LECCIÓN 15
__________________________________________________________________________________GANANDO A OTROS PARA CRISTO
“Id y
haced discípulos a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, y
del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mt. 28: 19).
OBJETIVOS
Que el discípulo de Cristo se entrene
de una manera sencilla para alcanzar a otros para el reino de Dios
15. 1. El primer paso es orar
Cuando Jesucristo vio la
multitud como ovejas sin pastor, sintió compasión y dijo a sus discípulos: “A la verdad la mies es mucha mas los obreros
pocos. Rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies” (Mt. 9: 35-38; Lc. 10: 2).
Sin oración no hay
bendición ni victoria en ningún trabajo que emprendamos.
Ahora bien, en el trabajo de llevar las personas a la reconciliación con Cristo
(ministerio de evangelismo), nuestra oración por los inconversos debe incluir
la oferta de Isaías 6: 8: “Heme
aquí, envíame a mí”. No hay oración que agrade más a Dios que
aquella en la que oramos por la salvación de otros y nos ofrecemos como
instrumentos para que el Señor nos utilice para compartir su mensaje de
salvación. Podemos estar seguros que la respuesta a esta oración, siempre será
afirmativa pues estaremos orando en su voluntad (1 Ti. 2: 1-4; 1ª Jn. 5:
14-15). Y si antes de orar pedimos al Padre que nos llene con el Espíritu Santo
y nos guíe en la oración que a Él más el agrada, el Señor no nos dejará
terminar el devocional sin que le hayamos pedido por la conversión de alguien o
de algún grupo específico (narcotraficantes, drogadictos, prostitutas,
enfermos, presos, secuestrados, secuestradores, indigentes, por aquellos que
empuñan las armas de los hombres, por todo el país y por el mundo entero.). Por
eso nuestra oración por los inconversos debe ser constante e incluir peticiones
concretas y acordes con la palabra de Dios, tales como:
Bendito Padre Celestial, te pido en el nombre de tu Hijo Jesucristo que toques el corazón de esas personas; mete tu arado en toda tierra árida, hazlos tierra fértil y envíales tu palabra a tiempo (Mr. 4: 2-20). envíales tu Santo Espíritu a convencerlos de sus pecados (Jn. 16: 8). tu palabra penetre en ellos como espada de dos filos (He. 4: 12), como fuego consumidor y como martillo que quebrante la piedra (Jer. 23: 9), y eche raíces profundas que nadie pueda arrancar y dé fruto del ciento por uno (Mt. 13: 32). quita toda ceguera espiritual (2ª Co. 4: 4). golpea fuerte a sus puertas (Ap. 3: 20); haz que oigan tu voz y llévalas a tu redil (Jn. 10: 16). arrebátalas de las garras del enemigo y de toda doctrina mentirosa, y tómalas para tu reino y para tu servicio. derríbalas de todo lo que les esté impidiendo rendir sus vidas a ti (Hch. 9:1-15). sácalas de las tinieblas y llévalas a tu luz admirable (1ª P. 2: 9). En el nombre de Jesucristo yo rompo toda ligadura de impiedad que les esté impidiendo buscar de ti y las dejo ir libres a los pies de Cristo (Is. 58: 6). Derribo todo gigante que quiera oponerse a tu voluntad en esas vidas (1° S. 17: 45-51). Padre, llama más y más obreros a tu servicio; prepárales y enséñales que si buscamos tu reino y tu justicia, tú nos añades todo lo que necesitamos (Mt. 6: 33) y suples todas nuestras necesidades (Fil. 4: 19). Y si es tu voluntad que yo vaya a compartirles, ponlo en mi corazón con certeza, o envía a quien tú quieras pero ve tú delante de nosotros enderezando todo lo torcido, quebrantando puertas y rompiendo cerrojos y entregándonos los tesoros escondidos y los secretos muy guardados (Is. 45: 1-3), enseñándonos esas cosas grandes y ocultas que no conocemos (Jer. 33: 3). Pon tus palabras en las bocas de tus siervos y llénanos de tu poder y de tu autoridad (Jer. 1: 7-10), pero sobre todo de tu amor (1ª Co. 16: 14) y de la compasión que tú sientes por las almas perdidas (Mr. 6: 34). Respalda este ministerio y confírmalo con resultados de acuerdo a tus promesas (Jos. 1: 5; Is. 41: 9-20; Jer. 15: 19-21; Mi. 4: 13; Lc. 5: 5-6; Jn. 21: 6; Ap. 3: 8; etc.). Selecciona la cosecha de cada día aparejándolo todo en tu divina voluntad, controlándolo todo hasta el más pequeño detalle, supliendo para toda necesidad, y tomando toda la gloria y la honra para ti. En el nombre de tu Hijo Jesucristo, amén.
Si oramos siempre guiados por la palabra de Dios y de acuerdo a lo que el Espíritu Santo nos ponga en el corazón (Ro. 8: 26-27), nunca pasará un día sin que hayamos ganado nuevas almas para Cristo y veremos su gloria y podremos sentir el gozo de trabajar con Él y para Él.
Bendito Padre Celestial, te pido en el nombre de tu Hijo Jesucristo que toques el corazón de esas personas; mete tu arado en toda tierra árida, hazlos tierra fértil y envíales tu palabra a tiempo (Mr. 4: 2-20). envíales tu Santo Espíritu a convencerlos de sus pecados (Jn. 16: 8). tu palabra penetre en ellos como espada de dos filos (He. 4: 12), como fuego consumidor y como martillo que quebrante la piedra (Jer. 23: 9), y eche raíces profundas que nadie pueda arrancar y dé fruto del ciento por uno (Mt. 13: 32). quita toda ceguera espiritual (2ª Co. 4: 4). golpea fuerte a sus puertas (Ap. 3: 20); haz que oigan tu voz y llévalas a tu redil (Jn. 10: 16). arrebátalas de las garras del enemigo y de toda doctrina mentirosa, y tómalas para tu reino y para tu servicio. derríbalas de todo lo que les esté impidiendo rendir sus vidas a ti (Hch. 9:1-15). sácalas de las tinieblas y llévalas a tu luz admirable (1ª P. 2: 9). En el nombre de Jesucristo yo rompo toda ligadura de impiedad que les esté impidiendo buscar de ti y las dejo ir libres a los pies de Cristo (Is. 58: 6). Derribo todo gigante que quiera oponerse a tu voluntad en esas vidas (1° S. 17: 45-51). Padre, llama más y más obreros a tu servicio; prepárales y enséñales que si buscamos tu reino y tu justicia, tú nos añades todo lo que necesitamos (Mt. 6: 33) y suples todas nuestras necesidades (Fil. 4: 19). Y si es tu voluntad que yo vaya a compartirles, ponlo en mi corazón con certeza, o envía a quien tú quieras pero ve tú delante de nosotros enderezando todo lo torcido, quebrantando puertas y rompiendo cerrojos y entregándonos los tesoros escondidos y los secretos muy guardados (Is. 45: 1-3), enseñándonos esas cosas grandes y ocultas que no conocemos (Jer. 33: 3). Pon tus palabras en las bocas de tus siervos y llénanos de tu poder y de tu autoridad (Jer. 1: 7-10), pero sobre todo de tu amor (1ª Co. 16: 14) y de la compasión que tú sientes por las almas perdidas (Mr. 6: 34). Respalda este ministerio y confírmalo con resultados de acuerdo a tus promesas (Jos. 1: 5; Is. 41: 9-20; Jer. 15: 19-21; Mi. 4: 13; Lc. 5: 5-6; Jn. 21: 6; Ap. 3: 8; etc.). Selecciona la cosecha de cada día aparejándolo todo en tu divina voluntad, controlándolo todo hasta el más pequeño detalle, supliendo para toda necesidad, y tomando toda la gloria y la honra para ti. En el nombre de tu Hijo Jesucristo, amén.
Si oramos siempre guiados por la palabra de Dios y de acuerdo a lo que el Espíritu Santo nos ponga en el corazón (Ro. 8: 26-27), nunca pasará un día sin que hayamos ganado nuevas almas para Cristo y veremos su gloria y podremos sentir el gozo de trabajar con Él y para Él.
NOTA: Nuevamente aclaramos que las oraciones
escritas en este manual no son para
repetir como loros, como lo
hacíamos antes de aprender a orar de acuerdo a la palabra de Dios. Son
solamente ejemplos para que los nuevos discípulos se entrenen en la forma de
orar con base en las promesas divinas. Es obvio que nuestra oración diaria debe
estar guiada estrictamente por el Espíritu Santo y de acuerdo a las
circunstancias y necesidades de cada uno. Tampoco necesitamos orar con palabras
rebuscadas y elocuentes para que nuestra oración llegue a Dios. El Señor se
agrada con una oración hecha con palabras sinceras y sencillas salidas de un
corazón contrito y humillado (Sal. 51: 17).
15. 2. Evangelizando
En Is. 6: 8, encontramos la
preocupación más grande de Dios: “¿A
quién enviaré y quién irá por nosotros?” ¡Qué impactante es este
pasaje! Dios, rodeado de su gloria, desde su altura, está preocupado por el
pecador. “Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo
Unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda mas tenga vida
eterna” (Jn.
3: 16). Pero como dijera el apóstol Pablo en Ro. 10: 14, “¿Cómo pues invocarán a Aquel en el cual no han
creído? ¿Y cómo creerán en Aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber
quien les predique?
Hay una novela francesa, en
donde la protagonista vende su dentadura y sus cabellos para enviar algún
dinero a la familia que cuida de su hija, creyendo que la niña está enferma.
Cuánto más habría sufrido si se hubiera enterado que su sacrificio ha sido
inútil, porque los que cuidan de su hija son unos miserables que las están
explotando a las dos.
¡Cuánto dolor debe sentir
el Señor Jesucristo por aquellos que no saben de su sacrificio en la cruz por
el pecador, o que no han entendido que nuestra salvación es por nuestra fe en
Él, y cuyas almas se pierden haciendo inútil la obra redentora de su sangre
derramada en la cruz por nuestros pecados!
Y sin embargo, todos los días, en el mundo entero, se pierden miles y
miles de almas.
Nosotros que hemos tenido
el privilegio de conocer de Cristo y de recibir la salvación por nuestra fe en
Él, somos los llamados a compartir a otros, el regalo de la salvación. “Mas
vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido
por Dios, para que anunciéis las
virtudes de Aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros
que en otro tiempo no erais pueblo, pero ahora sois pueblo de Dios; que en otro
tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado
misericordia” (1ª P. 2: 9-10).
No es tan difícil como
parece si tenemos en cuenta que la obra la hace el Espíritu Santo (Mt. 10: 20;
Jn. 16: 8-14; Tit. 3: 5) y que el Señor es el que pone las palabras en nuestra
boca (Ex. 4: 12, 15; Jer. 1: 9; Sal. 81: 10).
Lo primero que tenemos que
tener muy claro es que no vamos a invitar a la gente a cambiar de religión.
En Hch. 10: 42-43, el
apóstol Pedro especifica qué es lo que Jesucristo mandó que predicásemos: “...que Él (Jesucristo) es el que Dios ha puesto por juez de vivos
y muerto s ... que todos los que en Él creyeren, recibirán perdón de pecados
por su nombre”.
