LECCIÓN 1
CONOCIENDO LAS SAGRADAS ESCRITURAS
“Lámpara es a mis pies tu
palabra y lumbrera a mi camino” (Salmos 119: 105).
Que el lector se capacite en el manejo
de la Biblia y en las formas de analizarla, para su comprensión.
1.
1. Qué es la Biblia
“Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis
bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta
que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones...
porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos
hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo“ (2ª Pedro. 1: 19 -21).
La Biblia es la palabra de Dios, escrita originalmente en Arameo,
Hebreo y Griego, por profetas de Dios, que recibieron la revelación divina por
el Espíritu Santo.
Y así como al comprar un
computador no podemos disfrutar de sus múltiples beneficios si no hemos hecho
un curso de computación, asimismo no podremos manejar correctamente nuestra
vida y alcanzar las bendiciones de Dios si no conocemos su palabra. Por tanto
podemos decir que la Biblia
es el verdadero manual para el discípulo de Cristo.
La Biblia es una pequeña
biblioteca dividida en dos grupos: Antiguo y Nuevo Testamento. En sí, biblia
significa propiamente “Los libros”, y desde el punto de vista bíblico “Las Santas Escrituras” (Ro. 1: 2).
El Antiguo Testamento narra
desde la creación de todo lo que existe, hasta la época que precedió al
nacimiento de Jesús. De igual manera allí encontramos la Ley de Dios dada a
Moisés, los libros históricos, los libros proféticos que contienen la
revelación divina, y los llamados libros poéticos.
El Nuevo Testamento nos
ilustra el Propósito de Dios al enviarnos a su Hijo Jesucristo y lo podemos
dividir en:
v
Nacimiento del Redentor, su vida, muerte,
resurrección, y su ascensión al Padre después de haber cumplido su obra de
redención del hombre para con Dios, todo esto escrito en los cuatro evangelios.
v
El nacimiento de la Iglesia Cristiana y su
expansión, en el libro de los Hechos de los Apóstoles.
v
El verdadero significado de lo que debe ser la
vida del creyente, escrito en las veintiuna cartas de los apóstoles.
v
La revelación que Jesucristo dio al apóstol Juan
en el libro del Apocalipsis.
NOTA: Para un correcto
entendimiento de las Escrituras, se recomienda leer primero el Nuevo
Testamento, pues allí encontramos la Ley actualizada de Jesucristo. Si
empezamos a leer primero el Antiguo, podemos llegar a confundirnos con la
antigua ley de Moisés, que Cristo cumplió por la humanidad al vivir como hombre
pero sin cometer ningún pecado, absolviéndonos de la ley por su sacrificio en
la cruz (Mateo 5: 17; 2ª Corintios 5: 21; Hebreos. 4: 15; 9: 1-15; 10: 8-14; 1ª
P. 2: 21-25), escrito en el Nuevo Testamento. Cuando hayamos escudriñado este último,
estaremos en condiciones de entender mejor el Antiguo y complementar lo que
aprendimos en el Nuevo.
Precisamente, una de las
pruebas de que la Biblia es la palabra de Dios, es el cumplimiento en el Nuevo
Testamento, de las profecías escritas en el Antiguo. Por ejemplo, en Mateo 1:
22-23 encontramos el cumplimiento de lo dicho por el profeta Isaías en el
capítulo 7, versículo 14; en Mateo 8: 17 hallamos el cumplimiento de la
profecía dada por Dios a Isaías en el capítulo 53, verso 4; en la 1ª carta de San
Pedro, capítulo 2, verso 24, podemos comprobar que se ha cumplido lo anunciado
en Isaías, capítulo 53, verso 5; en Marcos 15: 28 se cumple la escritura dada
en Isaías capítulo 53, versículo 12;
etc.
Pero para entender esto, es
necesario explicar qué es un pasaje bíblico y cómo encontrarlo.
1. 2. Qué es un pasaje bíblico
Un pasaje bíblico es una
porción, grande o pequeña, tomada de la Biblia, a partir de un libro, un
capítulo y un verso o versículo, teniendo en cuenta que la Biblia se divide en
libros, cada libro se divide en capítulos y cada capítulo se divide en
versículos. Los capítulos están encabezados por números grandes y los versos o
versículos, por números pequeños. Cada libro tiene un nombre, que encontramos
en el índice o tabla de contenido. Ejemplos: Génesis, Salmos, 2° Samuel, 3ª de
Juan, etc. Cada uno de estos libros se divide en partes grandes, medianas o
pequeñas llamadas capítulos, y generalmente están numerados con números
grandes, y cada capítulo se divide en párrafos o trocitos pequeños llamados
versos o versículos y están numerados con números pequeños. Por ejemplo si
decimos que vamos a leer Juan l4: 6, Juan será el libro, 14 será el capítulo y
6 será el versículo. Mientras aprendemos el orden en que están incluidos los
libros en la Biblia, nos vamos al índice o tabla de contenido y buscamos el
evangelio de San Juan (no debemos confundir el evangelio de San Juan con las
tres cartas de San Juan; el evangelio es uno solo y se identifica como “Juan”, mientras que las cartas se
identifican como “1ª Juan”, “2ª Juan” y “3ª Juan”). Una vez que encontramos el
libro de San Juan buscamos en la columna del frente debajo de la abreviatura
PÁG., el número de la página donde comienza San Juan; buscamos dentro de la
Biblia dicha página y una vez hallado el libro, avanzamos al capítulo 14 y
dentro del capítulo 14, buscamos el verso 6; entonces podremos leer el texto o
pasaje Juan 14: 6 que dice: “Jesús
le dijo: Yo soy el camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por
mí”. Busquemos otro ejemplo: Hechos 4: 11-12. Buscamos en la tabla del
contenido, en qué página comienza Hechos de los Apóstoles, lo ubicamos en la
Biblia, y dentro del libro de los Hechos, buscamos el capítulo 4 y dentro del
capítulo 4 buscamos los versos 11 y 12 que dicen: “Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los
edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay
salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en que
podamos ser salvos”.
Cuando escribimos citas como
Juan 15: 1-7, por ejemplo, significa que debemos leer todos los versos de Juan
15 comprendidos entre el 1 y el 7. Cuando el pasaje consta de varios capítulos,
por ejemplo Juan 5: 46 - 6: 14, significa que debemos leer Juan, capítulo 5,
verso 46 en adelante hasta finalizar el capítulo 5 de Juan y continuar leyendo
Juan capítulo 6, versos desde el número 1 hasta el 14.
Cuando encontramos citas
como Juan l4: 6; l5: l6; l6: 23-24; etc., significa que debemos leer el verso 6
de Juan l4, el verso 16 de Juan 15 y los versos 23 y 24 de Juan 16. Citas como
Romanos 6: 12, 19, 22, nos indican que debemos leer estos tres versículos del
capítulo 6, para analizar un tema específico. Cuando encontramos citas como Ef.
2: 8-9a, nos están indicando que debemos analizar específicamente el verso 8 y
la primera parte del verso 9, dentro del capítulo 2 de la carta a los Efesios.
1.
3. Las
abreviaturas
Es básico memorizar las abreviaturas de cada uno de los libros que se encuentran en la
tabla de contenido, frente a cada nombre del respectivo libro. Ejemplos: Gn. es
la abreviatura de Génesis; 1° S, es la abreviatura del primer libro de Samuel;
Jn. es la abreviatura del evangelio de San Juan; 3ª Jn. es la abreviatura de la
tercera carta de Juan, etc. Entonces vemos que cita es la referencia o
representación de un pasaje o texto. Por ejemplo He. 4: 12 es la referencia o
cita, y el pasaje o texto es:
“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de
dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los
tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”. Otro ejemplo: Jer. 23: 29 es la cita y el pasaje es: “¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová, y
como martillo que quebranta la piedra?”.
Es importante aclarar que
algunas Biblias y libros utilizan un sólo punto entre el capítulo y los
versículos, para escribir una cita bíblica. Ejemplo: Mr. 1. 17 en lugar de Mr.
1: 17. Esto no debe confundirnos; sencillamente son equivalentes.
Otras guías que nos ayudan
mucho en el estudio de la
Biblia , son los paralelos, las notas al pie de página, y en
algunas Biblias, la concordancia. Para poder explicarlas tomaremos como
referencia la Santa
Biblia Reina Valera, revisión 1960, con concordancia y ayudas
especiales.
1.
4. Los
paralelos
En el capítulo 1 del
evangelio de San Mateo, hallamos un título que cubre el texto entre los versos
18 al 25, que dice “Nacimiento
de Jesús”. Debajo de este título encontramos escrito Lc. 2: 1-7, que
significa Lucas 2: 1-7, y quiere decir que en el evangelio de San Lucas,
capítulo 2, versos 1 al 7 también se narra el nacimiento de Jesús. Miremos otro
ejemplo en los versos l3 al 17 del capítulo 3 de Mateo. Este texto está
cubierto por el título “El
bautismo de Jesús”, y debajo de este título aparecen dos
referencias: Mr. l: 9-11 y Lc. 3: 21-22. Esto quiere decir que en el evangelio
de Marcos, capítulo 1, versos 9 al 11, y en el evangelio de Lucas, capítulo 3,
versículo 21 y 22, también se habla del bautismo de Jesús. Estos son los
paralelos.
1. 5. Las notas al pie de página
También nos serán de gran
utilidad. Si volvemos al evangelio de San Mateo, en el verso 23 del capítulo 1,
encontramos una letra muy pequeña. Significa que debemos mirar una nota al pie
de la página. Allí encontramos la misma letra pegada a 1: 23: Is. 7: 14.
