1ª Juan 1: 9; Apocalipsis 1:5-6.
|
||
Rechazo
|
Salmos 73: 25 y 94:14; Isaías
43: 2-4, 45:2-3, 49:14-16; 53:3; y
54:7-8; Jeremías 31:3; Oseas 6:1-3; Mateo 11:28-29 y 28: 20 b; Juan 1:10-13 y
6:37; 1ª Corintios 1:25-30; Hebreos 13:5-6; Santiago 3:13-18; 1ª Pedro 2:
9-10.
|
||
Esclavitud de pecado
|
Isaías 55:6-7; Jeremías 18:1-6;
Ezequiel 36:25-26; Mateo 6:13; Juan 15:5; Hechos 2:38; Filipenses 2:13; Tito
3:3-7; Hebreos 2:18; 4:15-16; 12:2-4 1ª Pedro 5:8-11; 1ª Juan 1:8-9 y 5:18.
|
||
Hijos rebeldes
|
Isaías 44:2-5 y 54:13; Santiago
1: 5.
|
||
Enfermedades
|
Éxodo 15:26; Isaías 53:4-5;
Jeremías 33:6; Mateo 8:16-17; 1ª Pedro 2:24
|
||
Muerte de un ser querido
|
Salmos 27:10 y 146:9; Isaías
57:1-2; Juan 11:25-26; 14:1-6; Romanos 6:8, 8:38-39 y 14:8; 1ª Corintios
15:51-57; 2ª Corintios 5:1; Filipenses
1:21; 1ª Tesalonicenses 4:13-17; Apocalipsis 7:13-17 y 21: 3-6.
|
||
CÓMO VIVIR FELIZ A PESAR DE…
|
|||
Salmos 4:7-8, 138:8, 144:1 y 147: 10-11; Isaías 55:8-9;
Habacuc 3:16-19; Mateo 7:24-25; Juan 16:23-24 y 33; Romanos 8:28,
12:9-21 y 14:17; 2ª Corintios 1:3-4; 4:17-18; y 13: 11; Filipenses 1: 6, y
4:4-20; 1ª Tesalonicenses 1:6; y 5:16-24;
Santiago 1: 2-4, 19-25; 1ª Pedro 1:6-9, 3:13-16, 19; 4:12-16;
Apocalipsis 2:8-11.
|
|||
GOTITAS TERAPÉUTICAS
La verdadera felicidad no depende de lo que poseo ni de lo que veo (Eclesiastés
2: 1-11) sino de lo que creo y de la medida de confianza que haya depositado en
Dios (Isaías 26: 3) y del fruto de su Santo Espíritu que es “amor, alegría, paz, paciencia,
amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio” (Gálatas
5:22-23).
Tú eres especial tesoro para Dios, no por lo que seas o por lo que
hayas hecho o dejado de hacer, sino por cada gota de sangre que derramó Cristo
en la cruz por ti (Juan 3:16-17).
Cuando Dios nos mueve el piso, no es para dejarnos en el aire sino para
que nos aferremos a Él (Salmos 119: 71; Jonás, capítulos 1 y 2).
Las pruebas son oportunidades que Dios nos da, para poder bendecirnos
(Job 42:10; Lucas 6:35) y hacernos crecer espiritualmente” (Job 42:5; Santiago
1:2-3).
Cuando nos hemos quedado sin nada, es cuando podemos comprobar que con
Dios lo tenemos todo y que el único indispensable es Él (Salmos 23:1 y 121: 2;
Mateo 6:33; Filipenses 4:19).
El verdadero creyente se conoce en los malos momentos, cuando en medio
de la prueba es capaz de adorar y bendecir a Dios (Job 1:21; Hechos 16: 22-25).
Sólo cuando la situación se nos escapa de nuestras manos, es que Dios
puede manifestar su gloria (Juan 2: 1-11).
Si estás tocando fondo, no te preocupes; allí en el fondo te vas a
encontrar con las misericordiosas manos de Dios, que siempre está dispuesto a
perdonarte y a restaurarte (Lucas 15:
11-24).
Cuando no perdonamos, estamos permitiendo que el pasado controle el
presente (Santiago 1:20) y destruya el futuro” (Proverbios 14: 30).
La guerra no es contra los títeres sino contra el titiritero (Efesios
6:12).
Los que menos merecen amor, son los que más lo necesitan (Mateo
5:43-46; Juan 3:16-17; Romanos 12:19-21).
COMPARTIENDO CON LOS DEPRIMIDOS
¿Depresión? ¿Deseos de morir? ¡Espera! Quiero contarte
que hay alguien realmente interesado en ti. Para Él tú eres un tesoro. Te ama
tanto que envió a su propio Hijo a morir en tu lugar. Te estoy hablando nada
menos que de Aquel que te dio la vida y por lo tanto es el único que tiene
derecho a tomarla. Sí, se trata de Dios. ¿Sabes cuánto vales para Él? No es por
lo que seas o por lo que hayas hecho o dejado de hacer. Tú vales para Dios cada
gota de sangre que derramó su Hijo Jesucristo en la cruz. Por eso tu vida es
tan preciosa para tu Creador.
Pero
quiero decirte algo más: Dios puede en un instante cambiar todas las
circunstancias que te afligen. Sólo necesita que tú confíes en su gran amor y
deposites todos tus conflictos en sus manos, y aceptes que Él gobierne tu vida
(Salmos 37: 3-8; 1ª Pedro 5:7).
Para
llegar a ese Dios y amoroso Padre sólo tienes que creer en la obra que su Hijo
Jesucristo hizo en la cruz al tomar nuestro lugar llevando el castigo de
nuestros pecados (Romanos 5:8), y aceptar a Jesús como tu único Señor y
Salvador (Hechos 4:12; Romanos 10: 9). “Pues
Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo el que cree en
Él no muera, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al
mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de Él” (Juan
3:16-17).
Fue
el mismo Jesús quien dijo: “Yo soy el
camino, la verdad y la vida. Solamente por mí se puede llegar al Padre”
(Juan 14: 6). También fue Jesús quien dijo:
“Mira, yo estoy llamando a la puerta; si alguien oye mi voz y abre la puerta,
entraré…” (Apocalipsis 3:20).
Ríndete ahora mismo al señorío de Cristo y
decide confiarle el motivo de tu dolor. En su palabra encontrarás la respuesta
para todas tus preocupaciones:
Tal
vez digas “Nadie me entiende, nadie sabe lo que estoy sintiendo”. Pues bien, Él
lo sabe todo. Él conoce cada herida que hay en tu corazón, cada uno de tus
pensamientos y cada área de tu vida porque Él fue quien te formó en el vientre
materno y ha estado contigo siempre aunque tú no lo vieras (Salmos 139).
Si
te sientes rechazado, humillado, herido, Jesús nos dice: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados de sus trabajos y
cargas, y yo los haré descansar. Acepten el yugo que les pongo, y aprendan de
mí, que soy paciente y de corazón humilde; así encontrarán descanso” (Mateo
11:28-29). Y “A los que vienen a mí, no los echaré fuera” (Juan 6: 37).
Él
entiende lo que sientes porque a Él lo rechazaron, lo humillaron, lo azotaron,
lo calumniaron, se burlaron de Él y experimentó tal sufrimiento como nadie lo
ha podido experimentar (Isaías 53 y 1ª Pedro 2: 21-23).
Si
te sientes culpable, reconoce tu culpa delante de Él como el malhechor que
estaba a la derecha de Jesús (Lucas 23:40-43) o el cobrador de impuestos que le
imploró “¡Oh Dios, ten compasión de mí,
que soy un pecador¡” (Lucas 18:13-14) y obtendrás el perdón inmediato de
todos tus pecados. Es tu Creador quien te promete: “Pero yo por ser tu Dios, borro tus crímenes y no me acordaré más de
tus pecados” (Isaías 43: 25).
Si
has cometido un error que consideras irreparable, te tengo una excelente
noticia: para nuestro Padre Celestial no hay nada que Él no pueda solucionar.
Ahora piensa en esto por un momento: Imagínate que un niño travieso rompe un
vidrio en la casa del vecino y que llaman al papá para darle las quejas. El
papá seguramente que amonestará al hijo y tal vez le llegue a dar una zurra por
lo que hizo, pero como padre responsable del menor, sencillamente se meterá la
mano al bolsillo y le dirá al vecino: “Señor vecino, vengo a pagarle el vidrio
que le rompió mi hijo y quedamos en paz”. Así de sencillo. Ahora bien, la
palabra de Dios nos dice que, a quienes reciban y crean en Cristo, reciben el
privilegio de llegar a ser hijos de Dios (Juan 1:12). Si tú aceptas la
paternidad de tu Creador, al reconocer a Jesucristo como tu Señor, y aceptar el
sacrificio que hizo el Hijo de Dios en la cruz, puedes estar seguro que Cristo
ya pagó por todos tus pecados: “Todos nosotros nos perdimos como ovejas,
siguiendo cada uno su propio camino, pero el Señor cargó sobre Él la maldad de
todos nosotros” (Isaías 53: 6) y también quiere y puede solucionar todos,
todos, todos tus problemas y corregir todos, todos, todos tus errores, porque
te ama con amor eterno (Jeremías 31:3) y porque nada hay imposible para Él
(Lucas 1: 37).