Es a Jesucristo y no a una
religión ni a una denominación de quien tenemos que testificar.
Es importante aprender de
memoria pasajes claves como Jn. 1: 12 y 3: 16-17, Hch. 4: 12 y 16: 31; Ro. 3:
23-24; 6: 23; 10: 9-10, Mr. 11: 24-25; Lc. 23: 39-43; 1ª Jn. 1: 8-9; Ap. 3: 20,
etc.
Recordemos que por nuestra
oración el Señor ya tiene preparado el terreno y que Él será el que ponga las
palabras en nuestra boca (Ex. 4: 11-15; Sal. 81: 10; Jer. 1: 9).
Si bien, a veces, todo
parece indicar que perdimos el tiempo, nunca será así. ”Porque como desciende de los cielos la lluvia y
la nieve, y no vuelve allá sino que riega la tierra y la hace germinar y
producir, y da semilla al que siembra y pan al que come, así será mi palabra
que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero y
será prosperada para aquello que la envié” (Is. 55: 10-13). Porque el
reino de Dios es “como
cuando un hombre echa semilla en la tierra, y duerme y se levanta de noche y de
día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo” (Mr. 4: 26-27). Como decía el apóstol Pablo “Yo planté, Apolos regó, pero el crecimiento lo
ha dado Dios” (1ª Co. 3: 6).
Tampoco debemos juzgar ni
condenar a quien nos rechaza la palabra de Dios. A veces son los sentimientos
de culpa y el desconocimiento de la misericordia de Dios, los que hacen que la
persona se sienta indigna de recibir a Cristo en su corazón y creer que nunca
podrá ser perdonada. Por eso es necesario recalcarles que no hay pecado que
Cristo no pueda limpiar con su sangre redentora, y que es por pura gracia que
somos salvos (Ef. 2: 4-8). Siempre debemos sembrar en su corazón mensajes como
“Cristo lo ama y quiere morar en su corazón y limpiarlo de todos sus pecados”.
“No hay pecado que su bendita sangre no pueda limpiar”. Cuando la persona
abiertamente nos dice “yo no puedo recibir a Cristo porque soy muy pecador”, le
podemos compartir Mt. 11: 9-13: “Los
sanos no tienen necesidad de médico sino los enfermos...no he venido a llamar
justos sino a pecadores al arrepentimiento”, etc. Algunos dirán “Hasta
que no cambie y me vuelva bueno, yo no me entrego a Cristo”. Les podemos
compartir Jn. 15: 4-5: “...separados de
mí, nada podéis hacer”. Debemos explicarles que Cristo es la vid, o sea la
planta, y nosotros somos los pámpanos, o sea las ramas. Sólo cuando la rama
está unida al árbol, puede dar fruto. Por tanto, si queremos dar fruto de
arrepentimiento, tenemos que unirnos a Cristo recibiéndolo en nuestro corazón,
y Él nos dará la savia del Espíritu Santo, que nos hará nacer de nuevo como
hijos obedientes a la palabra de Dios (Tit. 3: 3-7). Es pues, necesario que
entiendan que sin recibir a Cristo en el corazón nunca podrán cambiar.
También nos encontraremos
con el otro extremo, o sea los que dicen “yo soy muy bueno; no le hago mal a
nadie, no mato, no robo, hago muy buenas obras...”. A ellos les podemos compartir
Mt. 5: 21-22 y luego preguntarles: “¿Nunca se ha enojado contra nadie? Aquí
dice que cualquiera que se enoje contra su hermano es culpable de juicio”.
También podemos compartirles otros pasajes como Lc. 18: 9-14, Hch. 10, Ro. 3:
23, Ef. 2: 8-9, 1ª Jn. 1: 8, etc.
A aquellos que nos
responden “tal vez en otra ocasión, aún no estoy preparado” les podemos
animar diciéndoles que lo que lo afirma
el Señor es que “hoy es el día de la salvación” (2ª Co. 6: 2). ¿Quién nos puede
garantizar que exista otra oportunidad?
En la lección
correspondiente a “La Salvación” podrá encontrar abundante material, de gran
utilidad para llevar a otros a la reconciliación con Cristo. Así como usted fue
ilustrado y conducido a la aceptación de Cristo en su corazón a través de dicha
lección y oración, igualmente podrá ilustrar y conducir a otros para que
acepten a Cristo. Asimismo con el presente “Manual para el discípulo de Cristo”
podrá iniciarlos en el conocimiento de la palabra de Dios. Cada caso será
diferente, y será el Espíritu Santo el que guíe cada momento y cada
circunstancia (Mt. 10: 20). Es vital que escudriñemos todos los días las
Sagradas Escrituras para poder estar preparados para responder todas las
inquietudes de los nuevos creyentes y de aquellos que sin haber aceptado a
Cristo, nos demanden la razón de nuestra esperanza en Él (1ª P. 3: 15). Lo más
importante es que en la medida que nosotros permitamos que Cristo cambie
nuestra manera de ser y nos perfeccione cada día, otros serán tocados por
nuestro testimonio, cuando les podamos decir: “Es Cristo quien lo ha hecho en
mí”. Asimismo cualquier consejo que nos pidan, debemos contestarles ciñéndonos
estrictamente a la palabra de Dios y dejando que sean ellos los que tomen la
decisión. Solamente debemos conducirlos al texto que tiene la respuesta a sus
inquietudes. Si no encontramos un pasaje que directamente les muestre lo que
deben hacer, entonces será el Espíritu Santo en oración, el que les muestre, a
ellos personalmente y no a nosotros lo que deben hacer.
También es una buena
estrategia compartir con la biblia que sea de su confianza. Por ejemplo, a los
católicos, con la biblia católica y a los testigos de Jehová, con la de los
testigos de Jehová. Para esto es muy importante saber las diferencias que
presentan estas biblias y el por qué de estas diferencias.
Por ejemplo, en el Antiguo
Testamento de la biblia católica encontramos siete libros más que en las
cristianas. Es importante que el nuevo creyente sepa diferenciar un libro
inspirado por el Espíritu Santo de uno que no lo es. Ejemplos:
Si analizamos el libro de
Tobías, capítulo 6, entonces podrá discernir inmediatamente que este libro no
pudo ser inspirado por el Espíritu Santo porque enseña algo tan absurdo y
ridículo, como que los espíritus malos se pueden sacar quemando el corazón y el
hígado de un pez, y que una persona con
nubes en los ojos puede sanar al untarle
la hiel del pez y soplarle (Tobit 6: 8-9, 8: 1-13; 11:10-13). Además los personajes de dicho libro incluyendo el
supuesto ángel de Dios, Rafael, no son mencionados por los libros inspirados
por el Espíritu Santo. Este libro es altamente contaminante, pues transmite
superstición y falsa doctrina.
Si vamos a Eclesiástico 3:
14-15, podremos comprobar que el autor no podía estar inspirado por el Espíritu
Santo al afirmar que al buen hijo se le perdonan los pecados, cosa que está en
contra de las Sagradas Escrituras. No podemos ser ladrones, adúlteros,
fornicarios, etc., esperando que nuestros pecados sean borrados por ser un buen
hijo. Esta doctrina también es contaminante pues no es bíblico que seamos
salvos por obras sino por la fe en Cristo, pero la fe va acompañada de
arrepentimiento. Recodemos que Jesucristo dijo que “el que no naciere de nuevo,
no puede ver el reino de Dios” (Juan 3: 3).
En el libro de Judit,
encontramos la exaltación al engaño, la mentira y la traición que utilizó esta
mujer, para poder destruir a Holofernes (Judit capítulos 12 y 13). Recordemos
que el padre de la mentira es satanás
(Juan 8:44). Qué diferencia, cuando David venció a Goliat, lo hizo de
frente, confiando en el respaldo y en el poder de Dios y no en el engaño. Luego,
el libro de Judit también es contaminante.
En cuanto al 1º y 2º libros
de Macabeos, la despedida del autor de los libros, nos revela inmediatamente
que no fue el Espíritu Santo quien lo inspiró porque dice textualmente: “Y yo
termino aquí mi narración. Si está bien escrita y ordenada, esto fue lo que me
propuse. Si es mediocre y sin valor, sólo
eso fue lo que pude hacer” (2º Macabeos15: 37-38).
En Sabiduría 16: 2 afirma
que el pueblo de Israel no fue castigado contradiciendo lo dicho en Números 11:
33-34 y Salmos 78: 30-33; Sabiduría 18: 20-25, contradice lo escrito en Números
14: 13-23 donde encontramos que quien intercedió por el pueblo de Israel fue
Moisés y no Aarón; Sabiduría 19: 15 dice que los de Sodoma fueron castigados por recibir a los
extranjeros como enemigos, cuando
sabemos que su destrucción fue por su perversión sexual (Carta de San
Judas, verso 7).
Además, los personajes y hechos
de los Deuterocanónigos, no son mencionados ni por Jesucristo, ni por los
apóstoles, ni por los libros inspirados por el Espíritu Santo, lo que significa
que no hacen parte de la unidad espiritual de los libros canónicos. Tampoco
cumplen los requisitos de la palabra profética divina (1ª Corintios 14: 3).
Respecto de las biblias de
los testigos de Jehová, podemos comparar el Evangelio de San Juan capítulo 1,
verso 1 en donde aparecen mencionando a Jesucristo como un “dios” con minúscula
o sea un dios falso. Y en alguna biblias de ellos no aparece en el texto de
Isaías 9:6 “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado
sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte,
Padre Eterno, Príncipe de paz”. Aparece en su lugar el texto corrido. En cambio
en otras biblias de los mismos testigos sí aparece dicho texto. Cuando compartimos con ellos la
divinidad de Jesucristo el pasaje de Juan 20: 28, en la biblia de ellos dice que
Tomás le respondió a Jesús “tú eres mi
Señor y mi Dios”. Y Jesús no lo contradice
sino que le responde: “Porque me viste, creíste; bienaventurados los que sin
ver, creyeron”. Cuando ellos analizan este texto quedan realmente impactados.
15.3. No al engaño del enemigo
Cuando Dios nos llama a su
servicio, satanás siempre trata de oponerse y busca demorar e impedir que
cumplamos la misión que el Señor nos ha encomendado, y empieza a lanzarnos
dardos (Ef. 6: 16) de duda, temor, complejos de inferioridad, desconfianza y de
toda clase de pretextos (Ex. 4: 10; Jue. 6: 15; Is. 6: 5-7; Jer. 1: 6; Jonás.
1: 3; Lc. 5: 8-9; etc.). Es entonces
cuando no debemos caer en sus artimañas, sino pedir la llenura del Espíritu
Santo que nos permita predicar con denuedo la palabra de Dios (Hch. 4: 31): Es
vital que nos capacitemos para la obra del Señor, escudriñando su palabra (Ezq.
