Discipulado II


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 LECCIÓN 6 __________________________________________________________________________________

CONOCIENDO MÁS A NUESTRO DIOS

"Misericordia quiero y no sacrificio y conocimiento de Dios más que holocaustos” (Os. 6: 6).

Objetivos:

Identificar correctamente a nuestro Dios, sus atributos, su señorío, su poder, su perfecto amor, para poder eliminar todo argumento que se levante contra el conocimiento de nuestro Creador (2ª Co. 10: 5).
6. 1. Nombres de Dios en hebreo (Antiguo Testamento):

v  Adonai: Significa Señor, dueño (Is. 6:1).

v  Elohim: Significa un solo Dios en plural (Gén. 1: 26); Dios fuerte, lleno de poder (Gen. 1: 1).  Aparece 2.312 veces en el Antiguo Testamento.

v  El-Shaddai: Quiere decir Dios Todopoderoso (Gn. 17: 1).

v  El-Elión: Significa Dios Altísimo (Gn. 14: 18; Sal. 91: 1).

v  El-Olam: Quiere decir Dios Eterno (Gn. 21: 33).

v  El-Ganna: Significa Dios Celoso (Ex. 20: 5; 34: 14).

v  El-Hai: Quiere decir Dios Viviente (Jos. 3: 10).

v  El Santo de Israel: El Dios de Israel (Is. 1: 4).

v  Torre Fuerte (Pr. 18: 10).

v  El Fuerte de Israel (Is. 1: 24).

v  Jehová o Yahveh: Es el nombre que algunos traductores dieron a Dios al agregarle a las consonantes YHVH, cuya pronunciación era imposible, las vocales e, o, a. Su significado es “YO SOY” (Ex. 3: 13-14). La pronunciación más correcta debió ser Yahveh. Aparece 6.499 veces en el Antiguo Testamento.  Expresiones compuestas con este nombre significan:

v  Jehová o Yahveh Jireh: Jehová o Yahveh Proveerá (Gn.   22: 13-14).

v  Jehová o Yahveh Rafah: Jehová o Yahveh tu sanador (Ex.15: 26).

v  Jehová o Yahveh Nissi: Jehová o Yahveh es mi estandarte (Ex. 17: 15).

v  Jehová o Yahveh Shalom: Jehová o Yahveh es paz (Jue. 6: 24).

v  Jehová o Yahveh Raah: Jehová o Yahveh es mi pastor (Sal. 23: 1).

v  Jehová o Yahveh Tsidkenu: Jehová o Yahveh, justicia nuestra (Jer. 23: 6).

v  Jehová o Yahveh de los ejércitos: Creador Todopoderoso (Is. 54: 5).

Como podemos ver, los nombres de Dios describen lo que es Él para nosotros.  En nuestra oración diaria siempre debemos confesar los nombres de Dios con acción de gracias (Mt. 6: 9; Fil. 4: 6; 1ª. Tes. 5:18), por ejemplo: “Gracias Señor, porque tú eres Rafah, mi sanador; gracias Señor porque tú eres Raah, mi pastor y nada me falta”, etc.


6. 2. Atributos de Dios:

v  Eterno: El tiempo no lo puede limitar, pues no tuvo principio ni tendrá fin (Gén. 21: 33; Dt. 33: 27; Sal. 90: 2; 103:17; Jer. 10: 10; Romanos 16:26) y nuestra noción del tiempo es diferente a la de Él (Sal. 90: 4; 2ª. P. 3: 8).

v  Omnisciente: Porque todo lo sabe (Sal. 139: 1-6; Jn. 4: 17-18).

v  Omnipresente: Porque está presente en todas partes (Sal. 139: 7-10, Jer. 23: 24).

v  Omnipotente: Porque todo lo puede (Sal. 115: 3; Jer .32: 17-18, 27).

v  Invariable (Mal. 3: 6).

v  Creador (Gén. 1:1- 2:22; Jer. 10:12; 1ª Pedro 4:19).

v  Sabio (1ª Tim. 1:17.)

v  Fiel (Dt. 7: 9; Jos. 21: 43-45; 1ª Co. 1:9;  2ª Tes. 3: 3;  He. 10: 23).

v  Justo y recto (Dt. 32: 4-5).

v  Santo  (Is. 6: 3;  37: 23;  41:14;  57: 15).

v  Misericordioso (Ex. 34: 6; Is. 55: 7).

v  Bueno (Sal. 25:8; 100:5; Lm. 3:25; Nah. 1:7).

v  Espíritu (Jn. 4: 24).

v  Salvador, Redentor, Fuerte (Is. 49: 26).

v  Guardador (Sal. 121: 5 y  41: 2;  Is. 26: 3 y 27: 3).

v  Roca y fortaleza (1ª. S. 22:3; Sal. 27:1; Hab. 3: 19).

v  Alegría y gozo (Hab. 3:18).

v  Luz  (1ª Jn. 1: 5).

v  Verdadero, Vivo y Rey (Jer. 10: 10).

v  Creador de todo (Gn. 1: 1-2: 3; Jer. 10: 12; Jn. 1: 3).

v  Escudo nuestro (Gn. 15: 1; 2ª S. 22: 3;  Sal. 3: 3).

v  Libertador (2ª S. 22;2; Sal. 70:5; y 144: 2).

v  Torre Fuerte (Sal. 61:3; Pr. 18:10).

v  Alto refugio ( 2ª S. 22: 3).

v  Es, ante todo, Padre  (Is. 63: 16).  Traducido del Arameo Abba, es una expresión de plena confianza y sometimiento a su voluntad (Mr. 14: 36; Jn. 17: 11; Ro. 8: 15).

v  Por sobre todo, es amor (1ª. Jn. 4: 8,16).


6.3. Nuestro Dios es una unidad de tres


La palabra trinidad  significa “unidad de tres”. Se le ha dado este nombre a la unidad del Padre Celestial, de su Hijo Jesucristo y del  Espíritu Santo.

Pero existen muchos ejemplos  de unidades de tres:

Un triángulo, siendo una sola figura geométrica, tiene tres ángulos y tres lados; un huevo es una unidad constituida por tres partes: cáscara, clara y yema, etc.

El ser humano, hecho a imagen y semejanza de Dios, también es una unidad de tres:  “espíritu, alma y cuerpo” (1ª Ts. 5:23).

Ahora bien, podemos analizar y comprobar que nuestro Dios es una unidad de tres o trinidad, constituida por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Si tenemos en cuenta que Dios creó todas las cosas por medio de La Palabra el Verbo de Dios, que es su Hijo Jesucristo (Jn. 1:1-3 y 14), cuando dijo: “Sea la luz, y fue la luz (Gn. 1: 3) mientras el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas (Gén. 1:2). Leer también Génesis 1: 6, 9, 11, 14, 20, 24).

“Dios, habiendo hablado de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días, nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien así mismo hizo el universo” (He. 1:1-2). Por eso Cristo “es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en Él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos, y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de Él y para Él” y “Él es la cabeza del cuerpo que es La Iglesia (Col. 1:15-18).

Y nótese que Dios siendo uno (Dt. 6:4), habló en plural cuando dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen” (Gn. 1:26) ¿A quién enviaré y quien irá por nosotros?” (Is. 6:8) y “He aquí el hombre es como uno de nosotros” (Gn. 3:22).

Ahora bien, esto es fácil de ilustrar si tenemos en cuenta que:

“Nosotros siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros” (Ro. 12:5). “Porque así como el cuerpo “es uno” y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres, y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. Además el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos” (1ª Co. 12: 12-14).

“Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús (Gá. 3:27-28).

“Para que todos sean uno; como tú, oh Padre en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste” (Jn. 17:21).

Así como el cuerpo de Cristo es uno solo pero está constituido, por millones de creyentes al igual que la iglesia de Cristo es una sola conformada por todos los cristianos, asimismo “Dios es uno” pero constituido por el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo. “Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno” (1ª Juan5:7).

Es como si tomáramos una flor de tres pétalos indivisibles, compuesta por una sola sustancia, una misma esencia, pero con algunas diferencias entre sí, o si miramos una de nuestras manos, vemos que tiene cinco dedos, pero es una sola.

En nuestro Dios podemos encontrar que:

v  El Padre es la primera autoridad (Is. 53: 6; Jn. 3: 16-17; 10: 29; 11: 42; 17: 1-26; Mat. 26: 42; etc.).

v  El Hijo es el único que se hizo hombre, murió y resucitó por nuestros pecados y es el único que nos puede llevar al Padre (Jn. 14: 6; He. 10: 19-20) y en cuyo único nombre hay salvación (Hch. 4: 11-12).

v  El Espíritu Santo es enviado por el Padre y el Hijo (Jn. 14: 26). Además Cristo dijo que se iría pero que enviaría al Espíritu Santo (Jn. 16: 7), por tanto el Espíritu Santo es el representante de Cristo en la tierra, aunque luego Cristo mismo viene a morar en el creyente (Ap. 3: 20; .Ef. 3: 17).

Analicemos algunos pasajes que mencionan las tres personas divinas como tales:

1.    En Jn. 6: 27, Jesucristo menciona al Padre como Dios.

2.    En He. 1: 5-8, Dios Padre se refiere al Hijo como a Dios.

3.    En Hch. 5: 3-4, dice el apóstol Pedro que al mentir Ananías al Espíritu Santo, le ha mentido a Dios. Por tanto, el Espíritu Santo es Dios.

La manifestación simultánea de las tres personas del Dios Todopoderoso, la encontramos en muchos pasajes, tales como:

En Mt. 3: 16-17: Cuando Jesucristo es bautizado, el Espíritu Santo desciende en forma de paloma, mientras se escucha la voz del Padre desde los cielos diciendo: “Este es mi Hijo amado…”. El Padre invisible exalta al Hijo; el Hijo hecho hombre se sujeta al Padre (Mt. 3: 15) y el Espíritu Santo es enviado del Padre al Hijo.

Cuando Jesucristo ordena a sus discípulos la gran comisión, les dice: “Id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt. 28: 19).

En Ef. 1: 3-14 el apóstol Pablo menciona de manera muy clara e independiente, las tres personas de la Divinidad.

Por otra parte en Juan 3:16-17; 5:24, 6:38, 12: 49, 17:18, etc., en Gálatas 4:4-6, y en 1ª Juan 4:9-10, entre otras citas, la palabra de Dios nos enseña que El Padre envió a su Hijo a salvarnos de nuestros pecados. Y en muchísimos pasajes los apóstoles mencionan al Padre y al Hijo como dos personas: “Gracia y paz a vosotros de nuestro Dios y Padre y del Señor Jesucristo” (Ro. 1: 7; 1ª Co. 1:3;  2ª Co. 1:2; Gá. 1:3; Ef. 1:2; Fil. 1:2; Col. 1:2;  1ª Ts. 1:1 y 2ª Ts. 1:1-2; 1ª Ti. 1:1-2 y 2ª Ti. 1:2; Tit. 1:4: Flm. 1:3). “El que no escatimó ni a su propio Hijo sino que lo entregó por todos nosotros” (Ro. 8:32). “Bendito sea el Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo” (2ª Co. 1:3;  Ef. 1:3; Col. 1: 3). “Por Jesucristo y por Dios el Padre que lo resucitó de entre los muertos” (Gá. 1:1). “¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es el anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo el que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre” (1ª Jn. 2: 22-23). “Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo” (1ª Jn 1: 3). “Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Él (Ef. 1: 17). Etc.

En la oración que Jesús hizo al Padre por sus discípulos en Juan 17, encontramos esta tremenda petición: “Mas no ruego solamente por estos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú oh Padre en mí  y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste” (Jn. 17:20-21).

Infortunadamente algunas corrientes unitarias se han empeñado en negar que el Padre envió a su Hijo Jesucristo a morir por nuestros pecados, y han impedido que se cumpla la anhelada petición del Hijo de Dios.

Pero en  los siguientes pasajes Jesús menciona a Dios como su Padre: Mateo 7: 21;  10: 32;  12: 50; Marcos 13: 32;  14: 36;  15: 34; Lucas 2: 49;  22: 42; Juan 2: 16; 3:16-17 y 36;  5: 17 y 20;  6: 37-39;  8: 16;  11: 41-42;  12:26 y 49;  14: 2,  13, 20, 23 y 31; 15: 1, 9, 10, 15, 16, 24;  16: 27-28 y 32;  18:11;  20: 17 y 21; Apocalipsis 3: 5; etc.

Además los apóstoles nombran al Padre y al Hijo entre otros pasajes en: Mateo 17: 5; Hebreos 1: 1-2 y 5: 5; 1ª Juan 5: 5; 1ª Corintios 15: 22-28; 2ª Pedro 1: 16-18;  Efesios 3: 14  y  5: 7-10; 1ª Juan 4: 14-15  y  5: 1;   2ª Juan, verso 9; etc.