Si
las deudas te aterran, el Señor que afirma “Míos
son la plata y el oro” (Hageo 2:8) nos promete que suplirá todo los que nos
falta (Filipenses 4: 19) si ponemos toda nuestra atención en el reino de los
cielos y en hacer lo que es justo ante Dios (Mateo 6: 33). Sólo tienes que
creer como el salmista cuando dijo: “El
Señor es mi pastor, nada me faltará” (Salmos 23:1) y, “Mi ayuda viene del Señor creador del cielo y de la tierra” (Salmos
121:2).
Mira,
cuando lo tenemos todo, dependemos de lo que tenemos, pero cuando nos hemos quedado
sin nada es cuando podemos comprobar que con Dios lo tenemos todo y que el
único indispensable es Él (Salmos 73:25).
Si
estás bajo persecuciones y lleno de temores, escucha la voz de Dios que te
dice: “No tengas miedo, pues yo estoy
contigo, no temas, pues yo soy tu Dios. Yo te doy fuerzas, yo te ayudo, yo te
sostengo con mi mano victoriosa. Todos los que te odian quedarán avergonzados y
humillados; los que luchan contra ti, quedarán completamente exterminados.
Buscarás a tus enemigos y no los encontrarás; los que te hacen la guerra serán
como si no existieran. Porque yo, el Señor tu Dios te he tomado de la
mano; yo te he dicho: ‘No tengas miedo,
yo te ayudo’” (Isaías 41: 10-13). Y,
“Yo soy quien te manda que tengas valor y firmeza. No tengas miedo ni te
desanimes, porque yo, tu Señor y Dios, estaré contigo donde quiera que vayas”
(Josué 1:9).
Si
te sientes confundido y no sabes qué hacer, Él te dice: “Llámame y te responderé, y te anunciaré cosas grandes y misteriosas
que tú ignoras” (Jeremías 33:3).
Si te han abusado sexualmente, Dios ha
provisto una medicina para tu dolor: se llama perdón. Deja que el perdón hacia
esa o esas personas sane tu corazón. Yo sé que en el primer momento pensarás
que eso es imposible de perdonar, pero si logras comprender que el primer
beneficiado serás tú, entonces lo podrás lograr. Permíteme ilustrarte esto:
Cuando alguien nos ha dañado en cualquier forma, la herida causada se convierte
en un absceso que empieza a drenar de nuestro corazón, pus de ira, odio,
resentimiento, amargura, deseo de venganza, culpabilidad, temor y muchas
enfermedades. Es como si tomáramos un ácido corrosivo y lo depositáramos en un
recipiente de metal. Lo primero que destruirá será la vasija que lo contiene.
Pero cuando perdonamos, la herida es limpiada y deja de drenar permitiendo su sanidad total. No existe otra
medicina que pueda sanar esos recuerdos sino confesar de corazón, el perdón
para las personas que nos han causado algún mal, y aún perdonarnos a nosotros
mismos por lo mal que nos hizo sentir esa situación. Pídele a Jesús que te
ayude y que te llene de su amor y Él lo hará. Su especialidad es el amor y el
perdón; recuerda lo que dijo cuando estaba en la cruz: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lucas 23: 34). Él
ya nos había hablado del perdón en muchas oportunidades (Mateo 6: 14-15 y 18:
23-35, etc.) y nada mejor para enseñarnos a perdonar y para mostrarnos los
beneficios del perdón, que permitir que otros nos hieran y conducirnos luego a
perdonar a esas personas (Oseas 6: 1-2).
Si
te han decepcionado, engañado o traicionado, bueno, no debes extrañarte porque
el Señor nos advierte: “Maldito aquel
que aparta de mí su corazón, y que pone su confianza en los hombres y en ellos
busca apoyo. Será como la zarza del desierto, que nunca recibe cuidados; que crece entre las piedras, en tierras de
sal, donde nadie vive” (Jeremías 17: 5-6).
Pero el mismo Señor nos promete que es bendito el hombre que confía en
Dios, que pone en Él su esperanza. “Será
como un árbol plantado a la orilla de un río, que extiende sus raíces hacia la
corriente y no teme cuando llegan los calores, pues su follaje está siempre
frondoso. En tiempo de sequía no se inquieta y nunca deja de dar fruto”
(Jeremías 17: 7-8).
Si
te sientes sólo, al invitar a Cristo a tu vida, puedes tener la seguridad de
que Él estará contigo todos los días (Mateo 28:21). En realidad Él siempre ha
estado contigo, pero como los discípulos que iban para Emaús, caminaban al lado
de Jesús sin reconocerlo, tú no has podido percibir que él ha estado siempre a
tu lado (Lucas 24: 13-32). Ahora bien, es diferente tenerlo a nuestro lado a
llevarlo dentro de nuestro corazón. Tampoco es lo mismo creer que Él existe, a
conocerlo y creer lo que Él nos dice en su palabra y aprender a depender de Él
y a vivir para Él. Solamente
experimentándolo lo podrás comprender.
Si
has perdido a tus padres o estás lejos
de ellos puedes decir ahora como el salmista: “Aunque mi padre y mi madre me abandonen, tú Señor, te harás cargo de
mí” (Salmos 27: 10) y, “El Señor
sostiene a los huérfanos y a las viudas (Salmos 146:9).
Si
te aqueja una enfermedad incurable, comienza a librar la batalla de la fe al
creer y confesar que Dios es tu sanador y que tú recibes un milagro de sanidad.
Jesucristo nos prometió que todo lo que pidamos en oración creyendo, lo
recibiremos (Mateo 21: 22). A propósito, gran parte de las enfermedades
incurables tienen sus raíces en una falta de perdón hacia otras personas y
hacia uno mismo. Así que no basta con creer para ser sano. Es necesario también
perdonar y perdonarse (Marcos 11:22-25). No olvides este secreto.
Si
has perdido la vista, en Jesús encontrarás la verdadera luz. El dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue
tendrá la luz de la vida, y nunca andará en la oscuridad” (Juan 8: 12).
¿Sabes? Hay muchos que tienes sus ojos físicos buenos, pero andan en tinieblas
porque no han tomado en cuenta a Jesús. ¿Te han contado del invidente que salió
de los escombros después de la caída de las torres gemelas? Mientras tantas personas que tenían sus ojos
sanos quedaron atrapadas entre los escombros, este hombre reconoció que fue
Dios el que lo ayudó a salir con vida, utilizando un animal (un perro) para sacarlo de allí.
Si
te encuentras prisionero entre rejas, la primera libertad que Jesucristo quiere
darte es la libertad interior, la que solamente Cristo puede dar. Él dijo: “Y conocerán la verdad y la verdad los hará
libres” (Juan 8:32) y, “Si el Hijo los hace libres, ustedes serán
verdaderamente libres” (Juan 8:36). Así como hay ciegos espirituales, hay
también aquellos que caminan por las calles pero son cautivos espirituales
porque no han aceptado a Jesús y no lo han aceptado, porque no lo conocen. Allí
entre las rejas muchos han alcanzado la verdadera libertad y tú hoy puedes ser
uno de ellos. En el libro de los Hechos de los apóstoles encontramos un ejemplo
de lo que te estoy diciendo. Allí se nos narra que los apóstoles Pablo y Silas
fueron a parar a la cárcel por sacar un espíritu de adivinación a una muchacha.
Pero Dios estaba permitiendo esto para que el carcelero fuera salvo y conociera
a Jesús. Aparentemente los presos eran los apóstoles pero en realidad los
verdaderos cautivos eran el carcelero y sus familiares. Una vez que el
propósito de Dios se cumple, y el carcelero se convierte, cesa el conflicto y
los apóstoles son puestos en libertad (Hechos 16: 16-39).
Si
te han calumniado, difamado, puesto tu honra por el suelo, el señor nos dice en
Isaías 51: 7-8: “No teman las injurias
de los hombres, no se dejen deprimir por sus insultos, porque perecerán como un
vestido apolillado, como lana roída por gusanos. Pero mi victoria será eterna,
mi salvación durará por siempre”. Y en Isaías 51: 12-13: “Yo, yo mismo, te doy ánimo. ¿A quién
tienes miedo? ¿A los hombres? ¿A los hombres mortales, que no son más que
hierba?