2: 8-10; 3: 1-4; 1ª P. 3: 15; etc.), y en ningún momento debemos permitir que
el enemigo nos impida realizar la gran comisión (Mt. 28: 19-20; Mr. 16: 15)
bombardeando nuestra mente con temores (Is. 41: 10-20; Jer. 1: 8, 17-19; 15:
19-21; Ezq. 2: 6-7; Lc. 5: 10; Hch. 1: 8; 2ª Ti. 2: 1-10; etc.).Si permitimos
que el Señor nos llene de su amor por las almas perdidas, el perfecto amor de
Dios, echará fuera el temor (1ª Jn. 4: 18) y podremos afirmar como dijera el
apóstol Pablo:
“... cuando predico el
evangelio, no tengo de qué enorgullecerme, ya que estoy bajo la obligación de
hacerlo. ¡Ay de mí si no predico el evangelio! En efecto, si lo hiciera por mi
propia voluntad, tendría recompensa; pero si lo hago por obligación, no hago
más que cumplir la tarea que se me ha encomendado. ¿Cuál es, entonces, mi
recompensa? Pues que al predicar el evangelio pueda presentarlo gratuitamente,
sin hacer valer mi derecho. Aunque soy libre respecto a todos, de todos me he
hecho esclavo para ganar a tantos como sea posible. Entre los judíos me volví
judío, a fin de ganarlos a ellos. Entre los que viven bajo la ley me volví como
los que están sometidos a ella (aunque yo mismo no vivo bajo la ley), con el
fin de ganar a estos. Entre los que no tienen la ley me volví como los que
están sin ley (aunque no estoy libre de la ley sino comprometido con la ley de
Cristo), con el fin de ganar a los que están sin ley. Entre los débiles me hice
débil, con el fin de ganar a los débiles. Me hice todo para todos, con el fin
de salvar a algunos por todos los medios posibles” ( 1ª
Co. 9: 16-22, N. V. I. ). “
Porque no avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a
todo aquel que cree “ (Ro. 1: 16). “ Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía , sino de poder,
de amor y de dominio propio “ (2 ª
Ti. 1:7).
__________________________________________________________________________________
EVALUACIÓN
___________________________________________________________________________________
Completar:
1. El primer paso que debemos dar para
ganar a otros para Cristo es _______________de acuerdo a la _____________________________________________________
3. No debemos sentir temor de testificar de Cristo porque no somos nosotros quienes hacemos la obra sino el _______________________ __________________
5. La consejería que nos pidan debe estar estrictamente ceñida a __________________________
8. Haga un resumen del llamado que Dios hizo a los personajes mencionados en los anteriores textos. Explique qué aprendió en este estudio.
_________________________________________________________________________________
LECCIÓN 16
ALGUNAS PEQUEÑAS GIGANTES ZORRAS
“Cazadnos
las zorras; las zorras pequeñas que echan a perder las viñas“ (Cnt. 2: 15).
OBJETIVOS
Discernir algunos errores graves pero
inadvertidos que roban frecuentemente al creyente muchas bendiciones de Dios.
16. 1.
Definición
La expresión “pequeñas gigantes
zorras”, se refiere a aquellas fallas aparentemente insignificantes en que
caemos con mucha frecuencia los creyentes, pero que en realidad nos causan
mucho daño y nos impiden recibir las bendiciones de Dios. Una característica de
las zorras pequeñas es que como no alcanzan a las ramas de los árboles para
comerlas, entonces empiezan a roer la raíz y terminan destruyendo todo el
plantío.
Analizaremos solamente unas pocas:
16. 2.
La lengua.
En Marcos 11: 23 el Señor Jesucristo
nos dice que todo lo que digamos creyendo, lo
recibiremos. Por eso, el estar diciendo palabras ociosas o
negativas es una de las “zorras pequeñas” más gigantescas, que echan a perder
las bendiciones de Dios. Cuando el
pueblo de Israel viajó a través del desierto, buscando la tierra que Dios le
había prometido, cayeron en murmuraciones contra Dios y contra sus siervos, y
Dios les dice a través de Moisés y Aarón:
“Según habéis hablado a mis oídos, así haré yo con vosotros” (Nm. 14: 28).
Por eso el mismo Señor Jesucristo
también nos dice en Mateo 12: 36-37 que de
“toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del
juicio, porque por tus palabras serás justificado y por tus palabras serás
condenado”.
Recordemos que por la palabra, Dios
creó todas las cosas: “Y dijo Dios:
Sea la luz; y fue la luz” (Gn. 1: 3); “Luego dijo
Dios...” (Gn.
1: 6); ”Dijo también Dios...” (Gn. 1: 9; “Después dijo Dios...“ (Gn. 1: 11); “Dijo luego Dios...” (Gn. 1: 14); ”Dijo Dios...“ (Gn. 1: 20). También con la palabra,
Jesús maldijo la higuera, y la higuera se secó (Mr. 11: 14-20). Y por la
palabra, Jesucristo y sus discípulos hicieron milagros, sanaron enfermos,
resucitaron muertos, calmaron tempestades, etc. (Mt. 8: 16; 9: 1-7; Mr. 1:
25-26; 4: 39; 7: 34-35; 9: 25-27; Jn. 5: 8-9; 11: 43-44; Hch. 3: 6; 14: 10; 16:
18; etc.).
En el Libro de los Proverbios
encontramos frases muy elocuentes sobre el poder de la palabra: “Te has enlazado con las palabras de tu boca y has quedado
preso en los dichos de tus labios”. (Pr. 6: 2). “Del fruto de la
boca del hombre se llenará su vientre; se saciará del producto de sus
labios. La muerte y la vida están en
poder la lengua, y el que la ama, comerá de sus frutos” (Pr. 18: 20-21). “Hay hombres cuyas palabras son como golpes
de espada; mas la lengua de los sabios es medicina” (Pr. 12: 18). “La lengua apacible es árbol de vida; mas la perversa,
quebranta el espíritu” (Pr. 15: 4).
Con la palabra podemos edificar y
podemos destruir; pero también, gracias a Dios, con la palabra podemos
restaurar (Jer. 1: 9-10; Ezq. 37: 9-10). Y de todo lo que hagamos con la
palabra tenemos que responder ante Dios, porque a veces con las palabras
podemos causar más heridas que las que causan los criminales con balas o puñales. Por eso, Jesucristo decía que “cualquiera que le diga ‘necio’ a su hermano, será culpable” y que “cualquiera que le diga ‘fatuo’, quedará expuesto al infierno
de fuego” (Mt.
5: 22). Esto significa que el agredir
con palabras es tan pecado como matar. Y sin embargo, los padres han atado con palabras a sus hijos
con frases como ‘eres un inútil’, ‘estúpido, no sirves para nada’, ‘cómo eres
de bruto’, ‘nunca serás nada en la vida’, etc.
Y como los niños repiten todo, y de los que recibimos damos, los
hermanos mayores han dicho lo mismo a los menores, y así sucesivamente. De igual manera, los profesores han atado a
los alumnos, los jefes a los empleados, el pueblo a sus gobernantes, las
autoridades a sus subordinados, los esposos a sus esposas y ellas a ellos; los
unos a los otros, en una batalla oculta en la que la maldición (maldecir es
decir mal) ha ido corriendo de generación en generación, como zorra agazapada,
causando estragos entre las viñas del Señor. Es por eso tan importante, anular
toda palabra negativa o maldiciente con que hayamos sido atados por otros o por
nosotros mismos y convertir toda maldición, que haya caído sobre nuestras
vidas, en bendición, especialmente si quien ha proferido esas palabras contra
nosotros es nuestra autoridad. Esto lo podemos hacer con una oración como esta:
Amado
Padre Celestial, en el nombre de tu hijo Jesucristo, yo anulo toda palabra
ociosa o maldiciente, que esté atando mi vida, y todas estas palabras quedan
ahora sin poder; rompo esas ataduras y
convierto toda maldición en bendición, y desato todas las bendiciones que tú
tienes para mí y que, por maldiciones, han sido retenidas. tu palabra dice que
todo lo que atare en la tierra será atado en los cielos y lo que desatare en la
tierra será desatado en los cielos (Mt 16: 19); yo
ato todas las fuerzas del mal que estén dañando mi vida, y desato y recibo tus
bendiciones, en el nombre del señor Jesucristo, amén y amén.
Señor, también te pido perdón por cada palabra mal dicha
con que yo haya atado a otras personas y ahora anulo esas palabras y las
convierto en bendición para sus vidas; rompo toda atadura con que yo haya
dañado a otros y desato sus vidas y las declaro en total victoria; en el nombre
de Jesucristo, amén y amén.
16. 3. El juicio entre hermanos y
entre denominaciones (Mt. 7: 1-2; Lc.
6:37)
Jesucristo dijo: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si
tuviereis amor los unos por los otros” (Jn. 13: 35). “Para que todos sean uno; como tú, oh Padre en mí y yo en ti,
que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste” (Jn. 17: 21).
Pero tal parece que Jesucristo hubiera
dicho: “en estos conocerán todos que sois mis discípulos: si os juzgareis los
unos a los otros y contendiereis los unos con los otros”.
El juicio y la rivalidad entre
denominaciones y entre hermanos, ha sido otra pequeña zorra bien grande, que ha
levantado contiendas y grandes brechas, causando estragos entre el pueblo de
Dios. Los creyentes todos somos el cuerpo de Cristo (Ro. 12: 5), pero es el
único cuerpo en el que las manos han peleado contra los pies; la nariz ha
contendido contra la oreja, y la boca ha hablado mal de los ojos; y todos han
criticado lo que manda la cabeza. Además, el pie derecho ha querido marchar en
sentido contrario al izquierdo y la mano izquierda ha borrado lo que escribió
la derecha, y cada miembro ha tirado para su lado, tratando de descuartizar el
cuerpo de Cristo, en una batalla de orgullo espiritual en la que todos y cada
uno ha pretendido tener la razón.
El juicio es originado por falta de
perdón, por complejos de culpa, por envidia o sencillamente por falta de amor.
Jesucristo decía que el que está
pendiente de la paja en el ojo ajeno es el que tiene una tremenda viga en el
propio ojo (Mt. 7: 3-5). Luego, toda
persona que anda buscando los errores de los demás para señalarlos, debe mirar
primero cómo está su corazón y debe limpiarlo con la sangre del Señor y un
arrepentimiento genuino.
La falta de perdón es otra raíz de
juicio porque, cuando no hemos perdonado, le estamos dando ventaja a satanás
(2ª Co. 2: 10-11; Ef. 4: 26-27) y él, inmediatamente, nos presta sus acusadores
ojos que sólo nos permiten ver los errores en nuestro prójimo y no sus bondades
(Job 1: 9-11; 2: 4-5), trayendo a nuestras vidas ceguera espiritual (1ª Jn. 2:
11).
Pero cuando perdonamos sinceramente,
entonces Dios nos llena de su amor y nos presta sus ojos de misericordia para
que podamos ver a sus hijos como Él nos ve:
“¿No has considerado a mi siervo Job,
que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios
y apartado del mal?” (Job 1: 8; ): “Como el lirio entre los espinos” (Cnt. 2: 2); “De voz dulce y hermoso aspecto” (Cnt. 2: 14 y 4:
1); “La hija consentida de su madre: la favorita de quien le dio la
vida”
(Cnt. 6:9. NVI).
El rechazo injustificado hacia otras
denominaciones no fue del agrado de Jesucristo.
Cuando el apóstol Juan le dijo una vez Hemos
visto a uno que en tu nombre echaba fuera demonios y se lo prohibimos porque no
nos seguía”,
Jesucristo le contestó: “No se lo prohibáis; porque ninguno hay que haga milagro en
mi nombre que luego pueda decir mal de mí” Mr. 9: 38-39).
