LECCIÓN 10
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EL BAUTISMO
“Ahora, pues, ¿por qué te
detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre (Hch.
22: 16).
OBJETIVOS
Conocer lo que enseña la
Biblia acerca del bautismo.
10. 1. Definición
La palabra “bautizar”, del
griego “baptizo”, significa sumergir dentro de algo.
10. 2. Clases de bautismos
El primer bautismo que recibimos es
cuando decidimos aceptar a Cristo como nuestro Salvador y Señor, recibimos su
presencia en nuestra vida y entramos a hacer parte de su cuerpo; quedando
sumergidos en su Iglesia (Ap. 3: 20; Ro. 12: 5; 1ª Co. 12: 13; Gá. 3: 27-28;
Ef. 5: 23).
Lucas, el autor de
los Hechos de los Apóstoles, justamente habla del bautismo en el nombre de
Jesucristo refiriéndose a la aceptación de aquellos que recibían al Señor Jesús
como su Salvador e ingresaban a ser miembros de su cuerpo y a ser también uno en Cristo (Hch. 2: 38; 8: 16;
19: 5). Cuando creemos (Mc. 16: 16) que
Jesús es el Hijo de Dios, el Mesías consagrado para salvarnos de nuestros
pecados somos bautizados (sumergidos) espiritualmente dentro del cuerpo de
Cristo: “Porque todos los
que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay
judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos
sois uno en Cristo Jesús” (Gá.
3:27-28).
En realidad
bautizarse en Cristo es morir al pecado, para andar en una nueva vida: “Porque somos sepultados juntamente con Él
para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos
por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva”
(Romanos 6:4). “Sepultados con Él
en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con Él, mediante la fe
en el poder de Dios que le levantó de los muertos. Y a vosotros, estando
muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida
juntamente con Él, perdonándoos todos los pecados” (Col.
2:13-14). “Y ya no vivo yo,
mas cristo vive en mí” (Gá.
2:20).
Pero Juan el Bautista nos
habló de otros dos bautismos en Mateo 3: 11: “Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el
que viene tras mí, cuyo calzado no soy digno de llevar, es más poderoso que yo;
Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego”.
Trataremos de sintetizar lo
que significan estos dos bautismos:
10.
3. El
bautismo en agua
Simboliza morir al pecado y resucitar con Cristo para una nueva vida
(Ro. 6: 3-4); representa el “nuevo nacimiento” (Jn. 3: 5), o ser una “nueva
criatura” (2ª Co. 5: 17), lavada de sus pecados (Hch. 22: 16). Ahora bien, en
el Antiguo Testamento encontramos la circuncisión que debía realizarse en todos
los varones del pueblo de Dios a partir de Abraham y toda su descendencia y que
era la señal del pacto de Dios con el hombre (Gn. 17: 9-13, 23-27; 21: 4; Hch.
7: 8; Jos. 5: 2-9). No obstante, en Dt. 10: 16 y Jer. 4: 4, Dios exhorta al
hombre a realizarse una nueva circuncisión: interior, espiritual, la del
corazón. Luego, en el Nuevo Testamento (Nuevo Pacto), después del sacrificio de
Jesús la circuncisión del prepucio es eliminada (Hch. 15: 1-29 y el apóstol
Pablo reafirma que la verdadera circuncisión es la del corazón (Ro. 2: 25-29;
4: 6-12; 1ª Co. 7: 18-19; Gál. 5: 2, 6) efectuada por Jesucristo: “Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la
incircuncisión, sino una nueva creación” (Gál. 6: 15). “Además, en Él (en Jesucristo) fueron circuncidados, no por
mano humana sino por la circuncisión que consiste en despojarse del cuerpo
pecaminoso. Esta circuncisión la efectuó Cristo. Ustedes la recibieron al ser
sepultados con Él en el bautismo. En
él también fueron resucitados mediante la fe en el poder de Dios, quien lo
resucitó de entre los muertos” (Col. 2:11-12, N.V.I.).
El bautismo en agua
es solamente el símbolo del bautismo espiritual que implica morir al pecado y
nacer de nuevo (Jn. 3:3-6) para andar en vida nueva (Ro. 6:3-4).
Y como bautizarse quiere
decir “sumergirse”, el bautismo en agua se cumple, sólo cuando la persona es
sumergida totalmente dentro del agua. No se cumple cuando solamente le echan un
poco de agua en la cabeza, o le introducen sólo la parte inferior del cuerpo
dentro del agua.
Cuando Jesucristo fue
bautizado por Juan, subió del agua (Mt. 3: 16). Luego era que había descendido al agua, no que le
hubieran rociado la cabeza con agua. Asimismo en Hch. 8: 38-39, cuando Felipe
bautiza al etíope, ellos descendieron al agua y
luego subieron del
agua.
10. 4.
Requisitos para ser bautizados en agua
·
Creer
en Jesucristo El Señor Jesucristo nos dice que hay que creer primero, y luego
ser bautizados (Mr. 16: 16) y así se cumple en Hch. 18: 8 entre otros pasajes.
·
Estar
arrepentido de los pecados: En Mateo 3: 11, dice Juan, el Bautista: “Yo a la verdad os bautizo en agua para
arrepentimiento”. En Hechos 2: 38, Pedro predica: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de
Jesucristo para perdón de los pecados”. En Romanos 6: 6-23, el
apóstol Pablo dice: “Sabiendo
esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él (con
Cristo), para que el cuerpo de
pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado... porque la paga
del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús
Señor nuestro“. Y en Colosenses 2: 2, complementa: “Sepultados con Él en el bautismo, en el cual fuisteis también
resucitados con Él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los
muertos”.
·
Tomar
la decisión voluntaria de bautizarse (Mt. 3: 14-15; Mc. 16: 16) porque Dios no obliga a nadie. Por eso
dice Jesucristo: “He
aquí yo estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré,
y cenaré con él, y él conmigo”” (Ap. 3: 20).
10.5. El nombre
En la Biblia el nombre de una
persona estaba estrechamente relacionado con la misión o el destino que Dios le
tenía señalado. Por eso, cuando Dios llama a Abram, ya anciano y sin hijos, le
dice: “No te llamarás más Abram (que
significa padre enaltecido) sino que tu
nombre será Abraham (que traduce padre de multitudes) porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes. Y te
multiplicaré en gran manera y de ti saldrán naciones y reyes” (Gn. 17:5-6).
Asimismo, cuando un ángel de Señor se le aparece en sueños a José el prometido
de la virgen María, para anunciarle que ésta va a tener un hijo le dice: “Darás a luz
un hijo y le pondrás por nombre JESÚS, porque Él salvará a su pueblo de
sus pecados” (Mt. 1:21). Y, ¿por qué Jesús? Pues porque Jesús quiere decir
“salvador”.
Por otra parte,
Cristo en griego o Mesías en Hebreo, quiere decir “ungido”, “consagrado”,
“escogido”. Ahora bien, Jesucristo es la unión de Jesús y Cristo o sea que
vendría a significar “el salvador escogido” o en otras palabras “el consagrado
para salvarnos”. Por eso el apóstol Pablo afirma “que
si confesares con tu boca que Jesús es el Señor y creyeres en tu corazón que
Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo” (Ro. 10: 9). Y es por
eso que también Ananías le dice al mismo Pablo después que éste tiene su
encuentro con Jesús: Levántate
y bautízate y lava tus pecados invocando
su nombre” (Hch.
22:16).
Esto significa que al invocar el nombre de Jesucristo nuestros pecados son
lavados y somos automáticamente sumergidos (bautizados) en el cuerpo de Cristo:
“Porque por un solo
Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean
esclavos o libres, y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (2ª Co. 12:13). Ese es el bautismo
en el nombre de Jesucristo, de que habla el autor de los Hechos de los
apóstoles. Pero el bautismo físico, el sumergirnos en el agua, no lava nuestros
pecados; lo que los lava es reconocer como nuestro el nombre de Jesucristo al
reconocerlo a Él, como nuestro Salvador y Señor, como el Mesías enviado por el
Padre para salvarnos: “Porque
de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo
aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios
a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por
Él. El que en Él cree no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido
condenado porque no ha creído en el
nombre del Unigénito Hijo de Dios” (Jn. 3:16-18). “Mas a todos los que le recibieron, a los
que creen en su nombre, les dio
potestad de ser hechos hijos de Dios” (Jn. 1:12). “Y
en ningún otro hay salvación, porque no
hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres en que podamos ser salvos” (Hch. 4:12). “Porque
todo aquel que invocare el nombre del
Señor, será salvo” (Ro. 10:13).