En realidad, el Padre siendo la primera autoridad del universo, dio toda potestad al hijo (Mt. 28: 18-20; Jn. 17:1-2; Fil. 2:5-11; He. 1: 5-6; etc.).

Y al final el Hijo devolverá al Padre la potestad que recibió de Él (1ª Co. 15: 22-28).

Ahora bien, somos salvos es por creer en Jesucristo hombre, el Hijo de Dios (Jn. 3:36 y  20:31; 1ª Jn. 5: 10-12; 1ª Ti. 2: 5; etc.).

Es pertinente ratificar que Jesucristo también es Dios como lo comprobaremos más adelante, “porque en Él habita toda la plenitud de la Deidad (Col. 2: 9); pero no es por creer que Jesucristo es Dios que somos salvos, sino por creer que es el Hijo de Dios. Porque Jesús el hombre obedeció al Padre, es que pudo reemplazar a los pecadores en la cruz y llevar el castigo de todos nuestros pecados: Y aunque era Hijo, por lo que padeció, aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen y fue declarado por Dios, sumo sacerdote según el orden de Melquisedec” (He. 5: 7-10).


6. 4. El conocer

La palabra conocer en la Biblia tiene varios significados. Uno de ellos se refiere a la relación matrimonial entre un hombre y su mujer. Por eso dice en Génesis 4:1 “Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió…

Y cuando un ángel del Señor le dice a la virgen María que va a dar a luz un hijo, ella le pregunta: “¿Cómo será esto? Pues no conozco varón?” (Lucas 1:31-34).

Asimismo en la unión matrimonial se habla de que los dos serán uno solo: “Dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y los dos serán una sola carne” (Génesis 2:24).

En la relación del creyente con su Creador, la Biblia habla de una unión como la del esposo con la esposa: “Porque tu marido es tu Hacedor” (Is. 54:5).”Y como el gozo del esposo con la esposa, así se gozará contigo el Dios tuyo” (Is. 62:5). En aquel tiempo, me llamarás Ishi (que significa Mi marido)…Y te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia, juicio, benignidad y misericordia. Y te desposaré conmigo en fidelidad, y conocerás a Jehová” (Os. 2:16-20).

Por eso cuando aceptamos a Cristo como Señor y Salvador somos incorporados a su cuerpo y pasamos a ser uno con Él. Y por eso es que el mismo Señor Jesucristo le dice al Padre Celestial en aquella preciosa oración: “Y esta es la vida eterna: Que te conozcan a ti, el único Dios verdadero y a Jesucristo a quien has enviado” (Jn. 17:3).


6. 4. Jesucristo, verdadero Dios

Son muchísimos los textos bíblicos que demuestran la divinidad de Jesucristo.  Analizaremos solamente algunos:

v  Is. 9: 6: Se refiere a Jesucristo como “Dios fuerte y Padre eterno”. En algunas biblias de los testigos de Jehová no aparece este texto.

v  Mt. 1: 23: Jesucristo es Emnanuel, que quiere decir Dios con nosotros”.

v  Lc. 1: 47: Cuando la virgen María dice “Dios, mi Salvador”, se está refiriendo a Jesucristo.

v  Jn. 1: 1: “El verbo era Dios (el Verbo es Jesucristo) En la Biblia de los “testigos de Jehová” le quitaron la mayúscula a “Dios”.  En las demás Biblias aparece “El Verbo era Dios”, o sea Jesucristo.

v  Mt. 28: 9 y 17; Lc. 24: 52; Jn. 9: 38: Los discípulos, las mujeres y el ciego lo adoraron y Él lo permitió.

v  Jn. 20: 28-29: Tomás le dice a Jesús “Dios mío” y Jesús no lo contradice, sino acepta que le diga Dios.

v  Ro. 9: 5: “Cristo, Dios sobre todas las cosas”.

v  1ª Jn. 5: 20: “Jesucristo, verdadero Dios”.

v  1ª Ti. 3: 16: Hablando de Jesucristo dice que “Dios se manifestó en carne”.

v  Tit. 2: 13 y 2ª. P. 1: 1 se refieren a Jesucristo como “Nuestro Dios y Salvador”.

v  En Ap. 5:11-14 el apóstol Juan ve que  toda la creación adora al Cordero.

v  Además Jesucristo posee todos los atributos divinos:

v  Omnipotente (Mt. 28: 18; Ap. 1: 8).

v  Omnisciente (Jn. 4:17-18; 21: 17).

v  Omnipresente (Ap. 3: 20).

v  Eterno (Mi. 5: 2 b; Jn. 1: 1-3; 8: 58).

v  Etc.

6. 5. Jesucristo, verdadero hombre.

“En esto conoced el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo”. (1ª Jn. 4: 2-3). En el texto anterior, y en 2ª Jn. verso 7, el apóstol Juan nos alerta sobre esta verdad: El espíritu del anticristo negará la humanidad de Jesucristo. Pero la palabra de Dios prueba con lujo de detalles que Jesucristo se hizo hombre por amor al hombre.  Analicemos solamente algunos textos:

v  “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer” (Gá. 4: 4). Siendo nacido de una mujer, recibió la naturaleza humana de María su madre (Mt. 1: 18-25; Lc. 2: 4-7).

v  Manifestó las limitaciones humanas porque:

1.    Tenía cuerpo humano “Visto y palpado” por sus discípulos (1ª Jn. 1: 1).

2.    Estuvo sujeto a crecimiento (Lc. 2: 40-52).

3.    Sintió cansancio (Jn. 4: 6).

4.    Tuvo hambre (Mr. 11: 12).

5.    Padeció  sed (Jn.  4: 7).

6.    Tuvo necesidad de dormir (Lc. 8: 23).

7.    Tenía alma humana (Mt. 26: 38; Mc. 14: 34).

8.    Tenía espíritu humano (Mt. 27: 50;  Lc. 23: 46; Jn. 19: 30).

9.    Fue tentado aunque no pecó (Mt. 4: 1-11; He. 2. 14-18 y 4: 15).

10. Se regocijó (Lc. 10: 21).

11. Se entristeció (Mt. 26: 38; Lc. 22: 44).

12. Lloró junto a la tumba de su amigo (Jn. 11: 35).

13. Tuvo que ser fortalecido por el Padre (Lc. 22: 42-44).

14. Experimentó dolor (1ª P. 4: 1).

15. Padeció (1ª P. 2: 21, 23).

16. Murió (Jn. 19: 33-34; 1ª Co. 15: 3).

17. Se llamó a sí mismo Hijo del Hombre”, dando a entender su condición humana (Lc. 9: 44).

Siendo Jesucristo verdadero Dios y verdadero hombre, es el único que puede restablecer la relación entre Dios Padre y la humanidad, porque siendo Dios y Hombre a la vez es la intersección perfecta entre Dios y el hombre.

Ahora bien, el que murió en la cruz no fue Jesucristo Dios, sino Jesucristo Hombre, su naturaleza humana, el Hijo de Dios, a quien el Padre resucitó de entre los muertos (Hch. 10: 40; Ro. 10:9). Por eso, es una herejía decir que Dios murió y resucitó. Si Dios hubiera muerto, dejaría de ser Dios.

6. 6. Nombres de Jesucristo

Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de paz (Is. 9: 6); Jesús, que significa “Salvador” (Mt. 1: 21); Emanuel, que significa “Dios con nosotros” (Mt. 1: 23); Hijo de David (Mt. 12: 23); Hijo del Hombre (Mt. 25: 31); Maestro (Mt. 23: 8); el Cristo, que significa el ungido (consagrado) en Griego y el Mesías en Hebreo (Dn. 9: 26; Mt. 27: 17; Jn. 1: 41; 4: 25); el Salvador (Lc. 1: 47); el Hijo de Dios (Lc. 4: 41); el Verbo de Dios (Jn. 1: 1; Ap. 19: 13); el Cordero de Dios (Jn. 1: 29); el Santo y Justo (Hch. 3: 14); el autor de la vida (Hch. 3: 15); el Señor (Ro. 10: 9); el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin, el que es, el que era y el que ha de venir, el Todopoderoso (Ap. 1: 8); el Redentor (Job 19: 25; Ap. 5: 9); el Rey de reyes y Señor de señores (Ap. 17: 14; 19: 16); el Camino, la Verdad y la Vida (Jn. 14: 6); la Roca (1ª Co. 10: 4); la Puerta (Jn. 10: 7-9); el Buen Pastor (Jn. 10: 11-14);  la Luz (Jn. 8: 12; 9: 5; 12: 46); el Pan de Vida (Jn. 6: 35, 51); la Vid Verdadera (Jn. 15: 1); el León de Judá (Ap. 5: 5), Fiel y Verdadero (Ap. 19: 11), etc.


6. 7. Y  Cristo volverá

Leer Mt. 24: 29-51; 25:13 y 31-46; Mc. 13: 24-37; Lc. 12: 35-40; 17:24-37; 21: 25-36; Jn. 14: 3; 1ª Co. 15: 51-54: Fil. 3: 20-21; 1ª Tes. 4:13-18 y 5:1-11; 2ª Tes. 1:10; 2ª P. 3:9-15; Ap. 19:11-16 y 22: 7, 12, 20.

6. 8. La persona del Espíritu Santo.

6. 8. 1. Una persona es alguien que tiene personalidad, conocimiento y capacidad para decidir y actuar. El Espíritu Santo es una persona porque:

v  Enseña, por tanto tiene conocimiento (Neh. 9: 20; Lc. 12: 12; Jn. 14: 26).

v  Traslada (Ez. 8:3; Mt. 4: 1).

v  Convence (Jn. 16: 8).

v  Conduce (Mt. 4: 1).

v  Oye y guía (Jn. 16: 13).

v  Habla (Hch. 8: 29; 10: 19; 1ª Ti. 4: 1; Ap. 2: 7).

v  Intercede por nosotros (Ro. 8: 26).

v  Escudriña (1ª Co. 2: 10).

v  Da libertad (2ª Co. 3: 17).

v  Se contrista, o sea que se entristece (Ef. 4: 30).

v  Toma decisiones (Hch. 13: 2).

v  Testifica (Ro. 8:16; 1ª. Jn. 5: 6).

v  Ordena e impide (Hch. 16: 6-7; 13: 2).

v  Entrega dones que son regalos (Ro. 12: 6-8; 1ª Co. 12: 8-11; 28-31) a través de los cuales nos da su guianza (Jn. 16: 13), su poder (Hch. 1: 8) y su revelación (1ª Co. 2: 10; 14: 3).


6. 7. 2. Símbolos del Espíritu Santo

v  El agua (Ez. 47: 1-12; Jn. 7: 37-39).

v  El aceite (1ª. S. 16: 13; Stgo. 5: 14).

v  El fuego (Hch. 2: 1-18).

v  La paloma (Mt. 3:16).


6. 7. 3. El fruto del Espíritu Santo (Gá. 5: 22-23)

Es el que moldea el carácter del creyente, el que identifica a los discípulos de Cristo (Mt. 7: 15-20) y el que debemos manifestar para que el Padre nos conceda todo lo que le pidamos en el nombre de su Hijo Jesucristo (Jn. 15: 16).

Nota: En la lección titulada “El perfil del discípulo” continúa la  información sobre el fruto de Espíritu Santo.
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EVALUACIÓN
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1.    Enumere los nombres de Dios y su significado.

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2.    Escriba tres atributos exclusivos de Dios




3.    Mencione 3  pasajes en donde se mencionen las tres personas de la Divinidad.

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4.    Enumere tres pruebas de la personalidad del Espíritu Santo.

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5.    Pruebe con la Palabra de Dios que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre.

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6.    Cuál es el nombre de Dios que aparece mayor número de veces en el Antiguo Testamento?


7.    Memorice los nombres de Jesucristo




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8.    Coloree en su biblia los textos analizados y trate de memorizar la cita y la idea central de cada uno.

9.    Lea Jn. 6:38,  10:10 y 11:52; Col. 1: 20-22;  1ª Ti. 1: 15; He. 2: 14. Enumere ahora a qué vino Jesús. Lea Jn. 19: 28-30 y Lc.24: 44-47. ¿Cumplió Jesús la misión del Padre?

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LECCION 7



QUIÉN ES NUESTRO ADVERSARIO 

“Sed sobrios y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor, buscando a quién devorar” (1ª P. 5: 8).

OBJETIVOS: 

Conocer y desenmascarar las maquinaciones de nuestro verdadero adversario, y definir su posición frente al creyente.