El apóstol Pablo decía que en lo que
juzgamos a otro nos condenamos a nosotros mismos, pues al juzgar estamos
pecando tanto como el otro (Ro. 2: 1).
Santiago, por su parte, agrega que “Uno
es el dador de la ley que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que
juzgues a otro?” (Stg. 4: 12).
Además la ley de la reciprocidad que
nos enseñó Jesús en la Regla de Oro (Mt. 7 :12) nos muestra cómo cuando
juzgamos a alguien, también seremos juzgados. Así que si no queremos que nos
critiquen es mejor no criticar. Sólo cuando el juicio es pertinente no debemos
juzgar por las apariencias, sino juzgar con justo juicio (Zac. 7: 9; 8: 16; Jn.
7: 24).
16. 4. Los extremos.
16. 4. Los extremos.
Así como suena: los extremos. En la iglesia de Dios se pasa de un extremo a
otro con una facilidad impresionante. Por ejemplo:
- Los demonios:Mientras unos culpan de todo a los demonios, otros en cambio niegan completamente que su poder pueda alcanzar al creyente. Pero, ¿qué dice la Palabra al respecto? En 1ª Jn. 5: 18 encontramos que “el que ha nacido de nuevo no practica el pecado porque la simiente de Dios (o sea Jesucristo) le guarda y el maligno no le toca”. Santiago, por su parte, dice: “Someteos pues a Dios; resistid al diablo y huirá de vosotros” (Stg. 4: 7). El apóstol Pedro, por su parte, aconseja: “Sed sobrios y velad; porque vuestro adversario el diablo como león rugiente anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo” (1ª P. 5: 8-9). Si pasamos a 1ª Tes. 2: 18, hallamos que Pablo ha querido ir a Tesalónica, pero satanás lo ha estorbado, y en Ap. 2: 10 dice que “el diablo echará a algunos en la cárcel para que seáis probados”; y más adelante encontramos que Antipas, testigo fiel de Jesucristo, fue muerto en el trono de satanás (Ap. 2: 13). En conclusión, Jesucristo nos guarda para que el maligno no nos toque, pero en su soberanía también permite que satanás nos haga daño, para probarnos o para que estemos más aferrados a Él, resistiendo al diablo y velando en todo tiempo y estando preparados si es necesario, para morir por Cristo, como sucedió con el fiel Antipas. Pero en ningún momento debemos bajar la guardia ni ignorar las maquinaciones del enemigo (2ª Co. 2: 11). Es más, el mismo Dios nos puede enviar un mensajero de satanás como le sucedió a Pablo cuando parece que se le subieron los humos por las revelaciones divinas (2ª Co. 12: 7-9). Lo que no debemos es confundir las obras de la carne (Gá. 5: 19-21) con las obras de satanás (Jn. 10:10), si bien es cierto que las primeras le abren las puertas al segundo (Ef. 4: 26-27).
- La Salvación:Mientras algunos afirman que con recibir en oración a Cristo ya son salvos aunque sigan en su vieja vida de pecado en cambio otros andan muertos de miedo pensando que van a perder la salvación cada vez que le fallan al Señor. Pero lo que dice el apóstol Juan es que “Si decimos que no tenemos pecado nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, Él (Jesucristo) es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1ª Jn. 1: 8-9) y “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios (esto es, Jesucristo) permanece en él, y no puede pecar porque es nacido de Dios” (1ª Jn. 3: 9). Parece una contradicción pero no lo es; simplemente, uno es el que peca ocasionalmente, sin querer, y otro es el pecador empedernido que no tiene temor de Dios y permanece deliberadamente en el pecado. A los primeros, Jesucristo ofrece una promesa espectacular: “Mis ovejas oyen mi voz y yo las conozco y me siguen, y yo les doy vida eterna, y no perecerán jamás ni nadie las arrebatará de mi mano” (Jn. 10: 27-28). Para los segundos, entre muchos otros pasajes, los siguientes, ilustran muy bien su final: “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios” (1ª Co. 6: 9-10). “ Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas, no heredarán el reino de Dios” (Gá. 5: 19-21).En realidad cuando hacemos la oración de fe para recibir a Cristo como nuestro Señor y Salvador, somos adoptados por el Padre como sus hijos, pero hay que tener en cuenta que si un hijo provoca la ira de su padre éste lo puede desheredar (Ap. 2: 5). Recordemos que el hijo pródigo era hijo de su papá, pero era un hijo muerto y perdido por el pecado (Lc. 15: 24).
- El ayuno
Mientras en algunas congregaciones se
ha convertido el ayuno en un simple acto de religiosidad, en un legalismo casi
obligado, en otras, se niega la efectividad del ayuno. Pero cuando los
discípulos de Juan preguntan a Jesús por qué los discípulos del Señor no
ayunan", Jesucristo les contesta: "Vendrán días cuando el esposo les
será quitado, y entonces ayunarán” (Mt. 9:
14-15). Y en Hechos 13: 1-3 encontramos que los profetas que envían a Saulo y a
Bernabé, lo hacen durante un ayuno. Luego, lo que tenemos que hacer es dejarnos
guiar por el Espíritu Santo, en el tiempo y el momento en que tenemos que
ayunar y vivir practicando la misericordia, para que nuestro ayuno agrade a
Dios (Is. 58: 6-12). Recordemos que el mismo Señor Jesucristo ayunó cuarenta
días y cuarenta noches antes de comenzar la misión que el Padre le había
encomendado (Mt. 4: 1-2).
- El afán o la perezaSon dos zorras extremistas que abundan en las viñas del Señor: Mientras que a veces esperamos que Dios lo haga todo y no movemos un dedo para hacer lo que debemos, otras en cambio, pretendemos hacerlo todo y a marchas forzadas, más allá de nuestras fuerzas. Como no lo conseguimos, nos creamos sentimientos de culpa que sólo nos conducen a estados de ansiedad y angustia, que terminan bajando nuestras defensas y alterando nuestro sistema nervioso. Pero, ¿qué dice la Palabra al respecto?Para cuando la pereza nos invade, Proverbios 6: 1-11, nos cae muy bien: “Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos y sé sabio; la cual no teniendo capitán, ni gobernador, ni señor, prepara en el verano su comida y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento. Perezoso, ¿hasta cuándo has de dormir? ¿Cuándo te levantarás de tu sueño? Un poco de sueño, un poco de dormitar, y cruzar un poco las manos para reposo, así vendrá tu necesidad como caminante y tu pobreza como hombre armado”. Y el apóstol Pablo complementa: “Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma” (2ª Tes.3: 10).
- Para cuando nos invade el afán y la ansiedad, recordemos que el mismo Señor Todopoderoso, trabajó seis días creando todo lo que existe y descansó el día séptimo (Gn. 2: 2-3). Asimismo, Jesucristo nos dio ejemplo de descanso cuando dormía profundamente en medio de la tempestad (Mc. 4: 38).
- El equilibrio es el estado ideal, y el Señor nos lo enseñó junto a la tumba de Lázaro, cuando da la orden: “Quiten la piedra” y “Desátenle y déjenle ir” (Jn. 11: 39 y 44). Nótese que Jesucristo con el mismo poder con que resucitó a Lázaro, hubiera podido quitar la piedra y desatar al recién levantado. Pero Él nos quería enseñar que debemos esforzarnos (Jos. 1: 9) y hacer lo que esté a nuestro alcance, dejándole a Dios sólo lo que no podemos hacer (Ec. 9: 10). Ahí está el perfecto equilibrio: En trabajar en equipo con el Señor, entregándole cada instante de nuestro tiempo para que Él nos guíe y nos controle y haga en su perfecta voluntad lo que en nuestra limitación humana no podemos alcanzar.
- La riqueza o la pobreza
-
Mientras unos sostienen que con hacernos cristianos se acabaron los problemas y que nos llueve dinero a montones, y menosprecian al que no posee bienes materiales, otros en cambio dicen que el creyente debe hacer votos de pobreza para ser santo.Pero lo que Jesucristo dice es “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas esta cosas os serán añadidas” (Mt. 6: 33); “De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras, con persecuciones, y en el siglo venidero, la vida eterna” (Mc .10: 29-30); “Dad y se os dará...porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir” (Lc. 6: 38); Y el apóstol Pablo les dice a los creyentes de Filipos. que por cuanto le han enviado para su sustento, Dios les suplirá todo lo que a los filipenses les falte (Fil. 4: 14-19).
Y, de igual manera, los extremos se
dan en el creyente en muchas áreas. Pero lo ideal es que mantengamos el
equilibrio perfecto en todo, escudriñando la Palabra en su totalidad, para no
caer en errores extremos, y pedir ser llenos del Espíritu Santo para que nos
controle y nos guíe. (Jn. 16: 13-14; Ef. 5: 18).
16.5. Los legalismosHan sido, a lo largo de la historia del cristianismo, unas verdaderas zorras destructoras y dañinas en grado sumo, y los encontramos desde los tiempos de los fariseos y escribas que atacaban a Jesús por sanar en día de reposo (Lc. 13: 14), por permitir que sus discípulos arrancaran espigas en día de reposo (Lc. 6: 1-2), o comieran con las manos sin lavar (Mr. 7: 5). Y Jesucristo aborrecía esa manera de pensar y les increpaba diciéndoles “fariseos hipócritas” “raza de víboras”, “sepulcros blanqueados” etc. (Mt. 23: 27-28, 33).
Desgraciadamente son muchas las iglesias cristianas que están más pendientes de la parte externa, antes que del corazón. Por eso, en donde se está más pendiente del vestido, del peinado, del largo cabello o de la falda, de la apariencia externa en general, es donde hay más problemas de carácter moral y espiritual. La razón ya la vimos en el tema del juicio entre hermanos: El que tiene la viga en el propio ojo, siempre está pendiente del ojo ajeno, buscándole aun la pajita más pequeña. Y todos esos legalismos sólo han logrado alejar a las personas de Dios, pues se sienten rechazadas por cosas sin importancia, mientras se está descuidando lo más importante de la ley: “La justicia, la misericordia y la fe” (Mt. 23: 23).
Miraremos algunos ejemplos:
- Sobre la Cena del Señor
Dicen que no se debe tomar vino sino
jugos de frutas, cosa que no aparece por ninguna parte en la Biblia. El tomar
el pan y el vino ya lo encontramos en Gn. 14: 18 cuando Melquisedec los dio a
Abraham. Y el apóstol Pablo en 1ª Co. 11: 21, hablando de los abusos en la Cena
del Señor, dice que “cada uno se
adelanta a tomar su propia cena y uno tiene hambre y otro se embriaga”. ¿Y cómo se podrían embriagar con jugo de
uvas? Necesariamente no tomaban jugo
sino vino. Lo malo estaba en tomar en
exceso, no en tomar vino, en sí. Si tomar vino fuera realmente un pecado,
Jesucristo no hubiera convertido el agua en vino en las bodas de Caná (Jn. 2:
7-11), ni en Ec. 9: 7 el rey Salomón dijera
“Anda come tu pan con gozo y bebe tu vino con alegre corazón, porque tus obras
ya son agradables a Dios”. Tampoco Pablo mandara a Timoteo que usara vino por causa de
su enfermedad (1ª Ti. 5: 23).