Ahora bien, es
importante tener en cuenta que el evangelista Mateo redactó el evangelio según
Mateo entre los años 65 al 70 después de Cristo, poco tiempo después de que
Lucas recopilara la información en los Hechos de los Apóstoles entre los años
62 al 63 después de Cristo, y por eso aclara que Jesucristo ordenó fue: “Id y haced discípulos a todas las naciones
bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo;
enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mt.
28:19-20).
10. 6. El bautismo infantil
No
tiene ninguna validez por cuanto no cumple ninguno de los requisitos bíblicos.
Recordemos que Cristo vino a darnos ejemplo, y Él se hizo bautizar siendo un
adulto. Un bebé no está en capacidad de creer en Jesucristo ni tiene de qué
arrepentirse. Además es falso que exista un “limbo” a donde van los niños que
mueren sin bautizar. La Biblia no lo menciona por ninguna parte. Lo que el
Señor Jesucristo dijo acerca de los niños fue “Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis, porque de ellos
es el reino de los cielos” (Lc. 18: 16). Por el contrario, la creencia en
un limbo es una mentira que ha causado mucho daño a las madres que quedan bajo el
tormento de pensar que sus niños se encuentran en ese horrible lugar cuando han
muerto sin bautizar. Pero además como el niño no es sumergido en el agua
tampoco queda bautizado. Lo que encontramos en las Sagradas Escrituras es que a
los niños se les debe presentar o dedicar al Señor (1ª S. 1: 27-28; Lc. 2: 22)
pero que se deban bautizar, no aparece por ninguna parte.
10. 7. El bautismo en Espíritu Santo y fuego
Es el cumplimiento de la promesa
hecha por Jesucristo: “Mas el
Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre...” (Jn. 14: 26).
Juan el Bautista había dicho que Jesucristo
bautizaría en “Espíritu Santo y fuego”, y en Hechos
2: 2-4, el Espíritu Santo desciende viniendo del cielo “como un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la
casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de
fuego, sentándose sobre cada uno de ellos”.
Era el mismo fuego que
había derramado Dios en Jeremías y que le hacía profetizar a pesar del escarnio
y de la burla de que era objeto (Jer. 20: 9).
Ese mismo fuego
había descendido en el apóstol Pedro transformándolo en otra persona. Ya nunca
más negará a Jesucristo. Inmediatamente es bautizado en “Espíritu Santo y fuego”, se levanta y alza la voz que a partir de ese momento nadie pudo
apagar. Ni las amenazas, ni las prohibiciones, ni la cárcel, pudieron ya
impedir que el antes temeroso Pedro, el que había negado a su Maestro (Lc. 22:
54-62), predique con denuedo la palabra de Dios (Hch. 2: 14-40; 4: 8-20; 5:
17-42; etc.). Era el cumplimiento de la promesa de Jesucristo dicha antes de ascender
a los cielos: “Pero recibiréis poder cuando haya
venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en
toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra” (Hch. 1: 8).
Pero algo que nunca debemos
olvidar es que el Señor Jesucristo nos dice que el poder que Él nos da por el
Espíritu Santo, es para que testifiquemos de Él.
En realidad las
dos mayores señales que nos indican que un creyente ha sido bautizado en el
Espíritu Santo, son:
v
Arrepentimiento de pecados (Hch. 2: 38; Ro. 8:
2, 5, 9) y manifestación del fruto del Espíritu Santo (Mt. 7:16-20; Gá. 5:
22-24).
v
Experimentar el amor de Dios por las almas
perdidas y anhelar llevarlas a Cristo (Jn. 15: 26; 16: 13-14; Hch. 9: 17-22;
Ro. 8: 26-27).
Es importante aclarar
que el bautismo en el Espíritu Santo puede ser recibido por el creyente antes o
después de haber sido bautizado en agua:
Pedro había dicho en
Hechos 2:38: “Arrepentíos y
bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para el perdón de los
pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”. Pero Dios demostró a
Pedro que el Todopoderoso bautiza con el Espíritu Santo en el momento en que Él
así lo dispone, de acuerdo a su perfecta y divina voluntad, pues cuando el
mismo apóstol predicaba:
“De éste dan testimonio todos los profetas,
que todos los que en Él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre.
“Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre los
que oían el discurso. Y los fieles de la circuncisión que habían venido con
Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el
don del Espíritu Santo. Porque los oían que hablaban en lenguas, y que
magnificaban a Dios. Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir el
agua, para que no sea bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo
también como nosotros?” (Hechos 10: 43-47).
En realidad los
nuevos creyentes fueron bautizados en el Espíritu Santo, cuando aceptaron a Cristo
y creyeron en Él (Gá. 3:14; Ef. 1:13), a través de las buenas nuevas
proclamadas por Pedro y fueron sumergidos inmediatamente en su cuerpo, en la
iglesia de Jesucristo. Nunca olvidemos lo que Jesucristo prometió, según nos
narra Juan en su evangelio: “El
que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él y
haremos morada con él” (Juan 14:23). Y “El
que cree en mí como dice la
Escritura , de su interior correrán ríos de agua viva. Esto
dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en Él” (Jn. 7:
38-39).
Este es el verdadero
bautismo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo: es unirse a
la plenitud de Dios y sumergirse en Él: “Por
esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de
quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para que os dé,
conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el
hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros
corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente
capaces de comprender con todos los santos, cual sea la anchura, la longitud,
la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo
conocimiento, para que seáis llenos de
toda la plenitud del amor de Dios” (Ef.
3:14-19).
El bautismo en agua
es pues, sólo un símbolo del bautismo espiritual, del sumergirnos en la
gloriosa plenitud de Dios: “Después me mostró un río limpio de agua de
vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero.
En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol
de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del
árbol eran para la sanidad de las naciones. Y no habrá más maldición, y el trono
de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, y verán su
rostro y su nombre estará en sus frentes. No habrá allí más noche; y no tienen
necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los
iluminará, y reinarán por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 22:1-5).
EVALUACIÓN
1.
¿Qué
significa bautismo?
2.
¿Qué
requisitos son necesarios para ser bautizados en agua?
3.
Después
de analizar Lucas 11: 13, Juan 7:37-39, Hechos 2: 38, Gálatas 3:14 y Efesios
1:13, ¿Qué requisitos cree usted que son necesarios para ser bautizados en
Espíritu Santo y fuego?
4.
¿Para
qué debemos utilizar el poder del Espíritu Santo que Cristo nos da?
5.
En
oración (Lc. 11: 13) y alabanza al Señor (Sal. 22: 3) pídale el bautismo en
Espíritu Santo y fuego.
6.
Resalte
coloreando con lápiz de color los pasajes estudiados y trate de memorizar el
texto y la cita.
7.
Utilizando la Concordancia halle todos los textos bíblicos que hablen sobre el
bautismo.
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LECCIÓN 11
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LA CENA DEL SEÑOR
Si no
coméis la carne del Hijo del Hombre y bebéis su sangre, no tenéis vida en
vosotros (Jn. 6: 53).
OBJETIVOS
Conocer el verdadero
significado de la Cena del Señor y su grandioso poder espiritual.
11. 1. Qué es la Cena del Señor
Es un mandato de Jesucristo
(Mt. 26: 26-28; Mr. 14: 22-24; Lc. 22: 19-20; Jn. 6: 48-58)) y es una
representación simbólica espiritual (Ap. 3: 20) que nos recuerda el sacrificio
de su muerte (Lc. 22: 19; 1ª Co. 11: 24-26).
Así como el bautismo simboliza
morir al pecado y resucitar con Cristo para comenzar una nueva vida de
obediencia a su palabra, el pan y el vino representan simbólicamente el cuerpo
de Cristo y su sangre derramada mediante el sacrificio de su muerte en la cruz.
En la carta a los Hebreos
leemos que “ somos santificados
mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre. Y
ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas
veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Cristo
habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados se ha
sentado a la diestra de Dios... porque con una sola ofrenda hizo perfectos para
siempre a los santificados” (He. 10: 10-14).