Significa que en el libro de Isaías (Antiguo Testamento), se halla escrito en
el capítulo 7, verso 14, lo que ahora Mateo está narrando en el capítulo 1,
verso 23. Así, a través de las notas al pie de página también podemos hallar el
cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento, dadas en el Nuevo
Testamento, demostrando así la veracidad de las Sagradas Escrituras. Y como
estos ejemplos encontramos el cumplimiento en el Nuevo Testamento de multitud
de profecías escritas en el Antiguo. De igual manera, a través de las notas al
pie de página, podemos encontrar qué pasajes en general traen el mismo tema,
revelándonos así la unidad espiritual de los diferentes autores materiales de
los libros de la Biblia ,
bajo la guía del único autor intelectual: el Espíritu Santo.
NOTA: Algunas biblias no
traen dichas referencias al pie de página sino
al pie del texto. Otras en cambio traen el listado de notas al final de la Biblia.
1.
6. La
concordancia
La concordancia que algunas Biblias traen
es otra guía de estudio importantísima. Consta de una serie de palabras claves
que figuran en la Biblia y que han sido ordenadas alfabéticamente al final de
la misma, acompañadas de las principales citas bíblicas donde podemos
encontrarlas. Así, si por ejemplo queremos estudiar qué dice la Biblia sobre la
Salvación, buscamos en la concordancia la palabra “salvación”, y allí
encontraremos muchísimos pasajes que hablan de la Salvación, lo que nos
facilitará hacer un estudio sobre ese tema. Asimismo en las librerías
cristianas podemos adquirir concordancias mucho más completas donde figuran la
totalidad de los textos que contienen las palabras más importantes de la
Biblia, lo que nos permitirá profundizar más en el tema que estemos estudiando.
De igual manera las Biblias de estudio y los diccionarios bíblicos son de gran
valor para estudiar las Sagradas Escrituras y avanzar en su conocimiento. Así
podremos seguir las instrucciones de Jesús cuando nos recomendó: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece
que en ellas tenéis vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” (Jn. 5: 39). Era lo
que hacían muchos de los cristianos primitivos para comprobar lo que los
apóstoles les enseñaban (Hch. 17: 11).
1. 7. Utilidad de las Sagradas Escrituras
v
Nos demuestran que Dios, autor de todo lo que
existe, no es un ser lejano e inalcanzable, ajeno a los problemas y necesidades
del hombre, sino un padre amoroso y perdonador
que está en todo momento pendiente de sus hijos (Lc. 12: 6-7) y
anhelando que estos regresen a Él (Lc. 15: 11-32): “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
Unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida
eterna. Porque no envió Dios a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el
mundo sea salvo por Él” (Jn. 13: 16-17),
v
Traen a nuestras vidas la presencia de Dios: “Respondió Jesús y les
dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a
él, y haremos morada con él” (Jn. 14: 23). “Habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación
y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa”
(Ef. 1:13).
v Nos dan testimonio de Jesucristo: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que
en ellas tenéis vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” (Jn. 5: 39).
v Nos enseñan cuál es la voluntad de Dios para nosotros, a través de
tres características determinantes: “edificación, exhortación y consolación” (1ª Co. 14: 3).
v
Modifican nuestro
comportamiento: “Nunca se apartará de tu boca este libro de la Ley sino que
de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo
que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te
saldrá bien” (Jos. 1: 8). “Toda la Escritura es inspirada por
Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en
justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado
para toda buena obra” (2ª Ti. 3: 16-l7).
v
, Hacen eficaz nuestra oración, si las ponemos
en práctica: “Si permanecéis en mí y mis
palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho” (Jn.
15: 7).
v Tenemos vida eterna si permanecemos en ella, porque entonces
permaneceremos en la presencia de Dios (Jn. 5: 39 y 14: 23). Ver lección titulada “La Salvación.
v Ella misma demuestra que es la palabra de Dios: Aparte de lo ya
anunciado, encontramos un extraordinario testimonio de la veracidad de las
Sagradas Escrituras en la historia del pueblo de Israel y el cumplimiento hasta
nuestros días de todo lo anunciado por Dios a los judíos a través de los
profetas. Asimismo, encontramos en ella datos que sólo siglos después han sido
descubiertos por el hombre. Por ejemplo: En el libro del profeta Isaías,
(escrito casi 700 años antes de Cristo), dice en el capítulo 40, versículo 22,
que Dios está sentado sobre el “círculo de la tierra”, cuando en aquel tiempo a
nadie se le hubiera ocurrido pensar que la tierra era redonda. De igual manera
los libros del Antiguo Testamento son mencionados por Jesucristo y los
apóstoles (Mt. 5: 17-18; 11: 13; Lc. 10: 25-28; 24: 27; Hch. 7: 1-50; Ro. 11:
1-3; Stgo. 5: 10-11; etc.) confirmando así su autenticidad. Pero hay algo más
que nos da la certeza de que la Biblia es la palabra de Dios, y es el convencimiento
que el Espíritu Santo da a nuestro corazón cuando esta palabra nos es revelada
y derrama en nosotros su poder transformador.
1. 8. Metodología de Estudio Bíblico
A medida que avancemos en
el conocimiento de la Palabra
de Dios, necesitaremos usar métodos de estudio bíblico especiales, que nos
ayuden a comprender mejor los mensajes de Dios. Por eso es esencial estar
orando al Señor, pidiéndole que nos llene con el Espíritu Santo, pues las cosas
espirituales sólo pueden ser discernidas con la presencia del Espíritu de Dios:
“Y nosotros no hemos
recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que
sepamos lo que Dios nos ha concedido lo cual también hablamos, no con palabras
enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu (de
Dios) acomodando lo espiritual
a lo espiritual. Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del
Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se
han de discernir espiritualmente” (1ª Co. 2: 12-16). La Biblia no es un libro común
y corriente; para que la podamos entender; tiene que ser revelada directamente
por Dios a través del Espíritu Santo (Jn. 16: 13-14). “Porque la palabra de la cruz es locura a los
que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de
Dios” (1ª Co. 1: 18).
1. 7. 1.
Pasos a seguir.
v
Orar, pidiendo la revelación de Dios.
v
Leer despacio el texto bíblico que se desea
escudriñar (estudiar profundamente).
v
Observar detenidamente lo leído, haciéndose
preguntas tales como ¿Qué dice? ¿De quién se dice? ¿Quién lo dice? ¿Qué
significa? ¿Dónde ocurrió? ¿Cuándo ocurrió? ¿Cómo ocurrió? ¿Quién lo hizo? ¿Por
qué lo hizo? ¿Para qué lo hizo? ¿Cuál fue el resultado? ¿Qué mensaje trae a mi
vida? ¿Qué relación tiene con otros textos bíblicos? ¿Es una ley universal
(¿fue escrito para todos nosotros?) o es sólo aplicable a determinado grupo?
Por ejemplo si analizamos 1ª Co. 11: 5-10, donde se habla de las formas de
arreglo personal, el apóstol Pablo está escribiendo no una ley universal, sino
una recomendación regional a la mujer
oriental de Corinto, a quien no le era permitido andar sin el velo tradicional.
Pero si analizamos Ap. 3: 20 o Jn. 14: 23, encontramos que es directamente
Jesucristo quien está hablando a todo aquel que quiera recibirlo en su vida
(Ef. 3: 17). El lector que quiera hacerlo encontrará más información en la
lección titulada “La
Salvación ”.
v Ampliar la
información, buscando otros textos bíblicos con base en los paralelos, las
notas al pie de página, la concordancia, diccionarios bíblicos, etc. Asimismo
comparar las diferentes traducciones bíblicas tales como la Reina Valera revisión
1995, la traducción moderna “Dios habla
hoy”, la Nueva Versión
Internacional, La Biblia Al
Día, etc. Un ejemplo típico de la necesidad de investigar un texto bíblico lo
encontramos en Jer. 17: 5, versión Reina Valera, revisión 1960: “Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el
hombre, y pone carne por su brazo y su corazón se aparta de Jehová”. La expresión “Maldito el varón que confía en el hombre y pone carne por
su brazo” podemos entenderla mucho mejor si vamos a la Nueva Versión
Internacional:”¡Maldito el hombre que confía en el
hombre! ¡Maldito el que se apoya en su propia fuerza!”. Pero
definitivamente en la versión Reina Valera revisión 1995 la traducción es mucho
más amplia: “Maldito aquel que confía en el hombre
y pone su confianza en la fuerza humana...”. Estas diferencias se
deben sencillamente a que la traducción Reina Valera, revisión 1960, está
utilizando un lenguaje un poco antiguo y
en el marco castizo de Miguel de Cervantes (vosotros sois...), en tanto que las
otras versiones utilizan un vocabulario más moderno y florido, donde los
modismos han sido trasladados a su significado lógico. Es como si al traducir
nosotros un libro del Español a otro idioma, tradujéramos literalmente “Sofía
tomó del pelo a Juan”. El significado literal estaría mostrando al lector que
Sofía agarró por los cabellos a Juan. Pero para nosotros ese término
simplemente significa que Sofía le hizo una broma a Juan. Es por eso muy
importante que, para poder entender mejor los términos bíblicos, investiguemos
el significado de los vocablos en Hebreo, en griego o en Arameo, de donde
fueron tomados.
v
Ubicarnos en la época en que fue escrito el texto
que estamos leyendo. Por ejemplo cuando leemos los Salmos, sus autores
pertenecían a la época de la ley de Moisés que ordenaba “Ojo por ojo, diente
por diente, mano por mano, pie por pie” (Éxodo 21:24). Por eso los salmistas
piden venganza para sus enemigos Pero esta ley fue transformada por Jesucristo
en el Nuevo Testamento (Mateo 5:38-45).
v
Sintetizar (resumir),
extrayendo lo más importante (la idea central) de todo lo escudriñado.
v
Hallar la aplicación personal.
v
Orar, dando gracias a Dios por el mensaje,
pidiéndole que nos dé su poder para poner en práctica lo leído y amor para
compartirlo a otros.