7. 1. Sus nombres: 

v  Satanás (Job 1: 6; 2: 1, 7), que significa “el enemigo”.

v  Diablo (Mt. 4: 1-11), que significa “el adversario”.

v  Lucero, hijo de la mañana (Is. 14: 12), que significa “el que aporta la luz”; de hecho, satanás se disfraza como ángel de luz” (2ª Co. 11: 14).  Desde el siglo III se le llamó Lucifer y Luzbel.

v  El dios de este siglo (2ª Co. 4: 4).

v  Beelzebú (Mt. 10: 25), que significa “príncipe de los demonios” (Mr. 3: 22).

v  El príncipe de los demonios (Mt. 9: 34)

v  El príncipe de este mundo (Jn. 12: 31; 14: 30; 16: 11)

v  El príncipe de la potestad del aire (Ef. 2: 2)

v  El príncipe del reino de Persia (Dn. 10: 13)

v  El rey de Tiro (Ez. 28: 12-19).

v  Serpiente (Gn. 3: 1-15; Ap. 12: 9; 20: 1-2)

v  Dragón (Ap. 12: 9, 20: 1-2)

v  El acusador (Ap. 12: 10)

v  El ladrón (Jn. 10: 10)

v  El padre de la mentira (Jn. 8: 44).

v  Belial (2ª Co. 6: 15), que significa “maldad”, “indignidad”.

v  Ángel del abismo (Ap. 9: 11), que significa “destructor”.

v  El maligno (Ef. 6: 16; 1ª Jn. 5: 18).



1.    2. Su reino de tinieblas (Ap. 16: 10)


Está organizado en “Principados, potestades, gobernadores de tinieblas y huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Ef. 6: 12)  El que no tiene a Cristo está en el reino de tinieblas, pero cuando recibimos al Señor Jesucristo, nuestro Padre Celestial nos saca de las tinieblas y nos traslada al reino de luz (Col. 1: 12-13; 1ª P. 2: 9). 

Los demonios están bajo la autoridad de satanás, por cuanto Beelzebú es el príncipe de los demonios (Mt. 12: 22-29). Nótese cómo el dragón los vomita en forma de ranas (Ap. 16: 13-14). 

Los demonios son los mismos espíritus inmundos que siendo ángeles cayeron con el Lucero hijo de la mañana (Is. 14: 12; 2ª P. 2: 4; Jud. 1: 6) que arrastró a la tercera parte de ellos (Ap. 12: 3-4, 9). 

Su caída fue causada por la soberbia de querer ser como Dios (Is. 14: 13-15;  Ez. 28: 16-17) y en el mismo huerto del Edén sembró en el corazón del ser humano esta misma aspiración, que dio origen a las doctrinas satánicas que proclaman la divinidad del hombre (Gn. 3: 5).


1.  Características de los demonios: 

v  Creen en Dios y tiemblan (Stg. 2: 19) pero no le obedecen.

v  Identifican a Jesucristo y le temen (Mr. 1: 24; 5:7).

v  Tienen mucha fuerza (Mr. 5: 4).

v  Son crueles (Mr. 5: 5; 9: 17-18, 22).

v  Son violentos (Mr. 9: 20).

v  Les gusta llamar la atención (Mr. 9: 26, Hch. 16: 16-17).

v  Pueden poseer tanto a personas como a animales y transferirse de unos a otros (Mt. 5: 11-13).

v  Buscan reposo (Mt. 12: 43).

v  Se ubican por territorios o principados (Mc. 5: 8-10, 17; Ef. 6: 12).

v  Trabajan solos o acompañados (Mt. 12: 43-45; Mr. 1: 23-26; 5: 9; Lc. 4: 33).

v  Tienen algún poder y su número es el seiscientos sesenta y seis (Ap. 13: 2-18).

v  Pueden hacer milagros (Mt. 24: 24; Ap. 13: 11-14).


2.  Sus funciones: 

v  Tentar a los hijos de Dios (Gn. 3: 1-15; Mt. 4: 1-11).

v  Acusarlos (Job 1:9-11; Zac. 3: 1; Ap. 12: 10).

v  Mentir (Jn. 8: 44).

v  Oprimir (Hch. 10: 38).

v  Devorar (1ª P. 5: 8).

v  Cegar la mente de los incrédulos (2ª Co. 4: 4).

v  Sembrar cizaña (Mt. 13: 24-30 y 36-39).

v  Engañar (Mt. 24: 23-24; 2ª Tes. 2: 9-11;  Ap. 12: 9; 13: 13).

v  Atar (Lc. 13: 16), que significa encadenar, ligar.

v  Levantar falsas doctrinas (1ª Ti. 4:1).

v  Maquinar (2ª Co. 2: 11).

v  Matar, robar y destruir (Jn. 10: 10). 

Dios en su soberanía los utiliza a veces para probarnos (Job 1: 12-22; 2: 6-8; Ap. 2: 10), para disciplinarnos (1ª S. 16: 14; 1ª R. 22: 19-38; Is. 37: 7), para que siempre dependamos del Señor y reconozcamos que sin él nada somos (2ª Co. 12: 7) y aún para entrenarnos en la batalla espiritual (Sal. 144: 1). 

Algo que debemos tener siempre presente es que satanás no puede dañar a los hijos de Dios, sino hasta donde el Señor en su soberanía se lo permite (Job 1: 2; 2: 6). 

3.  Sus medios: 

3. 1. Opresión (que significa fuera de): Enfermedad (Job 2: 7-8; Lc. 13: 11), ruina (Job 1: 16-17), etc. 

3. 2. Obsesión (que significa dentro de): Temor, engaño, culpa, depresión (Lc. 22:31, 54-62), etc. 

3. 3. Posesión (que significa en lugar de): Cuando  controla la voluntad del hombre (Mr. 5: 1-20). 

4.  4. Manifestaciones sobrenaturales (2ª Tes. 2: 9; Ap. 13: 12-14).


5.  Su situación frente a Cristo y al creyente: 

Cristo vino a “deshacer las obras del diablo” (1ª Jn. 3: 8).  En realidad satanás no es más que un “pobre diablo” derrotado, pues el Señor Jesucristo ya lo venció (Jn. 12: 31; 16: 11); “Y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz” (Col. 2: 15). Además  nos ha dado potestad para hollarlo (pisotearlo) sin que nos pueda dañar (Lc. 10: 17-19). Podríamos afirmar que satanás tiene solamente el tamaño y poder que nosotros le permitamos tener: ”Hijitos, vosotros sois de Dios y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros (esto es, Cristo) que el que está en el mundo  (1ª Jn. 4: 4). 

6.  Su final: 

El fuego eterno (Mt. 25: 41; Ap. 20: 10).


Nota: En las dos lecciones siguientes y en la titulada “Librando la Batalla” encontraremos las armas con que Dios nos ha dotado para combatirlo. 



EVALUACIÓN



1.    Escriba los significados de los nombres de nuestro adversario:

















2.    ¿En qué reino se encuentra aquel que no ha aceptado a Cristo como su Señor y Salvador?

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3.    ¿Cuál fue el pecado que condujo a la caída al “Lucero hijo de la mañana”? (Is. 14:13-15)




4.    ¿Cuál fue el pecado que hizo que Adán y Eva fueran lanzados del Edén?




5.    ¿En qué posición se encuentra satanás frente a Cristo?

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6.    Lea Mt. 10:1; Mr. 16:17-18; Lc. 10:1; Lc. 10:18-19;  Hch. 1:8 y 16:18. 

Ahora lea Hch. 19:11-19. ¿Cómo explica que los apóstoles de Jesucristo pudieran echar fuera los demonios y los exorcistas en cambio fuera derrotados y heridos por los espíritus inmundos?  ¿Qué les hacía falta a los exorcistas?




7: Lea Mateo 24: 23-24. Qué relación encuentra con la adoración y el culto a imágenes tales como los mal llamados “corazón de Jesús” “divino niño”, “señor caído” “señor crucificado”, o cualquiera otra imagen de quien dicen que es Jesucristo? (Ver Lección 9).
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LECCIÓN 8


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EL PERDÓN Y LA FE, MEDICINAS INFALIBLES

“Todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis y os vendrá.
Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno”
(Mr. 11: 24-25).

OBJETIVOS:

Iniciar en el creyente el proceso de sanidad y restauración que nos brinda el Señor Jesucristo, mediante dos grandes secretos bíblicos: el perdón y la fe.


8. 1. Cómo sanar las heridas del alma

Hay heridas en el alma que fueron causadas por las personas que nos rodearon o por el medio en que crecimos y que nos están ocasionando mucho daño en diferentes áreas de nuestra vida e impidiendo el crecimiento espiritual en nuestra relación con Dios y con las personas que nos rodean. El Señor Jesucristo nos da la sanidad a través de dos medicamentos poderosos que ya habíamos mencionado antes: el perdón y la fe (Mr. 11: 22-25). Debemos comenzar reconociendo como pecado la falta de perdón (Mt. 18:23-35; Sal. 32: 3-5).

Es necesario perdonar recuerdos dolorosos, aun desde el vientre de nuestra madre, pues allí el niño percibe muchas cosas que suceden en el mundo exterior y que le pueden afectar profundamente. Asimismo, cualquier sufrimiento de la madre puede ser percibido por el bebé y llega a alterar su comportamiento aun después de adulto, impidiéndole vivir la vida abundante que Cristo nos promete (Jn. 10: 10)


8. 2. Traumas más frecuentes

Los traumas más frecuentes que afectan a las personas, y que pueden tener origen en la falta de perdón, las podemos dividir en los siguientes grupos:

8. 2. 1. Temor: Trae ansiedad, preocupación (ocuparse del problema antes de tiempo), inseguridad, irritabilidad, agresividad como medio de defensa, brusquedad, falta de iniciativa, negativismo, complejos de persecución, autoritarismo, sudor excesivo, temblor, tartamudeo, mareos, dolores musculares, el comerse las uñas, el chuparse los dedos, insomnio, pesadillas, sobresalto, fobias en general, enfermedades de diferentes características, tales como artritis, úlceras, alteraciones en el sistema nervioso en general, problemas cardiacos y psiquiátricos, etc.

  • La ansiedad puede ser transitoria, crónica o irracional:

  1. Transitoria: se da sólo en determinadas circunstancias.
  2. Crónica: Se da continuamente y presenta síntomas nerviosos.
  3. Irracional: Es obsesiva y conduce a la depresión y a trastornos psiquiátricos, con todas sus consecuencias.

    Jesucristo nos dice al respecto: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil y ligera mi carga” (Mt. 11: 28-30). Y el apóstol Pedro complementa diciendo que hay vivir “...echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros” (1ª P. 5: 7).
8. 2. 2. Rechazo: Trae como manifestaciones, rebeldía, inseguridad, complejos de inferioridad, o de superioridad como medio de defensa; sonambulismo, miedo, baja estima, autoconmiseración (lástima de sí mismo), depresión, falta de fe en Dios, ensimismamiento (centrarse en sí mismo), énfasis en lo material, negativismo, pesimismo, intolerancia hacia las opiniones de los demás, orgullo, enojo excesivo, violencia, celos excesivos y \o infundados, envidia, tendencia a comer y a dormir exageradamente, o al contrario, falta de apetito; pulcritud excesiva, temor al qué dirán, acelere; además limitan a Dios (incredulidad); son malos para escuchar y para perder; se impresionan por títulos, honores, condecoraciones, grados, logros, etc.

8. 2. 3. Ira: Viene acompañada de soberbia, resentimiento y violencia.

La soberbia se manifiesta con altivez, arrogancia, orgullo.

El resentimiento (rechazo y odio hacia otros) debilita nuestra fe, produce ceguera espiritual que nos impide ver lo bueno en los demás; también trae envidia, engaño, hipocresía, malicia, falta de perdón, intolerancia, calumnia, celos, odio, deseos de venganza, crítica, sarcasmos, chismes, etc. Cuando no hemos perdonado a alguien, le hemos dado ventaja a satanás (2ª Co. 2: 10-11) y él nos hará ver a esa persona con sus acusadores ojos (Job 1: 9-11; 2: 4-5). Pero si hemos perdonado, permitiremos que el amor de Dios fluya en nosotros y podamos ver a la misma persona como Dios nos ve (Job 1: 8; 2: 3; Cnt. 2: 2; 6: 9).

La amargura (no aceptarse a sí mismo) nos impide amarnos y ver lo bueno de nosotros mismos, y nos insensibiliza, no nos deja crecer, nos aleja de Dios y de las demás personas, produce en nosotros auto rechazo y baja autoestima, y es altamente contaminante (He. 12: 15).

8. 2. 4. Culpa: Puede ser real o infundada

La real es el arrepentimiento, viene del Espíritu Santo y acepta el perdón de Dios (Sal 51:1-2; 1ª Jn. 1: 8-9).

La falsa es el remordimiento, viene del enemigo y rechaza el perdón de Dios aunque ya Dios nos haya perdonado, e impide que la paz venga al corazón.