El cuerpo y la sangre de
Jesucristo no están físicamente en el pan y en el vino, sino que Cristo está
presente en nosotros espiritualmente (Ap. 3: 20; Ef. 3: 17) recordándonos que
con un solo sacrificio ya nos santificó para siempre. Es un error entonces,
volver a ofrecer como un sacrificio, el pan y el vino, diciendo que son
físicamente el cuerpo y la sangre de Cristo, invalidando el sacrificio único de
su cuerpo herido y su sangre derramada una sola vez por nuestros pecados. Es
necesario por tanto recalcar que el pan y el vino son solamente símbolos
representativos del cuerpo y la sangre de Jesucristo. Él siempre utilizó los
símbolos para representar verdades espirituales, como cuando dijo: “Yo soy la vid verdadera” (Jn.
15: 1), “Yo soy la puerta” (Jn.
10: 7-9), “Yo soy el camino, y la verdad,
y la vida” (Jn. 14: 6), “Yo
soy el buen pastor” (Jn. 10: 11-14), “Yo soy la luz” (Jn. 8: 12; 9: 5; 12: 46), etc. Asimismo dijo: “Yo soy el pan de vida” (Jn.
6: 35, 51). Esto no significaba que Jesucristo fuera una vid física, que
produjera uvas, o una puerta de madera o de metal, o un camino sobre el cual
camináramos con nuestros pies físicos. etc., sino que todas estas figuras
literarias estaban representando las verdades espirituales de lo que Cristo es
para nosotros: la vid verdadera espiritual que nos da la “savia” del Espíritu Santo,
sus “ríos de agua viva” (Jn.
7: 38-39) para que podamos producir fruto (Jn. 15: 5, 16; Gá. 5: 22-23); la puerta que nos introduce en
la presencia de Dios Padre (He. 10: 19); el camino que nos lleva asimismo a su
presencia (He. 10: 20), etc. Cristo dice que entrará en nosotros y cenará con
nosotros y nosotros con Él (Ap. 3: 20). Es una cena recíproca, es una comunión
espiritual, representada en el momento de tomarla, por el pan y el vino.
Cuando Jesucristo les dio a
sus discípulos el pan y la copa les dijo: “Tomad, comed, esto es mi cuerpo... y mi sangre” (Mt.
26: 26-28). Era un acto simbólico, no que Él se estuviera comiendo a sí mismo y
les estuviera dando físicamente su carne y su sangre, por cuanto él estaba presente.
Cuando dijo “Si no coméis la carne del
Hijo del Hombre y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi
carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo le resucitaré en el día
postrero. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece y yo en él” (Jn.
6: 53-56) se estaba refiriendo a que, el que aceptara el sacrificio de su carne
y de su sangre que Él iba a ofrecer en sacrificio, sería el que tenía vida eterna.
11. 2. Cómo tomar la cena del señor
La Cena del Señor debe
tomarse habiendo discernido su significado (1ª Co. 11: 29), que es lo que
acabamos de hacer; habiéndonos auto examinado (1ª Co. 11: 31), reconociendo
nuestros pecados y confesándolos a Dios (Sal. 32: 3-5; 1ª Jn. 1: 8-9) y
haciendo memoria del sacrificio de Cristo por nosotros (1ª Co. 11: 23-26). Si
creemos y confesamos que ya Cristo llevó en su sacrificio todos nuestros
pecados, nuestras enfermedades, nuestras angustias (Is. 53: 4-6; 1ª P. 2: 21-24)
y nuestras maldiciones (Gá. 3: 13), entonces seremos libres de toda el acta de
decretos que había contra nosotros, esto es, de la enfermedad, del castigo por
nuestros pecados y de toda maldición, pues todo esto quedó crucificado en la
cruz (2ª Co. 5: 17; Col. 2: 13-15).
Pero si tomamos la Cena del
Señor indignamente, esto es, no haciendo lo anterior, traeremos a satanás a
nuestras vidas (Jn. 13: 21-27), quien tratará de conducirnos como a Judas a la
muerte eterna (Mt. 27: 3-5) y estaremos comiendo y bebiendo juicio contra
nosotros mismos (1ª Co. 11: 29).
También debemos tener muy
claro que la Cena del Señor debe ser tomada en plena libertad de conciencia,
pues nadie debe ser juzgado por la conciencia de otro (1ª Co. 10: 29).
Analicemos que Jesús le dio la Cena a Judas sin negársela, a pesar de saber que
Judas lo estaba traicionando. Por tanto cada uno es libre de tomar la Cena de
acuerdo a su conciencia (1ª Co. 11: 28).
Y la Cena debe ser tomada
en sus dos elementos, esto es, el pan y la copa, pues lo que Jesús ordenó fue:
“Tomad y comed, esto es mi
cuerpo (Mt. 26: 26) y “Tomando
la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos” (Mt.
26: 27). “Y tomando la copa, y
habiendo dado gracias, les dio; y bebieron de ella todos” (Mc.
14: 23).
Asimismo debemos tomar la
Cena del Señor en paz y armonía, esperándonos unos a otros (1ª Co. 11: 33).
11. 3. Cuándo tomar la cena del señor
En cuanto a cuándo debemos
tomar la Cena del Señor, en Hechos 20: 7, encontramos que los apóstoles se
reunían a tomar la Cena, el primer día de la semana, esto es, el domingo. Esto
no significa que en otras ocasiones especiales no la podamos tomar; el apóstol
Pablo afirma en Colosenses 2: 16-17: “Por
tanto nadie os juzgue en comida o en bebida...o en días de reposo, todo lo cual
es la sombra de lo que ha de venir”, y “donde está el Espíritu del Señor, allí
hay libertad” (2ª Co. 3: 17).
EVALUACIÓN
Complete:
1. La Cena del Señor es un ________________________de Jesucristo y nos recuerda el ___________________________de su muerte en la cruz.
2. El pan y el vino son s______________________r______________________ del cuerpo y de la sangre de nuestro Señor Jesucristo, ofrecidos por nuestros _________.
3. Cuando Jesucristo dijo “Yo soy la vid verdadera”, “Yo soy la puerta”, “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida”, “Yo soy el buen pastor”, “Yo soy la luz”, “Yo soy el pan de vida”, etc., estaba representando con f___________________l__________________, verdades espirituales de lo que Él es para nosotros.
4. Debemos tomar la Cena del Señor habiendo d____________________ su significado, después de autoexaminarnos reconociendo nuestros pecados y en plena libertad de _______________________.
1. La Cena del Señor es un ________________________de Jesucristo y nos recuerda el ___________________________de su muerte en la cruz.
2. El pan y el vino son s______________________r______________________ del cuerpo y de la sangre de nuestro Señor Jesucristo, ofrecidos por nuestros _________.
3. Cuando Jesucristo dijo “Yo soy la vid verdadera”, “Yo soy la puerta”, “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida”, “Yo soy el buen pastor”, “Yo soy la luz”, “Yo soy el pan de vida”, etc., estaba representando con f___________________l__________________, verdades espirituales de lo que Él es para nosotros.
4. Debemos tomar la Cena del Señor habiendo d____________________ su significado, después de autoexaminarnos reconociendo nuestros pecados y en plena libertad de _______________________.
5. En Hechos 20: 7 dice que los apóstoles se reunían el ____________________ de la semana para partir el pan.
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LECCIÓN 12
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LA FAMILIA
“Mejores
son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo, pues si cayeren, el
uno levantará a su compañero” (Ec. 4: 9-10).
OBJETIVOS:
Que el discípulo de Cristo
conozca sus deberes personales con Dios, dentro de su hogar y dentro de la
sociedad.
12. 1. Origen - Definición
La familia nació en el Edén, con la
primera pareja (Gn. 2: 22): Adán y Eva (Gn. 3: 20). Son dos personas, hombre y
mujer (Gn. 5: 2), iguales y diferentes a la vez.
12. 2. En qué son iguales:
v
Son
hechos a imagen y semejanza de Dios (Gn. 1: 27). Esto es lo
que permite que mutuamente se respeten, se amen, se relacionen, se comuniquen y
formen “una sola carne” (Gn.