Nota:
Al final de este manual encontraremos algunos ejemplos de estudios metódicos.
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EVALUACIÓN
____________________________________________________________________________________ 1. ¿En qué idiomas fue escrita originalmente la Biblia?
2. Diga una prueba de que la Biblia es la palabra de Dios
3. Enumere las guías vistas en la presente lección y que nos ayudan a escudriñar la palabra de Dios
4. ¿Cuáles son las tres características determinantes del mensaje profético?
__________________________________________________________________________________________________________________________________________________
5. Utilizando las guías estudiadas, realice un estudio sobre lo que dice la Biblia del perdón
6. Coloree los
textos analizados y trate de memorizar la cita y el contenido.
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LECCIÓN 2
EL PECADO
“Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la Gloria de Dios” (Ro. 3: 23).
OBJETIVOS:
Que el lector conozca qué es pecado, su origen, sus formas, sus
consecuencias, y su solución.
2. 1. Qué es
Pecado es cualquier tipo de desobediencia a Dios, y nos separa
automáticamente de Él: “Vuestras
iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros
pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír” (Is. 59: 2).
Todo hombre nace con naturaleza pecaminosa (Ro. 7: 17-20; Ef. 2:
3). Si observamos a un niño, encontramos en él la tendencia a hacer lo malo,
cuando tira del cabello a su mamá, o le muerde el pezón cuando ella lo
amamanta, pisotea a un animal indefenso, destruye lo que encuentra a su paso,
golpea a otros niños, es egoísta, envidioso, rebelde, cruel, desobediente, etc.
El pecado del hombre nació en el Edén (Gn. 3: 4-6) con la
desobediencia de Adán y Eva, ante la orden de Dios: “pero del fruto del árbol que está en medio del
huerto, dijo Dios: no comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis” (Gn.
3: 3). Cuando el hombre y la mujer desobedecen el mandato divino, buscando ser
como Dios (egolatría), Dios los arroja de su presencia (la separación de Dios
es la muerte espiritual) y coloca ángeles y una espada de fuego que les impide
regresar (Gn. 3: 24).
Si analizamos más detenidamente este pasaje, encontramos que el
primer pecado del ser humano fue la idolatría, cuando Eva engañada por la
serpiente (2ª Co. 11: 3) indujo a su esposo Adán y los dos dejaron de escuchar la voz de su
Creador por atender la voz de la criatura, esto es, satanás, cuando les dijo: “No moriréis, sino que... seréis como Dios” (Gn.
3: 4-5), desmintiendo lo dicho por el Señor, cosa que siempre ha caracterizado
al tentador. Y en la carta a los Romanos, el apóstol Pablo dice que “En lugar de la verdad de Dios, han buscado la
mentira, y han honrado y adorado las cosas creadas por Dios y no a Dios mismo
que las creó y que merece alabanza por siempre. Amén. Por eso Dios los ha
abandonado a pasiones vergonzosas” (Ro. 1: 25-26, Biblia
católica Dios Habla Hoy). Así, la esclavitud del pecado viene sobre el género
humano cuando dejamos de rendir culto a nuestro Dios y Creador, para rendir
culto a la creación, esto es, a las cosas creadas.
2. 2. Formas de pecar:
v
De
pensamiento: “Oísteis que fue dicho: No
cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para
codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mt. 5: 27-28).
v
De
palabra: “Oísteis
que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable
de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será
culpable de juicio; y
cualquiera que le diga: necio a su hermano, será culpable ante el
concilio; y cualquiera que le diga. Fatuo, quedará expuesto al infierno
de fuego” (Mt. 5: 21-22); “Mas
yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el
día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras
serás condenado” (Mt. 12: 36-37).
v
De
acción: “Y vio la mujer que el
árbol era bueno para comer, y era agradable a los ojos, y árbol codiciable para
alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto y comió; y dio también a su marido,
el cual comió así como ella” (Gén.
3: 6). “Y dijo Caín a su hermano Abel: Salgamos al
campo. Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su
hermano Abel, y lo mató”.
v
De
omisión: “No te niegues a hacer el
bien a quien es debido, cuando tuvieres poder para hacerlo” (Pr.
3:27). “Pero cualquiera que me
oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que
edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron
vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina”
(Mt. 7: 26-27).
“¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que yo os digo?” (Lc.
6: 46); “Y al que sabe hacer lo
bueno y no lo hace, le es pecado” (Stg. 4: 17). “Yo he
buscado entre esa gente a alguien que haga algo a favor del país y
que interceda ante mí para que yo no los destruya, pero no lo he encontrado” (Ezequiel
22:30, Biblia Dios Habla Hoy).
v
La
falta de fe también es pecado: “...
Al oírlo Jesús se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto os digo,
que ni aún en Israel he hallado tanta fe.
Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con
Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mas los hijos de reino serán
echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mt.
8: 5-13); “...y todo lo que no
proviene de fe, es pecado” (Ro. 14: 23b); “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que
el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le
buscan” (Heb. 11: 6).
2. 3.
Consecuencias del pecado:
v
Separación de Dios (Gn. 3: 23-24; Is. 59: 2) que
es la misma muerte espiritual (Ro. 6: 23).
v
Muerte espiritual (Gn. 3: 3; Lc. 15: 24; Ro. 5:
12; Stg. 1: 15); muerte física (1ª Co. 15: 53-57); condenación a muerte eterna (Ap. 21: 8).
v
Abre la
puerta a satanás (1ª S. 16: 14; Jn. 8: 44; Ef. 4: 26-27; 2ª Co. 2: 10-11; Stgo.
4: 7).
v
Maldición (Gn. 4:11-12; Dt. 28:15-68), derrota
(Jos. 7; Jue. 16:4-21), esclavitud (Ro. 6: 16), cautividad (Ezq. 39: 23), juicio
(Mt. 5:21-22 y 12:36); etc.
2. 4. No hay pecado leve
El Señor Jesucristo nos aclara muy bien esta verdad en el sermón
del monte (Mat. Capítulos 5, 6, y 7).
Ejemplo: “Oísteis que fue dicho a los
antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo
os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que le diga: Necio a su
hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga. Fatuo,
quedará expuesto al infierno de fuego” (Mt. 5: 21-22). Y el
apóstol Santiago nos explica algo más: “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se
hace culpable de todos” (Stg. 2: 10).
2. 5. Clases de pecadores y reacción de Dios ante cada uno
2. 5. 1. El que peca por ignorancia:
v
Por rechazar el conocimiento: ”Mi pueblo fue destruido porque le faltó
conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio” (Is.
5: 13-a; Os. 4: 6a).
v
Por
no tener acceso al conocimiento: “Pero Dios, habiendo pasado por alto los
tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que
se arrepientan” (Hch. 17: 30). “ Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús, nuestro Señor,
porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio, habiendo yo sido antes
blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo
hice por ignorancia, en incredulidad” (1ª Ti. 1:12-13).
2. 5. 2. El que peca por debilidad:
“Porque no hago el bien que yo quiero, sino el
mal que no quiero, eso hago... ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este
cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios por Jesucristo Señor nuestro” (Ro.
7: 19-25a); Leer también 2ª Co. 12: 7-11. “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de
nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza,
pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para
alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (He.
4: 15-16). “Pues en cuanto Él mismo
padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados” (He.
2: 18).
2. 5. 3. El que peca por maldad:
¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad,
generación de malignos, hijos depravados! Dejaron a Jehová, provocaron a ira el
Santo de Israel, se volvieron atrás. ¿Por qué querréis ser castigados aún?
¿Todavía os rebelaréis? Toda cabeza está enferma y todo corazón doliente. Desde
la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida,
hinchazón y podrida llaga; no están curadas ni vendadas, ni suavizadas con
aceite. Vuestra tierra está destruida, vuestras ciudades están puestas a fuego,
vuestra tierra delante de vosotros comida por extranjeros, y asolada como
asolamiento de extraños” (Is.1: 4-7). “Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de
delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien; buscad
el juicio, restiuid al agraviado, haced justicia al huérfano amparad a la
viuda. Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren
como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el
carmesí, vendrán a ser como blanca lana. Si quisiereis y oyereis, comeréis el
bien de la tierra; si no quisiereis y fuereis rebeldes, seréis consumidos a
espada, porque la boca de Jehová lo ha dicho” (Is. 1: 15-20); “Jehová es tardo para la ira y grande en poder,
y no tendrá por inocente al culpable” (Nah. 1: 3-a). “Pero los cobardes e incrédulos, los fornicarios
y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago
que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda” (Ap.
21: 8). “Los cuales sufrirán pena
de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su
poder “ (2ª Tes. 1: 9).
2. 6. Redención del pecado:
Redención significa “liberación mediante el pago de un rescate”.