La culpa hace que la persona se aleje de Dios y de la iglesia, y provoca enfermedades graves, juicio excesivo hacia los demás (Mt. 7:1-5) y hacia sí mismo, insomnio, temor, depresión, trastornos psiquiátricos, alcoholismo y  drogadicción (autodestrucción), y pueden conducir aun al suicidio (Mt. 27:5).


8. 2. 5. Violación sexual: Provoca trastornos psicosexuales funestos.


Un niño varón violado puede convertirse en homosexual, promiscuo y\o depravado sexual, en algunos casos, o en un impotente sexual, en otros.

Una niña violada, de igual manera recibe traumas sexuales que le pueden ocasionar sexo descontrolado y\o aberrante en unos casos, o rechazo al sexo (frigidez), en otros. 

Además las violaciones traen a la víctima ira, deseos de venganza, temores, inseguridad y sentimientos de culpa, entre otros traumas.

El sentimiento de culpa que deja una violación sexual, puede conducir a los jóvenes a drogadicción, alcoholismo, trastornos psiquiátricos y suicidio. La violación incestuosa (de padres a hijas, hermanos consanguíneos, tíos a sobrinas, etc.), produce además de lo anterior, cadenas aberrantes de sexo, de funestas consecuencias.

El aborto puede traer como consecuencias para la mujer que ha abortado, temor, rechazo, culpa, autodestrucción, deseos de morir,  y enfermedades como cáncer, úlceras, hipertensión, artritis, afecciones cardiacas, etc. Cuando la mujer desconoce la palabra de Dios, llega a sentir tanta angustia por creer que su hijo ha ido al “limbo” que fácilmente se enferma del corazón. Sólo cuando entiende que de los niños es el reino de los cielos (Mc. 10: 14-15) y acepta el perdón de Dios y el de su hijo, y se perdona ella misma, puede recuperar la paz.



8. 3. El médico es Jesucristo

Gracias a Dios que nos envió a su hijo Jesucristo (Jn. 3:16) y Él vino a librar a los cautivos (Lc. 4:8; Hch. 10:38-43) y a llevar cautiva la cautividad (Ef. 4:8). No hay trauma que Él no pueda sanar, ni problema que Él no pueda resolver. Sólo tenemos que entregarle en oración nuestros recuerdos, perdonando a cada persona que nos ha hecho daño en cualquiera de estas áreas, y recibiendo su perdón por cada hecho que sembró en nuestro corazón sentimientos de culpa, pidiendo que nos limpie con su preciosa sangre, de toda contaminación que hayamos recibido, y que sane nuestras heridas con su amor.



Cuando hemos pedido el perdón divino por determinado pecado, y seguimos sintiendo culpa, es cuando necesitamos confesar perdón para nosotros mismos y confesar y creer sus promesas de perdón (Is. 43:18, 25; Mi. 7: 18-19; 1ª Jn. 1: 9, etc.).



Lo más inaudito es que a veces como hijos de Dios que somos, nos duele tanto que el Señor haya permitido tanto sufrimiento en nuestras vidas, también debemos confesar perdón por esto. A veces es la única manera de ser libres de una herida del alma. El profeta Jeremías estaba tan indignado porque sus enemigos lo maldecían (Jer. l5:17) lo escarnecían y se burlaban de él y Dios lo permitía (Jer. 20: 7), que se enfermó de una “herida desahuciada (¿cáncer tal vez?) que no admitía curación (Jer. 15: 17-18), y el Señor le dice que tiene que convertirse (Jer. 15:19), o sea que tiene que cambiar de actitud (perdonando) para que Dios lo restaure. Y esto en un profeta de Dios lleno del Espíritu Santo.

Algo que hiere especialmente son las palabras de rechazo, calumnia, o humillación. En estos casos es necesario anular el poder de dichas palabras y romper las ataduras con que nos encadenaron (Pr. 12: 18; 18: 20-21; 25: 18). Sólo así podremos recibir la sanidad en nuestro corazón. Es una realidad que cuando a pesar de confesar perdón para nuestra autoridad espiritual, no recibimos sanidad, debemos decirle a Papá Dios, que perdonamos que Él hubiera permitido que nuestra autoridad nos hiriera, así como el tener que sujetarnos a dicha autoridad. Tal es el caso de muchas esposas que se sienten incapaces de sujetarse a sus maridos cuando estos son autoritarios, humillantes, violentos, adúlteros, etc. Cuando ellas perdonan el hecho de haberlas colocado nuestro Padre Todopoderoso bajo la autoridad de semejantes especímenes, sanan de la rebeldía que sienten contra ellos.

A continuación viene una oración guía para ser sanados de recuerdos dolorosos. Debemos hacerla lentamente, trayendo cada recuerdo individualmente y mencionando cada persona y cada detalle:

Señor Jesucristo, yo te entrego todos los recuerdos dolorosos que han dañado mi vida y perdono a cada persona que aun desde el vientre de mi madre me haya traumatizado. Todo el daño que me han hecho. Si fui hijo rechazado y me hirieron con palabras ofensivas, yo perdono todo rechazo, anulo el poder de esas palabras y rompo esas ataduras. Recibo ahora tu amor sanando esas heridas y te doy gracias porque a ti te agradó darme la vida. Si recibí violencia, golpes, maldiciones, a través del vientre de mi madre, yo te entrego el temor, la ira, el resentimiento que todo esto provocó en mí, y perdono a esas personas que me dañaron y dañaron a mi madre, y convierto toda maldición en bendición para mi vida. Recibo ahora tu amor sanando esas heridas y te doy gracias porque tú peleaste por mi vida. Gracias, Señor por tu amor.

Si en el momento de nacer sentí el rechazo de los que me rodearon y no recibí amor ni protección, o rechazaron mi sexo, o mi físico, y se burlaron de mí, yo perdono todo eso y te entrego todo el dolor que esto me produjo, y recibo de tu amor en abundancia sanando todas estas heridas y llenando todos esos vacíos de mi corazón. Gracias, señor.

Si en mi infancia me golpearon, me humillaron, me hirieron con palabras ofensivas, yo perdono todo eso y anulo el poder de esas palabras que tanto daño me hicieron, y te entrego el temor, la ira, la amargura, el resentimiento, el dolor que todo esto trajo a mi corazón y recibo de tu amor, sanando esas heridas, y te doy gracias, Señor, por tu sanidad.

Si anularon mi personalidad al llevarme la contraria en todo lo que yo quería y desecharon mi capacidad para tomar decisiones y trajeron rebeldía a mi corazón, yo perdono todo eso y te entrego esa rebeldía y esa ira y te pido que sanes esas heridas con tu amor. Gracias, Señor.

Si fui separado de mi padre o de mi madre y me vi enfrentado al desamparo, y padecí hambre, frío o cualquiera otra carencia, yo te entrego el temor, la inseguridad, la baja autoestima, los complejos y todos los traumas con que todas estas situaciones marcaron mi vida y pido ahora que el amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo llenen mi corazón, sanando esas heridas y echando fuera el temor (1ª Jn. 4:18). Perdono todo ese pasado y todo lo que he tenido que sufrir en la vida, y te pido perdón si todas estas circunstancias llenaron mi corazón de rebeldía contra ti. recibo tu perdón, en tu nombre Señor Jesucristo, amén y amén.

Si fui violado (a) o vi escenas de sexo que contaminaron mi corazón, yo perdono a esas personas por esas violaciones, y entrego bajo tus pies la contaminación que recibí: Toda lujuria, toda obsesión y desenfrene sexual; arrojo de mi vida y renuncio a toda esta inmundicia y te pido que me limpies con tu sangre, y recibo tu perdón, y tu amor. Y ahora que tú me has perdonado yo también me perdono. Creo que todo ese pasado ha quedado sepultado en lo profundo del mar y borrado por tu sangre redentora. Gracias, Señor. También te entrego todo temor al sexo y todo rechazo al matrimonio ocasionado por esos traumas y acepto tu voluntad en mi relación de pareja, en tu nombre Señor Jesucristo, amén y amén.

Ahora, señor Jesucristo te entrego todos los recuerdos de mi juventud y perdono todos los rechazos, la violencia, las violaciones. las palabras que me hirieron y me ataron, yo las anulo y rompo esas ataduras y perdono a esas personas, y recibo tu amor sanando mi corazón. Perdono las preferencias de mis padres para mis otros hermanos y perdono a mis hermanos que usurparon todo el amor de mis padres, y te entrego la envidia que esto sembró en mi corazón, la inseguridad, la timidez, el temor a ser rechazado, los complejos por mi físico, los sentimientos de culpa por no ser como mis hermanos y la rebeldía que nació en mi corazón; te pido perdón y recibo tu perdón y ahora que tú me has perdonado, yo mismo me perdono y te entrego todas estas heridas para que tú las sanes con tu amor. Gracias, Señor.

Si hirieron mis sentimientos y me traicionaron o me rechazaron, o me engañaron con falsas promesas, yo perdono todo eso y te entrego los celos que la traición trajo a mi corazón, la desconfianza, el temor a amar, que estas traiciones produjeron en mí y te entrego todos mis sueños rotos y todas estas heridas para que tú las sanes con tu amor y recibo tu sanidad. Gracias, Señor.

De igual manera, si mi padre y mi madre se traicionaron, y/o se hirieron de palabra o de hecho, yo los perdono y te entrego la desconfianza que invadió mi corazón, el temor, la inseguridad, la falta de identidad, los sentimientos de culpa si me sentí culpable por los conflictos de ellos. Si realmente fui culpable, te pido perdón y yo también me perdono y dejo ahora que tu amor sane mi corazón y recibo tu paz. Gracias, Señor.

Si mi padre y/o mi madre fueron alcohólicos o drogadictos o viciosos de alguna manera o si fueron narcotraficantes, o criminales, o idólatras o usureros o malvados en general, y estos pecados trajeron maldición  para nuestras vidas, yo te pido perdón por todos esos pecados y ahora declaro rotas esas maldiciones por el poder de tu sangre, Señor Jesucristo y en tu nombre bendito, amén y amén. Y a ti, Padre Celestial, te doy gracias, porque ahora tú eres mi verdadero Padre y por tanto cesa toda maldición en mi vida y yo paso a ser heredero de todas tus bendiciones (Jer. 32:18; Jn. 1: 12-13).

Si sufrí accidentes que me produjeron temor, te entrego esos recuerdos; te entrego el pánico que traumatizó mi corazón, la ansiedad, el no saber qué hacer, la desesperación, la angustia y todo lo que me marcó psicológicamente, y recibo tu perfecto amor, echando fuera el temor.

Si el temor fue provocado intencionalmente por otra o por otras personas, yo perdono a esa o a esas personas y te entrego la ira, el odio, el pánico la desesperación, la angustia, el no saber qué hacer, y recibo tu perfecto amor echando fuera el temor y sanando mi corazón. Gracias, señor.

Si tuve que permanecer en encierro obligado y eso trajo a mi corazón claustrofobia o si sufrí algún incidente que me traumatizó con temor a las alturas, yo te entrego esos recuerdos, perdono si esto fue provocado por otros y te entrego esos traumas de pánico y pido que el perfecto amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, llenen mi corazón echando fuera el temor. En tu nombre, Señor Jesucristo, amén y amén.

De igual manera yo perdono todo los agravios recibidos cada etapa de mi vida (enumerarlos todos) y te entrego todos los recuerdos que hayan herido mi corazón, y recibo tu perdón y ahora que tú me has perdonado, yo mismo me perdono y acepto tu sanidad. Gracias, señor.

Y ahora reconozco que como hijo tuyo me he dolido muchas veces por el sufrimiento que tú has permitido en mi vida y que muchas veces te pedí cosas que tú no me concediste y esto trajo incredulidad a mi corazón. Yo te pido perdón por no haberme sometido a tu voluntad y te entrego esas cargas que he llevado sin comprenderlas, y perdono todo esto que tuve que vivir y que tanto dolor me causó. Perdono los sueños rotos, los anhelos no realizados y todo el daño que tú permitiste que me hicieran los demás. Perdóname, señor, por haberme herido contigo, y sana mi corazón con tu amor, amén y amén.



Si corté una vida o varias vidas en gestación, o ya nacidas, reconozco mi pecado delante de ti y te pido perdón, y recibo tu perdón. Pido la limpieza de tu sangre redentora, y ahora que tú me has perdonado, yo también me perdono y te doy gracias porque es por tu misericordia, que ahora soy libre de culpa (Sal. 103: 8-14). Gracias, Señor Jesucristo. en tu nombre santo, amén y amén.

Es necesario enumerar todos los recuerdos individualmente y perdonar específicamente a cada persona que nos hizo daño, y cada hecho que hirió nuestro corazón. El anterior es sólo un ejemplo de oración que debe variar de acuerdo con las circunstancias que hemos tenido que pasar. Siempre debemos terminar recibiendo el amor de Dios y entregándole todas las heridas para que Él las sane, y dándole gracias por la sanidad.