2: 24).
v Son llamados a la misma vocación: Señorear la
Creación (Gn. 1: 28); fructificar y multiplicarse (Gn. 1: 28); ser mayordomos
de las riquezas de Dios (Mt. 25: 14-30); dejar a sus padres para formar un
hogar aparte (Gn. 2: 24, Ef. 5: 31); hacer el bien, siguiendo el ejemplo de
Jesucristo (1ª P. 2: 15, 21), ser uno en Cristo Jesús (Gá. 3: 28) y bendecidos
por Dios (1ª P. 3: 9).
v En ambos Dios halló complacencia (Gn. 1:31) y
los dos se aceptan y se deleitan mutuamente (Gn. 4: 1, 25; Pr. 5: 18-19; Ec. 9:
9).
v Los dos pecaron desobedeciendo a Dios, por codiciar ser como
Él (Gn. 3: 5-6) e igualmente evadieron responsabilidades de sus culpas
(Gn. 3: 12-13), trayendo la muerte espiritual para ellos y su descendencia (Ro.
5: 12; 1ª Co. 15: 21-22), y fueron lanzados de la presencia divina por su
pecado (Gn. 3: 24).
v Con excepción de Adán,
el hombre procede de la mujer y la mujer del hombre (1ª Co. 11:
11-12).
v Se pertenecen
el uno al otro (1ª Co. 7: 3-5).
12. 3. En qué son diferentes:
En la sexualidad: él es
varón y ella es mujer (Gn. 1: 27) y esta diferencia es la que permite que el
uno sea el complemento del otro (Gn. 2: 18). Esta misma diferencia incluye las
siguientes áreas:
v
Anatómica: masculina o femenina.
v
Física: él es más fuerte y ella es más débil.
v
Funcional: él engendra y ella permite la
gestación y da a luz.
v
Psicológica: ella es más sensible que él (Mc.
15: 40-41; 16: 1; Lc. 7: 44-46; 23: 55-56; 24: 1).
NOTA: La más asquerosa
abominación es pretender la unión matrimonial entre homosexuales o lesbianas.
Cuando Dios creó la primera pareja, “varón y hembra los creó” (Gn.
1: 27); y lo que el Señor mandó fue “dejará
el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola
carne” (Gn.
2: 24; Mt. 19: 4-5; Ef. 5: 31). El Señor no dijo “se unirá el hombre a otro
hombre” o “se unirá la mujer a otra mujer”.
En Romanos 1: 21-32 dice muy claramente que el homosexualismo y el lesbianismo son una maldición producto de la idolatría (poner el corazón en las criaturas antes que en el Creador) y la soberbia de los propios razonamientos humanos: “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios se hicieron necios, y cambiaron la gloria de Dios incorruptible, en semejanza de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y reptiles. Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. Por esto, Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío. Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación...”
En Romanos 1: 21-32 dice muy claramente que el homosexualismo y el lesbianismo son una maldición producto de la idolatría (poner el corazón en las criaturas antes que en el Creador) y la soberbia de los propios razonamientos humanos: “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios se hicieron necios, y cambiaron la gloria de Dios incorruptible, en semejanza de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y reptiles. Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. Por esto, Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío. Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación...”
El homosexualismo y el
lesbianismo, obras aberrantes de la carne, el mundo y el diablo, pueden ser
también consecuencia de muchas heridas causadas por el medio familiar y social:
abuso sexual, rechazo al sexo, cuando
los padres y familiares deseaban un bebé del sexo opuesto; decepciones
sentimentales por rechazos o traiciones; maltrato del padre hacia la madre, o
infidelidad de cualquiera de los padres, que puede conducir al joven a rechazar
toda relación matrimonial, etc.
Cuando el homosexual o la
lesbiana, reconocen este estado como pecado, y aceptan a Cristo como su Señor y
Salvador, y piden perdón por todo pecado que haya traído esta maldición a sus
vidas, y perdonan a quienes los violaron o los pervirtieron o rechazaron su
sexo, o hirieron sus sentimientos en una u otra forma, y entregan a Cristo esos
recuerdos así como toda la contaminación que vino a sus corazones, y renuncian
a toda aberración sexual y a toda cadena desde sus antepasados, y rinden esta
áreas al Señor, entonces Jesucristo no sólo los perdona sino que también les da
la potestad para ser hechos hijos de Dios o sea para nacer de nuevo (Jn. 1:
12), los limpia de todas sus inmundicias (1ª Jn. 1: 9) y les da el poder del
Espíritu Santo para que comiencen una nueva vida (Tit. 3: 3-7).
12. 4. Diferencias en sus deberes como esposos:
v
Él es la cabeza de su mujer como Cristo lo es de
su iglesia (Ef. 5: 23) y debe amarla también como Cristo amó a su iglesia y
entregó su vida por ella (Ef. 5: 25); no debe ser áspero con ella (Col. 3:19),
sino sabio, dándole honor como a vaso más frágil, y como a coherederas de la
gracia para que sus oraciones no tengan estorbo (1ª P. 3: 7). Un vaso frágil es algo tan fácil de
quebrar y una vez que se rompe es imposible de restaurar. En el caso de la
mujer, sólo Cristo puede hacer el milagro de la restauración.
v
La mujer debe estar sujeta a su marido en todo,
como la iglesia está sujeta a su marido que es Cristo (Ef. 5: 24; 1ª P. 3: 1) y
si su marido es inconverso, debe ganarlo mediante una conducta recta,
respetuosa, sencilla y afable (1ª P.3: 1-5). Es ella la llamada a edificar su
casa con sabiduría (Pr. 14: 1) y sus virtudes deben ser acordes con las de la
mujer descrita en Proverbios 31: 10-30. Debe además, ser la ayuda idónea para
llenar la soledad de su marido (Gn. 2: 18).
12. 5. Objetivos del matrimonio
v Procreación de la familia y multiplicación de la raza humana (Gn. 1: 28).
v Procreación de la familia y multiplicación de la raza humana (Gn. 1: 28).
v
Deleite mutuo de la pareja (Pr. 5: 18-19; Ec. 9:
9; Cnt.).
v
Muro de contención contra el pecado (1ª Co. 7:
3-5).
12. 6. Deberes mutuos como padres:
12. 6. Deberes mutuos como padres:
Deben criar a sus hijos en
disciplina y en el conocimiento del Señor pero no provocarlos a ira (Ef. 6: 4),
ni exasperarlos para que no se desalienten (Col. 3:21); castigarlos pero con
dominio propio (Pr. 19: 18); instruirlos desde niños (Pr. 22: 6; Pr. 23:
13-14), guiándolos en sabiduría, sin consentirlos (Pr. 29: 15), pero siendo tan
compasivos con ellos como Dios se compadece de los que le temen (Sal. 103:13) y
de los que lo buscan arrepentidos (Lc. 15: 11-32) haciéndolo todo con amor (1ª
Co. 16: 14).
12. 7. Deberes de los hijos:
Obedecer a sus padres en
todo (Col. 3: 20) y honrarlos para recibir la promesa del Señor: “Hijos obedeced en el Señor a vuestros padres,
porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer
mandamiento con promesa; para que te vaya bien y seas de larga vida sobre la
tierra” (Ef. 6: 1-3). Los hijos han de oír la instrucción de su padre y
guardar sus mandamientos; no menospreciar la dirección de la madre ni dejar sus
enseñanzas (Pr. 1: 8; 6: 20-22; 13: 1); darles alegría (Pr. 15: 20; 23:25); no
tenerlos en menos en la vejez (Pr. 23: 22); jamás maldecirlos (Pr. 20: 20; Mr.
7: 10) ni escarnecerlos (Pr. 30: 17); tampoco robarlos (Pr. 19: 26). Todo lo
contrario, ayudarles en lo que les sea posible no haciendo como los fariseos
legalistas reprendidos por Jesucristo en Mr. 7: 11-12. Los jóvenes deben evitar
las compañías de prostitutas que les roben su dinero (Pr. 29: 3) y cacen su
alma (Pr. 6: 26); huir de la fornicación (1ª Co. 6: 15-20) y el adulterio (Pr.
7; He. 13: 4), y nunca contraer matrimonio con incrédulos (2ª Co. 6:14-18;
7:1).