El hombre,
por su desobediencia, pasó a ser esclavo del pecado (Jn. 8: 31-35; Ro. 6: 16) y
la única forma de ser libre de esta esclavitud es que Jesucristo, siendo Dios,
se hiciera hombre y venciera el pecado por cuanto nunca pecó (He. 4: 15; Ap. 5)
y diera su vida en rescate nuestro por el precio de su sangre derramada en la
cruz (Mt. 20: 28; Jn. 8: 36; Ro. 3: 24; 1ª Co. 6: 20). “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se
apartó por su camino; mas Jehová cargó en Él, el pecado de todos nosotros” (Is. 53: 6). Él
tomó nuestro lugar para librarnos de la muerte eterna, porque el Padre “Al que no conoció pecado (esto es a
Jesucristo) por
nosotros lo hizo pecado (porque puso sobre Él, todos nuestros pecados), para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios (justificados) en él” (2ª Co. 5: 21). “En esa
voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha
una vez para siempre” (He. 10: 10).
Podríamos
decir en otras palabras que tres secuestradores, el mundo, nuestra carne que es
nuestra naturaleza pecadora, y el diablo, nos tenían cautivos en una cárcel
llamada pecado. Pero Cristo dio al Padre celestial el precio de su sangre
derramada en la cruz, como pago por nuestro rescate.
Para poder ilustrar mejor lo que Jesucristo hizo por nosotros,
podemos poner un ejemplo: Jorge y José son dos grandes amigos. Jorge comete un
delito y es condenado a cadena perpetua, salvo que cancele mil millones de
pesos. José que ama entrañablemente a su
amigo, se presenta ante el juez y se ofrece voluntariamente: “Señor juez, yo
quiero pagar esos mil millones de pesos para que mi amigo no sea condenado”.
Ahora Jorge tiene ante él dos opciones: Aceptar que su amigo José pague el
precio de su condena, o rechazar la oferta e ir a la cárcel a pagar su delito.
Lo mismo sucede con nuestra salvación. Eso fue lo que hizo Jesús en la cruz. La
cruz era para el pecador, no para el justo. Si Jesús hubiera pecado, hubiera
tenido que pagar sus propios pecados y no hubiera podido salvarnos. Pero como
Él no pecó, pudo tomar nuestro lugar pagando el castigo que nuestras maldades
merecían. Sólo que para ser libres de nuestros pecados y maldiciones, debemos
aceptar el perdón que Cristo compró para nosotros, al precio de su sangre, como
lo veremos en la siguiente lección titulada “La Salvación ”.
2. 7. Cómo prevenir el pecado
2. 7. 1. Rendir nuestra vida a Cristo
renunciando a toda forma de idolatría
Por
cuanto Él fue el único que venció el pecado y nos da su autoridad sobre la
tentación (Jn. 15: 4-5; He. 2: 18, 4: 15-16 y 12:2-4). Más detalles en la Lección 3.
2. 7. 2. La palabra de Dios
Es la
guía que nos muestra el camino de la obediencia:
“Nunca
se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche
meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está
escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien” (Jos.
1: 8). “No todo el que me dice:
Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la
voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mt. 7: 21); “Cualquiera que me oye estas palabras y las
hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca.
Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra
aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca” (Mt.
7: 24-25).
EVALUACIÓN
1.
Defina
qué es pecado
2. Enumere las diferentes
formas en que podemos pecar:
a. _____________________________________
b. _____________________________________
c. _____________________________________
d. _____________________________________
3. Explique las consecuencias del pecado:
____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
4. Defina qué es redención:
5. ¿Cuál fue el precio de nuestra
redención?
6. Lea Lucas 23: 13-25. ¿Qué parecido encuentra entre
Barrabás y toda la humanidad?
7.
Con base en la concordancia elabore un
estudio sobre los diferentes juicios de Dios por el pecado
_________________________________________________________________________________
LECCIÓN 3
LA SALVACIÓN
“Y llamarás su nombre Jesús, porque Él salvará
a su pueblo de sus pecados” (Mt. 1:21).
OBJETIVOS:
Saber su significado y
conocer la fuente de nuestra salvación.
3. 1. Qué es
Es
poder ingresar en la presencia del Padre por la sangre de Cristo (Jn. 14: 6;
Ef. 2: 4-6; He. 10: 19-20) y tener
acceso a su conocimiento (Jn. 17: 3). Es la vida eterna que no es otra cosa que
permanecer en la presencia de Dios (Ef. 2: 1 y 6).
3. 2. Es sólo por la fe en
Cristo
Jesucristo dijo: ”Yo
soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Jn l4:6).
Solamente por Jesucristo podemos llegar al Padre, porque sólo
Jesucristo nos pudo redimir con el precio de su sangre derramada en la cruz
(Ap. 1: 5 y 5: 9).
“Porque de tal manera amó
Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él
cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn. 3: 16).
Ni siquiera el Padre nos podía salvar porque el pecado había
separado al hombre de Dios ( Is. 59: 2); por eso Él nos envió a su Hijo quien
fue el único hombre que pudo vencer al pecado porque, aunque fue tentado en
todo, nunca pecó, (Mt. 4: 1-11; 2ª Co. 5: 21; He. 4: 15).
El Espíritu Santo tampoco nos puede limpiar de nuestros pecados.
Solamente nos da su fruto (Gá. 5: 22-23) y sus dones (Ro. 12: 6-8; 1ª Co. 12:
7-11) a través de los cuales nos brinda su poder (Hch. 1: 8) su guianza y su
revelación (Jn. 16: 13; Ro. 8: 14, 26-27).
El perdón de pecados es única y exclusivamente por nuestra fe en
Cristo (Hch. 26: 15-18; Ef. 2: 8-9). Esto es necesario tenerlo muy claro.
Cuando Adán y Eva desobedecieron a Dios, Él los lanzó de su presencia (Gn. 3) y
desde entonces, el pecado hizo separación entre Dios y el hombre (Is. 59: 2).
Solamente hasta que Cristo viene a hacerse hombre y a morir por nosotros, el
hombre puede regresar al “Lugar santísimo”, esto es, a la presencia de Dios,
por la sangre de Jesucristo (Mt. 27: 50-51; He. 9: 11-15; 10: l9-20), que nos
limpia de todo pecado (Ef. 1: 7; Ap. 1: 5).
Cristo cuando resucitó, nos dio la victoria sobre la muerte física, la muerte espiritual y la muerte eterna: “ Jesús le dijo: Yo soy la Resurrección y la Vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Jn. 11: 25). “Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro. 6: 23); “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde oh sepulcro tu victoria? Ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo" (1ª Co. 15: 55-57); “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados...pero Dios que es rico en misericordia por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos) y juntamente con Él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús” (Ef. 2: 1-6). “...Dios quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, pero ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio” (2ª Ti. 1: 8-10). “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte...(Ap .21: 4).
Cristo cuando resucitó, nos dio la victoria sobre la muerte física, la muerte espiritual y la muerte eterna: “ Jesús le dijo: Yo soy la Resurrección y la Vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Jn. 11: 25). “Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro. 6: 23); “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde oh sepulcro tu victoria? Ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo" (1ª Co. 15: 55-57); “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados...pero Dios que es rico en misericordia por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos) y juntamente con Él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús” (Ef. 2: 1-6). “...Dios quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, pero ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio” (2ª Ti. 1: 8-10). “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte...(Ap .21: 4).
Antes del sacrificio de Cristo, Dios no se había manifestado
abiertamente en bendición plena, pues el hombre por haber pecado, no tenía
libertad para entrar en su presencia. En el Antiguo Testamento Dios había
ordenado que un velo aislara el lugar santísimo donde él moraba, y el hombre
que entrara en ese lugar, moría por ser pecador (Ex. 26: 31-33; Lv. 16: 2; 2ª Cr. 3: 1 y 14). Cuando Cristo murió, el
velo del templo se rasgó de arriba abajo (Mt. 27: 51; Mc. 15: 37-38) quitando
la separación que el pecado había hecho entre Dios y el hombre, y permitiendo
que la plena gracia de Dios pudiera venir a nosotros (Heb. 6: 17-20; 9: 8-15;
10: 19-20) cuando reconocemos a Cristo como nuestro Señor y Salvador
(Jn. 1: 17; Ro. 10: 9; 2ª Co. 3: 14-16).
En términos matemáticos podríamos ilustrar que entre un conjunto
llamado “hombre” y un conjunto llamado “Dios” la intersección perfecta la hace
un conjunto llamado “Jesucristo” pues sólo Jesucristo es verdadero Dios y
verdadero hombre (Ver la lección “Conociendo más a nuestro Dios”).
Ahora sí podemos entender por qué Jesucristo afirma tan
contundentemente “...nadie
viene al Padre, sino por mí”. Por eso el apóstol Pedro hablando de
Jesucristo nos confirma que “en ningún
otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los
hombres, en que podamos ser salvos” (Hch. 4: 12) y el apóstol
Pablo complementa diciendo que “hay
un sólo Dios y un sólo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre“ (1ª Ti. 2: 5).
Y Jesucristo nos da una promesa: ”He aquí yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre
la puerta, entraré a él y cenaré con él y él conmigo” (Ap. 3: 20). Es la cena de su presencia en
nuestros corazones (Ef. 3: 17), controlando nuestra vida; es el perdón de
pecados (Col. 1: 12-14); es el Espíritu Santo que viene con Cristo; es una
nueva vida, la vida eterna (Jn. 10: 27-28) y abundante (Jn. 10: 10) que Él nos
promete; es la potestad de ser hechos hijos de Dios (Jn. 1: 12-13). Él nos hace
nuevas criaturas (2ª Co. 5: 17) y su promesa de salvación se extiende a toda
nuestra casa (Hch. 16: 31) pues por medio del Espíritu Santo conduce a nuestros
familiares a la reconciliación con Dios, para que también ellos sean salvos
(Jn. 16: 8).
Y junto con nuestros pecados, Cristo también llevó nuestras
enfermedades y nuestros dolores (Is. 54: 4-6; 1ª P.2: 24) y anuló el acta de
los decretos que había contra nosotros, esto es, las maldiciones producto de
nuestros pecados, crucificándola en la cruz (Gá. 3: 13; Col. 2: 13-15).