Pero uno de los legalismos más
vergonzosos es el de juzgar qué miembros de la congregación pueden o no tomar
la Cena del Señor, cuando ni siquiera Jesucristo le negó la cena a Judas, aún
sabiendo que era el traidor que lo había vendido. Por eso, Pablo dice que cada uno debe probarse a sí mismo antes de tomar la Cena (1ª Co. 11: 28) y
no que son los líderes quienes juzguen por la conciencia del otro (1a Co. 10:
29). Porque “donde está el Espíritu de Dios, allí
hay libertad” (2ª
Co. 3: 17).
- El arreglo y el vestido
- Hay tanta ceguera espiritual en esto que toman pasajes como 1ª Co. 11: 5-15 y leen solamente parte de la idea pero no analizan el resto. En realidad, Pablo le está hablando allí a la mujeres orientales a quienes no le está permitido salir de casa sin llevar un velo sobre su cabeza y parte de la cara (1ª Co. 11: 5). Era una costumbre propia del lugar y la época. Pero de ninguna manera una ley universal. Pablo, además aclara que las iglesias de Dios no contienden por estas cosas (1ª Co. 11: 16). Si realmente fuera para nuestro tiempo, la mujer que no se corta el cabello tendría que cubrirse la cabeza, porque Pablo aclara que “si la mujer no se cubre, que se corte también el cabello; y si le es vergonzoso a la mujer cortarse el cabello, que se cubra” (1ª Co. 11: 6).
De igual manera, toman Dt. 22: 5 en el
sentido que la mujer no debe usar pantalón porque es una prenda, según ellos,
de uso privativo del hombre. Pero si analizamos la época bíblica y la forma
judía de vestir, allí no había pantalones ni faldas como en nuestro tiempo,
sino túnicas para hombre y túnicas para mujer. Así mismo, en la época actual y
en nuestra cultura occidental, existen los pantalones para hombre y los
pantalones para mujer. Por tanto, no es incorrecto que la mujer use pantalones
femeninos. Y si no, el hombre tendría que seguir usando túnica, porque
Jesucristo y sus discípulos usaban túnicas, y no pantalones. Si es inmoralidad
que la mujer use pantalones, también es inmoralidad que el hombre los use.
Porque si vamos a los países orientales, allí todavía usan túnicas tanto
hombres como mujeres.
- La comida, días de fiesta o de reposoLa palabra de Dios habla por sí sola: “¿No entendéis que todo lo de fuera que entra en el hombre, no le puede contaminar porque no entra en su corazón sino en el vientre y sale a la letrina? Esto decía (Jesucristo) haciendo limpios todos los alimentos”. (Mc. 7: 18-19). “Nadie os juzgue en comida o en bebida, días de fiesta o días de reposo” (Col. 2: 16) “Hipócrita, cada uno de vosotros ¿no desata en el día de reposo su buey o su asno de la pesebrera y lo lleva a beber?” (Lc. 13: 15). “El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo” (Mc. 2: 27).. “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; por la hipocresía de mentirosos que teniendo cauterizada la conciencia, prohibirán casarse, y mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que con acción de gracias participasen de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad. Porque todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias; porque por la palabra de Dios y por la oración es santificado” (1ª Ti. 4: 1-5). Recordemos que el Señor dio una visión a Pedro en donde le dice que no llame inmundo lo que Él ya purificó (Hch. 10: 9-15).
- La vida militarAlgunas corrientes religiosas afirman que ser militar está fuera de la palabra de Dios y que las Fuerzas Armadas no pueden tener acceso al reino de los cielos, por cuanto están expuestas a matar en cualquier momento. Pero, ¿hay algún hombre o mujer que no está expuesto a caer en pecado en cualquier momento? Porque lo que el apóstol Pablo dice en 1ª Co. 10: 12, es: “el que piensa estar firme, mire que no caiga”. Acaso, ¿no es el mismo señor Jesucristo el que nos aclara que el que le dice “necio” a su hermano o el que le dice “fatuo” es decir cualquiera que lo ofende sólo con palabras, es tan culpable como el que lo mata? (Mt. 5: 21-22). Y el apóstol Santiago ¿no afirma que todos ofendemos de palabra? (Stgo. 3:1-9). Pensemos que el rey David, siendo un hombre “conforme al corazón de Dios” (Hch. 13: 22) tuvo que participar en cruentas batallas como muchos reyes del pueblo de Dios. Y Dios ya había ordenando en los diez mandamientos “No matarás”. Es verdad que cuando David quiso edificar casa al Señor, Dios no se lo permitió por haber derramado mucha sangre en las batallas (1°Cr. 22: 7-8). Pero cuando el Todopoderoso hace pacto con Salomón, le dice: “Si tú anduviereis delante de mí como anduvo David, tu padre, e hiciereis todas las cosas que yo te he mandado y guardares mis estatutos y mis decretos, yo confirmaré el trono de tu reino, como pacté con David tu padre, diciendo: No te faltará varón que gobierne a Israel” (2°Cr. 7: 17-18). ¿Cómo es que Dios pone como ejemplo la conducta de David? Es diferente cuando David hace que Urías caiga en la trampa y sea muerto para cubrir el adulterio que el rey había tenido con Betsabé. Allí si la ira de Dios se enciende contra David y viene la maldición por el pecado(2 S. 12: 1-14). Pero nunca el Señor se enojó contra David por haber matado al gigante Goliat ni cuando el pueblo cantaba “Saúl mató a mil y David a diez mil” (1º S. 18: 7). Algunos pensarán “eso era en el Antiguo Testamento”. Pero cuando Juan, el Bautista, predicaba el arrepentimiento y las gentes le preguntaban ¿qué haremos? (para ser salvos), vinieron con la misma inquietud unos soldados asalariados, y Juan les contestó: “No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario” (Lc. 3: 14). Nótese que Juan no les dice “tienen que dejar de ser soldados para entrar en el reino de los cielos”. Solamente les dijo que fueran honestos. Otros dirán: "pero es que Juan era el último profeta del Antiguo Testamento”. Pero, ¿qué actitud asumió Jesucristo, cuando el centurión (oficial del ejército romano que tenía bajo su mando a cien soldados) viene a pedirle que sane a su criado? Jesús le dijo: “Yo iré y le sanaré”. Cuando el centurión le pide a Jesús que sólo dé la orden y su criado será sano, Jesucristo se maravilla ante la fe de aquel hombre (Mt. 8: 5-10) pero en ningún momento le dijo que debía dejar de ser un militar. Nótese que a la mujer adúltera, Jesús le dice. “Vete y no peques más” (Jn. 8: 11); al paralítico a quien sanó en Betesda le dice: “No peques más para que no te venga alguna cosa peor” (Jn. 5: 14); pero al centurión lo pone como ejemplo de fe y agrega que “los hijos del reino serán echados a las tinieblas por su falta de fe” (Mt. 8: 12). Pero además en Ro. 13: 1-4 el apóstol Pablo afirma que “no hay autoridad sino de parte de Dios y las que hay, por Dios han sido establecidas...porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo”.¿Alguien podría imaginarse a la Colombia actual sin Fuerzas Armadas?
Es muy diferente cuando por venganza o
intereses personales se quita la vida a alguien. Allí si “el que a hiero mata a
hierro muere” (Mateo 26:51-52). Pero si esto se cumpliera en la guerra, ¿Cómo
es que el rey David habiendo matado a “miles”, murió en su lecho ya muy anciano
y nadie le pudo quitar la vida porque Dios lo guardó siempre?.
Oremos mejor todos los días para que
las fuerzas del orden no tengan que derramar más sangre, y compartámosles el
“método Josafat (2° Cr. 20). Pero no pretendamos ser más cristianos que
Jesucristo.
- Los nombres de Dios y sus traduccionesSe ha formado una controversia sobre el nombre de Jehová dado a nuestro Padre Celestial por algunas traducciones bíblicas tales como la versión Reina Valera. La razón es que en el tetra-gramatón YHVH del Hebreo en que estaba escrito el original, al buscarle una traducción que se pudiera pronunciar, le cambiaron la Y por la J y le agregaron las vocales e, o a, y quedó la forma Jehová, así como en otras traducciones le agregaron las vocales a, e, para darle la forma Yahveh.Pero si analizamos nuestra identidad de hijos de Dios, ¿a qué padre le incomoda que uno de sus hijos le diga “papi”, mientras que otro le dice “papito”, otro “papá”, otro “padrecito”, otro quizás “viejo”, etc.? ¿Acaso el padre no mira es el amor con que sus hijos lo llaman? A cada uno de ellos le responderá de acuerdo a su comportamiento y a la sinceridad de su corazón. Es como el caso de cierto niño cuyo nombre escrito en su registro civil era Eduardo, pero después de un tiempo sus compañeritos a quienes les costaba trabajo pronunciar el nombre Eduardo, lo empezaron a llamar cariñosamente “Lalo”. Aunque “Lalo” no estaba registrado en su documento de identidad, Eduardo atendía complacido el llamado de sus amigos ya sea que lo llamaran Eduardo o “Lalo” o “Lalito”.Observemos que el Señor no dijo “En esto conocerán todos que sois mis discípulos: si fuereis unos doctos traductores de la Ley” sino “Si tuviereis amor los unos por los otros”¿Cómo podremos compartirles con amor a los Testigos de Jehová? ¿Diciéndoles que se quedaron sin Dios por llamarlo Jehová? ¿Le agradará esto a Dios? ¿No será esto mas bien un legalismo más?
Que el Señor nos llene de su amor y de
su sabiduría para que en lugar de despreciar y herir, seamos instrumentos de
sanidad y paz.
EVALUACIÓN
Contestar:
- ¿A qué se refiere la expresión “Pequeñas gigantes zorras?”
4. ¿Con qué comparaba
Jesucristo a los fariseos legalistas?
5. ¿Cuál es el texto y la
referencia que menciona lo más importante de la ley?
6. ¿Qué otras zorras cree
usted que puedan estar dañando las viñas del Señor?
7. “El que venciere será vestido de vestiduras blancas, y no borraré su
nombre del libro de la vida” (Ap. 3: 5). Analice el anterior pasaje bíblico
y Ex. 32: 33; concluya qué le puede pasar al que es vencido en la batalla
contra el pecado. ¿Nuestros nombres pueden ser borrados del libro de la vida?.
LECCIÓN 17
LIBRANDO LA BATALLA
“Las armas con que luchamos no son del mundo,
sino que tienen el poder divino para derribar fortalezas” (2ª Co. 10:4, N.V.I.).
OBJETIVOS
- Poder conocer nuestros verdaderos enemigos.
- Aprender a manejar las armas espirituales que el Señor nos ha entregado.
- Identificar la recompensa que Jesucristo nos tiene prometida.17. 1. Enemigos:
- El diablo (1ª P. 5: 8).
- La carne que es nuestra naturaleza pecaminosa (Ro. 7: 18-25).
- El mundo que es el medio en que vivimos (Stg. 4: 4).17. 2. Armas:Poderosas en Cristo (Ro. 13: 12; 1ª Co. 15: 57; 2ª Co. 2: 14; 10: 4-5).