12. 8. La familia en la
sociedad
12. 8. 1. Deberes como empleados
Obedecer a los patronos con
corazón sencillo y sincero, temiendo a Dios y haciendo todo como para Él,
sabiendo que el bien que cada uno hiciere, ese recibirá del Señor, haciéndolo
todo con agrado de acuerdo a la voluntad divina, como siervos de Cristo y no
como para los hombres (Ef. 6: 5-7; Col. 3: 22-24); no haciendo lo malo (Dn. 6:
22) y siendo sumisos con sus jefes ya sean buenos o sean malos (1ª P. 2: 8);
obrando en todo con honestidad y fidelidad (Gn. 39: 1-9; Is. 33: 5-16; Dn. 6: 4); no acusando a
sus compañeros (Pr. 30: 10; Dn. 6: 13, 24); testificando de Dios ante sus
superiores (Dn. 6: 20-22); hablando con sabiduría e inteligencia (Dn. 1:19-20);
siendo prudentes en todo (Pr. 17: 2); cuidando los intereses de su patrón (Pr.
27: 18; Mt. 25: 14-30); haciéndose
merecedor de toda su confianza (Gn. 39: 6) y orando a Dios fervorosamente (Dn.
6: 10).
12. 8. 2. Deberes como patronos
Seleccionar empleados
temerosos de Dios (Gn. 30:27; 39: 3-5), bajo la guía del Espíritu Santo Ro. 8:
14); hacer lo justo y recto con los empleados (Col. 4: 1), sin amenazarlos ni
hacer acepción de personas (Ef. 6: 9), pagándoles a tiempo lo que les
corresponda (Dt. 24: 4-15), sin engañarlos para no provocar la ira de Dios
(Mal. 3: 5; Stg. 5: 1-4); buscar una correcta comunicación con los empleados, y
entre ellos (Gn. 11: 6-8), procurando el mutuo acuerdo (Am. 3:3; 1ª P. 3: 8),
escuchándolos y aceptando sus quejas (Job 31: 13-14) y antes sirviéndoles con
amor, porque el que quiera ser el mayor, tiene que ser primero, servidor (Mt.
20: 25-27).
12. 8. 3. Deberes
como ciudadanos
Andar en sujeción a la autoridad (Ro.
13: 1-5; 1ª P. 2: 13-14), excepto cuando el obedecer a la autoridad implica
desobedecer a Dios (Hch. 4: 19; 5: 29); ser sabios para con los inconversos
aprovechando bien el tiempo, hablando con gracia y sazón. y sabiendo lo
correcto que hay que responder a cada uno (Col. 4: 5-6); haciendo siempre el
bien (Gá. 6: 9), para acallar la ignorancia de los insensatos (1ª P. 2: 15);
manteniendo siempre las buenas maneras entre los que no conocen a Dios y nos
atacan, para que al ver nuestras buenas obras glorifiquen al Señor (Mt. 5: 16;
1ª P. 2: 12); estando siempre preparados para presentar defensa de nuestra fe
en Cristo con mansedumbre y reverencia (1ª P. 3: 15); con gentileza (Fil. 4: 5)
y sin murmuraciones ni contiendas (Fil. 2: 14); bendiciendo a los que nos
persiguen, participando del gozo y de la tristeza de los que nos rodean,
asociándonos con los humildes, no creyéndonos sabios, ni pagando mal por mal, procurando
lo bueno delante de todos y tratando de estar en paz con todos, dejándole
siempre todo a Dios, haciendo bien a nuestros enemigos, y venciendo lo malo con
lo bueno (Ro. 12: 14-21); no debiendo
nada a nadie; amándonos unos a otros (Ro. 13: 7-8), pues en eso es que
conocerán todos que somos discípulos de Cristo (Jn. 13: 35).
12. 8. 4. Deberes como mayordomos de Dios
Administrando sabiamente
los talentos que el Señor nos ha entregado, haciéndolos fructíferos, porque de
cada uno tendremos que rendir cuentas a Dios (Mt. 25: 14-30); esforzándonos en
cumplir las tareas que el Señor nos ha encomendado (Lc. 17: 10); cumpliendo
toda obligación tributaria (Mt. 17: 25-27; Lc. 20: 25); diezmando y ofrendando
(Mal. 3: 8-12; Mt. 23: 23; 1ª Co. 4: 2; 2ª Co. 9: 6-13); administrando con
fidelidad los talentos que el Señor nos ha confiado (Mt. 25: 25-29); dando
prioridad a lo más importante de la ley (Mt. 23: 23) de Dios: la justicia (Pr.
11: 8; 14: 34; 21:3, 21; 29: 2; Is. 1: 16-31; 32: 17; 33: 15-17); la misericordia (Is. 58:
7-12; Os. 6: 6; Mi. 6: 8; Mt. 25: 34-40; Lc. 10: 30-37) y la fe (Mt. 8: 5-12;
17: 17; Mc. 16: 14; He. 11: 6); velando en todo tiempo (Mt. 24;42-51; Mr. 13:
33-37), guiados en todo por el Espíritu Santo (Ro. 8: 14).
12. 8. 5. Deberes como ministros de Dios
Apacentando el rebaño del
Señor (Jn. 1: 7), cuidándolo no por fuerza sino voluntariamente; no por
ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como los que tienen señorío
sobre los que están bajo su cuidado, sino siéndoles ejemplo (1ª P. 5: 2-3).
Cada uno según el don que haya recibido de Dios, debe ministrarlo a los otros
como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios y haciéndolo todo
para su gloria (1ª P. 4: 10-11); procurando con diligencia presentarse a Dios,
aprobados, como obreros que no tienen de qué avergonzarse, que usan bien la
palabra de verdad (2ª Ti. 2: 15); como
vasos para honra (2ª Ti. 2: 20-21); huyendo de las pasiones y siguiendo la
justicia, la fe, el amor y la paz; con corazón limpio, invocando al Señor; desechando
lo necio y lo insensato y toda contienda; siendo amables, preparados para
enseñar, sufridos, mansos para corregir a los opositores (2ª Ti. 2: 22-25);
predicando la palabra en todo tiempo, redarguyendo, reprendiendo y exhortando,
con toda paciencia y doctrina (2ª Ti. 4: 2); mirando a los demás como a
iguales, tratando de ganarlos para Dios (1ª Co. 9: 19-22); andando en
integridad y en justicia; hablando siempre verdad, no calumniando ni haciendo
mal al prójimo, ni admitiendo reproche contra él, honrando a los que temen a
Dios, no cambiando de parecer a pesar de las consecuencias, ni dando dinero a
usura ni admitiendo cohecho (Sal. 15); buscando el camino de la perfección, sin
hacer fraude (Sal. 101: 6-7); irreprensibles, maridos de una sola mujer, no
soberbios ni iracundos, no dados al vino ni pendencieros, no codiciosos de
ganancias deshonestas, sino hospedadores, amantes de lo bueno, sobrios, justos,
santos, dueños de sí mismos, retenedores de la palabra fiel, para poder
exhortar con sana enseñanza (Tit. 1: 6-9); prudentes, decorosos, apacibles;
buenos gobernadores de casa, teniendo a los hijos en sujeción, no neófitos; de
buen testimonio, para que no caigan en descrédito ni en el lazo del diablo (1ª
Ti. 3: 2-7); temerosos de Dios (Sal. 61: 4-5).
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EVALUACIÓN
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1.
Enumere
tres igualdades entre el hombre y la mujer
2. Explique los deberes del esposo
2. Explique los deberes del esposo
3. Explique
los deberes de la esposa
4. Cuál es la bendición que Dios promete a los hijos que honran a sus padres?
4. Cuál es la bendición que Dios promete a los hijos que honran a sus padres?
5.
Enumere
cinco deberes del ciudadano cristiano
6. Coloree en su Biblia y trate de
memorizar Gn. 1: 27; 2: 24; Sal. 1: 1-3; 103: 13; Pr. 14: 1; 31: 10, 30; Ro.
12: 21; Ef. 6: 2-3; Fil. 4: 5; 1ª P. 2: 15; 3: 15.
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LECCIÓN
13 __________________________________________________________________________________
EL PERFIL DEL DISCÍPULO
“En
esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos por
los otros”(Jn. 13: 35).
OBJETIVOS:
Conocer
las características que deben distinguir al discípulo de Cristo.
“Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y hallaréis
descanso para vuestras almas” (Mt. 11: 29).
“El que dice que permanece en ÉL (en Cristo)
debe andar como ÉL anduvo” (1ª Jn. 2:6).
“El que cree en mí, las obras que yo hago, él las hará también...”
(Jn. 14: 12).