Si
te sientes tonto, ignorante, vil, poca cosa, eres un excelente candidato para
el reino de Dios: “Y es que para
avergonzar a los sabios, Dios ha escogido a los que el mundo tiene por tontos;
y para avergonzar a los fuertes, ha escogido a los que el mundo tiene por
débiles. Dios ha escogido a la gente despreciada y sin importancia de este
mundo, es decir, a los que no son nada, para anular a los que son algo. Así
nadie podrá presumir delante de Dios” (1ª Corintios 1:27-29
Si
te sientes esclavo de un vicio, de un pecado, de una obsesión, pídele a Jesús
que ocupe el primer lugar en tu corazón y derrame en ti el poder con que Él
venció todas la tentaciones (Juan 15: 5; Filipenses 2:13; Hebreos 4: 15-16).
Si te has enamorado de un imposible, clámale
con fe y él romperá las cadenas, libertará tu corazón y lo llenará de paz.
(Salmos 50: 15).
Jesús
quiere ser tu amigo, tu confidente, esa persona en quien tú puedes confiar.
Puedes estar seguro que Él nunca, nunca, nunca te va a fallar. Cuando las cosas
salen aparentemente mal es porque no has seguido las instrucciones que Él nos
ha dejado en su palabra, o es porque Dios tiene un propósito especial en tu
vida y quiere capacitarte para cumplir una misión especial (Salmos 138:8 y 144:1). Tal vez quiere entrenarte para
consolar a otros (2ª Corintios 1: 3-4) o quiere probarte para luego bendecirte
de una manera especial cuando hayas pasado la prueba (Job 42). Repito, si ha
permitido que te dañaran es porque quiere enseñarte cómo se hace la herida y
cómo se sana; cómo hace daño el
resentimiento y la falta de perdón, y luego cómo es de fácil sanar nuestro
corazón perdonando a quien nos dañó. En todo caso Él quiere que lo conozcas
(Job 42:5; Oseas 6:3) y le creas para poder manifestar su gloria en ti (Juan
11: 40). Sólo que para que esto pueda suceder, es necesario que todo esté al
revés en tu vida para que la intervención divina sea manifiesta. Tal vez quiera
entrenar tu fe y tu paciencia (Santiago 1: 2-3); sólo que cuando el problema es imposible para
nosotros, y Él nos da la solución, es que nuestra fe es perfeccionada, y sólo
cuando tenemos que esperar, es cuando nuestra paciencia se puede forjar.
Cualquiera que sea la situación que estás viviendo, todo lo que Él permita lo
va a utilizar para tu beneficio si eres dócil a su dirección. Puedes estar
seguro de que cuando Él nos mueve el piso, no es para dejarnos en el aire, sino
para que nos aferremos a Él (Salmos 119:71; 2ª Corintios 7:10). No te preocupes
cuánto hayas caído; aún en el abismo más profundo te encontrarás con las
amorosas manos de Jesús que están siempre listas para levantarte y restaurarte
(Jonás capítulos 1 y 2; Lucas 15:11-24). ¿Sabes? Su palabra dice que Dios
dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, a los cuales Él ha
llamado de acuerdo con su propósito (Romanos 8: 28).
Te ilustraré con otros
ejemplos:
¿Has
visto un artesano tejiendo una canasta? Al comienzo sólo observamos un enredo
de canutillos y cintas en desorden, que sólo el que lo está haciendo lo puede
entender. Pero cuando ha terminado el tejido podemos exclamar: “¡Oh, qué
belleza, qué maravilla!”. Lo mismo sucede cuando tenemos la casa en
remodelación: Todo está en desorden, lleno de polvo, de trastos por todos los
lados, de incomodidad. Pero cuando la obra ha sido terminada, es cuando podemos
comprobar que valió la pena haber pasado por tantas molestias. Y así es todo.
Un diamante en bruto es un terrón sucio y sin forma, que sólo un hábil artesano
se atreve a comprar porque sólo él lo sabe limpiar, pulir y convertir en la
piedra más valiosa y resplandeciente. Así somos nosotros cuando llegamos a
Cristo. Él, que es el artesano perfecto, es el único que puede limpiarnos con
su preciosa sangre, de todos nuestros pecados y darnos una nueva vida, eterna y
abundante (Juan 10:10) haciendo de nosotros una nueva creación. Para Jesús
ninguno es desechable. Todos somos reciclables para Él, porque nos compró con
el precio que pagó en la cruz y está interesado en convertirnos en la luz del
mundo (Mateo 5: 14-16). Pero como el
buen artesano, cuando la vasija no le ha salido como él la quería tiene que
romperla y hacer una nueva, para hacer de nosotros una nueva creación, Él tiene
que quebrantar nuestro corazón y darnos uno nuevo, rendido a Él (Jeremías
18:1-5; Ezequiel 36: 26).
Deja
que el buen Dios concluya la obra en ti, y no eches a perder su divino
propósito ¿Escuchaste alguna vez la canción que decía: “Espera un poco, un
poquito más, que voy a darte mi felicidad”? Bueno, lo que Dios tiene para ti es
mucho más grandioso que la felicidad que pueda brindar el hombre. Su palabra
dice: “Dios ha preparado para los que lo
aman cosas que nadie ha visto ni oído y ni siquiera pensado” (1ª Corintos
2: 9). Y, “Yo sé los planes que tengo para ustedes, planes para su bienestar y no
para su mal, a fin de darles un futuro lleno de esperanza. Yo, el Señor, lo
afirmo” (Jeremías 29:11).
Tal
vez a estas alturas te preguntes: Bueno y ¿qué tengo que hacer para acercarme a
Dios?
Te
invito a que empieces a hablar con Jesús con palabras que salgan de tu corazón,
con toda sencillez como lo harías con tu mejor amigo. Dile por ejemplo: Señor Jesucristo, yo te necesito;
reconozco que sin ti nada puedo hacer. Yo creo que tú eres el hijo de Dios que
moriste por nuestros pecados pero resucitaste para darme vida eterna y
abundante. Te abro las puertas de mi
corazón para que entres y te hagas cargo de mi vida. Reconozco que he pecado de
muchas maneras, pero hoy acepto el
sacrificio que tú hiciste por mí en la cruz. Decido perdonar a todos los que me
han hecho sufrir y perdono todo lo que he tenido que padecer en la vida. Creo
que tu sangre preciosa borra todos mis pecados; por eso ahora que tú me has
perdonado yo también me perdono por todo lo que no me había podido perdonar y renuncio
a todo lo que me esté contaminando y a todo lo que no te esté glorificando a
ti. Deposito todas mis cargas bajo tus pies: mis temores, mis iras, el odio, el
resentimiento, las raíces de amargura, toda culpabilidad. Limpia mi corazón de
todo lo que no haya venido de ti y lléname del Espíritu Santo. Yo te consagro
mi vida para que hagas conmigo lo que tú quieres hacer. Mi vida solo te
pertenece a ti desde ahora y para siempre. Ayúdame a agradarte, a servirte y a
glorificarte hoy y siempre. En tu nombre
santo señor Jesucristo amén y amén.
Ahora
habla con tu Padre Celestial con toda confianza. Pídele en el nombre de Jesús todo lo que
necesitas (Juan 16: 23-24) y dale gracias por tu vida y por la situación que
estás atravesando porque esto te permitió tener este encuentro con Cristo. Dile por ejemplo:
“Padre, hoy acepto tu paternidad, acepto
tu amor y te doy gracias por enviar a tu Hijo Jesús a rescatarme del poder del
pecado y de la muerte. Quiero sentir ese amor de padre que nunca había podido
experimentar porque no te conocía. Me echo en tus brazos y dejo que tu amor
llene y sane mi corazón. En el nombre de
tu Hijo Jesucristo, amén y amén”.
Sigue
hablando con las palabras que salgan de tu corazón y pídele que gobierne en
todas las áreas de tu vida. Confía plenamente en Él y empieza a leer la Biblia comenzando por el
Nuevo Testamento para que conozcas a Jesús y puedas conocer y hacer su voluntad
que es buena, agradable y perfecta (Romanos 12:2).
Si
has aceptado a Jesús, a través de esta oración, ¡Felicitaciones¡ Has tomado la
mejor decisión de tu vida; ahora que
estás con Cristo eres una nueva persona. Las cosas viejas pasaron, se
convirtieron en algo nuevo (2ª Corintios 5: 17). Con Cristo ya no tendrás que
temer ni a la vida ni a la muerte porque Él ahora va a estar para siempre en tu
corazón y porque “Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos para el Señor morimos. De manera
que, tanto en la vida como en la muerte, del Señor somos” (Romanos 14:8) y,
ni la muerte ni la vida te podrán separar de su amor (Romanos 8:38-39).