Cuando hemos confesado perdón por alguien y no sentimos sanidad, lo más seguro es que nos falta anular las palabras con que esa persona nos hirió o simplemente nos herimos con Papá Dios por haber permitido que esa persona nos dañara. Cuando reconocemos delante del Señor que nos herimos con Él y le entregamos esa carga, y perdonamos el detalle y pedimos su perdón, somos libres de la herida y recibimos su paz que sobrepasa todo entendimiento (Fil. 4: 7).

Como creyentes auténticos, mientras más queremos agradar a Dios, pero como humanos caemos, los sentimientos de culpa a veces llegan a afectarnos y a deprimirnos de tal manera que podemos fácilmente llegar a enfermarnos gravemente y la única forma de ser libres es confesando nuestro pecado al Señor y perdonándonos a nosotros mismos.

Cuando hemos perdonado de corazón, automáticamente le hemos cerrado las puertas al enemigo (2ª Co. 2: 10-11) y estamos en condiciones de recibir sanidad tanto en el cuerpo como en el alma (3ª Jn 1: 2), por medio de la fe.


8 .3. La fe

Es la “ certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (He 11: 1).

Yo no necesito fe para decir que el sol alumbra, cuando lo estoy viendo alumbrar. Tampoco necesito fe para decir que estoy sano, cuando no me siento enfermo.

Fe es creer que soy sano cuando veo mi cuerpo enfermo, porque fe es la “convicción de lo que no se ve”.

Fe es creer que el dolor que me está atormentando se va de mi cuerpo, porque se lo estoy ordenando en el nombre de Jesucristo, por que fe es “ la certeza de lo que se espera”.

Fe es tener la plena seguridad de que Dios es capaz de darme la salida en cada situación difícil que se me presenta y que su amor y su misericordia no tienen límites para conmigo (Jer. 29: 11- 12 y 32: 27; Lc. 1: 37; Jn. 11: 40).

Fe es creer lo que no vemos ni sentimos, pero se lo hemos pedido al Padre celestial en el nombre de su Hijo Jesucristo, conforme a sus promesas (Mt. 21: 22; Mr. 11: 22-24; 16: 17-18; Jn. 15: 16; 1ª Jn. 5: 18)).

Fe es llamar las cosa que no son como si lo fueran (Ro. 4: 17).

Fe es mirar las cosa que no se ven (2ª Co. 4: 18; 5 : 7).

Fe es creer que Dios existe y premia a los que le buscan (He. 11: 6).

Fe es reconocer que soy justificado sólo por mi fe en Cristo(Ro. 1: 17; 4: 24-26; Ef. 2: 8) y que esta fe me conduce a la victoria (1ª Jn. 5: 4).

Las bendiciones de Dios ya fueron adquiridas para nosotros a precio de sangre por nuestro Señor Jesucristo. Pero así como cuando alguien nos envía un regalo por correo recomendado, para poder recibirlo debo ir a la oficina correspondiente y presentar mi documento de identidad solicitando me sea entregado, así mismo mi documento espiritual para poder recibir los regalos de mi Padre Celestial es mi fe. Es creer que aquello que le estoy pidiendo ya es un hecho y yo sólo debo agradecérselo como si ya lo hubiera recibido (Fil. 4: 6).

Recordemos que las dos cosas que asombraron a Jesús fueron la fe y la incredulidad del pueblo (Mc. 6: 6; Lc. 7: 9).

En Juan 20: 25-29 podemos encontrar la diferencia entre el creyente y el incrédulo: El incrédulo es el que tiene que ver (así sea una imagen) para creer, pero el creyente es aquel que sin ver, cree.

Y para poner nuestra fe en práctica, es el momento de confesar en fe, sanidad y libertad total en todas las áreas:

Padre Celestial, en el nombre de tu Hijo Jesucristo, yo creo y confieso que soy libre de todo pecado, de toda maldición, de toda enfermedad del alma y del cuerpo; que todo temor, ira, rechazo, culpa, obsesiones, opresiones y cualquier otra obra del enemigo, salen de mi vida para siempre. Me declaro libre y sano en todas las áreas de mi vida y creo que Cristo me guarda y el maligno no me puede tocar. En el nombre de tu Hijo Jesucristo. Amén y amén.

Si después de haber seguido los anteriores pasos no recibimos la anhelada sanidad y liberación y nos seguimos sintiendo oprimidos por alguna manifestación desagradable, es prudente buscar la ayuda de personas capacitadas en guerra espiritual y liberación de posesiones demoniacas. Nuestra oración debe ser dirigida por la palabra de Dios siguiendo las siguientes pautas enseñadas por Jesucristo y sus discípulos:

8. 3. 1. Atando al “hombre fuerte” temor, ira, rechazo, culpa, incesto, inmoralidad sexual, muerte, enfermedad, etc. (Mt. 12: 29; Lc. 11: 21-22).

8. 3. 2. Reprendiéndolo (Mt. 17: 18; Mc. 1: 25-26; 4: 37-41; Lc. 4: 35).

8. 3. 3. Arrojándolo al abismo (Mc. 11: 23; Lc. 8: 27-33).

8. 3. 4. Ordenándole que no regrese (Mc. 9: 25).

8. 3. 5. Confesando las promesas de protección divinas (Lc. 10: 19; 1ª. Jn. 5: 18).

8. 3. 6. Todo en el nombre de Jesucristo (Mc. 16: 17; Lc. 10: 17; Hch. 16: 16-18).


NOTA: El “hombre fuerte” es un enviado del reino de las tinieblas, un demonio que maneja a otros espíritus inmundos para que vengan a atormentarnos cuando nosotros por ignorancia de la palabra de Dios o por desobedientes a los mandatos divinos, le abrimos las puertas a satanás (2ª Co. 2: 10-11; Ef. 4: 26-32; Stgo. 4: 7; 1ª Jn. 5: 18). Por tanto, será inútil ordenarle a los demonios que se vayan de nuestra vida si antes no nos hemos sometido en obediencia a Cristo y a sus mandatos. Es indispensable habernos humillado delante de Dios reconociendo nuestros pecados (2ª. Cr. 7: 14; 1ª Jn. 1: 8-9) y los pecados de nuestros antepasados (Ex. 20: 5; Sal. 37: 28 b; Jer 32: 18), perdonando a todos los que nos han dañado y renunciando a todo pacto o rito que nos haya ligado a las tinieblas. En la siguiente lección encontraremos el complemento del presente tema, pues todas las ataduras vistas hasta ahora se pueden dar también por prácticas de ocultismo tales como agüeros, consagraciones, hechicerías, falsas doctrinas, pactos con palabras o ritos, ocultismo y satanismo en general.

Una oración guía en general siguiendo los pasos enunciados podía ser:

En el nombre de Jesucristo, con su poder y autoridad, yo ato, encadeno, reprendo y arrojo a lo más profundo de los abismos todo hombre fuerte temor, culpa, rechazo, ira, inmoralidad sexual, o cualquiera otro enviado de las tinieblas que esté contaminando mi vida y los arrojo a lo más profundo de los abismos, y les ordeno que no regresen más a mi vida. Renuncio a todos ellos para siempre, en el nombre de mi único señor, Jesucristo, amén y amén.

Gracias señor Jesucristo porque tú me has dado autoridad para pisotear serpientes y escorpiones y sobre toda fuerza del enemigo y nada me podrá dañar; por que tú me guardas y el maligno no me puede tocar; gracias Señor, porque tú me has hecho libre, para siempre; en tu nombre santo Señor Jesucristo, amén y amén.

8. 4. La fe también es un paso de obediencia

En el Antiguo Testamento encontramos extraordinarios hechos producto de la fe y la obediencia a Dios: Unos de tantos ejemplos son:
  • Noé, fue salvado del diluvio junto con su familia, gracias a que fue obediente a la voz de Dios cuando le ordenó construir el arca (Gn. 6: 13- 8: 19.
  • Abraham fue bendecido por Dios cuando decidió sacrificar a su único hijo obedeciendo lo que Dios le ordenó para probarlo (Gn. 22: 1-18).

  • El Mar Rojo se abrió sólo después que Moisés levantó su vara y extendió su mano como Dios le había ordenado (Ex. 14: 15-16, 21-30) y la peña no produjo agua hasta después que Moisés la golpeó con su vara conforme el Señor le había mandado (Ex. 17: 5-6).
  • La muralla de Jericó se desplomó luego que Josué y el pueblo de Israel obedecieron la orden del Señor de dar las siete vueltas y gritar a viva voz (Jos. 6: 1-20).
  • Naamán, fue un general enfermo de lepra, que sólo hasta que se somete a obedecer las órdenes del profeta Eliseo de lavarse en el río Jordán, recibe la sanidad divina (2° R. 5: 1-14).


  • En el Nuevo Testamento, si analizamos algunos milagros de Jesús, encontramos que se dieron sólo después de un paso de obediencia. Ejemplos:
  • En la bodas de Caná, María les dio a los sirvientes la clave para que los milagros se puedan realizar en nuestra vida: “Hagan lo que Él (Jesucristo) les ordene” (Jn. 2: 5). Y eso es lo que en realidad muchas veces necesitamos, para recibir los favores de Dios: obedecerle. Y siguiendo el análisis de este primer milagro de Jesús, pensemos por un momento qué hubiera sucedido si los criados no hubieran llenado las tinajas de agua ni las hubieran llevado al encargado de servir el vino. Es obvio que Jesús no hubiera hecho el milagro ante la incredulidad de ellos (Mt. 13: 58).
  • El hombre de la mano seca, antes de ser restaurado recibió tres órdenes terminantes de Jesús: “Levántate y ponte en medio” (Mc. 3: 3) y “Extiende tu mano” (Mc. 3: 5).
  • El ciego de nacimiento que recuperó la vista, sólo lo logró después de cumplir la orden de Jesús: “Ve a lavarte en el estanque de Siloé” (Jn. 9: 7,11).
  • La pesca milagrosa que logró Pedro se convirtió en realidad sólo cuando el discípulo obedeció las instrucciones de Divino Maestro: “Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar” ( Lc. 5 :4-6).
  • Ananías tuvo que vencer el pánico que sentía ante Saulo de Tarso e ir a cumplir la orden del Señor de colocar sus manos sobre el famoso perseguidor de los cristianos, para que éste recuperara la vista (Hch. 9:10-18).

    En Mt. 13: 58 y Mc. 6: 5-6 dice que Jesucristo no hizo muchos milagros en Nazaret a causa de la incredulidad de la gente. Y es obvio que nuestra incredulidad es el mayor impedimento para que Jesús pueda manifestar su gloria en nuestras vidas. Fue lo que le sucedió a Pedro cuando estaba caminando sobre las aguas como Jesús le había dicho, pero permitió que la duda lo hiciera hundirse y dañar el milagro divino (Mt. 14: 28-31). Y como la falta de fe también es pecado (Ro. 14: 23) es conveniente entonces hacer una oración pidiendo perdón por nuestra incredulidad:

    Amado Padre Celestial, yo te pido perdón por mi incredulidad y porque no he permitido muchas veces que tu gloria se pueda manifestar en mi vida. Te pido por favor que aumentes mi fe y me muestres con claridad qué debo hacer para recibir los milagros que tú quieres hacer en mí. En el nombre de tu Hijo Jesucristo, amén y amén.


    ¡OJO!
Después de hacer los talleres de oración de la próxima lección,  es importante volver a repasar esta lección y volver a confesar perdón para todas las personas que nos dañaron de alguna manera, pues a veces las consagraciones a los ídolos y los pactos de ocultismo impiden que la persona pueda perdonar.


EVALUACIÓN


1. Enumere las principales ataduras que necesitan ser rotas por el perdón.

2. Mencione  cuántas clases de ansiedad se pueden dar.

3. Escriba las dos clases de culpa y sus características.

4.    Haga un estudio sobre lo que dice la Biblia de la fe.

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LECCIÓN 9




DESATANDO LIGADURAS DE IMPIEDAD



¿“No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo?      (Is. 58: 6).

OBJETIVOS:



Introducir al lector creyente, en el mundo sobrenatural de la liberación de espíritus inmundos, utilizado los métodos enseñados por Jesucristo .