17. 3. Recompensas:
- Una corona de justicia (2ª Ti. 4: 7-8)
- Una corona incorruptible de gloria (1ª P. 5: 4)
- Una corona de vida (Stgo. 1: 12)
- El fruto del árbol de la vida (Ap. 2: 7).
- La segunda muerte no podrá dañarnos (Ap. 2: 11).
- Un nombre nuevo (Ap. 2: 17).
- Autoridad sobre las naciones (Ap. 2: 26-27).
- La estrella de la mañana (Ap. 2: 28).
- Vestiduras blancas (Ap. 3: 5 a.
- Inscripción eterna de nuestro nombre en el libro de la vida (Ap. 3: 5 b).
- Jesucristo nos confesará delante del Padre y de sus ángeles (Ap. 3: 5 c).
- También nos guardará de la hora de la prueba (Ap. 3: 10).
- Seremos hechos columnas eternas del templo de Dios y portadores de su nombre y del nombre de su Hijo (Ap. 3: 12).
- Nos sentaremos en el trono con Jesucristo (Ap. 3: 21)
- Poseeremos toda la herencia y la paternidad de nuestro Dios por toda la eternidad (21: 7).17. 4. Batallando contra el diablo (Ef. 6: 10-18).17. 4. 1. Armas:
- La presencia de Dios en nuestras vidas (Sal. 3: 3; Jer. 20: 11; Jn. 14: 23; Ap. 3: 20; Ro. 8: 31; 1ª Co.15: 57; 2ª Co. 2: 14).
- El nombre de Jesucristo (Mr. 16: 17; Lc. 10: 17; Jn. 14: 13-14; 16: 24; Hch. 4: 12; 16: 18; Ro. 10: 13; Ef. 1: 19-22; Fil. 2: 9-11; Col. 3: 17).
- La palabra de Dios (He. 4: 12): En Mt. 4: 1-11, vemos que Jesucristo rechazó al diablo con la palabra de Dios, aunque el diablo la conoce muy bien. Es pues, necesario, escudriñar muy profundamente las Sagradas Escrituras y permitir que la palabra de Dios permanezca grabada en nuestro corazón (Col. 3: 16), para que cuando venga la tentación la palabra divina nos corrija y nos guíe (Sal. 119: 9, 105). Rechacemos todo mal pensamiento recordando los mandatos de Dios y sus promesas para los obedientes. Alguien dijo que la tentación es como un pájaro que revolotea sobre nuestra cabeza queriendo hacer nido allí. Si no le permitimos que se detenga en ella, nunca podrá incubar el pecado en nuestra mente y mucho menos logrará alcanzar a nuestro corazón (Mc. 7:21-22). Nunca olvidemos que Cristo ya derrotó al diablo, despojándolo de toda autoridad (Col. 2:13-15) y nos ha dado potestad para hollar todas sus fuerzas (Lc. 10: 19). Debemos proclamarlo, orando con acción de gracias por cada promesa. Por ejemplo: Gracias Señor Jesucristo, porque tú despojaste al maligno y me has dado potestad para hollar serpientes y escorpiones y sobre toda fuerza del enemigo y nada me podrá dañar. Gracias Señor Jesucristo porque mi vida es solamente tuya y tú me guardas y el maligno no me puede tocar (1ª Jn. 5: 18). Gracias Padre Celestial porque mi vida está en tus manos y de tus manos nadie me puede arrebatar (Jn. 10: 27-29), etc. Otras promesas: Gn. 12: 2-3; 22: 17-18; Gá. 3: 29; Ex. 19: 5-6; 2° Cr. 20: 15; Is. 41: 9-20; 43: 2; 54: 15; 59: 19-21; Jer. 1: 10; 15: 19-21; 17: 7-8; Mal. 3:10-12; Sal. 37; Sal. 91, etc. Ahora bien, es necesario cumplir las condiciones que Dios nos pide para poder reclamar las promesas que Él nos da: ”Porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa” (He. 10: 36).
- La sangre de Jesucristo (1ª Jn. 1: 7; Ap. 1: 5; 12: 9-11, etc.): Debemos orar con acción de gracias, creyendo, que su sangre nos ha limpiado de todos nuestros pecados y nos cubre a nosotros y a nuestra familia (Hch. 16: 31). Ejemplo: Muchas gracias Señor Jesucristo, porque me has limpiado de todos mis pecados con tu sangre redentora, y nos cubres con ella, a mí y a todos mis familiares. en tu nombre santo, amén y amén.
- La alabanza y la adoración: 1° S.16: 23; 2° Cr. 20; Sal. 22: 3; 27: 1-3; 50: 14-15, 23; Hch. 16: 23-26; He. 13: 15; Ap. 5: 13.
- Pedir a Dios ángeles que nos ayuden (no debemos orar a los ángeles, sino a Dios para que nos envíe a los ángeles a ayudarnos a librar toda batalla espiritual): Ex. 23: 20; 2ª R. 6: 15-17; 19: 35; Sal. 34: 7; 91: 11; Is. 37: 36.
- La oración permanente: Sal. 55: 16-18; Lc. 22: 45-46; Fil. 4: 6; 1 Tes. 5: 17; Ap. 5: 8.
- Descansar en Dios: Gn. 22: 7-8; 1° S. 17: 34-37; 45-47; 22: 3; 2° S. 22: 3-4; Sal. 3: 3; 7: 10; 18: 28-30; 37: 1-9; 121; 147: 10-11; Pr. 30: 5; Is. 26: 3-4; Jer. 17: 7-8.
- La fe: Mt. 21: 21-22; Mr. 11: 22-24; Ef. 6: 16; He. 11: 1, 6, 33-34; Stg. 1: 6-7; 1ª P. 5: 8-9.
- El perdón: 2ª Co. 2: 10-11; Ef. 4: 26-27; Col. 3: 13. La falta de perdón es una puerta abierta al enemigo que como ya lo habíamos visto, nos impide ver lo bueno de nuestro prójimo y por el contrario sólo nos muestra sus defectos a través de espíritus de juicio, resentimientos, odio y amargura. Cuando perdonamos, estamos permitiendo que el amor de Dios fluya en nosotros hacia nuestros semejantes y las puertas al enemigo son cerradas automáticamente.
- La integridad (Sal. 15; Pr. 10: 9 y 11: 3).
- Resistir al diablo (Stg. 4: 7) y no darle lugar (Ef. 4: 27).
- Ser sobrios y velar (1ª P. 5: 8) que significa tener dominio propio y estar alerta.
- Soportar la tentación: 1ª Co. 10: 13; He. 2: 18; 4: 15-16; Stg. 1: 12.
- El ayuno: Siempre y cuando estemos cumpliendo los requisitos de Is. 58: 1-12, pues de lo contrario de nada servirá. Es pues, vital que estemos practicando lo más importante de la Ley de Cristo: “la justicia, la misericordia y la fe” (Mt. 23: 23). Entonces el ayuno se convertirá en un arma poderosa que hará huir al enemigo, en el nombre del Señor Jesucristo quien nos llenará del poder de su Santo Espíritu (Hch. 1: 8) para que podamos arrojar todas las fuerzas de tinieblas que quieran molestarnos (Lc. 10: 19). También es importante entender que aún para ayunar, debemos pedir la guía del Espíritu Santo, quien pondrá en nuestro corazón qué tipo de ayuno debemos hacer y por cuánto tiempo, si en realidad es su voluntad que ayunemos. El ayuno puede ser de abstinencia total (abstenerse de todo tipo de alimento) o parcial (tomar líquidos solamente) o frugal ( comer sólo frutas), etc. Si estamos dirigidos por el Espíritu Santo Él nos va a fortalecer y no nos afectará nuestra salud. Pero si estamos ayunando en nuestras propias fuerzas, sin la guía divina, es posible que llegue a ser un pecado más contra nuestro propio cuerpo y esto nos debilite y enferme. En ningún caso el ayuno debe ser un sacrificio porque Dios no quiere sacrificios (Sal. 40: 6-8; Os. 6: 6) sino que debe ser un tiempo de deleite en alabanza y adoración al Señor, quien multiplicará su poder en nuestra oración (Sal. 22: 3).
- Diezmar: Mal. 3 :10-12 y ofrendar (2ª Co. 9 :6-11; Fil. 4: 15-19) pero practicando la justicia, la misericordia y la fe (Mt. 23: 23).
- Obediencia en todo a Dios: Ex. 23: 22; Dt. 30: 2-10; Jos. 1: 8; Is. 48: 17-19; Jer. 15: 19-21; Mal. 3: 16-18; Jn. 15: 7; 1ª P. 3: 13.
- No enojar a Dios: Nm. 14:11; Jueces 2: 11-15; Is.63: 10; Ro. 1:18-32; 1ª Co. 10: 5-13; Ef. 5:6-11.
17. 5.
Batallando contra nuestra propia carne que es nuestra naturaleza pecaminosa (Ro.
7: 14-23; Gá. 5: 16-21).
17. 5.
1. Armas:
- Confesar al Señor Jesucristo nuestros pecados (1ª Jn. 1: 9) reconociendo nuestra incapacidad para cambiar si Cristo no nos ayuda (Jn. 15: 5; He. 2: 18).
- Velar (estar alerta) y orar (Mr. 14: 38; Ef. 18; Col. 4: 2).
- No proveer para los deseos de la carne (Ro. 13: 14; Gá. 5: 13-15; 6: 7-8; 1ª P. 2: 11-12) que no es otra cosa que huir de la tentación (Gn. 39: 10-12; 1ª Co. 6: 18-20; 10: 13-14; 2ª Ti. 2: 22).
- Ser llenos del Espíritu Santo (Ef. 5: 18) y andar en el Espíritu Santo (Gá. 5: 16-18; 22-26)
- Crucificar nuestra carne con Cristo (Ro. 6: 6; Gá. 2: 20; 5: 24), muriendo a nuestro propio yo (Jn. 12: 4; Col. 3: 3). Pero, ¿qué significa morir? Un muerto no protesta, ni se queja, ni contesta ante cualquier ataque. No cambia ni ante la injuria, ni ante los elogios. Así lo pisoteen, lo cambien de un lugar a otro, lo zarandeen, lo calumnien, lo vituperen, etc., sigue siendo el mismo muerto. Así lo metan al féretro más lujoso, le digan los discursos más elocuentes elogiándolo, o le canten mariachis de despedida, permanece exactamente igual. Si miramos el ejemplo del Señor Jesucristo, encontramos que ni ante vituperios (Is. 53: 7-8a; Mr. 15: 3-5; 1ª P. 2: 23; etc.) ni ante los elogios (Lc. 11: 27-28), modificó su conducta. Por eso es el momento de decirle a Él: Señor Jesucristo, ayúdame a tener mis ojos puestos siempre en ti (He. 12: 2); yo crucifico mi carne y mi ego bajo tus pies; lávame con tu sangre, lléname del Espíritu Santo, toma control de mi voluntad y no me dejes caer en la tentación. Dependo totalmente de ti para poder obedecerte y agradarte y confieso que sin tu poder nada puedo hacer. En tu nombre santo, amén y amén.
17. 6.
El mundo también fue
vencido por Cristo (Jn. 16: 33; 1ª Jn. 4: 4).