Ahora
has pasado de las tinieblas a la luz, a ser pueblo de Dios y a pertenecer a la
mejor familia, la familia de Dios: “Ustedes
son una familia escogida, un sacerdocio al servicio del Rey, una nación santa,
un pueblo adquirido por Dios. Y esto es así para que anuncien las obras
maravillosas de Dios, el cual los llamó a salir de la oscuridad para entrar en
su luz maravillosa. Ustedes que antes ni siquiera eran pueblo; pero ahora son
pueblo de Dios” (1ª Pedro 2:9-10).
Deja
que Él sea Dios y señor en todas tus cosas (Salmos 46: 10; Isaías 45: 5-7 y
22); suéltate en las manos de tu Padre Celestial y Él cambiará tu tristeza en
gozo y te asombrará con sus misericordias que son nuevas cada mañana. Alábale
en todo momento con tus palabras, con algún cántico que sepas, y tratando de
hacer siempre lo que a Él le agrada, y verás la gloria de Dios manifestarse
cada día en tu vida (2º libro de Crónicas 20.
Salmos 40: 1-3; Hechos 16: 22-34). ¿Sabes? El verdadero creyente no se
conoce en los buenos momentos sino en los malos, cuando en medio de la
adversidad es capaz de alabar al Señor sin poner sus ojos en las circunstancias
sino en aquel que tiene todo el poder para cambiar en un abrir y cerrar de ojos
la derrota en victoria y la tristeza en alegría (Isaías 61: 1-3; Lucas 4:
16-21; Hebreos 12:2).
Sigue
el consejo del apóstol Pablo cuando dijo: “No
se aflijan por nada, sino presénteselo todo a Dios en oración; pídanle y denle
gracias también. Así Dios les dará su paz, que es más grande de lo que el
hombre puede entender; y esa paz cuidará sus corazones y sus pensamientos por
medio de Cristo Jesús” (Filipenses 4: 6-7).
Y
como dijera el mismo apóstol Pablo: “Estoy
seguro que Dios, que comenzó a hacer su buena obra en ustedes, la irá llevando
a buen fin, hasta el día en que Jesucristo regrese” (Filipenses 1:6).
Y ya para terminar permíteme compartirte
una hermosa y divina promesa hecha por Jesús:
“El que me ama, hace caso de mi palabra;
y mi Padre lo amará, y mi Padre y yo vendremos a vivir con él” (Juan 14: 23).
*NOTA: Textos bíblicos tomados de la Biblia Dios Habla Hoy
MI VIDA SÓLO PERTENECE A TI
Mi vida sólo
pertenece a ti,
porque tú me la diste
señor;
lo que quieres hacer,
hazlo en mí,
yo me entrego en tus manos,
mi buen salvador.
Gracias Jesús, por tomar mi lugar,
gracias Señor,
por morir en la cruz
y llevar mis angustias para darme tu paz,
por borrar mis
tinieblas y brindarme tu luz.
Cumple señor, tu
propósito en mí,
enséñame el camino en
que yo debo andar;
convierte mi
existencia en gloria para ti,
yo quiero de
tu mano siempre
caminar.
Y gracias, Padre, por
mandar a Jesús,
gracias mi Dios por
tu infinito amor,
valió la pena sufrir
este dolor
para poder pasar de
tinieblas a luz.
LA SEXUALIDAD
Qué dicen las Sagradas Escrituras al respecto:
“Cuando Dios creó al hombre, lo hizo a su imagen; varón y mujer los
creó…’ (Génesis 1:27).
“Por eso el hombre deja a su padre y a su madre para unirse a su esposa,
y los dos llegan a ser una sola persona” (Génesis 2: 24).
“…todos los hombres de la ciudad de Sodoma rodearon la casa y desde el
más joven hasta el más viejo, empezaron a gritarle a Lot: ‘- ¿Dónde están los
hombres que vinieron a tu casa esta noche? ¡Sácalos! ¡Queremos acostarnos con
ellos! Entonces Lot salió a hablarles y cerrando la puerta detrás de él, les
dijo: -Por favor, amigos míos, no vayan a hacer una cosa tan perversa. Yo tengo
dos hijas que todavía no han estado con ningún hombre; voy a sacarlas para que
ustedes hagan con ellas lo que quieran, pero no les hagan nada a estos hombres,
porque son mis invitados. Pero ellos le contestaron: -¡Hazte a un lado! Sólo
faltaba que un extranjero como tú nos quiera mandar. ¡Pues ahora te vamos a
tratar peor que a ellos! En seguida comenzaron a maltratar a Lot y se acercaron
a la puerta para echarla abajo, pero los visitantes de Lot alargaron la mano y
lo metieron dentro de la casa; luego cerraron la puerta, e hicieron quedar
ciegos a los hombres que estaba afuera” (Génesis 19:4-11) Y “-…el Señor hizo llover
fuego y azufre sobre Sodoma y Gomorra, y las destruyó junto con todos los que
vivían en ellas, y acabó con todo lo que crecía en aquel valle” (Génesis
19:25).
“No te acuestes con un hombre como si te acostaras con una mujer. Ese es
un acto infame” (Levítico 18: 22).
“Su mismo descaro los acusa; no ocultan sus pecados, igual que Sodoma
los hacen saber a todo el mundo. ¡Ay de ellos pues preparan su propio castigo”
(Isaías 3:9).
“Pues lo invisible de Dios se puede llegar a conocer, si se reflexiona
en lo que Él ha hecho. En efecto, desde que el mundo fue creado, claramente se
ha podido ver que Él es Dios y que su poder nunca tendrá fin. Por eso los
malvados no tienen disculpa. Pues aunque han conocido a Dios, no lo han honrado
como a Dios ni le han dado gracias. Al contrario, han terminado pensando puras
tonterías, y su necia mente se ha quedado a oscuras, Decían que eran sabios,
pero se hicieron tontos; porque han cambiado la gloria del Dios inmortal por
imágenes de hombre mortal, y hasta por imágenes de aves, cuadrúpedos y
reptiles. Por eso Dios los ha abandonado a los impuros deseos que hay en
ellos, y han cometido unos con otros acciones vergonzosas. En lugar de la
verdad de Dios han buscado la mentira, y han honrado y adorado las cosas
creadas por Dios y no a Dios mismo que las creó y que merece alabanza por
siempre. Amén. Por eso Dios los ha abandonado a pasiones vergonzosas.
Hasta sus mujeres han cambiado las relaciones naturales por las que van contra
la naturaleza; de la misma manera los hombres han dejado sus relaciones
naturales con la mujer y arden en malos deseos los unos por los otros. Hombres
con hombres cometen acciones vergonzosas, y sufren en su propio cuerpo el
castigo merecido por su perversión. Como no quisieron reconocer a Dios, Él los
ha abandonado a sus perversos pensamientos, para hacer lo que no deben” (Carta
a los Romanos 1: 20-28).
“No se dejen engañar, pues en el reino de Dios no tendrán parte los que
se entregan a la prostitución, ni los idólatras, ni los que cometen adulterio,
ni los afeminados, ni los homosexuales…” (1ª carta a los Corintios 6: 9).
“Es fácil ver lo que hacen quienes siguen los malos deseos: comete
inmoralidades sexuales, hacen cosas impuras y viciosas, adoran ídolos y
practican la brujería. Mantienen odios, discordias y celos. Se enojan
fácilmente, causan rivalidades, divisiones y partidismos. Son envidiosos,
borrachos, glotones y otras cosas parecidas. Les advierto a ustedes, como ya lo
he hecho, que los que así se portan no tendrán parte en el reino de Dios” (Carta
a los Gálatas 5: 19-21).
“Que todos respeten el matrimonio y mantengan la pureza de sus
relaciones matrimoniales; porque Dios juzgará a los que cometen inmoralidades
sexuales y a los que cometen adulterio” (Hebreos 13:4).
“…Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas se entregaron a la
prostitución, y se dejaron llevar por vicios contra la naturaleza. Por eso
sufrieron el castigo del fuego eterno y
quedaron como advertencia para todos” (Carta de San Judas, verso 7).
“…el resto de la gente, los que no murieron por estas calamidades,
tampoco ahora dejaron de hacer el mal que hacían, ni dejaron de adorar a los
demonios y a los ídolos de oro, plata, bronce, piedra y madera, los cuales no
pueden ver ni oír ni caminar. Y tampoco dejaron de matar, ni de hacer brujerías,
ni de cometer inmoralidades sexuales, ni de robar” (Apocalipsis 9: 20-21).