9. 1. Notas preliminares



Hay otras cadenas especiales, que atan a las personas impidiendo la victoria espiritual, y que es necesario romper por el poder de la Palabra (Mt. 8: 16; Mr. 11: 23), y en el nombre de Jesucristo (Lc. 10: 17), renunciando a toda falsa doctrina y pidiendo perdón por todo pecado, aún desde nuestros antepasados (Ex. 20: 5; Sal. 37: 28c). Pero antes de entrar en este tema es importante pedir la protección divina para nosotros y nuestros seres queridos, a través de la sangre de Jesucristo. Una oración guía puede ser:



Amado padre celestial, te entregamos estos momentos pidiendo la guía de tu Santo Espíritu. Levanta  alrededor  nuestro  y de todos nuestros seres queridos, un cerco de protección con la sangre de tu Hijo Jesucristo; declaramos y creemos que nuestras vidas están en tus manos (Jn. 10: 29), bajo tu protección personal, que Cristo nos guarda y el maligno no nos toca (1ª Jn. 5: 18); que tú nos has dado autoridad para pisotear serpientes, escorpiones y sobre toda fuerza del enemigo y nada nos podrá dañar (Lc. 10: 19); en el nombre de tu Hijo Jesucristo, amén y amén.



De igual manera, si vamos a examinar esta lección con personas que han estado en ocultismo y/o doctrinas satánicas, se recomienda estar en ayuno y alabanza (1ª S. 16: 14-23; Sal. 22: 3; Mt. 17: 14-21; Mc. 9: 17-29) y en compañía de personas que tengan conocimiento de la Palabra, sean llenos de Espíritu Santo, posean alguna experiencia en guerra espiritual y expulsión de demonios y sepan afrontar alguna manifestación satánica que se pueda presentar durante nuestra oración (Mc. 1: 23-27; 5: 2-13). En cualquier caso debemos estar alerta y si no contamos con la compañía de personas expertas en liberaciones satánicas, recordemos que, si hemos pedido perdón por nuestros pecados, y orado al Padre Celestial pidiendo ser llenos del Espíritu Santo y cubiertos con la sangre del Señor Jesucristo, ningún demonio nos podrá dañar (Mc. 16: 17-18; Lc. 10: 17-19; 1ª Jn. 1: 9 y  5: 18; Hch. 1: 8; Ap. 12: 9-11). El mismo Espíritu Santo será el que nos guíe y nos enseñe lo que debemos hacer en cada caso (Jn. 14: 26). Pero es pertinente estar alerta, en oración y alabanza permanentemente. A continuación examinaremos las ataduras más comunes en las personas:



9. 2. Idolatría



Es poner el corazón en personas, objetos o cosas diferentes a Dios, permitiendo que ocupen el primer lugar en nuestra vida.



9. 2. 1. El culto a las imágenes: Es abominable a Dios, y trae entre muchas  otras maldiciones, confusión, derrota y vergüenza:



“No te harás imagen ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas ni las honrarás, por que Yo Soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen” (Ex. 20: 4-5).



“Guardad, pues, mucho vuestras almas; pues ninguna figura visteis el día que Jehová habló con vosotros en medio del fuego...” (Dt. 4: 15-20).



“Serán vueltos atrás y en extremo confundidos los que confían en ídolos, y dicen a las imágenes de fundición: Vosotros sois nuestros dioses” (Is. 42: 17).



“Los ídolos de las naciones son plata y oro, obra de manos de hombres. Tienen boca y no hablan, tienen ojos y no ven, tienen orejas y no oyen; tampoco hay aliento en sus bocas. Semejantes a ellos son los que los hacen, y todos los que en ellos confían” (Sal. 115: 4-8  y 135: 15-18).



“No te inclinarás a sus dioses, ni los servirás, ni harás como ellos hacen; antes, los destruirás del todo, y quebrarás totalmente sus estatuas. Mas a Jehová vuestro Dios serviréis, y Él bendecirá tu pan y tus aguas; y yo quitaré toda enfermedad de en medio de ti. No habrá mujer que aborte, ni estéril en tu tierra; y yo completaré el número de tus días. Y yo enviaré mi terror delante de ti, y consternaré a todo pueblo donde entres, y te daré la cerviz de todos tus enemigos” (Ex. 23: 24-27).



“¿A quién me asemejáis, y me igualáis, y me comparáis, para que seamos semejantes?. Sacan oro de la bolsa, y pesan plata con balanzas, alquilan un platero para ser un dios de ello; se postran y adoran. Se lo echan sobre los hombros, lo llevan y lo colocan en su lugar; allí se está y no se mueve de su sitio. Le gritan y tampoco responde, ni libra de la tribulación. Acordaos de esto y tened vergüenza; volved en vosotros prevaricadores. Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque Yo Soy Dios y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí” (Is 46: 5-9).



“¿De qué sirve la escultura que esculpió el que la hizo? ¿la estatua de fundición que enseña mentira, para que haciendo imágenes mudas confíe el hacedor en su obra? ¡Ay del que le dice al palo: Despiértate, y a la piedra muda: Levántate! ¿Podrá él enseñar? He aquí está cubierto de oro y plata, y no hay espíritu dentro de él” (Hab. 2: 18-19).



“Ninguno de los que hacen ídolos vale nada, y para nada sirven los ídolos que ellos tanto estiman. Los que les dan culto son ciegos y estúpidos, y por eso quedarán en ridículo. El que funde una estatua para adorarla como si ella fuera un dios, pierde su tiempo. Todos los que la adoren quedarán en ridículo. Si todos juntos se presentaran a juicio, quedarían humillados y llenos de terror. Veamos qué hace el herrero: toma su cincel y, después de calentar el metal entre las brasas, le da forma a golpes de martillo. Lo trabaja con su fuerte brazo, y si no bebe agua, se cansa. O veamos al escultor: Toma las medidas con su regla, traza el dibujo con el lápiz y compás y luego lo trabaja con escoplo; así hace una estatua dándole la figura de una persona e imitando la belleza humana, y luego la instala en un templo. O también, alguien planta cedros y la lluvia los hace crecer; después tendrán cedros para cortar. O si prefiere cipreses o robles, los cuidan en el bosque hasta que están bien gruesos. Luego la gente los usa para hacer fuego; se llevan unos pedazos para calentarse con ellos; se llevan otros para cocer pan; y otros pedazos los usan para hacer estatua de un dios, y se inclinan ante ella para adorarla. O también la mitad de la madera la pone uno a arder en el fuego, asa la carne, se come el asado y queda satisfecho. También se calienta con ella, y dice: "¡Qué bien se está junto al fuego; ya estoy entrando en calor!” Y de la madera sobrante hace la estatua de un dios, se inclina ante ella para adorarla y suplicante le dice: “ ¡ sálvame, porque tú eres mi dios ¡ “  Esa gente no sabe, no entiende; tiene los ojos tan ciegos que no puede ver, y el entendimiento tan cerrado que no puede comprender. No se ponen a pensar, les falta entendimiento para comprender y decir: “la mitad de la madera la puse a arder y en las brasas cocí pan, asé carne y me la comí; del resto hice esta cosa detestable, ¡y lo que estoy adorando es un pedazo de palo!“. Verdaderamente, es como comer ceniza. Es dejarse engañar por ideas falsas. Esas personas no podrán salvarse. No serán capaces de entender que lo que tiene en sus manos es pura mentira” (Is. 44: 9-20, Biblia Católica “Dios Habla Hoy”).



“Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres. Pero Dios habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan (Hch. 17: 29-30).



Como podemos ver, el culto a las imágenes es algo que Dios rechaza y su maldición cobija hasta la cuarta generación (Ex. 20: 5). Y los Salmos 115: 8 y 135: 18, nos hablan de una maldición especial: “Semejantes a ellos (a los ídolos) son los que los hacen y cualquiera que confía en ellos”. Que semejante a la imagen objeto de idolatría, es el fabricante de la imagen o el que le rinde culto confiando en ella.



Además, el culto a las imágenes incluye un pacto de idolatría cuando un niño o un adulto son ofrecidos o consagrados a un ídolo, y esto ata a la persona a un demonio de idolatría y a una cadena de idolatría y de esclavitud de pecado : “Y los otros hombres que no fueron muertos por esas plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, las cuales no pueden ver, ni oír, ni andar; y no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus hurtos” (Ap. 9: 20-21) Ahora que hemos reconocido como único Señor y Salvador a Jesucristo vivo, resucitado y glorioso, es pertinente, romper esos pactos que nos ataron por culpa de nuestra ignorancia a esos falsos dioses. Por que en Romanos 10: 9, la afirmación es muy clara: “Que si confesares con tu boca que Jesucristo es el Señor y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de entre los muertos, serás salvo”. Es el Señor Jesucristo, resucitado y victorioso (no el niño Jesús, ni el señor caído, crucificado o muerto), el que nos puede salvar o sanar. Cuando el Señor Jesucristo estaba en la cruz, el Padre cargó sobre Él todos nuestro pecados, nuestros dolores, y nuestras enfermedades (Is. 53: 4-6; 1ª P. 2: 24), y todo esto quedó crucificado en la cruz y vencido cuando Cristo resucitó (Col. 2: 13-15). El niño Jesús no llevó nuestros pecados, ni nuestras enfermedades; por eso no puede salvarnos ni sanarnos. Tampoco lo puede hacer un muñeco pintado en la pared, ni un crucificado que nunca baja de la cruz, “que tiene ojos y no puede ver, tiene boca y no puede hablar...” (Sal. 115: 4-7), o que permanece muerto en brazos de una madre que nunca deja de llorar como la  pintan en la imagen de “las angustias”. Recordemos que si veneramos esas imágenes terminaremos siendo iguales a ellas (Sal. 115: 8). Ahora que hemos aprendido que a Dios no lo podemos representar en ninguna escultura o imagen fabricada por manos humanas ni por un muñeco pintado en la pared (Is. 46: 5; Hch. 17: 29) es tiempo de pedir perdón por toda la idolatría nuestra y de nuestros antepasados, renunciando sinceramente a esta forma de culto, y empezar a adorarlo como Él mismo nos enseñó: “En Espíritu y en Verdad” (Jn. 4: 24). Una oración guía puede ser:



Amado padre celestial, yo creo que tú estás vivo en mi corazón y de ahora en adelante decido adorarte espiritualmente. te pido perdón por haber creído que tú podías ser representado por un muñeco pintado por las manos contaminadas de los hombres y colgado en la pared o una figura tallada por un escultor pecador. Perdona todo el culto a las imágenes que practicamos mis antepasados y yo; ahora mismo rompo todo pacto con que mi vida haya sido consagrada a los ídolos y anulo cada palabra que me esté atando a los demonios de idolatría; rompo esas cadenas, y rechazo y arrojo para siempre de mi vida todo demonio de idolatría que esté contaminando mi vida, y renuncio para siempre a ese tipo de culto; en el  nombre de tu Hijo el Señor Jesucristo, amén y amén.



Es necesario anular cada pacto específico con que hayamos sido atados a cada una de las imágenes, renunciando a cada ídolo y a lo que cada uno representa. Así, el culto a la virgen de las angustias trae como maldición, angustia y dolor; el culto al señor caído, trae maldición de derrota y sufrimiento; la consagración al mal llamado “sagrado corazón de Jesús”, coronado de espinas, atravesado por un puñal y sangrando todo el tiempo, trae maldición de ligaduras sentimentales, dolor, sufrimiento y muerte; el culto al “divino niño”, conlleva enanismo espiritual, vanidad, blasfemias, etc. Porque “semejantes a los ídolos son los que los fabrican y cualquiera que confía en ellos” (Sal. 115: 8; 135: 18).



Analicemos que el verdadero corazón de Jesucristo está lleno del fruto del Espíritu Santo que es amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio (Gál. 5: 22-23). Jesucristo es la Vida, no pude ser representado por una imagen de muerte como lo es un corazón apuñalado y sangrante.



Ahora bien, el ídolo en sí no tiene ningún poder (Jer. 10: 5); es el resultado de poner nuestro corazón en él, de confiar en la imagen como si pudiera representar a Dios (Is. 46: 5), lo que hiere el corazón del Señor y trae la maldición. Recordemos que el incrédulo es el que tiene que ver para creer (Jn. 20: 26-29). Los creyentes en cambio, no necesitamos ver imágenes para creer en nuestro Creador.



9. 2. 2. Otros ídolos



Hay muchas formas de idolatría, diferentes a venerar imágenes. También es poner el corazón en personas, intereses económicos, sociales, familiares, personales, etc.



El rendir culto a las criaturas (la virgen María, los santos, el papa, los ídolos del deporte, de la farándula; animales como los de los horóscopos o la serpiente emplumada, el dragón, las mascotas domésticas, las personas que nos rodean, etc.) antes que al Creador, trae consigo como maldición, la cauterización de la conciencia y lleva a la caída en todo tipo de abominaciones y pasiones vergonzosas pues Dios deja que el pecado nos esclavice. El apóstol Pablo dice que por cuanto  “Cambiaron la gloria del Dios incorruptible, en semejanza de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en la concupiscencia (malos deseos) de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aún sus mujeres  cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos, hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío. Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen, estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad,; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen sino que también se complacen con los que las practican”  (Ro. 1: 23-32).



“Maldito aquel que confía en el hombre, que pone su confianza en la fuerza humana” (Jer. 17: 5, R.V. 1995).