17. 6. 1. Armas:
- Debemos gozarnos cuando nos atacan por causa de Jesucristo (Mt. 5: 11-12; Hch. 5:40-41).
- Nos perseguirán como persiguieron a Jesucristo (Jn. 15: 18-21;16: 2-3).
- No debemos alejarnos del mundo sino guardarnos del mal (Jn. 17: 15), y no ser amigos del mundo (Jn. 17: 14, 16; Stg. 4: 4; 1ª Jn. 2: 15-17).
- Debemos ser luz en medio de las tinieblas (dar buen testimonio): Mt. 5: 14-16; Lc. 17: 1; Ro. 12: 21; 13: 1-14; 1ª Co. 10: 32; Fil. 3: 17; 4: 5; Col. 4: 5-6; 1ª P. 2: 12-24; 3: 13-17; 4: 12-16. Esto también implica:
- Sometimiento a la autoridad (Ro. 13: 1-2; 1ª P. 2: 13-14) siempre y cuando no implique desobedecer a Dios (Hch. 4: 19; 5: 29).
- Mansedumbre y humildad: Sal 37: 11; Pr. 27: 2; Mt. 11: 29; 23: 12; 2ª Co. 10: 18; Fil. 2: 3-11; Stg. 3: 13; 4: 6, 10; 1ª P. 5: 6.
- La misericordia: Sal. 112: 5-6; Pr. 3: 3-4; 20: 28; 1ª P.2: 12.
- La justicia: Pr. 11: 4, 18, 30; Is. 32: 17 y 33: 15-16; 2ª Co. 6: 7.
- El amor: (Pr. 10: 12; Ro. 13: 8-10; 1ª Co. 13; Jn. 13: 35).
- Practicar la regla de oro (Abd. 1: 15; Mt. 7: 12; Lc. 6: 31 y 38; Gá. 6: 7).
- Un buen soldado de Jesucristo debe ser esforzado y valiente (Jos. 1: 9; 2ª Ti. 1: 7-9; 2: 1-10) y dependiente de Dios (Jer. 17: 5-8; Sal. 23: 1; 121: 2; 146: 3-6; Fil. 4: 19).En todo seremos más que vencedores (Ro. 8: 31-39; 2ª Co. 2: 14) si ponemos en práctica la palabra de Dios que es nuestra espada espiritual (Ef. 6: 17). Ahora bien, es vital identificar y renunciar a toda forma de idolatría para que no caigamos en la maldición de que habla el apóstol Pablo en Romanos 1: 18-32.
EVALUACIÓN
- Enumere todas las armas espirituales que estudiamos en esta lección ___________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________.
- Analice Mt. 4: 5-7 y explique cómo podríamos tentar nosotros a Dios _____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
- Analice 2° Cr. 20: 15-22; Is. 41: 10-13 y 51: 7-8; Jer. 1: 7-8 y 15: 19-21. Con base en estos pasajes, ¿qué requisitos debemos llenar para que el Señor gane la batalla por nosotros? ____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________.
- Trate de memorizar Abdías 1:15, Mt. 7: 12, Lc. 6: 38, Gá. 6: 7, y lleve a la práctica 1ª Co. 11: 31, autoconfrontándose con su pasado y pidiendo perdón a Dios por todo el daño que haya podido ocasionar a otros o a sí mismo.
- Utilizando la concordancia, haga un estudio sobre lo que dice la Biblia acerca de los ángeles.
- Resalte en su Biblia con un lápiz de color todos los pasajes enunciados en esta lección tratando de memorizar la cita y su idea central.
- Analice Ex. 32:33 y Ap. 3: 5. ¿Qué cree que le sucederá al que sea vencido en la batalla contra el pecado?
8. Lea Ro.
1:18-32 y explique qué le sucede a la persona que pone su corazón en las cosas
creada antes que en el Creador.
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LECCIÓN 18
ADMINISTRANDO LA
OBRA DE DIOS
“Bien,
buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel sobre mucho te pondré (Mt 25:21).
OBJETIVOS
Conocer
las bases más elementales de una congregación.
18. 1. Perfil del líder cristiano
18. 1. 1.Integridad (Sal. 15: 1-5;. 24:
3-5; 26: 1-7;. 101: 6-7; 1ª Ti. 3: 1-7; 2ª Ti. 4: 2, 5; Tit. 1: 5-8).
18.
1. 2. Es fiel (Mt. 25: 23; 1ª Co. 4: 2; 2ª Ti.
2: 2).
18. 1.
3. Es prudente (Lc. 12: 42).
18. 1.
4. Es ejemplo (Jn. 5: 17).
18.1. 5. Responde al llamado del Señor sin vacilar (Mt. 9: 9; Mr.
1: 7-20; Jn. 1: 35-37).
18. 1.
6. Sigue las pisadas de Jesús (1ª P. 2: 21;
1ª Jn. 2: 6).
18. 1.
7. Tiene muy bien definido el orden de prioridades (Mt. 6: 33).
18. 1. 8. Es un gran observador para hallar las necesidades (Mt.
9: 36-38) pero también actúa para suplirlas (Mr. 6: 34-44).
18.
1.9. Es obediente aún hasta el
sacrificio (Mr. 14: 36; Lc. 22: 42).
18.
1.10. Es temeroso de Dios (Sal. 61: 4-5).
18.
1.11. Es consciente de su mayordomía (Jos. 24: 15; Lc. 12: 42-48).
18.
1.12. Es esforzado y valiente (Jos. 1: 9; 2ª Ti. 1: 7).
18. 1.
13. Vive pendiente de sus ovejas (Pr. 27: 23; Jn. 10: 1-15; 1ª P. 5: 2-3).
18. 1.
14. Delega funciones (Ex. 18: 13-26; Hch. 6: 1-6;19: 22).
18. 1. 15. Tiene sublíderes en quién depositar su confianza (Mt.
17: 1; Lc. 8: 51; Mr. 14: 32-34
18. 1.
16. Se niega a sí mismo (Mt. 16: 24).
18. 1.
17. No niega su fe en Cristo (Mt. 10: 32; Mr. 8: 38; Lc. 12: 8; Ro. 1: 16).
18. 1.
18. Sabe perdonar (Mt. 18: 15-17, 21-22) y restaurar (Gá. 6: 1).
18. 1.
19. Es un gran planeador (Gn. 41: 33-36;
Lc. 14: 28-30).
18. 1.
20. Busca alternativas (1° S. 20).
18. 1.
21. Desarrolla estrategias (Neh. 4: 13-23).
18. 1.
22. Escucha consejos (Ex. 18: 13-27; Pr. 12: 15).
18. 1. 23. Tiene objetivos y metas definidas (Hch. 20: 24; Fil. 3:
12-14): en este caso, cumplir la GRAN COMISION (Mt. 28 18-20; Mr. 16: 15-16; Lc.
24: 45-47; Hch. 1: 8; 10: 42-43; Col. 1: 24-25).
18 .1
.24. Busca servir y no ser servido (Mt. 20: 28; Mr. 10: 43-44; Lc. 12: 36-37).
18. 1. 25. Satisface integralmente las necesidades de su rebaño
(Mt. 25: 34-40; Mr. 1: 32-34; 6: 34-44, etc.).
18 .1
26. Lo hace todo con amor (Jn. 13: 35; 1ª Co. 13: 1-13; 16: 14).
18 .1 .27. Depende totalmente de Dios (2ª Cr. 20: 3; Sal. 23: 1;
121: 2; 147: 10-11; Jer. 17: 5-8; Dn. 3: 17; Mt. 6: 33; Fil. 4: 19; He. 12: 2).
18. 1.
28. Se hace entender (Jos. 23).
18. 1.
29. Colabora a su vez con sus líderes (2ª R. 3: 11-12; 2ª Ti. 1: 16-18).
18. 1.
30. Es misericordioso (Gá. 2: 10) y no es avaro (1ª Ti. 6: 6-10).
18 .1.
31. Es diligente (Pr. 27: 23; 2ª Ti. 2: 15).
18. 1.
32. No es contencioso (2ª Ti. 2: 14, 24) ni criticón (Lc. 6: 37).
18. 1.
33. Es ordenado (1ª Co. 14: 20 ) y sabe administrar el tiempo (Ec. 3: 1).
18. 1.
34. Lo hace todo para Dios y no para los hombres (Lc. 2: 49; Ef. 6:6-7; Col. 3:
2, 23-24).
18. 1. 35. Se somete a las autoridades establecidas (Mt. 22: 21;
Ro. 13: 1-4; 1ª P. 2: 13-14) siempre que no implique desobedecer a Dios (Hch.
4: 19-20; 5: 29).
18. 1.
36. Permanece en el servicio a pesar de las pruebas (Lc. 9: 62; 22: 28).
18. 1. 37. Actúa en ayuda mutua con todo el cuerpo de Cristo (Ro.
12: 4-5; 1ª Co. 12: 14-28).
18. 1.
38. Es disciplinado (Lc. 4: 16) y organizado (Lc. 10: 1-9).
18. 1.
39. Es guiado por el Espíritu Santo (Mt. 10: 20; Ro. 8: 14; 1 Co. 2: 12-15).
18. 1.
40. Ora y actúa (Ex. 14: 15).
18. 1. 41. Busca la gloria para Dios y no para sí mismo (Jn. 3:
30; Gá. 1: 10-12; Ef. 6: 7-8; 1ª Tes. 2: 6).
18. 1.
42. Se contenta con tener sustento y abrigo (1ª Ti. 6: 8).
18. 1. 43. Atrae multitudes (Mr. 1: 33, 45; 2: 2-4; 3:7-10, 20; 5:
24) si bien muchos son los llamados y pocos los escogidos (Mt. 20: 16).
18. 1.
44. Es manso y humilde de corazón (Mt. 11: 29).
18. 1. 45. No pone sus ojos en las circunstancias sino en Cristo
(2ª Co. 4: 18; He. 12: 2).
18. 1.
46. Descansa cuando es necesario (Gn. 2: 2; Mt. 8: 24; Mr. 6: 31).
18. 1. 47. Es un intercesor fervoroso (Gn. 24: 12-14; Nm. 14:
13-19; Esd. 9: 5-15; Neh. 1: 5-11; Dn. 9: 4-23; Mr. 1: 35; 1ª Tes. 5: 17;
etc.).
18. 1. 48. Es respaldado por Dios (Gn. 39: 2-5; 1ª S. 16: 18; 2ª
Ti. 4: 17-18).
18. 1.
49. Es un motivador (Jos. 24: 15; Neh. 4: 14).
18. 1.
50. No se deja desanimar (Neh. 6: 8-19; 1ª P. 4: 12-16)).
18. 1.
51. Discierne las artimañas del enemigo (Neh. 6: 1-13). Etc.
18. 1.
52. Tiene visión (Jos. 24:15; Ro. 1: 1; 1ª Co. 1: 17; Gál. 2: 8; etc. ).
18. 2. Resultados de trabajar para el Señor:
18. 2. 1. Crítica del mundo (Lc. 13:10-17) y de nuestros hermanos
(Mt. 26: 6-9).