“Dichosos los que lavan sus ropas para tener derecho al árbol de la vida
y poder entrar por las puertas de la ciudad. Pero fuera se quedarán los
pervertidos, los que practican la brujería, los que cometen inmoralidades
sexuales, los asesinos los que adoran ídolos y todos los que aman y practican
el engaño” (Apocalipsis 22: 14-15).
SOLUCIÓN
1. Arrepentimiento: “Busquen al
Señor mientras puedan encontrarlo, llámenlo mientras está cerca. Que el malvado
deje su camino, que el perverso deje sus ideas; vuélvanse al Señor, y Él tendrá
compasión de ustedes; vuélvanse a nuestro Dios, que es generoso para perdonar”
(Isaías 55:6-7).
2. Creer en la obra redentora de Cristo: “Pues Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo
aquel que cree en Él no muera sino que tenga vida eterna. Porque no envió Dios
a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de Él”
(Evangelio según S. Juan 3:16-17).
3. Invitar a Jesucristo a morar en tu
corazón y a ser el Señor de tu vida:
“Mira, yo estoy llamando a la puerta; si alguien oye mi voz y abre la puerta,
entraré…” (Apocalipsis 3:20). “Si con tu boca reconoces a Jesús como Señor, y
con tu corazón crees que Dios lo resucitó, alcanzarás la salvación” (Romanos
10:9).
4. Reconocer tus pecados, y pedir a Cristo
su poder para dejar de ser esclavo del toda perversión: “Si confesamos nuestros pecados, podemos confiar en que Dios que es
justo nos perdonará nuestros pecados y nos limpiará de toda maldad” (1ª Juan
1:9). Una rama no puede dar uvas de sí misma, si no está unida a la vid; de
igual manera ustedes no pueden dar fruto, si no permanecen unidos a mí. Yo soy
la vid y ustedes son las ramas, El que permanece unido a mí, y yo unido a él,
da mucho fruto, pues sin mí no pueden ustedes hacer nada” (Juan 15: 4-5).
4. Tener fe y perdonar a todos los que te contaminaron y te dañaron: “Todo lo que ustedes pidan en oración,
crean que ya lo han conseguido y lo recibirán. Y cuando estén orando, perdonen
lo que tengan contra otro, para que también su Padre que está en el cielo les
perdone a ustedes sus pecados” (Evangelio según San Marcos 11: 24-25).
Como orar es hablar con Dios ahora mismo si quieres, puedes poner en
práctica lo anterior diciéndole a Jesucristo con toda confianza y sinceridad: Señor Jesucristo yo
reconozco que te necesito; que separado de ti nada puedo hacer; he sido hasta
hoy, esclavo del pecado, pero hoy me arrepiento y te rindo mi vida para que tú
rompas mis cadenas y me des de tu poder para vencer las perversiones que han
tenido cautiva mi vida. Creo que tú eres el Hijo de Dios, que te hiciste hombre
y fuiste a la cruz a tomar mi lugar para librarme del castigo y del poder del
pecado, y que resucitaste de entre los muertos por el poder de Dios Padre.
Acepto el sacrificio que hiciste por mí, acepto tu perdón y te abro la puerta
de mi corazón y te recibo y te reconozco como mi único Señor y Salvador.
Dependo de tu ayuda para comenzar una nueva vida de obediencia a ti; perdono de
todo corazón a todas las personas que me pervirtieron, que me abusaron, que me
contaminaron, que me condujeron a la perversión sexual, que me engañaron, o
traicionaron o hirieron mis sentimientos; si mis padres rechazaron mi sexo, los
perdono y acepto el sexo que tú me diste y renuncio a todo lo que me esté
trayendo esta maldición de aberración sexual. Renuncio a todo pacto de
ocultismo, de idolatría, y a toda consagración a los demonios y a las
criaturas. Renuncio a poner mi corazón en las cosas creadas y en las criaturas,
y me consagro a ti para que tú hagas de mí la persona que tú quieras. Ayúdame a
obedecerte, a servirte y a glorificarte todos los días de mi vida, y por
siempre. En tu nombre, Señor Jesucristo, amén y amén.
5: Permanecer en comunión con Cristo por medio de la oración y de la
lectura y la práctica de su palabra (comenzando por el Nuevo Testamento): “El que me ama, hace caso de mi palabra; y
mi Padre lo amará, y mi Padre y yo vendremos a vivir con él” (Juan 14: 23).
6. Evitar toda recaída pidiéndole al Señor Jesucristo su ayuda y huyendo
a la tentación y resistiendo permanentemente a toda obsesión: “Revístanse ustedes del Señor Jesucristo, y
no busquen satisfacer los deseos de su naturaleza humana” (Romanos 13:14). “Que
cada uno sepa dominar su propio cuerpo, en forma santa y respetuosa, no con
pasión y malos deseos como las gentes que no conocen a Dios. Que nadie abuse ni
engañe en este asunto a su prójimo, porque el Señor castiga duramente todo
esto, como ya les hemos advertido. Pues Dios no nos ha llamado a vivir en
impureza, sino en santidad. Así pues, el que desprecia estas enseñanzas, no
desprecia a ningún hombre sino a Dios, que les ha dado a ustedes su Espíritu
Santo” (1ª Tesalonicenses 4:4-8). “Huyan, pues, de la prostitución. Cualquier
otro pecado que una persona comete, no afecta a su cuerpo; pero el que se
entrega a la prostitución, peca contra su propio cuerpo. ¿No saben ustedes que
su cuerpo es templo del Espíritu Santo que Dios les ha dado, y que el Espíritu
Santo vive en ustedes? Ustedes no sus su propios dueños, porque Dios los ha
comprado. Por eso deben honrar a Dios en el cuerpo” (1ª Corintios 6:18-20).
“Huye de las pasiones de la juventud, y busca la justicia, la fe, el amor y la
paz, junto con todos los que con un corazón limpio invocan al Señor” (2ª
Timoteo 2:22). “Sométanse a Dios. Resistan al diablo y éste huirá de ustedes.
Acérquense a Dios, y Él se acercará a ustedes” (Santiago 4:7-8). “Dejen todas
sus preocupaciones a Dios, porque Él se interesa por ustedes…resistan firmes en
la fe… y después que ustedes hayan sufrido un poco de tiempo, Dios los hará
perfectos, firmes, fuertes y seguros” (1ª Pedro 5:7-10).
7. Orar pidiéndole al Señor te que te lleve a una congregación en donde
puedas crecer espiritualmente, ser apoyado en oración y fortalecido en la nueva
vida que Cristo quiere darte. Asimismo busca amistades que manifiesten la
presencia de Cristo en sus vidas: “Ustedes
los reconocerán por sus acciones” (Mateo 7: 20).
ERA NECESARIO
“La paga del pecado es la
muerte, mientras que el regalo de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro
Señor” (Romanos 6:23)
Porque el castigo del pecado era la muerte según la ley judía donde nació Jesús, era necesario que un inocente sufriera la pena capital, la más vergonzosa que era la
muerte en la cruz, para que aún el más
criminal de los malhechores pudiera alcanzar el perdón. El único hombre que
obedeció la ley del Padre Celestial fue Jesús (Juan. 6:38; Lucas. 22:42;
2ª Corintios 5:21; Hebreos
4:15) y por eso pudo sustituir a la
humanidad pecadora muriendo en nuestro lugar. No había otra forma de rescatar a
la humanidad caída sino que un inocente
llevara el castigo de los malhechores. Jesús fue el único inocente; los
malhechores somos los demás. Pero como la muerte no podía retener al inocente,
él Padre lo resucitó (Hechos 2:24)
y lo sentó a su diestra para
siempre. Jesús nos promete que si alguno le abre la puerta de su
corazón Él entra (Apocalipsis 3:20) con
toda la provisión que el pecado nos había quitado, comenzando por el
perdón (Hechos 10:43; Romanos 10:9). Él
nos libera de la muerte eterna que es estar separados del Padre Celestial, al
borrar nuestros pecados cuando lo reconocemos como nuestro único Señor y
Salvador y le confesamos nuestros pecados (Juan 1:8-9). Claro, es también
necesario perdonar a todos los que nos han agraviado y creer en lo que le
estamos diciendo (Marcos 11:24-25).
Ahora mismo lo puedes hacer por medio de la siguiente oración:
Señor Jesucristo, gracias por morir en
mi lugar para que yo pudiera alcanzar tu perdón, y por obedecer los mandamientos del Padre
para poder vencer el pecado y la muerte. Yo te recibo y te reconozco como mi
único Señor y Salvador y te confieso que he pecado de muchas maneras. Y como tú
me perdonas, yo también perdono a los que me han hecho daño. Te consagro mi
vida y a todos los seres que amo, para que tú nos ayudes a conocerte, a obedecerte y a servirte, a
vivir para ti y a depender de ti. En tu nombre santo, Señor Jesucristo, amén y
amén.