Por eso es idolatría cuando se pone el corazón exageradamente en los líderes, en los consejeros, en los pastores, cambiando los muñequitos de oro, plata, yeso, tela o papel, por muñequitos de carne, para tomarlos como intercesores delante de Dios. Recordemos siempre que nuestro principal intercesor es Jesucristo (Ro. 8: 34; He. 7: 22-25). Es verdad que debemos apoyarnos en oración unos a otros (Hch. 12: 6; Ef. 6: 18-20; 2ª Tes. 3: 1-2; Stgo. 5: 16; etc.), pero nunca volvernos dependientes de la oración de otros.



Somos idólatras de una religión o de una denominación, cuando trabajamos para ella solamente y no para el reino de Dios (Lc. 9: 49-50).



Somos idólatras cuando en el hogar, en la familia, en el noviazgo, en el trabajo, en el estudio, en el deporte, en la música, etc., los ponemos en el primer lugar, relegando a Dios a un segundo plano (Lc. 9: 59-62).



La avaricia también es idolatría (Col. 3: 5)) porque es poner la esperanza en las riquezas (1ª Ti. 6: 17) y la paga de este pecado la describen muy bien Pablo y Santiago en 1ª Ti. 6: 7-10 y Stg. 5: 1-4.



La gula es idolatría de nuestro propio vientre (1ª Co. 10: 7; Fil. 3: 19)) y trae como consecuencias enfermedades digestivas, de la circulación y del metabolismo (alteraciones en los niveles de azúcar, grasas, proteínas, etc., en el organismo), porque “Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios lo destruirá a él” (1ª Co. 3: 17). Es la misma maldición que viene para los que profanan su cuerpo con inmoralidad sexual (1ª Co. 6: 18),  o lo dañan con alcoholismo o drogadicción, masoquismo, deportes que dañan el cuerpo, o cualquier forma de violencia, etc.  De hecho, la inmoralidad sexual también es idolatría pues es poner nuestro corazón en nuestro propio cuerpo antes que en Dios.



Una forma bien camuflada de idolatría es el temor (Is. 51: 12-13; Jer. 1: 17; Mt. 14: 30-31) que nos hace poner el corazón en los problemas antes que en el Todopoderoso, impidiendo que su gloria se pueda manifestar en nosotros.



Como hemos podido analizar, la idolatría trae maldiciones específicas. Pero lo más terrible es que los idólatras no heredarán el reino de Dios (1ª Co. 6: 9-10; Gá. 5: 20-21; Ap. 21: 8; 22: 15). Por eso es tiempo de pedir perdón por toda forma de idolatría. Un ejemplo de oración para este caso podría ser:



Padre celestial, reconozco que he sido idólatra rindiendo culto a criaturas, a imágenes creadas por el hombre y a cosas materiales, poniendo mi corazón en ellas antes que en ti. Ahora me humillo en tu presencia y te pido perdón por ello, y renuncio a seguir en estas prácticas que hieren tu corazón. Anulo toda consagración que me esté ligando a cualquier forma de idolatría y rompo esas cadenas que han atado mi vida. En el nombre de tu Hijo Jesucristo, amén y amén.



Ex. 34: 17; Lv. 19: 4; Dt. 4: 15-24; Is. 2: 20-22; 30:19- 26; 31:7; 40: 18-25; 45: 16, 20; Jer. 10: 1-16; 25: 6; Os. 13: 4-9 y 14: 8-9;  Hch. 10: 25-26; Ap. 19: 10 y otros pasajes tomados de la concordancia, serán un buen complemento en el tema de la idolatría.



9. 3. Ocultismo



Incluye el culto a los muertos (“almas del purgatorio”, culto a los santos, invocación de espíritus como el de José Gregorio Hernández, y otros muertos en general, etc.), adivinación, amuletos, contras, agüeros, hechicerías, sortilegios, encantamientos, amarres, música satánica, magia blanca o negra, pactos satánicos en general, control mental, reencarnación, yoga, rosacrucismo, tabla oija, guías espirituales, conjuros, hipnosis, telepatía, péndulos, horóscopos, mediums, etc.



“No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero ni encantador, ni adivino ni mago ni quien consulte a los muertos. Porque es abominación para con Jehová cualquiera que hace estas cosas, y por estas abominaciones, Jehová tu Dios echa estas naciones de delante de ti”  (Dt. 18:10-12).



“No os volváis a los encantadores ni adivinos; no los consultéis, contaminándoos con ellos” (Lv. 19: 31).



“Y la persona que atendiera a los encantadores (brujos), para prostituírse tras de ellos, yo (Dios) pondré mi rostro contra la tal persona y la cortaré de entre su pueblo”  (Lv.20: 6).



“...deshago las señales de los adivinos y enloquezco a los agoreros” (Is. 44: 25).



“Como la nube se desvanece y se va, así el que desciende al seol (sepulcro) no subirá; no volverá más a su casa ni su lugar le conocerá más” (Job 7: 9-10).



“Mas el hombre morirá y será cortado; perecerá el hombre, ¿y dónde estará él? Como las aguas se van del mar y el río se agota y se seca, así el hombre yace y no vuelve a levantarse; hasta que no haya cielo no despertará, ni se levantará de su sueño” (Job 14: 10-12).



“...pero los muertos nada saben ni tienen más paga... y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol” (Ec. 9: 5-6).



“Y si os dijeren: Preguntad a los encantadores y adivinos, que susurran hablando, responded: ¿No consultará el pueblo a su Dios? ¿Consultará a los muertos por los vivos?. ¡A la ley y al testimonio!. Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido. Y pasarán por la tierra fatigados y hambrientos, y acontecerá que teniendo hambre, se enojarán y maldecirán a su rey y a su Dios, levantando el rostro en alto. Y mirarán a la tierra, y he aquí tribulación y tinieblas, oscuridad y angustia; y serán consumidos en las tinieblas”  (Is. 8: 19-22).



“Los egipcios quedarán desanimados y consultarán a los ídolos: a los espíritus de los muertos, a las pitonisas y a los agoreros;  pero yo frustraré sus planes. Dejaré que crueles amos los dominen; un rey de mano dura los gobernará, afirma el Señor Todopoderoso” (Is. 19: 3-4, Nueva Versión  Internacional).




Destierro, muerte, fatiga, hambre, enojo, maldición, tribulación, tinieblas, oscuridad, angustia, malos gobernantes, etc., son las maldiciones que traen las prácticas de todas estas formas de ocultismo.



Si volvemos a analizar Lc. 23: 43, la afirmación de Jesucristo al malhechor, echa por tierra la existencia del purgatorio, porque si realmente existiera el purgatorio, Jesucristo le hubiera dicho algo así como: “Irás conmigo al paraíso sólo cuando tus familiares paguen muchas misas por ti, para que sean purgados tus muchos pecados, y si nó, tendrás que pasar mucho tiempo en el purgatorio. Pero lo que Jesucristo le dijo fue: “HOY estarás conmigo en el paraíso”.HOY”. Luego no hay lugares intermedios para los que mueren; infierno o paraíso, pero nunca purgatorio.



Esto demuestra que las “almas del purgatorio” tampoco existen, sino espíritus de las tinieblas que vienen a hacerse pasar por las almas de los muertos.(1ª S. 28: 3-20). Son espíritus engañadores de adivinación, de temor, de enfermedad, de muerte, de ocultismo en general. El invocar espíritus como el de José Gregorio Hernández o de otros muertos como nuestros seres queridos o, los de la tabla oija, etc. no es otra cosa que invitar a demonios de ocultismo y posesiones satánicas, que traen consigo las maldiciones que mencionábamos antes. Son abominaciones a Dios, y abominación es algo que Dios aborrece especialmente.



El culto a las “almas del purgatorio”, trae además espíritus de temor y adivinación, presencias de sombras alrededor nuestro, pesadillas, sueños engañosos, enfermedad, muerte, etc.



Y no menos abominable es toda forma de superstición (agüero), porque es poner el corazón en objetos y cosas como espigas de trigo, uvas, una taza de chocolate o de café, el naipe, el cigarrillo, el tabaco o cualquier otro instrumento de adivinación, y todas esas creencias que contaminan los hogares, el 31 de diciembre entre otras fechas.



En Isaías 44: 25, encontramos una maldición adicional para los agoreros: “...deshago las señales de los adivinos y enloquezco a los agoreros” Que el Señor enloquece a los agoreros. Hay maldición de demencia para los supersticiosos. Y para los que confían en los horóscopos, la maldición no es menor: “...comparezcan ahora y te defiendan los contempladores de los cielos, los que observan las estrellas, los que cuentan los meses, para pronosticar lo que vendrá sobre ti. He aquí que serán como tamo; fuego los quemará; no salvarán sus vidas del poder de la llama; no quedará brasa para calentarse ni lumbre a la cual se sienten” (Is. 47: 13-14).



Y si todo esto junto con la idolatría que practicamos por ignorancia, nos acarrea tanta maldición, cuánto más será la hechicería practicada a propósito para dañar a las personas con sortilegios, encantamientos, entierros, brebajes, pactos satánicos, etc.



“Y la persona que atendiera a encantadores, para prostituirse tras de ellos, yo (el Señor) pondré mi rostro contra tal persona, y la cortaré de entre su pueblo” (Lv. 20: 6).



Por eso es el momento de hacer una pausa y orar pidiendo perdón por todo este tipo de ocultismo que hemos visto hasta ahora:



Amado Padre Celestial, yo te pido perdón si mis antepasados practicaron algunas de estas doctrinas de demonios y rompo esas cadenas familiares, y te pido perdón por toda práctica que yo haya realizado de estas mismas abominaciones, y en el nombre de tu Hijo Jesucristo, yo renuncio ahora mismo a seguirlas practicando, y rompo todo pacto satánico que esté atando mi vida a los demonios; anulo toda palabra y todo rito que hayan traído a mi vida espíritus de las tinieblas, y encadeno todo hombre fuerte enviado de las tinieblas que me esté dañando y lo arrojo de mi vida y lo sepulto para siempre en lo más profundo de los abismos, en el nombre del señor Jesucristo, y le ordeno que nunca más regrese a mí, y me declaro libre de todas esas ataduras y de toda maldición. en el nombre del señor Jesucristo. amén y amén.



De igual manera si alguna vez dañé a alguien con hechicería, me arrepiento y reconozco mi pecado y te pido perdón por eso y anulo toda esa obra del enemigo en mi vida y en las vidas que resultaron afectadas por esas prácticas. rompo todo hechizo, todo sortilegio, todo encantamiento, todo conjuro con que yo los haya dañado, todo pacto satánico con que los haya ligado, e invalido y neutralizo con la sangre de Jesucristo todo brebaje, todo entierro y cualquiera otra obra de las tinieblas que yo hubiera utilizado para dañarlos, y ahora echo fuera de esas vidas todo espíritu de hechicería, y arrojo esos demonios a lo más profundo de los abismos, y declaro libres de todas esas cadenas a estas personas, en el nombre del señor Jesucristo amén y amén.



Y si otras personas me ataron con hechicerías, maldiciones, pactos satánicos, sortilegios, entierros, brebajes, o cualquier otra obra del enemigo, yo perdono a esas personas y rompo todas esas cadenas y declaro nulas en mi vida todas esas obras del enemigo, destruidas por el poder de la sangre de Cristo y del Espíritu Santo; y encadeno a todo hombre fuerte hechicería y a todo enviado de las tinieblas que esté atando mi vida, y los arrojo a los más profundo de los abismos, en el nombre del Señor  Jesucristo, y les ordeno que no regresen nunca más a mi vida. Me declaro libre de todo ocultismo, de toda maldición, de toda ligadura, en el nombre glorioso del Señor Jesucristo, amén y amén.



NOTA: Es pertinente no sólo renunciar en oración, sino también en la práctica, destruyendo todo objeto que tengamos en nuestro hogar y en nuestro sitio de actividad diaria y que tenga que ver con agüeros, ocultismo, idolatría, etc., tales como talismanes, fetiches, objetos utilizados en hechicerías, imágenes religiosas, etc. Sólo entonces, podremos disfrutar de las promesas contenidas en Ezq. 18.



De igual manera los tatuajes están prohibidos por Dios (Lv. 19: 28; 21:5) y traen a la persona tatuada, cadenas y sufrimientos, maldición y muerte. Los tatuajes tienen un trasfondo ocultista; por eso vemos cómo los satanistas se mandan tatuar todo el cuerpo. Una oración para ser libre del poder de los tatuajes puede ser:



Padre Celestial, yo te pido perdón por haber tatuado mi cuerpo, y renuncio a esos tatuajes y los declaro sin poder en mi vida y rompo esas ataduras y me declaro libre para siempre de esas obras de las tinieblas, en el nombre del Señor  Jesucristo, amén y amén.