Sólo que para alcanzar todas sus bendiciones debemos aceptar a
Jesucristo como nuestro Señor y Salvador. Analicemos Lucas 23: 41-43. El
malhechor que fue salvo, sólo tuvo que hacer dos cosas:
- Confesó sus pecados cuando dijo: “Nosotros a la verdad justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos” (Lc. 23: 41). En 1ª Jn. 1: 9 dice que “Si confesamos nuestros pecados, Él (Jesucristo) es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad”
- Reconoció que aquel hombre que estaba muriendo en la cruz era el Hijo de Dios que lo podía salvar. porque le dijo: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”.
Y
recibió la más extraordinaria de las respuestas: “De cierto te digo que HOY estarás conmigo en el paraíso” (Lc.
23: 43).
Trasladémonos ahora al libro de los Hechos, capítulo 10, y
analicemos un poco la historia de Cornelio, el centurión. Era un “bienhechor”
de obras, “piadoso y temeroso de
Dios...que hacía muchas limosnas y oraba a Dios siempre” (Hch.
10: l-2). Pero a pesar de todo esto no era salvo. ¿Qué le faltaba? Reconocer a
Cristo como su Salvador (Hch. 10: 36-43; Ro. 1: 17). Entonces vemos que tanto
el bienhechor de obras como el malhechor,
necesitan por igual reconocer a Cristo como Señor y Salvador para ser salvos.
¿Por qué?. ”¿Por cuanto todos pecaron
y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por
su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús” (Ro.
3: 23-24). “Porque por gracia sois
salvos por medio de la fe, y esto no de vosotros, pues es don de Dios. No por
obras, para que nadie se gloríe” (Ef. 2: 8-9) “Porque...todos nosotros somos como suciedad y todas nuestras
justicias como trapos de inmundicia” (Is. 64: 6). y porque “cualquiera que guardare la ley, pero ofendiere
en un punto, se hace culpable” (Stgo 2: 10). Porque aún “cualquiera que le diga fatuo (a su
hermano) quedará expuesto al
infierno de fuego” (Mt
5: 22). Como ya lo habíamos visto, no existe pecado chico ni grande sino que
toda desobediencia a Dios, nos separa de su presencia y nos lleva a
condenación, y somos justificados sólo por nuestra fe en Cristo (Gá. 2: 16).
Ahora bien, somos salvos con sólo confesar nuestros pecados,
creyendo que Jesucristo es el Hijo de Dios, que murió por nuestros pecados y
resucitó de entre los muertos, reconociéndolo como nuestro Señor (Ro. 10: 9),
pidiendo su clemencia como lo hizo el malhechor, antes de morir. Pero si dicho
malhechor hubiera seguido vivo, habría tenido que “nacer de nuevo” (Jn 3: 3), o sea, rendir su vida en obediencia
a Cristo, para permanecer en su presencia (Jn 15: 4-6) y el obedecer a Cristo
incluye hacer buenas obras (Jn. l4: 12; Ef. 2: 9-10). Luego, las buenas obras sin creer en Cristo no nos pueden
salvar, pero la fe en Cristo sin hacer buenas obras, es muerta (Mt. 25: 34-46;
Hch. 10: 4 y 11:14; Ro. 2: 6-8; Stgo. 2: l4-26); porque las buenas obras son el fruto de nuestro amor
por Cristo y de nuestro arrepentimiento; porque la fe obra por el amor y
Jesucristo dijo “El
que cree en mí las obras que yo hago él las hará también” (Jn.
14: 12), y “...en cuanto lo hicisteis
a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mt.
25: 4).
Y antes de escribir una oración guía para dar el primer paso hacia
la salvación (reconocer a Cristo como Señor y Salvador), leamos: “Por tanto
os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis y os
vendrá. Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para
que también vuestro Padre que está que está en los cielos, os perdone a
vosotros vuestras ofensas”. “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os
perdonará también a vosotros vuestro
Padre Celestial (Mr. 11:24-25); “Mas si no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los
cielos os perdonará vuestras ofensas” (Mt 6: 15).
Creer y perdonar. He aquí los requisitos que nos manda el Señor
Jesús para que nuestra oración sea recibida. Ahora sí una oración guía para invitar a Jesucristo al corazón y
reconocerlo como Señor y Salvador:
Señor Jesucristo, yo creo
que tú eres el Hijo de Dios; que te hiciste hombre por mí, moriste en una cruz
por mis pecados, pero resucitaste de entre los muertos por el poder de Dios
Padre, para darme la vida eterna. Te abro la puerta de mi corazón y la puerta
de mi casa. Entra Señor y toma control de mi vida. Lávame con tu sangre, inúndame con el Espíritu Santo
y haz de mí lo que tú quieras. Yo te reconozco como mi Señor y mi Salvador;
como mi sanador y mi restaurador. Dame tu amor y ayúdame a perdonar. Ahora yo
decido perdonar a todos los que me han hecho daño. Los perdono de corazón y
reconozco que he pecado de muchas maneras, pero confieso y creo que tu preciosa
sangre me limpia completamente de todos mis pecados. Yo acepto tu sacrificio,
Señor. Te entrego mi mente y recibo tu mente; te entrego mi voluntad para que
sea tu voluntad la gobierne mi vida. Te consagro mi vida para que me hagas
agradable a ti, Señor, desde ahora y para siempre. En tu nombre santo, Señor
Jesucristo, amén y amén.
Si hiciste esta oración, de corazón, sentirás que Cristo ha
entrado en tu vida. ¡Felicitaciones! Dios te ha adoptado como su hijo:”Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo,
Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese
a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.
Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su hijo,
el cual clama ¡Abba Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo,
también heredero de Dios por medio de Jesucristo” (Gá.
4: 4-7). Ahora has pasado a ser una nueva persona: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las
cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2ª
Co. 5: 17). Cristo ha borrado todos tus pecados con su sangre redentora (Ap. 1:
5), el Padre Celestial los ha sepultado en lo profundo del mar (Mi. 7: 18-19) y
nunca más se acordará de ellos (Is. 38: 17; 43: 25). ìGracias, Señor, por tu
misericordia y tu gracia, amén y amén!
3. 3. Nuestra identidad como creyentes en Cristo.
“Bendito sea el Dios y
Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición
espiritual en los lugares celestiales en Cristo” (Ef. 1: 3).
Cuando aceptamos a Cristo como nuestro Señor y Salvador y
decidimos rendirle nuestra vida, salimos inmediatamente del reino de tinieblas
y entramos en el reino de la luz (Jn. 8: 12; Col. 1: 12-13; 1ª P. 2: 9) y
automáticamente pasamos de muerte a vida (Ef .2: 1, 5; Col. 2: 13).
Esto implica que hemos pasado a ser:
- Linaje de Abraham por nuestra fe en Cristo y, por tanto, herederos de las promesas que dio Dios a Abraham y a su descendencia: “Bendeciré a los que te bendijeren y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Gn. 12: 3; 28: 14; Gá. 3: 8-9). “Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa” (Gá. 3 : 29).
- Bendecidos por Dios (Is. 64: 4; 1ª Co. 2: 9) y bendición de Dios para otros (Gn. 12: 2; 39: 5).
- Especial tesoro para el Señor (Ex. 19: 5).
- De gran estima a los ojos de Dios (Is. 43: 4).
- La niña de los ojos de Dios (Zac. 2: 8).
- Amados de Dios (Jn. 3: 16; 15: 13; 1ª Jn. 3: 1).
- Voceros de Dios (Jer. 1: 9; 15: 19).
- Nuevas criaturas (2ª Co. 5: 17) o sea, niños sujetos a crianza (1ª P. 2: 2).
- Hijos de Dios (Jn. 1: 12; Gá. 3: 26 y 4: 5-7).
- Reconciliados con Dios (Col. 1: 19-23).
- Linaje (familia) de Dios (Hch. 17: 29; Ef. 2: 19).
- Linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios (Ex. 19: 5-6; Dt. 7: 6; Ro. 9: 25-26; Tito 2: 14; 1 ª P. 2: 9-10; Ap. 5: 10).
- Elegidos de Jesucristo (Jn. 15: 16; 1ª Co. 1: 26-30).
- Justificados por el sacrificio de Jesucristo que borró nuestros pecados (Ro. 3: 24; 4: 24-25; 1ª Co. 1: 30; 2ª Co. 5: 21, Tito 3: 7; 1ª P. 2: 24).
- Redimidos (rescatados, comprados) por la sangre de Cristo (Gá. 4: 4-5; Col. 1: 14; Tit. 2: 14; Ap. 5: 9).
- Santificados (purificados) por Jesucristo (He.10: 10-14; Tito 3: 3-6) y llamados a ser santos (1ª Co. 1: 2; Ef. 1: 4; 1ª P. 1: 2 y 15-16).
- Herederos de la salvación, servidos por los ángeles (He. 1: 14).
- Ovejas del buen pastor que dio su vida por nosotros (Jn. 10: 11, 14) para darnos vida eterna y de cuyas manos nadie nos podrá arrebatar (Jn. 10: 27-28).
- La buena semilla (Mt. 13: 38).
- El cuerpo de Cristo (1ª Co. 10: 17; 12: 27; Ef. 1:22-23; 5: 23, 30; Col. 1:18).
- Discípulos de Cristo (Jn. 13: 35).
- Soldados de Jesucristo (Sal. 18: 34 y 144: 1; 2ª Ti. 2: 3).