Ahora has pasado a formar parte de la familia de Dios, porque Él te ha
adoptado como su hijo (Juan 1:12-13; Efesios 1:4-5). Si tú permites que el
Señor ocupe el primer lugar en tu
corazón, Él te dará todo lo que necesites (Mateo 6:33). Para poder conocer su
voluntad debes leer su palabra empezando por el Nuevo Testamento. Pídele todos
los días que cumpla en ti el propósito para el cual te creó, y Él va
a hacer maravillas en tu vida.
YO DECIDÍ
SER FELIZ
Antes
erraba ignorando las Escrituras y el poder de Dios (Mateo 22:29) pero leí en su
palabra que “Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo
aquel que cree en Él, no muera, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16).
También leí que Jesús dijo “a los que vienen a mí, no los echaré fuera” (Juan
6:37). Entonces, yo decidí amar a Dios
con todo mi corazón, con toda mi alma, con todas mis fuerzas, y con toda
mi mente, y al prójimo como a mí mismo, como manda Él en Lucas 10:27; por
tanto, yo decidí perdonar, porque si amo, perdono (1ª Corintios 13:4-7) y
porque si no perdono a los que me han hecho daño, Dios tampoco me perdona a mí
(Mateo 6:15).
Yo
decidí abrir la puerta de mi corazón a Cristo para responder a su llamado
cuando dice: “Mira, yo estoy llamando a la puerta; si alguien oye mi voz y abre
la puerta, entraré en su casa y cenaremos juntos (Apocalipsis 3:20).
Yo
decidí reconocer y confesar con mi boca creyendo en mi corazón que Jesucristo
es mi único Señor y mi único Salvador, y que Dios Padre lo levantó de ente los
muertos, porque en Romanos 10:9 dice que si lo hago, soy salvo, en Hechos 4:12
hablando de Jesús complementa que “En ningún otro hay salvación, porque en todo
el mundo, Dios no nos ha dado otra persona por la cual podamos ser salvos” y el
mismo Señor Jesucristo en Juan 14:6 proclama: “Yo soy el Camino, la Verdad y la
Vida. Solamente por mí, se puede llegar al Padre”.
Yo
decidí confesarle todos mis pecados a Jesús que es el sumo sacerdote (Hebreos
7:20-28) por cuanto todos hemos pecado y sin Cristo estamos lejos de la
presencia gloriosa de Dios (Romanos 3:23) “pero si le confesamos nuestros
pecados, podemos confiar en que Dios, que es justo, nos perdonará nuestros
pecados y nos limpiará de toda maldad” (1ª Juan 1:9)
Yo
decidí escuchar la voz de Jesús y seguirle para recibir su promesa en Juan
10:27-28: “Mis ovejas reconocen mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen. Yo
les doy vida eterna, y jamás perecerán ni nadie me las quitará”. Así podré ser
una nueva persona como dice en 2ª
Corintios 5:17: “El que está unido a Cristo, es una nueva persona. Las cosas
viejas pasaron, se convirtieron en algo nuevo”.
Yo
decidí hablar a otros de Cristo para obedecerle cuando manda: “Vayan a las
gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos” (Mateo 28:19) y “Si
alguien se declara a mi favor delante de los hombres, yo también me declararé a
favor de él delante de mi Padre que está en el cielo” (Mateo 10:32).
Yo
decidí hacer la voluntad de Dios y servirle sólo a Él, para seguir el ejemplo
de la virgen María cuando le dijo al ángel: “Yo soy la esclava del Señor, que
Dios haga conmigo como me has dicho” (Lucas 1:38. Por eso, yo decidí leer la
Biblia para obedecer lo que Dios manda y poder recibir así sus bendiciones
(Josué 1:8; Juan 14:23 y 15:16).
Yo
decidí ser feliz porque Cristo me enseñó a ser feliz, al perdonar y amar. Y
como yo soy feliz quisiera que todos lo fueran y por eso esta es una invitación
para que tú también decidas ser feliz con Cristo controlando tu vida. Puedes
comenzar ahora mismo diciéndole una oración que salga de lo profundo de tu
corazón así:
SEÑOR
JESUCRISTO, CREO QUE TÚ ERES EL HIJO DE DIOS QUE MORISTE EN MI LUGAR LLEVANDO
EL CASTIGO DE MIS PECADOS PERO DIOS PADRE TE RESUCITÓ DE ENTRE LOS MUERTOS. TE
ABRO LA PUERTA DE MI CORAZÓN PARA QUE TÚ ENTRES Y SEAS MI ÚNICO SEÑOR Y
SALVADOR. DECIDO PERDONAR A TODOS LOS QUE ME HAN HECHO DAÑO. TE CONFIESO TODOS
MIS PECADOS Y RECIBO TU PERDÓN. TE CONSAGRO MI VIDA Y A TODOS MIS DESCENDIENTES
PARA QUE TÚ NOS GOBIERNES EN TU DIVINA VOLUNTAD, AHORA Y SIEMPRE. EN TU NOMBRE
SANTO, SEÑOR JESUCRISTO, AMÉN Y AMÉN.
TALLER DE
EVANGELISMO EN LOS HOSPITALES
1,
Leer Oseas 6:6; Miqueas 6.8; Mateo 23:23; Juan 13;35; Romanos 13:10. ¿Qué es lo
más importante de la Ley de
Dios? -----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
2.¿Cuál
es el objetivo primordial del ministerio
hospitalario?---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
3.
Enumere cuatro requisitos para visitar enfermos.-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
4.
Mencione 4 errores que no debemos cometer durante la visita al
paciente--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
5.
Lea Isaías 58:6-12. ¿Cuál es el ayuno que más le agrada a
Dios?----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
6.
Diga dos beneficios de la visita al
enfermo----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
7.
Lea Juan 7:37-39a; Efesios 1:13. ¿Por qué es tan importante que el recién
convertido lea primero el Nuevo
Testamento?--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
8.
Explique la obra del Espíritu Santo según Juan 16: 8-14; Romanos 8: 14,
26-27; Tito 3:3-7; Gálatas 5:22-23; Mateo
10:19-20----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
9.
Según Juan 15:1-5, ¿Quién es el Padre, quién es Jesucristo y quiénes somos los
creyentes?----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
10.
Cuando sembramos una semilla en tierra, ¿nosotros podemos hacer que
germine?--------------------- ¿Quién es el que hace que nazca la
plantica, que crezca, que florezca, que dé fruto y que este fruto sirva de
alimento?----------------. Lea 1a Corintios 3:6-7, Tito 3:4-6 y 1a
de Pedro 1:23. ¿Por medio de qué, Dios hace nacer al nuevo creyente?----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
PLAN DE TRABAJO DEL VOLUNTARIADO
HOSPITALARIO
Nombre: Voluntariado “Lluvia de bendición”
Lema: “Amor y servicio al paciente”
MISIÓN
Somos un grupo de apoyo con
vocación de servicio al paciente hospitalizado, creado para ayudarle en sus
necesidades espirituales, afectivas y socioeconómicas, en la medida de nuestras
capacidades y mediante visitas semanales.
VISIÓN
Seremos un grupo de apoyo que
mantendrá su continuidad, creciendo en número y en anhelo de servir al
paciente, hasta llegar a ser un voluntariado piloto que amplíe su territorio
hacia otros hospitales locales y nacionales, creando nuevos voluntariados que
cubran las zonas carentes de este recurso.
PRINCIPIOS
|
VALORES
|
|
|
OBJETIVOS
·
Levar
paz interior al paciente utilizando los principios cristianos, el perdón y la
reconciliación con Dios, su familia y allegados, y consigo mismo.
·
Acompañar
al paciente que carece de familia, en la medida de sus necesidades y de acuerdo
a nuestro tiempo disponible.
·
Escuchar
al paciente permitiendo que se desahogue verbalmente, respetando sus puntos de
vista.
·
Apoyar
a Trabajo Social, para ubicar a los familiares del paciente en caso que éste se
encuentre perdido de ellos.
·
Llevar
consuelo y fortaleza espiritual a los familiares afectados por el fallecimiento
de sus seres queridos.
·
Contribuir
a la sensibilización de la institución
PROTOCOLO
Hablamos con
trabajo social para ubicar los pacientes más necesitados. Luego de atender los
casos más urgentes, realizamos ronda general siguiendo las siguientes pautas:
- Saludamos y nos presentamos al paciente como voluntarios del Hospital.
- Damos prioridad a aquellos enfermos que se encuentran solos.