“Pues para esto fuimos llamados.; porque también Cristo padeció
por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigamos sus pisadas; el cual no hizo
pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía
con maldición; cuando padecía no amenazaba, sino encomendaba la causa al que
juzga justamente” (1ª P. 2: 21-23).
¿Cómo podremos seguir las
pisadas de Jesús?. Por nuestras propias fuerzas nunca lo podremos conseguir
(Jn. 15: 5). Será el Espíritu Santo el que nos ayude a crucificar nuestra carne
bajo los pies de Cristo (Ro. 6: 6; Gá. 2: 20 y 5: 24-25; Ef. 4: 22-24; Fil 2:
5-11; Tit. 3: 3-7).
“Mas el fruto del Espíritu es amor,
gozo, paz. paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza...” (Gá. 5: 22-23).
13. 1. Desarrollando el carácter de Cristo por el fruto del
espíritu santo
Analicemos un poco el
significado de las nueve virtudes o “partes” que conforman el Fruto del
Espíritu Santo:
13. 1. 1. Amor: Del griego “agapau”, que significa ternura, entrega,
sacrificio por el ser amado. El mayor ejemplo de este amor está escrito en Juan
3: 16: “Porque de tal manera amó
Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en Él
cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Este es el amor del
Padre. El amor del Hijo, Él mismo lo describe como amor “fileus” (amor del amigo), en Juan 15: 13: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga
la vida por sus amigos”.
El apóstol Pablo describe el amor como el vínculo perfecto, el que
compacta el fruto:
”Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de
entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de
paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros, si alguno
tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también
hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor que es el vínculo
perfecto” (Col. 3: 12-14). “El amor es
sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se
envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda
rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre,
todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser...” (1ª Co. 13:
4-8).
13. 1. 2. Gozo: Del griego “chara”,
que significa alegría, deleite, contentamiento. No es solamente la alegría por
el éxito o por lo bueno que nos suceda; es el contentamiento en el espíritu,
que hizo que Pablo y Silas, encadenados y encarcelados en el cepo, cantaran
himnos a Dios (Hch. 16: 22-25); es el gozo que sintieron Pedro y Juan después
de ser maltratados por predicar la palabra de Dios (Hch. 5: 41); es el gozo de
Dios cuando un pecador se arrepiente (Lc. 15: 5, 7, 32).
13. 1. 3. Paz: Del griego “eirene”
(en hebreo, shalom), traduce
tranquilidad, quietud, reposo, armonía, orden, seguridad, confianza, bienestar
espiritual, carencia de ansiedad, descanso. Es la paz que sobrepasa todo
entendimiento y que recibimos de Dios cuando le entregamos nuestro afán (Fil.
4: 6-7).
13. 1. 4. Paciencia: Del griego “makrothumia”, que combina las ideas
longanimidad (perseverancia o resistencia) y ecuanimidad (no enojarse ni
vengarse), en dimensiones divinas. Es esperar en el Señor sin perder la
confianza ni admitir la derrota, ni airarse, ni perder el control, manifestando
tolerancia hacia los demás
13. 1. 5. Benignidad: Del griego
”chrestotes”, significa amabilidad,
dulzura, compasión, misericordia, y conduce a la bondad.
13.1.6.
Bondad: Del
griego “agathousune”, es la capacidad
de hacer lo bueno y la incapacidad para hacer lo malo. En otras palabras bondad
es la práctica de la benignidad. Podríamos resumir que benignidad es lo que
sentimos, y bondad es lo que hacemos.
13. 1. 7.
Fe: Del
griego “pistis”, significa fidelidad,
confiabilidad, seguridad, certeza, convicción, plena confianza.
13. 1. 8.
Mansedumbre: Del
griego “praotes”, que quiere decir
sumisión, moderación, humildad, control sobre la ira; no es cobardía ni
debilidad; Jesucristo era manso, pero cuando encontró a los mercaderes en el
templo, entró en santa ira y los arrojó a látigo. Moisés era manso pero cuando
encontró al pueblo de Israel entregado a la idolatría, rompió las tablas de la
ley, demostrando así su celo por la obra de Dios. Si observamos un caballo, es
un animal muy fuerte, pero una vez que ha sido amansado, controla su fuerza,
haciéndose dócil.
13. 1. 9.
Templanza: Del
griego “enkrateia”, es el dominio
propio sobre los sentidos, manteniéndolos en sujeción.
Ahora que hemos analizado
las nueve virtudes del fruto del Espíritu Santo, lo podemos comparar con una
naranja: la naranja es un solo fruto que tiene muchas divisiones como ‘tajadas”
envueltas en una capa protectora que las une. Si a cualquiera de estas tajadas
se le quita la capa protectora, queda separada del resto del fruto, se pudre,
se seca, muere.
En el fruto del Espíritu Santo, la capa protectora que conserva el fruto, es el amor. Por eso es el mayor de todos (1a Co. 13: 13). “Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto” (Col. 3: 14).
Y así como la fe obra por el amor (Gá. 5: 6), las demás virtudes del fruto del Espíritu Santo deben estar cubiertas por el amor, para que puedan permanecer y manifestarse en el creyente: El amor todo lo cree (1ª Co. 13: 7), por lo tanto produce fe. El gozo aun en medio de la prueba sólo lo puedo sentir cuando tengo fe (que obra por el amor) en que Dios me dará la victoria. La paz la siento cuando a pesar de las circunstancias, yo le entrego mis problemas al Señor, porque creo en su fidelidad (Fil. 4: 6-7). La paciencia es el resultado de mi confianza en Dios y de mi amor por Él. La benignidad, la bondad y la mansedumbre, sólo las puedo manifestar cuando el amor de Dios llena mi corazón. La templanza es manifiesta en mí cuando creo que soy templo de Dios y como amo a Dios, respeto su templo que es mi cuerpo y porque también me amo, lo guardo de todo exceso y de toda contaminación.
Pero, ¿Cómo se manifestó en Jesucristo el fruto del Espíritu Santo?. Sólo tomaremos unos pocos ejemplos y comprobaremos cómo solamente por el amor, se pueden dar las demás virtudes de fruto del Espíritu:
En el fruto del Espíritu Santo, la capa protectora que conserva el fruto, es el amor. Por eso es el mayor de todos (1a Co. 13: 13). “Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto” (Col. 3: 14).
Y así como la fe obra por el amor (Gá. 5: 6), las demás virtudes del fruto del Espíritu Santo deben estar cubiertas por el amor, para que puedan permanecer y manifestarse en el creyente: El amor todo lo cree (1ª Co. 13: 7), por lo tanto produce fe. El gozo aun en medio de la prueba sólo lo puedo sentir cuando tengo fe (que obra por el amor) en que Dios me dará la victoria. La paz la siento cuando a pesar de las circunstancias, yo le entrego mis problemas al Señor, porque creo en su fidelidad (Fil. 4: 6-7). La paciencia es el resultado de mi confianza en Dios y de mi amor por Él. La benignidad, la bondad y la mansedumbre, sólo las puedo manifestar cuando el amor de Dios llena mi corazón. La templanza es manifiesta en mí cuando creo que soy templo de Dios y como amo a Dios, respeto su templo que es mi cuerpo y porque también me amo, lo guardo de todo exceso y de toda contaminación.
Pero, ¿Cómo se manifestó en Jesucristo el fruto del Espíritu Santo?. Sólo tomaremos unos pocos ejemplos y comprobaremos cómo solamente por el amor, se pueden dar las demás virtudes de fruto del Espíritu:
- Vimos que la mayor manifestación del amor de Jesucristo, fue su sacrificio por nosotros. Y aun en medio de la humillación, el vituperio, el escarnio, el dolor, nos amó lo suficiente como para pedir clemencia al Padre: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc. 23: 34).
- Por amor, sintió compasión por las multitudes que estaban “como ovejas que no tienen pastor y comenzó a enseñarles muchas cosas” (Mr. 6: 34).
- Por amor, sintió compasión de los enfermos y los sanó (Mt. 14: 14 etc.).
- Por amor, sintió compasión de las multitudes hambrientas y les dio de comer (Mr. 6: 34-44; 8: 2-9).
- Así, el amor produjo misericordia (benignidad), y la misericordia, el hacer lo bueno (bondad), a través de los milagros, por la fe que obra por el amor (Gá. 5: 6).
- Por amor, Jesús también tuvo paciencia para no enojarse con sus discípulos cuando los encontró durmiendo, porque no pudieron velar una hora en oración (Mr. 14: 37-42).