- Llamados para ser enviados por Jesucristo (Mt. 28: 19-20; Mr. 16: 15).
- Guiados por el Espíritu de Dios (Ro. 8: 14).
- Guardados por Jesucristo (1ª Jn. 5: 18).
- Amigos de Jesucristo (Jn. 15: 14-15).
- Hermanos de Jesucristo (Mr. 3: 35).
- Ungidos (llenos del Espíritu Santo) por Jesucristo (1ª Jn. 2: 27).
- Escogidos de Dios (Ro. 8: 33; Ef. 1: 4).
- Ciudadanos del cielo (Lc. 10: 20; Fil. 3: 20).
- El templo del Dios viviente (1ª Co. 3:16; 2ª Co. 6: 16; Ef. 2: 21-22) y por tanto el lugar santísimo donde Cristo ha de permanecer para siempre (Mt. 28: 20).
- La esposa del Cordero (Ap. 19: 7; 21: 9) y el Cordero es Jesucristo (Jn. 1: 29).
- Piedras vivas de la casa espiritual, cuya piedra principal es Jesucristo (Hch. 4: 11; Ef. 2: 20; 1ª. P. 2: 5-6).
- La iglesia de Jesucristo (Ef. 5: 22-30).
- Santos, en el sentido de ser apartados, consagrados, elegidos, separados para Dios (Lv. 20: 26; 1ª P. 1: 2).
- Muertos al pecado pero vivos para Dios (Ro. 6:11; Col. 3:3).
- Labranza de Dios (1ª Co. 3:9) y nuestro labrador es el Padre Celestial (Jn. 15:1).
- Edificio de Dios (1ª Co. 3: 9).
- Colaboradores de Dios (1ª Co. 3: 9).
- Servidores de Dios y administradores de sus misterios (Ro. 6: 22; 1ª Co. 4:1).
- Pacificadores (Mt. 5: 9).
- Creados para buenas obras (Ef. 2:10).
- Hacedores de la palabra de Dios (Stg. 1:22).
- Cartas leídas (2ª Co. 3: 2-3).
- La sal de la tierra (Mt. 5: 13), llamados a dar sabor a la insipidez de los que no tienen a Cristo (Col. 4: 6) y a destruir la contaminación de su amargura (Mr. 9: 50; He. 12: 15) y a producir sed de Cristo con nuestro testimonio (Jn. 4: 39-40; 1ª P. 2: 11-12)).
- La luz del mundo (Mt. 5: 14) que debe borrar las tinieblas de los que no conocen a Dios (Mt. 5: 16; Hch. 13: 47; Fil. 2: 15).
- Modificadores del mundo (Hch. 17: 10).
- Espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres (1ª Co. 4: 9)
- Dadores alegres (2ª Co. 9: 7).
- Llamados a ser guerreros de oración (Ef. 6: 18; Fil. 4: 6; 1ª Tes. 5:17).
- Olor grato para Dios (2ª Co. 2: 15; Ap. 5: 8).
- Como el viento que va de un lugar a otro (Jn. 3: 8) esparciendo la semilla de la palabra de Dios (Mc. 4: 26-27; Lc. 8: 11).
- Plantío del Señor (1ª Co. 3: 6-7), ramas cuyo tronco es Jesús (Jn. 15:5) quien nos diseñó para resistir tormentas (Mt 7:24-25).
- Más que vencedores (Ro. 8: 37; 2ª Co. 2: 14).
- Etc.
- ______________________________________________________________________________________________EVALUACIÓN
- _____________________________________________________________
Complete las
siguientes oraciones:
- El perdón de pecados es única y exclusivamente por: _________________________ ______________________________________________________________________
2.
Los dos requisitos que cumplió el malhechor para ser salvo, fueron:
a___________________________________________________________________
b_____________________________________________________________________
4. De acuerdo a Mr. 11:24-26, los dos requisitos que debemos llenar para que nuestra oración sea efectiva, son: a:_______________; b:_________________________
5.Utilice su concordancia para investigar qué dice la Biblia acerca de la salvación
6. Coloree y trate de memorizar los textos escudriñados en el presente tema
_______________________________________________________________________________
LECCIÓN 4
EL NUEVO NACIMIENTO
“Yo que hago dar a luz, ¿no haré
nacer? dijo Jehová. Yo que hago engendrar, ¿impediré el nacimiento? dice tu
Dios”(Is.66: 9).
OBJETIVOS:
Poder discernir y entender
el significado de “nacer de nuevo”
4. 1. Qué es el nuevo nacimiento
“El que no naciere de nuevo no puede ver el reino de Dios”
(Jn.3: 3).
Esta afirmación significa
que como creyentes en Cristo, debemos morir al pecado (Ro. 6:11) y nacer a una
vida de obediencia a la palabra de Dios (Jn. 14: 12, 23; 15: 14, 1ª Jn. 2: 3-6;
etc.). Cuando recibimos a Cristo, recibimos la potestad de “ser
hechos hijos de Dios” (Jn. 1: 12), esto es, recibimos la potestad para
“nacer de nuevo”. ¿Y cómo podemos nacer de nuevo? Cuando morimos al pecado y a
nuestro propio “yo” y rendimos nuestras vidas al señorío de Cristo, en oración
sincera y tomando la firme decisión de cambiar los patrones de conducta que
regían nuestra vida, pero que nos estaban separando de Dios. “Con Cristo estoy juntamente crucificado y ya no
vivo yo, mas Cristo vive en mí” (Gá. 2: 20). “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de
arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto y vuestra vida está
escondida con Cristo en Dios” (Col. 3: 1-3). Si lo hemos proclamado como
nuestro Señor, debemos tener muy claro que “Señor” es el que manda, el que da
las órdenes, y por tanto, debemos vivir para obedecerlo, permitiendo que Él
gobierne nuestra vida a través de su palabra (Sal. 119: 9, l05; Jn. 14: 15 y
15: 3) y del Espíritu Santo (Ro. 8: 14), que recibimos cuando se lo pedimos,
arrepentidos de nuestros pecados (Lc. 11: 13; Hch. 2: 38).
Arrepentirse, es
sencillamente, dejar de hacer aquello que no le agrada a Dios y que nos está
prohibido en su palabra:”En
cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está
viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra
mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad
de la verdad. Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su
prójimo, porque somos miembros los unos de otros. Airaos pero no pequéis, no se
ponga el sol sobre vuestro enojo ni deis lugar al diablo. El que hurtaba no
hurte más, sino trabaje haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga
qué compartir con el que padece necesidad. Ninguna palabra corrompida salga de
vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar
gracia a los creyentes. Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual
fuisteis sellados para el día de la redención. Quítense de vosotros toda
amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed
benignos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios
también os perdonó a vosotros en Cristo. Sed, pues, imitadores de Dios como
hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó y se entregó a sí
mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante. Pero
fornicación y toda inmundicia o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como
conviene a santos; ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que
no convienen, sino antes bien, acciones de gracias. Porque sabéis esto, que
ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el
reino de Cristo y de Dios. Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas
cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia. No seáis pues,
partícipes con ellos. Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz
en el Señor; andad como hijos de luz. Porque el fruto del Espíritu es en toda
bondad, justicia y verdad, comprobando lo que es agradable al Señor. Y no
participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien
rependedlas; porque vergonzoso es aún hablar de lo que ellos hacen en secreto.
Mas todas las cosas, cuando son puestas en evidencia por la luz, son hechas
manifiestas; porque la luz es lo que manifiesta todo. Por lo cual dice:
Despiértate tú que duermes, levántate de entre los muertos y te alumbrará
Cristo. Mirad, pues, con diligencia cómo andéis no como necios sino como
sabios, aprovechando bien el tiempo porque los días son malos. Por tanto no
seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor. No os
embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien, sed llenos del
Espíritu Santo, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos
espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre
gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo”. (Ef.
4: 22 - 5: 20). “Sabiendo
esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él, para que el
cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. Porque
el que ha muerto, ha sido justificado del pecado. Y si morimos con Cristo,
creemos que también viviremos con Él; sabiendo que Cristo, habiendo resucitado
de entre los muertos, ya no muere; la muerte ya no se enseñoreará más de Él...
así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios, en
Cristo Jesús, Señor nuestro. No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo
mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias, ni tampoco presentéis
vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos
vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a
Dios como instrumentos de justicia...¿No sabéis que si os sometéis a alguien
como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea
del pecado para muerte, o sea de la obediencia para la justicia? Pero gracias a
Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a
aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del
pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia. Hablo como humano por vuestra
humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros
para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación
presentad vuestros miembros para servir a la justicia. Porque cuando erais
esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia. ¿Pero qué fruto teníais
de aquellas cosas de las cuales os avergonzáis? Porque el fin de ellas es
muerte. Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de
Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin la vida eterna.
Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva (regalo) de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor
nuestro (Ro. 6: 6-23). Leer
también: Gá. 5: 13-26; 6: 1-10; Ef. 5: 21 - 6: 18; Col. 3: 5 - 4: 6; 1ª P. 1:
13-25; 2: 1-25; 3: 1-22; 4: 1-19; 5:
1-11; 2ª P. 1: 3-11, etc.
Es necesario que
entreguemos en oración al Señor todas las áreas de nuestra vida, especialmente
aquellas en que más estamos fallando, para que Cristo nos ayude a cambiar,
porque sin Él “nada podemos hacer” (Jn.