- Le preguntamos al paciente si su familia ha venido y en caso contrario, tratamos de ubicársela. Esto es importantísimo para poder hallar las necesidades del paciente y orientarnos al respecto.
- Evaluamos las necesidades más urgentes del enfermo, y en la medida de nuestras capacidades tratamos de ayudarles.
- En el plano espiritual les ofrecemos el servicio diciéndoles: “si quieren también podemos orar por ustedes” y si la respuesta es afirmativa les sugerimos iniciar la oración reconciliándose con Dios pidiéndole perdón, y perdonando a todos los que le han hecho daño y reconociendo a Jesucristo como su Señor y Salvador. Luego les explicamos qué es la fe y cómo mantener una comunión con Dios por medio de la oración y la lectura de su palabra. Asimismo les compartimos promesas de Dios que los fortalezcan y consuelen.
- Tratamos de tener siempre disponible literatura cristiana con mensajes de fe, fortaleza y ánimo, para entregar a aquellos pacientes adultos y niños que puedan leer, o a sus familiares que así lo deseen.
- Cualquiera que haya sido la actitud del paciente, nuestra despedida es siempre amable y cordial.
VOLUNTARIADO DE APOYO A LA MADRE ACOMPAÑANTE
Lema:
“Misericordia, Amor y Servicio a la madre lactante”
MISIÓN
Somos un grupo de apoyo con vocación de servicio
a las madres lactantes y acompañantes de niños hospitalizados que no cuentan con
recursos económicos para alimentarse mientras cuidan sus niños enfermos.
VISIÓN
Seremos un grupo de apoyo que mantendrá su
continuidad, creciendo en número y anhelo de servir y ayudar a las madres de bebés hospitalizados, hasta llegar a ser un
voluntariado piloto que amplíe su territorio hacia más hospitales locales y
nacionales donde exista una unidad de niños
hospitalizados.
PRINCIPIOS
|
VALORES
|
El amor de Dios
La vocación de servicio
La
integridad
El
respeto
Ética
|
Disciplina
Compromiso
Perseverancia
Excelencia
Entrega
Capacidad de escuchar y comprender
|
OBJETIVOS
·
Llevar a la madre lactante
un alimento que la nutra, para que esta a su vez pueda transmitirlo a su bebé,
ayudándolo a salir de su enfermedad.
·
Llevar paz interior a la
mamita acompañante, utilizando los principios cristianos, el perdón y la
reconciliación con Dios, su familia y allegados y consigo misma.
·
Escucharla, permitiendo
que se desahogue verbalmente, respetando
y entendiendo su estado emocional y buscando fortalecerla con las promesas de
Dios.
PROTOCOLO
1.
Un voluntario pasa por los
pabellones de niños hospitalizados y pregunta qué mamitas “lactantes” no tienen
quien les suministre desayuno ese día, ni tienen con qué comprarlo y las
invita a que pasen al lugar donde se les
suministrará el refrigerio. Si es posible administrarles el refrigerio en la
habitación, es mucho más práctico tanto para la mamita como para quienes
llevamos el desayuno.
2.
Los demás voluntarios se ubican con el refrigerio (chocolate en
leche y pan, por ejemplo) en el lugar
establecido por la oficina administrativa del hospital.
3.
A medida que las madres
lactantes van llegando se les va entregando el refrigerio.
4.
En el plano espiritual les
ofrecemos el servicio con una frase como “Si quieren también podemos orar con
ustedes“. Si la respuesta es
afirmativa, después de explicarles brevemente el porqué hacerlo, les sugerimos
y guiamos para que digan de corazón una
oración para reconciliarse con Dios, invitando al Señor Jesucristo a su corazón, aceptando su perdón y
perdonando a todos los que les han hecho daño y consagrándole sus vidas y sus hijos al Dios Todopoderoso. También se
le entrega el tema titulado “HOLA MAMITA”.
5.
Se le invita a leer
la Biblia si la tiene, comenzando por el Nuevo Testamento, y a leérsela
a sus hijos, para que la familia se encuentre con el Dios vivo y lo pueda
conocer.
1.
Si alguna mamita pide que
se ore especialmente por alguna necesidad o
tiene alguna inquietud se le atiende individualmente, escuchándola con
atención y amor.
RECOMENDACIONES ESPECIALES.
Siempre
debemos orar pidiendo la guía del Espíritu Santo y la protección divina y que
el Señor nos respalde y ayude en todo, y que sea Él el que hable en nosotros.
Debemos saludar y presentarnos como voluntarios del
hospital, para que las mamitas sepan que
somos personas debidamente autorizadas.
Interesarnos
por el estado del niño y las necesidades generales de la mamita, pero nunca prometerles
cosas que no podemos cumplirles.
Siempre
les damos a las madres el desayuno primero y luego sí les decimos que si
quieren orar. Tengamos en cuenta que muchas de ellas llevan mucho tiempo sin
comer y el bebé las está succionando, y
necesitan con urgencia alimentarse los dos. Si el Hospital lo permite,
es mucho más práctico pasar de habitación en habitación y entregar el
refrigerio a cada materna pues así no tienen que dejar a sus bebés. En caso de
que tengan que hacerlo, un voluntario debe quedarse cuidando el bebé aunque
siempre debemos procurar conseguir la autorización para llevarle a cada mamita
su desayuno a la habitación.
Nunca
debemos regañarlas ni sermonearlas, sino hacerles caer en cuenta de sus errores
con mucha sabiduría y amor.
Debemos
explicarles qué es la fe con pasajes como Mc. 11: 22-24, Jn. 20: 29, He.11: 1;
Ro. 4:17c, etc., y guiar a la mamita a
que ella misma le imponga las manos a su hijo explicándole que al aceptar a
Cristo ha recibido un poder sobrenatural y
que ella como autoridad espiritual delegada por Dios está en condiciones
de orar por su bebé mejor que nadie porque la fe obra por el amor y el amor de
ella multiplica el poder de la fe.
En niños muy graves o desahuciados, debemos
concientizarlas que deben someterse a la voluntad de Dios y a su soberanía.
Dios puede sanarlos pero también es soberano para decidir lo que Él tenga a
bien hacer.
Nunca
debemos imponerles que tienen que orar sino sugerírselo como una recomendación
muy especial haciéndoles caer en cuenta que Dios las ama y quiere entrar en sus
corazones, que sólo el Señor las puede sacar adelante y que sin Él “nada
podemos hacer” (Jn. 15: 5).
Debemos tener muy claro que no es lo mismo una
oveja de la Iglesia que un paciente o un acompañante del paciente en el
hospital. A las ovejas de la Iglesia el líder o el pastor les pueden llamar la atención pero a la
mamita sólo le podemos sugerir o hacer caer en cuenta su error pero sin
regañarlas. Allí vamos es a atraerlas
para el Reino de Dios con lazos de amor y nunca debemos aprovecharnos de su
necesidad material para presionarlas. Jesús nunca lo hizo. El daba la palabra y
sanaba los enfermos sin obligar a nadie a aceptarlo. Recordemos siempre Ap.
3:20: “He aquí yo estoy a la puerta y
llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré…”
Tampoco
debemos darles cátedra teológica y mucho menos del Antiguo Testamento; muchas
de ellas ni siquiera saben quién es realmente Jesús; lo primero que tenemos que
asegurarnos es que ellas tengan la
identidad correcta de Cristo y entiendan por qué el Hijo de Dios tuvo que morir, y que lo único que Él quiere
de nosotros es un corazón sincero y rendido a Él. Por eso es importantísimo centrarnos en el
mensaje de “Hola Mamita” y explicárselo cuantas veces sea necesario. Sólo así
ellas podrán ser llenas del Espíritu Santo:
“¡Si alguno tiene sed, venga a mí y beba! De aquel que cree en mí, como
dice la Escritura, brotarán ríos de agua viva. Con esto se refería al Espíritu
que habrían de recibir más tarde los que creyeran en él“. (Jn.7: 37b-39ª). “En
Él (en Cristo) también ustedes,
cuando oyeron el mensaje de la verdad, el evangelio que les trajo la salvación,
y lo creyeron, fueron marcados con el sello, que es el Espíritu Santo” (Ef.
1:13).
No
reprender demonios ni hablar en lenguas
delante de ellas o de los funcionaros
del hospital. En caso de presentarse alguna manifestación demoniaca, debemos
atar el hombre fuerte en voz baja y
junto con el grupo de voluntarios buscar un lugar aparte donde se pueda orar
por liberación, anulando consagraciones a ídolos y demonios, rompiendo pactos
satánicos y declarando nulas y deshechas todas las obras del diablo en ese
lugar. Luego se ata, se reprende y se arroja al abismo todo enviado de las
tinieblas, siempre en el nombre de Jesucristo.