- Por amor a nosotros, se sometió al Padre en mansedumbre total cuando le dijo: “Padre, si quieres pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad sino la tuya” (Lc. 22: 43).
- Por amor, también sobreabundó en mansedumbre y paciencia, como para soportar el arresto, las burlas, las humillaciones, el escarnio, los escupitajos, los azotes, etc., de que fue objeto, aunque hubiera podido orar al Padre para que le enviara sus ángeles a defenderlo. Pero Él lo soportó todo por amor, “para que se cumplieran las Escrituras” y el plan de salvación para nosotros (Mt. 26: 53-54).
- También por amor, su corazón se regocijaba por cada oveja que se convertía (Mt. 18: 10-13; Lc. 15: 3-32).
- Por amor, Él mismo se hizo la paz verdadera que viene a nuestro corazón, para que no nos turbemos ni tengamos miedo (Jn. 14: 27: 16: 33), y reconcilió al hombre con Dios por el sacrifico de su sangre (Col. 1: 20), llevando Él mismo el castigo de nuestra paz (Is. 53: 5).
- Por amor, ayunó cuarenta días y cuarenta noches, manifestando una extraordinaria templanza (dominio propio), al resistir la tentación de convertir las piedras en pan (Mt. 4: 1-4), y después tomó vinagre “para que se cumplieran las Escrituras” (Jn. 19: 28-29).
- Y es el amor la síntesis de su ley: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos por los otros” (Jn. 13: 34-35).
-
13. 2. El ejemplo de Pablo (Fil. 3: 17).
El apóstol Pablo, sin ser de los doce
discípulos que anduvieron con Jesús durante su ministerio aquí en la tierra,
fue llamado personalmente por Jesucristo (Hch. 9: 3-6; 1ª Co. 15: 8; Gá. 1:
15), convirtiéndose de encarnizado perseguidor de los cristianos a fiel y
consagrado siervo del Señor (Hch. 9: 1-30; 13: 2-28:31).
En
Pablo se cumplió muy bien la palabra de Jesucristo dicha en Mateo 16: 24 “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a
sí mismo, y tome su cruz y sígame”.
Siendo doctor de la ley y
fariseo de familia notable (Hch. 22:3; 23: 6; Ro. 11: 1; Fil. 3: 5), renuncia a
todos sus privilegios para someterse por amor a Cristo (Hch. 20: 23-24; Fil. 3:
7-8), a persecuciones, azotes, peligros, trabajos, fatigas, desvelos, fríos,
hambres, sed, desnudez, cárceles, bofetadas, maldiciones, calumnias, etc.(Hch.
14: 19; 16: 22-24; 20: 18-24; 21: 27-36; 22: 22-24; Ro. 8: 35-36; 1ª Co. 4:
11-13; 2ª Co. 1: 8-9; 4: 7-11; 6:4-10;
11: 23-37; 12: 10; Fil. 4: 11-13; 2ª Ti. 3: 11; etc.), ). Desde sus prisiones
continúa predicando con denuedo a Jesucristo (Ef. 3: 1; Fil. 1: 7; Col. 4: 3,
10, 18; Flm. 1, 9; etc.), y termina viviendo en una casa alquilada que no es
otra cosa que una casa por cárcel (Hch. 28: 30-31) porque dice:“ la palabra de Dios no está presa...” y “Todo
lo soporto por amor a los escogidos...” (2ª Ti. 2: 8-11).
Cuando leemos sus preciosas
cartas, nos conmueve su celo por la obra de Dios (2ª Co. 11: 2-3; 28-29, etc.),
su amor (2ª Co. 4: 15; 2ª Ti. 2: 10; etc.), su oración intercesora (Ro. 1: 8-9;
Ef. 1: 16; 3: 14-19; Col. 1: 3-12; 1ª Tes. 1: 2; 2ª Tes. 1: 11; etc.), su valor
y su entereza para afrontar los obstáculos (Ro. 5: 3-5; 2ª Co. 4: 7-18; 6:
3-10; Fil. 4: 11-13; 1ª Tes. 2: 1-2; 2ª Ti. 3: 10-12; etc.) y su fidelidad a
pesar de las adversidades (2ª Ti. 4: 7). ¿Cuántos discípulos hizo?. No lo
sabemos. Lo cierto es que todos los desampararon en momentos bien críticos y
sólo el Señor le dio fuerzas para continuar testificando de Él a los
inconversos (2ª Ti. 4: 16-17). Poco antes de ser sacrificado (2ª Ti. 4: 6) pudo
afirmar: “He peleado la buena
batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.” (2ª Ti. 4: 7).
Que Dios nos ayude a imitar su ejemplo.
EVALUACIÓN
5. ¿En qué conocerán todos que somos discípulos de Jesucristo? Cite el texto que lo afirma _____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________ Haga 6. Haga un estudio de la vida de Pablo incluyendo sus cuatro viajes, descritos en el libro de los Hechos de los Apóstoles.
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LECCIÓN 14
DISCERNIENDO LOS
PROPÓSITOS DE DIOS.
“Como son más altos los cielos que la tierra,
así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que
vuestros pensamientos” (Is. 55: 9)
OBJETIVOS
Discernir y comprobar que la voluntad de Dios siempre es buena,
agradable y perfecta (Ro. 12: 2).
14. 1. Es para nuestro bien
“Y sabemos que a los que aman a Dios todas las cosas les ayudan a
bien, esto es, a los que conforme a sus propósitos son llamados”. (Ro.
8: 28)
Para que la salvación
llegue a determinadas personas, a veces tendremos que pasar dificultades que en
ese momento no entendemos, pero cuando el Señor ha cumplido su propósito, se
hace manifiesta la razón del sufrimiento que entonces se convierte en gloria
para Dios: “Por tanto, no nos
desanimamos. Al contrario, aunque por fuera nos vamos desgastando, por dentro
nos vamos renovando día tras día. Pues los sufrimientos ligeros y efímeros que
ahora padecemos producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo
sufrimiento. Así que no nos fijamos en lo visible sino en lo invisible, ya que
lo que se ve es pasajero, mientras que lo que no se ve es eterno” (2ª
Co. 4: 16-18, Nueva Versión Internacional).
Si nos ponemos a analizar
cómo llegamos muchos de los creyentes a la reconciliación con Cristo, la gran
mayoría tuvimos que pasar muchas aflicciones para que entendiéramos la
necesidad de volver nuestros ojos a Él: “Porque la tristeza que es según Dios, produce arrepentimiento
para salvación” (2ª Co. 7: 10). Otros pasajes: Hch. 14:
22; Fil. 3: 8.
Una vez reconciliados con Cristo,
tendremos que pasar por un entrenamiento especial, si es que queremos ser
útiles para el servicio de Dios y, a la vez, crecer espiritualmente en el
conocimiento de la palabra divina. El
dolor es un medio muy eficaz de entrenamiento que Dios utiliza, a veces, para
perfeccionar su obra en nosotros: “Bendito sea El Señor, mi Roca, quien adiestra mis manos
para la batalla y mis dedos para la guerra”
(Sal. 144: 1). Sólo cuando hemos pasado por el horno
de la prueba y del sufrimiento podemos conocer la gloria de Dios. Es cuando la
situación se torna difícil o imposible para nuestras propias fuerzas, que Dios
puede manifestar su poder y su soberanía:
“En
el día del bien goza del bien; y en el día de la adversidad considera. Dios
hizo tanto lo uno como lo otro, a fin de que el hombre nada halle después de Él (Eclesiastés 7: 14). “...Yo, que formo la luz y creo las
tineblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo El Señor soy el que hago
todo esto” (Is. 45: 6-7).
- 2. Orígenes del dolor
La aflicción en el creyente tiene
cuatro orígenes:Una prueba, una disciplina, un propósito de Dios o un ataque
del enemigo cuando trata de impedir que una bendición de Dios llegue a nuestras
vidas. En realidad, en todos los casos existe un propósito de Dios y siempre
podremos comprobar que todo el sufrimiento fue para nuestro bien (Ro. 8: 28).
14. 3. Beneficios del dolor.
14.3. 1.