15: 5). En 1ª Jn. 5: 18, dice el apóstol Juan que “todo aquel que ha nacido de Dios no practica el pecado, pues Aquel
que fue engendrado por Dios (esto es, Jesucristo) le guarda y el maligno no
le toca”. Si
rendimos nuestra voluntad a Cristo, y dependemos de Él en todo, Él nos guarda
para que no vivamos en la práctica del pecado en que antes vivíamos y nos da
ese “nuevo nacimiento” por el poder del Espíritu Santo: “Porque nosotros también éramos en otro tiempo
insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites
diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles y aborreciéndonos unos a
otros. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor
para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros
hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la
regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en
nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados
por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida
eterna” (Tit. 3: 3-7). Esa regeneración incluirá un proceso de
refinamiento, como la caña de azúcar tiene que pasar por el trapiche y por el
fuego hirviente para poder llegar ser el delicioso y apetecido arequipe, o como
el grano de café debe ser pasado por las diferentes máquinas que le van
quitando las capas que cubren la pulpa y luego debe ser lavado, seleccionado,
trillado, y tostado por el fuego, y finalmente molido, pasado por el agua
hirviente y colado, para llegar a ser esa deliciosa bebida apetecida mundialmente,
esto es, el famoso café tipo exportación.. Y sólo si vamos limpiando lo
precioso y desechando lo vil que hay en nuestras vidas, podremos obtener las
promesas que el Señor nos da en su palabra (Jer. 15: 19-21). Para poder ser
portadores de la gloria de Dios debemos permitir que Él nos procese haciéndonos
morir a nuestro propio yo, para luego experimentar ese delicioso nuevo
nacimiento. Cuando llegamos a Cristo traemos nuestras vestiduras rotas y
sucias, malolientes y asquerosas. Por eso el apóstol Pablo nos dice que nos
despojemos del viejo hombre y nos vistamos del nuevo (Ef. 4: 22-24). El nacer
de nuevo significa despojarnos de todo lo que desagrada a Dios y empezar a
ceñirnos a lo que Él nos enseña en su palabra. Así como no se nos ocurriría
buscar en la caneca de la basura para volvernos a poner aquella ropa vieja,
rota y sucia que nos quitamos y desechamos por ser ya inservible, así tampoco
debemos retroceder para seguir en la vieja vida de vicio y de pecado en que
andábamos antes de reconocer a Cristo como nuestro Señor. Es pues, necesario
permitir que Él nos moldee como el alfarero le da forma a la vasija que está
haciendo (Is. 45: 9-12; 64: 8; Jer. 18. 1-6; Ro. 9: 20).
Y es importante saber esperar el
proceso de acabado que Dios ha de hacer en nosotros; cuando se comienza a
trabajar en un tejido, todo parece un manojo de hilos enredados; pero cuando el
tejido queda terminado, entonces podemos ver una obra maestra, propia de un
artista. Asimismo habrá momentos en que no entendamos nada de lo que está
ocurriendo en nuestra vida y nos sentiremos atrapados en un callejón sin
salida. Pero Dios sabe perfectamente lo que está haciendo en nosotros, si le
hemos entregado cada circunstancia de nuestra vida y siempre veremos su gloria,
nueva cada día: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les
ayudan a bien, esto es, a los que conforme a sus propósitos son llamados” (Ro. 8: 28). Según el ministerio (misión) que el Señor nos tenga,
tendremos que ser capacitados para servirle en el área que Él nos vaya a
utilizar.
Desde luego que como humanos, todos los días fallaremos y tendremos que
pedirle perdón al Señor para mantenernos limpios de todo pecado (Mt. 6: 12; Lc.
18: 9-14) “Si decimos que no tenemos pecado, nos
engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Si confesamos
nuestros pecados, Él (Jesucristo) es
fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1ª Jn. 1:
8-9). El mismo apóstol Pablo siendo un hombre lleno del Espíritu Santo,
confesaba algo que nos ilustra la batalla que tiene que librar el creyente: “Porque lo que hago no lo entiendo; pues no hago lo que
quiero, sino lo que aborrezco, eso hago...” (Ro. 7: 15-25). Es un
proceso de esfuerzo en el que tendremos que clamar al Señor cada día para que
perfeccione su obra en nosotros: “Estando
persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la
perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Fil. 1: 6). “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda
compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según
nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono
de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno
socorro” (He. 4: 15-16). “Pues
en cuanto Él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que
son tentados” (He. 2: 18).
Por eso es que el mismo Jesucristo nos enseñó a orar pidiendo al Padre
Celestial, que no nos deje caer en tentación (Mt. 6: 13). Él no dará nuestro
pie al resbaladero ni se dormirá mientras nos guarda (Sal. 121: 3).
Ahora bien, es importante que analicemos Romanos 1: 18 al 31: “Pues Dios muestra su ira castigando desde
el cielo a toda la gente mala e injusta que con su injusticia mantiene
prisionera la verdad...En lugar de la verdad de Dios, han buscado la mentira, y
han honrado y adorado las cosas creadas por Dios y no a Dios mismo que las
creó y que merece alabanza por siempre.
Amén. Por eso Dios los ha abandonado a pasiones vergonzosas...” (Nuevo
Testamento Versión Popular Católica).
Vemos aquí que toda idolatría (poner el corazón en alguien o en algo
antes que en Dios) así como alterar la doctrina de Dios cambiando la verdad
contenida en los mandatos divinos por las mentiras de las creencias humanas,
trae la ira de Dios sobre nosotros quien nos abandona a la esclavitud del
pecado incontrolado. Debemos, pues, autoexaminarnos en qué forma de idolatría
hemos caído y reconocerlo ante Dios (1ª Jn. 1: 9) para que Jesucristo nos
limpie y nos dé de su poder sobre la tentación y el pecado (Jn. 15: 4-5). Una
oración guía puede ser: Amado Padre Celestial, en el nombre de tu Hijo Jesucristo,
yo reconozco que he puesto mi corazón en personas, criaturas, creencias y cosas
creadas, antes que en ti y tus mandatos. Yo te pido perdón por todo eso y
renuncio a seguir relegándote a un segundo lugar en mi corazón. Pido que el
poder de Aquel que venció al pecado, esto es, tu Hijo amado Jesús, venga en mi
ayuda contra la tentación y me ayude a nacer de nuevo para obedecerte y
servirte. Renuncio a todo pensamiento que no te glorifique, Padre Amado, amén y
amén.
Ahora bien, la tentación siempre vendrá. Recordemos que el propio Jesús
fue llevado por el Espíritu Santo al desierto para ser tentado (Mt. 4: 1-4). El
mismo Padre Celestial permitió que su Hijo fuera tentado para que quedara
manifiesta la obediencia y la fidelidad de nuestro Redentor. Por eso el apóstol
Santiago afirma: “Bienaventurado
el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba,
recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman” (Stgo. 1: 12).
Y la Escritura también dice: “Porque aún no
habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado” (He. 12: 4).
Es, pues, necesario que nosotros pongamos todo nuestro empeño en mejorar cada
día. Él se complacerá en la disposición de nuestro corazón y el anhelo que
tenemos de agradarle (Sal. 147: 10-11; Col. 1: 10; 1ª Tes. 4:1): . “Y cualquier cosa que pidiéremos la recibiremos de Él,
porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables
delante de Él” (1ª Jn. 3 22); y no nos dejará ser tentados más de lo que podamos
resistir (1ª Co. 10: 13). Pero si alguno hubiere pecado, “abogado tenemos para con el Padre, a
Jesucristo el justo” (1ª Jn. 2: 1).
“Si confesamos nuestros pecados, Él (Jesucristo) es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos
de toda maldad” (1ª Jn. 1: 9).
Como podemos ver es un parto prolongado y doloroso, una batalla en la
que tendremos que reconocer como el apóstol Pablo: “No
que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto... pero una cosa hago:
olvidando ciertamente lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está
adelante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en
Cristo Jesús” (Fil. 3: 12-14).
También es importante no dejar que la culpa nos haga retroceder y
alejarnos de nuestro Padre Celestial. Cuando hemos sido vencidos por la
tentación, a veces nos sentimos tan mal que llegamos a pensar que ya no
tenemos perdón de Dios.
Pero si vamos a Lucas en el capítulo 15 podemos comprender que el amor
de nuestro Creador es ilimitado y que sus brazos amorosos siempre están
extendidos hacia nosotros esperando que vayamos hacia él a reconocer nuestros
pecados y aceptar su perdón.
EVALUACIÓN
Escribir al frente Falso o Verdadero según el caso y explique por
qué:
- Nacer de nuevo significa morir al pecado y comenzar una nueva vida de sometimiento a la voluntad de Dios._______________________
- Cuando recibimos a Cristo, nunca más volvemos a pecar porque nos volvemos perfectos como el apóstol Pablo._______________________
- El “nuevo nacimiento” es un proceso y es una batalla en la que tendremos que clamar a Cristo para que nos ayude cada día a ser mejores.______________________
- Arrepentimiento es igual que “nuevo nacimiento”.______________________
- Jesucristo nos entiende porque Él nunca fue tentado_____________________
- Con base en la concordancia, haga un estudio acerca del arrepentimiento.
- Investigue el procesamiento total efectuado en una mata de caña de azúcar para que pueda llegar a convertirse en los diferentes productos industrializados que consumimos en el mercado. De igual manera, hágalo con la mata de café.
- Haga un estudio, paso a paso de las diferentes etapas de un parto normal, un parto con cesárea y un aborto, y compárelo con el presente tema.
__________________________________________________________________________________
LECCIÓN 5
APRENDIENDO A ORAR
“Clama a mí y yo te responderé, y te enseñaré cosas
grandes y ocultas que tú no conoces” (Jer. 33: 3).
OBJETIVOS:
Que el creyente aprenda a orar conforme a los principios bíblicos.