Enfatizarles
siempre acerca de la reconciliación, y del perdón hacia los demás, hacia ellas
misma y por todo lo que hayan tenido que sufrir.
No
enojarnos ni desalentarnos si alguna de ellas nos rechaza la oración, sino orar
para que Dios disponga su corazón y lo fertilice y nunca juzgarlas, pues sólo
Dios sabe lo que les está pasando.
Ser
breves teniendo en cuenta que ellas deben estar al lado de sus niños y estar
pendientes de las instrucciones médicas y de enfermería.
No
debemos prometer a la mamitas nada que no estemos seguros de cumplírselo, sino
darles lo que Dios nos permita cada día. Debemos enseñarles que su proveedor no
somos nosotros sino “el que hizo los cielos y la tierra” (Jer. 10:11) y que deben pedirle es a Él todo lo que
necesiten.
Nunca
debemos contender con ellas ni con los funcionarios del hospital por motivos
teológicos ni religiosos, ni por ningún motivo, sino ser siempre
reconciliadores y pacificadores.
Nunca
sentarnos en la cama del bebé y tratar de mantener un aliento fresco. Asimismo debemos lavarnos las manos antes de empezar a
servir el refrigerio.
No
debemos poner bolsos ni carteras ni paquetes en la cama del bebé, pues podemos
contaminarlos. Tampoco colocar de cama en
cama lo que vayamos a regalarles (ropita para bebé por ejemplo), pues podemos contagiar a
un bebé con los gérmenes de otro.
Debemos
evitar hacer contacto con la ropa de cama, toallas, etc. Pues también podemos
transmitir infecciones de un bebé a otro.
No
entrar donde el bebé esté aislado sino llamar a la mamita para que reciba el
desayuno en la puerta o pedirle a alguna enfermera que por favor se lo alcance.
Debemos
siempre respetar el trabajo de los profesionales de la salud; no entrar al
cuarto cuando ellos estén realizando algún procedimiento.
No
contarle a la mamita experiencias tristes sino testimonios de sanidades que
aumenten su fe.
Enseñarles
a alabar a Dios en medio de la adversidad explicándoles que es en las pruebas
que se conoce al verdadero creyente como Job y Pablo y Silas (Job 1:20-22; Hch.
16:19-25).
Nunca
divulgar las confidencias que nos hagan, ni hacer comentarios imprudentes.
Preguntarles
si ya la familia está enterada de la hospitalización del bebé, o si necesitan
que les informemos.
Enseñarles
si ellas no saben a manejar la Biblia y a orar con las promesas de Dios
confesándolas y creyéndolas.
Si
la mamita quiere congregarse debemos apoyarlas en oración para buscar una
iglesia de acuerdo a la voluntad de Dios.
No
nos olvidemos de compartir a los
funcionarios del hospital y orar por ellos.
Sigamos
orando por el crecimiento espiritual y porque el Señor supla todas las
necesidades espirituales y materiales de estas familias.
Si
les llevamos bebidas no calientes, debemos cuidar que no sean heladas sino al clima,
pues el frío excesivo puede hacer daño al bebé.
Para
preparar los emparedados debemos bañar muy bien nuestras manos y usar guantes y
en lo posible tapabocas.
Lavar
los utensilios donde se lleva el chocolate con agua hirviendo pero no tapar
inmediatamente después de embazar el chocolate
sino dejar que salga un poco de vapor para evitar accidentes, pues la leche es efervescente y puede provocar que
el termo explote al trasladarlo en
vehículos. Si se traslada en botellones plásticos es necesario dejar reposar el
chocolate un poco para que no se reboce la leche ni se deforme el botellón.
¡Hola, mamita!
Felicitaciones por que el Dios
Todopoderoso Creador del cielo y de la tierra ha puesto en tus manos una
personita creada a su imagen y semejanza y te ha encomendado la hermosa misión
de ser madre para este nuevo ser. Tú y tu bebé son especial tesoro para Dios.
Tu hijo no es producto de la casualidad ni de un descuido. Es la herencia que
Dios te regala (Salmo 127:3). Es alguien en quien Dios tiene un propósito perfecto,
un plan trazado desde la eternidad (Salmos 139: 1-18; Jeremías 1:5). Y tú eres
una mujer privilegiada. ¿Sabes que hay muchas mujeres que teniendo una alta
posición social y económica han buscado por todos los medios tener un hijo y no
lo han logrado a pesar de los avances científicos? En cambio hay otras que
teniendo todas las condiciones favorables para tener y sacar adelante un hijo,
prefieren abortarlo, despreciando así la herencia que El Señor les estaba
dando. Tú has sido una mujer valiente y has aceptado el reto de Dios al
permitir que tu bebé naciera. Y Dios que es fiel te va a ayudar a ser la madre
que tu hijo necesita si decides consagrarle tu vida y la de tu niño. Esta es
una invitación para que no continúes sola en la preciosa pero ardua tarea de
ser madre. Dios nos ama tanto que envió a su Hijo Jesús. “Porque tanto amó Dios
al mundo que dio a su Hijo Unigénito, para que todo el que cree en Él no se
pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16). Y Jesucristo fue el único
hombre que pudo cumplir todos los mandamientos del Padre, que la humanidad
nunca pudo obedecer, y siendo inocente de todo pecado, pudo tomar el lugar de
los culpables que éramos todos los demás (2ª Corintios 5:21) porque nos ama
como nadie más nos puede amar; y murió en la cruz porque “la paga del pecado es
la muerte” (Romanos 6:23). La cruz era para nosotros los pecadores, pero Él
murió en nuestro lugar; en tu lugar y en
mi lugar; sólo que el Dios Padre lo levantó de entre los muertos y ahora mismo Jesús quiere entrar en tu corazón,
perdonar todos tus pecados y darte una nueva vida. Él dice: “Mira que
estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta,
entraré…” (Apocalipsis 3:20).
Todo lo que tienes que hacer es hablar
con Jesucristo por medio de una sencilla pero sincera oración, creyendo todo lo
anterior (Romanos 10:9) y reconociendo ante Él tus pecados (1ª Juan
1:9). Es importante, eso sí, que dispongas tu corazón para perdonar y aceptar
el perdón que Cristo te da gratuitamente. ¿Sabes que muchos niños han recibido
sanidad cuando sus madres han perdonado a quienes las habían hecho sufrir? Es
cuestión de tomar la decisión de obedecer esta clave que Jesús nos da: “Y
cuando estén orando, si tienen algo contra alguien, perdónenlo, para que
también su Padre que está en el cielo les perdone a ustedes sus pecados”
(Marcos 11:25).
Si tú quieres hacerlo puedes decirle
ahora mismo a Jesucristo:
Señor Jesucristo yo te necesito, creo que tú eres el Hijo de Dios, que
te hiciste hombre por mí, moriste por mis pecados en la cruz y resucitaste de
entre los muertos por el poder de Dios Padre. Yo te abro la puerta de mi
corazón y te recibo como mi único Señor y Salvador, como mi Pastor divino,
y mi verdadero marido. Decido perdonar a
todos los que me han hecho sufrir (Debes decir los nombres y lo que necesitas
perdonar). Los perdono de corazón y reconozco que he pecado de muchas maneras
pero ahora acepto tu sangre preciosa borrando todo mi pasado. Renuncio a todo
lo que no haya venido de ti, y te consagro mi vida y a todos mis seres queridos
para que tú nos gobiernes de acuerdo a tu voluntad. A mis hijos te los consagro
de una manera especial, para que tú seas su verdadero Padre, suplas todas sus
necesidades espirituales y materiales, los bendigas con todas tus bendiciones, y
cumplas tu propósito perfecto en sus vidas. Nunca permitas que se salgan de tus
manos; gobiérnalos para la gloria tuya, desde ahora y para siempre; y a mí
ayúdame a ser la madre que ellos necesitan y la mujer que tú quieres que yo
sea. En tu nombre santo, Señor Jesucristo, amén y amén.
Si has hecho de corazón la anterior
oración, eres una nueva persona (2ª Corintios 5:17) tus pecados han sido
borrados y has pasado a ser el lugar santísimo donde habita el Dios vivo.
Puedes hablar con Él con toda confianza. Nunca dejes de hacerlo. Pídele con fe
(Marcos 11:22-24; Santiago 1:5-6) y
busca hacer su voluntad (Mateo 6:33). Lee la Biblia para que puedas conocerle,
y depende de él en todo. Comienza con el Nuevo Testamento para que conozcas a
Jesús, y El Espíritu Santo comenzará a guiar tu vida (Efesios 1:13; Juan
16:13-15).
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