En la prueba: “Y meteré en el fuego a la tercera parte, y los fundiré como se funde la plata y los
probaré como se prueba el oro. Él invocará mi nombre y yo le oiré y diré:
Pueblo mío, y él dirá: El Señor es mi Dios” (Zac. 13: 9). Nuestra fe y
nuestra paciencia son perfeccionadas y crecemos espiritualmente: “Hermanos míos, tened por
sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de
vuestra fe produce paciencia” (Stg. 1: 2-3). Leer también
Romanos 5: 3-5 y 1ª Pedro 1: 6-9.
Ejemplo: En Job 42: 1-6 vemos que
el conocimiento de Job acerca de Dios se ha multiplicado cuando dice: “De oídas había oído hablar de
ti; mas ahora mis ojos te ven” (Job 42: 5). Y ese
conocimiento crece aún más cuando el Señor enseña a Job a orar por aquellos que
lo están juzgando, para luego restaurarle con el doble de lo que satanás le
quitó (Job 42: 10).Leer también Jue. 3: 1-4; Sal. 66: 10-12; Gál. 4: 13-14.
14.3. 2. En la disciplina: Dios
perfecciona su obra en nosotros, corrigiéndonos
con amor
cuando desobedecemos sus mandamientos: “Hijo mío no menosprecies la disciplina del
Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por Él; porque el Señor al que ama
disciplina y azota a todo el que recibe
por hijo. Si soportáis la disciplina,
Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no
disciplina?” (He. 12: 5-7). Leer también Jue. 2: 19-23; Sal.
94: 12-13; 119: 71; Pr. 3: 11-12; Job 5: 17-18.
Ejemplo: El rey David debe soportar la muerte de su hijo cuando Dios
lo disciplina por su adulterio y el
asesinato premeditado de Urías (2ª S. 12: 1-25; Sal. 32: 1-5 y 51: 1-17).
14. 3. 3. Un ataque del enemigo: satanás siempre buscará robarnos las bendiciones de Dios.
Pero allí es donde el Señor nos entrena como guerreros de oración (Jue. 3:
1-2), para que su gloria y su poder se hagan manifiestos en la guerra
espiritual. Un buen ejemplo lo encontramos en Mr. 4: 35-41 y 5:1-43: Jesucristo iba a liberar al endemoniado
gadareno y a resucitar la hija de Jairo; cuando el enemigo trata de impedirlo
levantando una tempestad para hundir la barca donde viaja Jesús; éste reprende
la tempestad y se hace la calma, manifestándose así la gloria de Dios.
- 3. 4. Un propósito especial de Dios. Ejemplos:
- El propósito más grande de Dios fue enviar a su Hijo Jesucristo para que se ofreciera en sacrificio vivo por nuestros pecados. Pero para que se cumpliera este propósito, cuánto tuvo que padecer el Señor Jesús (He. 12:2-3; 1° Pedro 3:18).
- El Señor endureció el corazón del faraón para que su gloria se pudiera manifestar en la liberación de su pueblo y el majestuoso paso del Mar Rojo: “El Señor dijo a Moisés: Entra en la presencia de Faraón; porque yo he endurecido su corazón y el corazón de sus siervos, para mostrar entre ellos estas mis señales y para que cuentes a tus hijos y a tus nietos las cosas que yo hice en Egipto, y mis señales que yo hice entre ellos; para que sepáis que yo soy el Señor" (Ex. 10: 1-2). Leer también Ex. 4: 21; 10: 20, 27; 11: 10; 14: 4, 8, 15-30; Is. 63: 11-14; Ro. 9: 17; etc.).
- José, el hijo de Jacob, tuvo que ser vendido por sus hermanos, calumniado y hecho prisionero, y permanecer mucho tiempo en la cárcel, siendo inocente, para que el pueblo de Israel no muriera de hambre (Gn. Capítulo 37 y capítulos 39 al 50) “Entonces José dijo a sus hermanos: ...Yo soy José, vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto... no os entristezcáis ni os pese haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros” (Gn. 45: 4-8). “Y les respondió José: No temáis; ¿Acaso estoy yo en lugar de Dios? Vosotros pensasteis mal contra mí, más Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener con vida a mucho pueblo” (Gn. 50: 19-20).
- El apóstol Pablo y Silas tuvieron que ser encarcelados para que el carcelero y su familia se convirtieran (Hch. 16: 12-39;) y se fundara la iglesia de Filipos (Fil. 1:1; 1°Tes. 2: 2).
- El mismo Pablo tuvo que soportar un aguijón (un mensajero de satanás) para que no se enalteciera por las revelaciones de Dios (2ª Co. 12: 7-10).
- El pueblo de Israel fue endurecido por Dios para que los gentiles, esto es, nosotros que no éramos su pueblo, alcanzáramos la salvación: “...los israelitas se han endurecido en parte, pero sólo hasta que hayan entrado todos los que no son de Israel. Cuando esto suceda, todo Israel alcanzará la salvación, pues la Escritura dice: ‘El libertador vendrá de Sion y apartará de Jacob la maldad. Y esta será mi alianza con ellos, cuando yo quite sus pecados’” (Romanos 11:25-27, versión Dios Habla Hoy). Otros pasajes: Is. 6: 9-13; Mt. 13: 13-15; Hch. 28: 25-28; Ro. 9: 15, 18, 25; 11: 7-36; 1ª P. 2: 10. Bien profundo es este misterio. Como dijera el apóstol Pablo: “¡Oh profundidad de las riquezas, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!” (Ro. 11: 33).Además, la aflicción la utiliza Dios para bien porque:
- Desarrolla en nosotros el carácter de Cristo: “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo para que sigamos sus pisadas” (1ª P.2:21) Otros pasajes: Ro. 8: 16-18; Gá. 2: 20 y 5: 22-25; 1ª P. 2: 19-23 y 3: 13-18; Mr. 14: 36.
- Nos entrena para consolar a otros: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios” (2ª Co. 1: 3-4).
- Manifiesta, en todos los casos, la soberanía de Dios: “Todo lo que el Señor quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos” (Sal. 135:6). “¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que le Señor no mandó” (Lamentaciones 3:37). Otros pasajes: Sal. 115: 3; Ec. 7: 14; Is. 41: 9-20; 45: 5-7 y 55: 8-9; Lm.3: 21-39; Ro. 8: 18; 2ª Co. 4: 16-18.
- Nos purifica: “He aquí te he purificado y no como a plata; te he escogido en horno de aflicción” (Is. 48: 10).
Nuestra fe y nuestra paciencia se perfeccionan cuando aprendemos a
esperar en el tiempo de Dios, confiando en Él en alabanza y adoración: “El Señor es bueno, fortaleza en el día
de la angustia, y conoce a los que en él confían”
(Nah. 1: 7). “Bendito
aquel que confía en Dios y cuya confianza está en Dios. Porque será como el
árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y
no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde, y en el año de
sequía no se fatigará ni dejará de dar fruto”
(Jer. 17: 7-8).
“No se deleita en la fuerza del caballo, ni se complace en la agilidad del
hombre. Se complace el Señor en los que le temen, y en los que esperan en su
misericordia” (Sal. 147: 10-11). “Pacientemente esperé al Señor, y se
inclinó hacia mi, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la
desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña y enderezó mis
pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán esto
muchos y temerán, y confiarán en el Señor” (Sal.
40: 1-3). Leer también 2ª Cr. 20; Job 1: 14-22; 19: 25-27; 31: 35; Sal. 18:
1-6; 37: 1-9; Hch. 16: 25-26.
“En todo somos más que vencedores, por medio de Jesucristo” (Ro. 8: 28-39), si estamos sometidos a la Palabra de Dios,
pendientes de lo que Él nos quiere enseñar, como nos dice en Oseas 2 :14: “Pero he aquí que yo la atraeré y la llevaré al
desierto y hablaré a su corazón”.
EVALUACIÓN
- Explique, con sus palabras, qué beneficios puede traernos el sufrimiento.________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
- Enumere y explique los orígenes del dolor en el creyente.________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
- Escudriñe en Nm. 13: 17-33; 14: 1-35; 20: 2-13 y los Salmos 78, 105 y 106 y diga por qué el pueblo de Israel estuvo cuarenta años en el desierto, sin lograr alcanzar la tierra prometida.
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- Investigue por qué el profeta Daniel y sus compañeros fueron respaldados por Dios.
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- Lea 2ª Ti. 2: 8-10 y diga por qué y para qué soporta Pablo todas sus penalidades
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