5. 1. Qué es orar
Orar es hablar con Dios con
palabras sinceras, de acuerdo a las circunstancias que vivimos diariamente.
5. 2. Quién nos enseña a orar
El Espíritu Santo, que
debemos pedir al Padre, arrepentidos de nuestros pecados:
“Pues si vosotros siendo malos sabéis dar buenas dádivas (regalos)
a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre Celestial dará el Espíritu Santo a
los que se lo pidan?” (Lc. 11: 13). “Y de igual manera el Espíritu (Santo) nos ayuda en nuestra
debilidad; pues, qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu
mismo intercede por nosotros, con gemidos indecibles...” (Ro.
8: 26-27).
5. 3. Cómo debemos pedir
A veces pedimos pero no
recibimos, por que pedimos mal (Stg. 4: 3). Es necesario pedir de acuerdo a la
voluntad de Dios: “Y
esta es la confianza que tenemos en Él, que si pedimos alguna cosa conforme a
su voluntad, Él nos oye” (1ª Jn. 5: 14). Debemos buscar primero su reino
y su justicia, esto es, orar por lo que a Dios le agrada (por la expansión del
reino de Dios, por la salvación de otros, etc.) y todo lo demás vendrá añadido
(Mt. 6: 33). “Recomiendo, ante todo, que
se hagan pleglarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos,
especialmente por los gobernantes y por todas las autoridades, para que
tengamos paz y tranquilidad, y llevemos una vida piadosa. Esto es bueno y
agradable a Dios nuestro Salvador, pues Él quiere que todos sean salvos y
lleguen a conocer la verdad (1ª Ti. 2: 1-4. N. V. I.).
5. 4. Resultados
de la oración:
Mueve el corazón de Dios
(Ex. 2: 23-25; 3: 7-10; 32: 9-14; 1ª S. 1: 1-20; 1ª R. 3: 5-13; 2ª R. 19: 15-20
y 20:1-7; Neh. 1: 1 al 2: 9; Jer. 29: 11-13; Daniel 9: 1-23; Jonás 3; Lc. 1:
5-13; Hch. 4: 24-31; 12: 1-11; Stgo. 5: 13-16; Ap. 5: 8 y 8: 3; etc.
5. 5. Requisitos para que nuestra oración obtenga respuesta favorable:
5. 5. 1. Perdonar y pedir perdón (Mt. 5: 23-24; 6: 12,
14-15; 18: 23-35; Mr. 11: 25-26; 1ª Jn. 1: 8-9).
5. 5. 2. Dar gracias por todo
(Fil. 4 : 6; Col. 3: 17; 1ª Tes. 5: 18).
5. 5. 3. Hacer peticiones claras y
precisas. Si bien es cierto que nuestro Padre Celestial sabe de qué tenemos
necesidad (Mt. 6: 8) y si nos deleitamos en Él, obedeciendo sus
mandamientos, Él concede las peticiones
de nuestro corazón (Sal. 37: 4; 112:1), en Lc. l8: 35-43, encontramos un ciego
que clamaba y clamaba a Jesucristo, pero no le decía que quería ver. Cuando
Jesús le preguntó: ”¿
Qué quieres que te haga?” y el ciego le dijo: “Señor, que reciba la vista”, Jesucristo le contestó: ”Recíbela”. Así, a veces oramos y
oramos palabras sin sentido y es obvio que no vamos obtener respuesta.
Jesucristo nos dice en Mt. 6: 7: “Y orando,
no uséis vana repeticiones como los gentiles, que piensan que por su palabrería
serán oídos”.
5. 5. 4. Pedir todo en el nombre de
Jesucristo (Lc. 10: 17; Jn. 14: 6; 14: 13-14; 15: 16; l6: 23-24;
Hch. 4: 12; 16: 18; Col. 3: 17;
1ª Ti. 2: 5; Fil. 2: 9-10).
5. 5. 5. Creer, pedir con fe que
es “la certeza de lo que se
espera, la convicción de lo que no se ve” (He. 11: 1). Leer también
Mt. 21: 21-22; Mr. 11: 22-24; 16:17-18; Jn. 11:40; Hch. 14: 8-10; Ro. 4: 17; 2ª
Co. 4: 18; 5: 7; He. 10: 35; 11: 6; Stg. 1: 6; etc., porque la fe viene por el
oír la palabra de Dios (Ro. 10: 17).
5. 5. 6. Humillarnos ante la
presencia de Dios (2ª Cr. 7: 14; Mt. 23: 12;
Stg. 4: 10; 1ª P. 5: 6), y
someternos incondicionalmente a su voluntad (Is. 55: 8-9; Mt. 6: 10; Ro. 12: 2;
1ª Ti. 2: 1-4; 1ª Jn. 5: 14-15; 1ª P. 2: 15). Dios nos va a prosperar en la
medida que prospera nuestra alma (3ª Jn. 1: 2) y Él utiliza nuestra necesidad para que nosotros nos acerquemos
más a Él. (Job 42: 5; Jn. 9: 38). Asimismo si el Señor tiene un propósito en la
situación que estamos viviendo, no vamos a recibir la respuesta hasta que dicho
propósito se cumpla (Sal. 135: 6; 138: 8; Lm. 3: 37). Es pues necesario esperar
el tiempo del Señor (Ec. 3: 1; Sal. 5: 3;
40: 1).
5. 5. 7. Confesar como recibidas las promesas de Dios,
si estamos cumpliendo las condiciones que acompañan a cada una de ellas: “Porque os es necesaria la paciencia, para que
habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa” (He.
10: 36). “ A fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores
de aquellos que por la fe y la paciencia, heredan las promesas” (He.
6:12). Ejemplos:
Gn. 12: 2-3; Gá. 3: 29; Ex. 15: 26; 19: 5-6; Dt. 11: 13-15; 20: 3-4; Jos. 1: 9;
Job 8: 5-7; Sal. 37 y 91; Pr. 3: 1-10; 11: 25; 18: 10; Is. 41: 9-20; Jer. 1:
7-10, 17-19; 15: l9-21; 17: 7-8; Mal. 3: 10-12. Jn. 10: 27-29; 15: 7; 2ª P.1:3-4, etc..
5. 5. 8. Ser fiel (Sal. 66: 18; 81: 13-16; Jn. 5:14; 15:
7; Stg. 5: 16).
5. 5. 9. Ser constantes en la oración (Sal. 55: 17; Mt. 15: 22-28;
Lc. 18: 1-7; Ro. 12: 12; Ef. 6: 18; 1ª Ts. 5: 17; Ap. 5: 8).
5. 5. 10. Alabar y adorar a Dios en toda circunstancia
(2ª Cr. 20; Sal. 33: 1-3; 34: 1-3; 47: 1;
48: 1; 66: 1-4; 95: 6;
96: 1-4; 98: 1-6; 100: 1-5;
103: 1-22; 105: 1-6; 107: 1; 136: 1-26;
147, 148, 149, 150; Hab. 3:
17-19; Hch. 16: 25-26; Col. 3: 16; He.
13: 15; Ap. 5: 13; 15: 3-4, etc.).
5. 5. 11. No murmurar contra Dios, ni rebelarse contra
Él para no provocar su ira (Nm. 14: 11-12; 27-29; Dt. 11:16-17; Sal. 78:
1-64; 106: 6-43).
5. 5. 12. Confesar lo que anhelamos dando gracias
a nuestro Padre Celestial como si ya lo hubiésemos recibido (Jer. 1: 9-10; Mc.
11: 23; Fil. 4: 6).
5. 5. 13. No dudar, porque si
dudamos echaremos a perder los milagros que Dios quiere hacer en nuestras vidas
(Nm. 14: 11; Mt. 14: 29-31; Stg. 1: 6-7).
El Señor nos dejó en Mateo
6: 9-13, un patrón de oración, no para que lo repitamos como loros, sino para
que oremos en esa forma: dirigiendo nuestra oración al Padre y santificando su
nombre (Mt. 6: 9; Is. 6:3; Ap. 4:8); pidiendo su guianza y sometiéndonos a su
voluntad (Mt. 6: 10); pidiendo su provisión (Mt. 6: 11); perdonando y pidiendo
perdón (Mt. 6: 12); solicitando su ayuda y protección alabándolo y reconociendo
su gloria (Mt. 6: 13; 1ª Cr. 29: 10-13).
El devocional diario consiste en establecer nuestra comunicación con
Dios, a través de la lectura de su palabra y la oración sincera que salga de
nuestro corazón, habiendo pedido al Padre que nos guíe con el Espíritu Santo.
El diálogo se establece así: Dios nos habla a través de su palabra y nosotros
le hablamos a través de la oración. Ahora bien, si solamente oramos pero no
leemos su palabra, estamos hablándole pero no lo escuchamos. Si en cambio
leemos solamente su palabra pero no oramos, lo estamos escuchando pero no le
hablamos. Es necesario por tanto hacer las dos cosas, analizando además el
texto leído, para poderlo llevar a la práctica.
NOTA: Las oraciones que se
encuentran en las diferentes lecciones de este manual, no son para aprenderlas de
memoria, ni volverlas vanas repeticiones (Mt. 6: 7) sino para que los nuevos
creyentes en Cristo, aprendan a apropiarse de las promesas divinas y a orar con
base en la palabra de Dios.
EVALUACIÓN
1. Defina
qué es orar:
- Explique qué es fe:
- Enumere las pautas que hacen eficaz nuestra oración:
4. ¿Cuáles beneficios cree usted que recibimos a través del
devocional?
5. Con base en
la concordancia diga cuántas formas de orar enseñó Jesucristo y ubique las
diferentes oraciones que Él hizo.
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