18. 2. 2. Persecuciones (Jn. 15: 18-20; 2ª Tes. 1: 4-5; 2ª Ti. 3: 12), aflicciones (Jn. 16: 33; 1ª
Tes. 1: 6), padecimientos, fatigas, calumnias (1ª Co. 4: 11-13; 2ª Co. 4: 8-9;
5: 4-10), penalidades (2ª Ti. 2: 8-10), etc.
18. 2.
3. Gran galardón de parte de Dios (2ª Jn. 8):
a.
Nos devuelve el ciento por uno (Mt. 19: 29; Mr.
10: 29-30).
b.
La presencia del Señor y su gloria va con
nosotros y se hace manifiesta en el respaldo que Él nos da (Is. 45: 2-3; Jer.
20: 11; Jn. 12: 26).
c.
Coronas incorruptibles, de justicia, de gloria y
de vida (1ª Co. 9: 25; 2ª Ti. 4: 8; 1ª
P.5: 4; Stgo. 1: 12).
d.
Tesoros en el cielo (Mt: 6: 19-20).
e.
Moradas eternas (Jn. 14: 2-3; 2ª Co. 5:1).
f.
Un trono por toda la eternidad junto a Cristo
(Mt. 19: 28 y 25: 34).
18. 3. Algunos ejemplos de líderes bíblicos:
18. 3.
1. José, el hijo de Jacob, administró sabiamente a Egipto (Gn. 41: 47-57).
18. 3. 2. Moisés sacó al pueblo de Israel de la esclavitud de
Egipto trabajando en equipo con Aarón (Ex. Caps. 3 al 14).
18. 3.
3. Josué se tomó la tierra prometida (Jos).
18. 3.
4. Esdras y Nehemías reconstruyeron el templo y sus muros (Esd.; Neh.).
18. 3. 5. Jesucristo cumplió el plan de salvación para el hombre,
que el Padre le había encomendado (Jn. 3: 16; Jn. 19: 30; 1ª Co. 15: 3-4;
etc.).
18. 3.
6. Pablo supo cumplir la gran comisión (2ª Ti. 4: 7).
Todos
fueron hombres valientes, de oración y de acción, que sabían lo que querían
(visión) y para quién trabajaban (Sal. 25: 21; 37: 5; Is. 25: 9; 26: 3-4; Jer.
17: 7-8; 2ª Ti. 1: 12; 2: 8-10).
18. 4. Administración legal y laboral de una
congregación:
18. 4. 1. Toda congregación debe llenar los requisitos legales,
tales como tener una razón social, con personería jurídica, libros de
contabilidad, estatutos, reglamentos, etc.
18. 4.
2. Debe estar regida por una junta directiva.
18. 4. 3. Los empleados de planta comenzando por el pastor, deben
tener un salario fijo, un día de descanso, vacaciones y todas las prestaciones
de ley (1ª Co. 9: 14; 1ª Ti. 5: 17-18).
18. 4.4. Se deben tener muy bien definidas las funciones de cada
miembro del liderazgo (Hch. 6: 1-4; Ro. 12: 7-8; Ef. 4: 11-12; 1ª P: 4:10; etc.).
Es importante trazar organigramas que ilustren el trabajo de cada uno.
18. 4. 5. Anualmente se debe trazar un plan de actividades, con
objetivos, metas y estrategias definidas, partiendo de un presupuesto y
apelando a fuentes de ingreso bíblicas tales como diezmos (Gn. 14:18-20;
28:20-22; Mal. 6: 10-12, Mt. 23: 23, etc.) y ofrendas (Ro. 15: 27; 2ª Co. 9;
Fil. 4: 18).
18. 4. 6. Periódicamente se deben hacer evaluaciones para corregir
fallas y mejorar sistemas, complementando la práctica de la administración
bíblica con orientación profesional secular idónea.
18.5. Esquema de organización:
18. 5. 1. Analizar y hallar las necesidades (diagnóstico) buscando
el orden de las prioridades.
18. 5. 2. Planear qué hacer para hallar soluciones efectivas,
clarificando objetivos generales y específicos.
18. 5. 3. Ejecutar poniendo en práctica lo planeado, nombrando
personas con sus responsabilidades definidas
y con fechas límites fijas.
18. 5. 4. Evaluar analizando los resultados y determinando si los
objetivos se cumplieron o nó. Determinar qué aciertos y qué fallas se
presentaron y cómo mejorar los primeros y eliminar los segundos. Cada persona
debe autoevaluarse a conciencia, reconociendo sus propios errores (1ª Co. 11:
31) y aceptando las críticas constructivas edificándose así los unos a los
otros (1ª Tes. 5: 11).
18. 6. Los ministerios
Son
funciones determinadas que El Señor nos ha dado a cada uno de nosotros a través
del Espíritu Santo quien nos da la capacidad para cumplirlas por medio de sus
dones (Ro. 12: 6-8; 1ª Co. 12: 7-11 y 14: 3 y 26; Ef. 4: 11-12). Es como la
vocación que nos permite hacer con eficiencia y deleite determinado trabajo.
Deben
ejecutarse bajo la autoridad y coordinación de un líder con dones de revelación
como son el don de palabra de sabiduría (1ª Co. 12: 8) que nos guía siempre a
hacer la voluntad de Dios, don de palabra de ciencia o de conocimiento (1ª Co.
12: 8)que nos revela un hecho específico, como por ejemplo el origen de una
enfermedad, una maldición, un hecho traumatizante que marcó a una persona, una
falta de perdón etc., pero sobre todo que haya sido dotado de un profundo
discernimiento espiritual (1ª Co. 12: 10), que es el don que nos conduce a
rechazar lo que Dios rechaza y aceptar lo que Dios acepta (Hch. 16: 16-18), pues
satanás siempre buscará plagiar los dones divinos y engañarnos con
manifestaciones sobrenaturales (Mt. 24: 23-24; Ap. 13: 13-14). Por eso debemos
estar siempre alerta y estudiar muy bien las Sagradas Escrituras pues todo
hecho sobrenatural que no esté acorde con lo que dice la Biblia puede proceder de
las tinieblas. Por ejemplo, si un milagro o una sanidad sobrenatural no fueron
hechos en el nombre de Jesucristo, no son de Dios, porque el mismo Jesucristo
dice “nadie viene al Padre, sino
por mí” (Jn. 14: 6); el apóstol Pablo dice que “el único mediador entre Dios y los hombres, es Jesucristo hombre”
(1 Tim. 2:5) y el apóstol Pedro confirma que “en ningún otro hay salvación (sino en Cristo) porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a
los hombres en que podamos ser salvos” (Hch. 4: 12).
18. 6. 1. La falsa profecía
Es
otra manifestación que puede dañar la membresía y causar estragos entre los
creyentes. Puede ser originada por un espíritu de adivinación de satanás o
simplemente por emociones propias de la naturaleza humana, y sólo podremos
detectarla por medio del don de discernimiento espiritual.
18. 6. 2. La imposición de manos
Es un
acto profundamente espiritual mediante el cual se transmite de lo que hay en la
persona que impone las manos, hacia la persona a quien le son impuestas. Por
ejemplo: “Josué, hijo de Num. fue lleno
del espíritu de sabiduría, porque Moisés había puesto sus manos sobre él” (Dt.
34:9).
Así, la imposición de manos transmite
bendición (Gn.48: 14-16; Mt. 19: 13-15); autoridad (Nm. 27: 18-20); sabiduría
(Dt. 34:9); dones (1ª Ti. 4:14; 2ª Ti. 1:6); sanidad (Mc. 16: 18 b; Hch. 9:
17-18); el Espíritu Santo (Hch. 8: 14-17); etc.
Pero así como se transmite lo bueno a través
de las manos, también se puede transmitir contaminación espiritual. Por eso
debemos ser muy cuidadosos en esto. No debemos permitir que cualquiera nos
imponga las manos. Si no estamos seguros de la integridad y limpieza espiritual
de quien está imponiendo manos, debemos evadir dicha imposición. De ahí lo
grave que es, que un líder en pecado imponga manos, pues de allí puede surgir
una congregación esclava de inmoralidad sexual, por ejemplo, o de cualquier
otro pecado. Así mismo se puede transmitir un espíritu de engaño (falsa
profecía, falsa doctrina, etc.).
Tampoco debemos imponer manos a la ligera en
pecadores contumaces, si queremos permanecer puros (1ª Ti. 5:22).
Es
ahora el momento de pedir al Padre ser llenos de los dones de su Santo
Espíritu. Pídalo con sus palabras anhelando ardientemente usarlos para glorificar
el nombre de Dios y ministrarlos (darlos) a otros según la voluntad de Dios (1ª
P. 4: 10-11).
Y así
como no podemos ordenar a los ojos que hablen o a los oídos que vean, tampoco
podemos poner a trabajar en la obra del Señor en un oficio de administración a
alguien a quien Dios dotó con dones para otro ministerio (alabanza, ayuda,
servicio, etc.). Por tanto cada uno debe ser colocado de acuerdo a los dones
que el Señor le dio de acuerdo al ministerio que tiene para él (Ro. 12: 3-8; 1ª
Co. 12: 13-31), teniendo en cuenta que sólo con el don del amor de Dios,
podremos cumplir con el ministerio que Él nos ha encomendado (1ª Co. 13 y 16:14).
En
todo debemos tener presente que Dios es el dueño del oro y de la plata (Hag. 2:
8) y de toda la obra que Él nos ha puesto a administrar, y que nosotros
tendremos que rendir cuentas del uso que le demos a lo que él nos ha
encomendado (Mat. 25: 14-30; Lc. 16: 10; Ro. 14: 12; He. 4: 13; etc.).
“Que abunden en ustedes la gracia y la paz por
medio del conocimiento que tienen de Dios y de Jesús, nuestro Señor. Su divino
poder al darnos el conocimiento de aquel que nos llamó por su propia gloria y
potencia, nos ha concedido todas las cosas que necesitamos para vivir como Dios
manda. Así, Dios nos ha entregado, sus preciosas y magníficas promesas para que
ustedes, luego de escapar de la corrupción que hay en el mundo debido a los
malos deseos, lleguen a tener parte en la naturaleza divina. Precisamente por
eso, esfuércense por añadir a su fe, virtud; a su virtud, entendimiento; al
entendimiento, dominio propio; al dominio propio, constancia; a la constancia,
devoción a Dios; a la devoción a Dios, afecto fraternal; y al afecto fraternal,
amor. Porque estas cualidades, si abundan en ustedes, les harán crecer en el
conocimiento de Nuestro Señor Jesucristo, y evitarán que sean inútiles e
improductivos. En cambio, el que no las tiene, es tan corto de vista que ya ni
ve, y se olvida que ya ha sido limpiado de sus antiguos pecados. Por lo tanto,
hermanos, esfuércense más todavía por asegurarse del llamado de Dios, que fue
quien los eligió. Si hacen estas cosas, no caerán jamás, y se les abrirán de
par en par las puertas del reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2ª
P. 1: 2-11 N.V.I.).
EVALUACIÓN
1. Enumere los requisitos que considere más
importantes para ser un líder de éxito:
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2. Diga cuáles son las recompensas que
recibiremos por trabajar para el Señor:
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3. Mencione tres personajes bíblicos que
cumplieron los objetivos encomendados por Dios y a qué debieron su éxito:
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4. Complete los cuatro pasos de una
correcta administración:
A
B
C
D
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