9. 4. Otras falsas doctrinas



En cuanto a las doctrinas de la reencarnación ,no son menos satánicas que las anteriores, y están orientadas por el espíritu del anticristo, pues niegan que Jesucristo es Hijo de Dios hecho carne (1ª Jn. 2: 22-23; 4: 3; 2ª Jn. Verso 7). Afirman que Jesucristo no murió ni resucitó, sino que sufrió un ataque de catalepsia, cuando estaba en la cruz. Pero lo que dicen las Escrituras es que cuando los soldados llegaron a donde Jesús estaba crucificado, lo encontraron muerto, pero para estar más seguros, le abrieron el costado con una lanza (Jn. 19: 33-34). Y más adelante cuando Jesucristo se apareció a los apóstoles y le dijo a Tomás “acerca tu mano y métela en mi costado” (Jn. 20: 27), su costado continuaba abierto.



Asimismo dicen que cuando se apareció a sus discípulos, en realidad fue el cuerpo astral el que se hizo presente. Pero en Lucas 24: 39, Jesucristo mismo les dice: “Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo”. Y en Lucas 24: 42-43, afirma que ”le dieron parte de un pez asado y un panal de miel, y Él lo tomó y comió delante de ellos”.



De igual manera afirman que Jesucristo estuvo en la India estudiando las ciencias orientales. Pero en Lucas 2: 51-52, encontramos que Jesús estaba sujeto a sus padres, y “crecía en sabiduría, en estatura y gracia para con Dios y los hombres”, y en Lc. 4: 16 dice que acostumbraba ir a la sinagoga en el día de reposo. También en Marcos 6: 2-3, dice que muchos “se admiraban y decían: ¿De dónde tiene este estas cosas? ¿ Y qué sabiduría es esta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos?. ¿No es este el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Juan y de Simón?. ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas?”. Si Jesucristo hubiera estado en la India, ¿Cómo era que la gente se admiraba que un carpintero supiera tanto?. En realidad la respuesta exacta la da el mismo Jesucristo a los judíos que están preguntando: “¿Cómo sabe éste de letras sin haber estudiado?. Jesús les respondió y les dijo: “Mi doctrina no es mía sino del que envió” (Jn. 7: 15-16).



La reencarnación niega la redención del hombre por el sacrificio de Jesucristo en la cruz, pues afirma que el hombre debe reencarnarse a lo largo de muchas generaciones para ser libre del “karma” (carga de maldiciones por el pecado desde sus antepasados).



Pero lo que la palabra de Dios dice es que cuando Jesucristo estaba en la cruz, el Padre cargó sobre su Hijo  todos nuestros pecados (Is. 53: 6) y que con una sola ofrenda Cristo nos santificó para siempre (He. 10: 10-14) y crucificó el acta de decretos que había contra nosotros (Col. 2: 13-15). Por eso es que Cristo le dice al malhechor que estaba en la cruz junto a Él: ”Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Porque Jesucristo sabía muy bien que su sacrificio era más que suficiente para librarnos de toda maldición (Gá. 3: 13; 2ª Co. 5: 17). Es por eso que El Señor Jesucristo en el momento de morir dijo: “Consumado es” (Jn. 19: 30): porque él sabía que con su sacrificio ya lo había hecho todo para darnos plena libertad y salvación como él mismo lo había anunciado (Jn: 8: 36).



En otras palabras, Cristo llevó nuestro “karma”  y lo dejó crucificado en la cruz para siempre. ¡Aleluya! ¡Gracias, Señor!.



Si la reencarnación existiera, Cristo le hubiera dicho al malhechor algo así como “Sólo cuando te hayas reencarnado muchísimas veces, podrás ser libre de ese terrible “karma”, podrás ascender de nivel y alcanzar la purificación”. Pero la gloriosa respuesta de Jesucristo, “Hoy estarás conmigo en el paraíso”, echa por tierra todo argumento de esta falsa doctrina de la reencarnación. Muchos años antes ya la Biblia nos había aclarado que Dios forma el espíritu del hombre dentro del mismo (Zac. 12:1) y que cuando el hombre muere su espíritu vuelve a Dios que lo creó (Ec. 12: 7). Complementemos este tema leyendo Hebreos 9: 27-28: “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos”. Y el control mental es otra forma de ocultismo que el enemigo lo utiliza para contrariar la palabra de Dios, porque lo que dice Jesucristo es que el que no dudare en su corazón, le será hecho lo que dice (Mr. 11: 23). Que la fe que mueve montañas, está en el corazón y se hace realidad por el poder de la palabra y nunca por control mental. El control mental, la meditación trascendental, el yoga y los famosos encuentros con “extraterrestres”, el esoterismo, etc., son prácticas que el enemigo utiliza para apoderarse de la mente del hombre e introducir en él posesiones satánicas y doctrinas mentirosas. Asimismo doctrinas como la transmutación de energía sexual, están regidas por potestades de las tinieblas que causan trastornos psíquicos funestos en las personas.



Y los que practican todas estas doctrinas también afirman que el hombre es un dios cosa que de acuerdo a la palabra de Dios fue lo que trajo la caída del hombre (Gn. 3: 5).



 Ezequiel 28: 2-10 nos ilustra la ira de Dios ante la irrespetuosa afirmación:  “Así ha dicho Jehová el Señor: Por cuanto se enalteció tu corazón, y dijiste: Yo soy un dios, en el trono de Dios estoy sentado en medio de los mares (siendo tú hombre y no dios)...Por cuanto pusiste tu corazón como corazón de Dios, por tanto he aquí yo traigo sobre ti extranjeros , los fuertes de las naciones, que desenvainarán sus espadas contra la hermosura de tu sabiduría, y mancharán tu esplendor. Al sepulcro te harán descender y morirás con la muerte de los que mueren en medio de los mares. ¿Hablarás delante del que te mate, diciendo: Yo soy dios?. Tú hombre eres, y no dios, en las manos de tu matador. De muerte de incircuncisos morirás por mano de extranjeros; porque yo he hablado, dice Jehová”.



Si vamos a Isaías 14: 12-14, hallamos que la caída del “Lucero” fue por querer ser “semejante al Altísimo”. Y en Daniel 3: 1-6 y 4: 29-37, encontramos que Nabucodonosor se hizo adorar a sí mismo a través de una estatua de oro, y cuando más envanecido estaba, le fue quitado el reino y terminó morando con las bestias del campo, hasta que alzó sus ojos al cielo y reconoció la gloria de Dios.



El profeta Jeremías nos da la clave que identifica a los falsos dioses: “Los dioses que no hicieron los cielos ni la tierra, desaparezcan de la tierra y de debajo de los cielos” (Jer. 10: 11).



 Podemos concluir entonces que el hombre que quiere ser como Dios, está bajo maldición de caída, demencia y muerte.



Así que aquellas personas que han estado en estas corrientes, y quieren ser libres de las maldiciones que éstas traen, pueden, a través de una oración sincera, humillarse delante de Dios, y reconocer que el único Dios verdadero es el que hizo el cielo y la tierra (Sal. 121: 2):



Bendito Padre Celestial, en el nombre de tu Hijo Jesucristo, yo me humillo delante de ti, confieso que he pecado, y te pido perdón por haber practicado todas estas doctrinas. Renuncio a todas ellas y reconozco que yo no soy dios. El único Dios verdadero eres tú que hiciste el cielo y la tierra: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Te adoro y te bendigo y me someto a tu señorío desde ahora y para siempre. Renuncio a seguir practicando todas estas abominaciones y recibo tu perdón y me declaro libre de toda maldición por la sangre del Señor Jesucristo que me limpia de mis pecados y me libra de toda maldad. Y si mis antepasados practicaron también esas doctrinas, también te pido perdón por eso; rompo esas cadenas en mi vida y declaro rota toda maldición que haya venido a mí por todos esos pecados. Y yo encadeno todo hombre fuerte de las tinieblas que haya venido a mi vida por la práctica de todas estas falsas doctrinas y lo arrojo a lo más profundo de los abismos, y le ordeno que nunca más regrese a  mi vida, en el nombre del Señor  Jesucristo, amén y amén.



Ahora, Padre Celestial, yo declaro que soy nueva criatura, que las cosas viejas pasaron y todas son hechas nuevas en mi vida y que mi pasado ya no existe más (2ª Co. 5: 17). Cristo me ha limpiado de todos mis pecados (1ª Jn. 1: 9). Yo renuncio a seguir practicando todas estas doctrinas y me declaro libre de toda ligadura, desde ahora y para siempre; por cuanto ahora soy tu hijo, me dispongo a recibir toda la herencia que tienes para mí; en el nombre del Señor Jesucristo, amén y amén.



9.4. Otros pactos



Pactos sentimentales, infantiles, militares, etc., aparentemente inofensivos, pueden traer también cadenas espirituales específicas y desastrosas. Los enamorados se hacen promesas tales como “ni la muerte nos podrá separar”, “si tú te mueres yo también me muero”, “juntos para siempre”, etc., que no son otra cosa que pactos de muerte y ligaduras de alma, porque todo lo que digamos creyendo, lo recibiremos (Mc. 11: 23). Pactos militares tales como “vencer o morir”, “deber antes que vida” , “muertos pero nunca de rodillas”, etc., traen espíritus de muerte a las Fuerzas Armadas .Por ejemplo el militar que ha confesado “vencer o morir” y es vencido en combate, recibe automáticamente un espíritu de muerte que empieza a tratar de acabar con él, a través de accidentes, atracos, enfermedades, etc., Sólo hasta que en oración, anula estas palabras y renuncia a este pacto, es libre del espíritu de muerte, y sana. Es necesario anular estos pactos, en oración, diciendo por ejemplo:



En el nombre de Jesucristo, yo rompo todo pacto de muerte (especificarlo) y declaro que esas palabras ya no tienen poder en mi vida y renuncio a todos los espíritus de muerte que por estos pactos hayan venido a dañarme, y confieso que mi vida pertenece solamente a Cristo y sólo Él puede disponer de mí. Rompo todo pacto sentimental que esté ligando mi alma en contra de la voluntad divina y declaro nulas y sin poder todas las palabras con que haya encadenado mi vida y/o las vidas de otras personas y desato nuestras almas y rompo esas ligaduras, en el nombre del Señor Jesucristo, amén y amén.



De igual manera los juegos infantiles, que utilizan determinadas promesas o ciertas consignas aparentemente inofensivas, pueden llegar a traer ligaduras de almas, y aún verdaderas potestades de tinieblas. Por eso es importante estar alerta y muy bien informados de las actividades y jueguitos que practican los niños. El diálogo infantil con supuestos amiguitos invisibles, obsesiones por ciertos juguetes y muñecos de dudosa procedencia, así como el uso de algún Atari, y lo que es peor, tabla ouija, o invocación de personas que han muerto, o péndulos, tijeras cruzadas, o cualquier otro objeto de adivinación, entre otros pasatiempos, puede traer a los niños y jóvenes, verdaderas posesiones satánicas. Toda actividad que pretenda adivinar el futuro está guiada por espíritus de adivinación de las tinieblas, que se hacen pasar muchas veces por los muertos, logrando imitar su voz y sus características, para engañar a los que le invocan (1° S. 28: 3-20; Hch. 16: 16-18). Toda práctica de ocultismo trae sobre la persona posesiones satánicas que terminan controlando por completo la voluntad del poseso, hasta el punto que, cuando le vamos a guiar en oración para que reciba a Jesucristo, los demonios no le permiten pronunciar el nombre del Señor Jesucristo y se hace necesario anular las palabras que trajeron y ataron los demonios a la persona, así como, en el nombre de Jesucristo, ordenarles a los espíritus inmundos que no le impidan al poseso, recibir al Señor Jesús. Debemos también pedir al Todopoderoso que tome control de la mente de la persona y le demuestre su amor y su presencia, y que le permita recibir a Cristo y entregarle su mente al Salvador. Cuando la persona ha logrado hacer esto, debemos guiarle para que ella misma rompa los pactos que encadenaron su vida y rechace y arroje de su vida todo espíritu inmundo y renuncie a toda fuerza satánica y anule toda práctica de ocultismo que haya traído a su vida los demonios. Por ejemplo:



En el nombre de Jesucristo que ahora es mi único Señor y Salvador, yo rompo y declaro nulo todo pacto satánico (especificarlo) que me esté atando a cualquier enviado de las tinieblas y renuncio a toda actividad satánica y a todo espíritu inmundo y a toda huésted de maldad y a toda contaminación espiritual y anulo toda palabra que me esté ligando a los demonios. y en el nombre de Jesucristo ato, encadeno y arrojo de mi vida a satanás y lo lanzo a las tinieblas exteriores, y le ordeno que nunca regrese a mi vida, en el nombre del Señor Jesucristo, amén y amén.



Para mantener la liberación es necesario llevar una vida de sometimiento a la palabra de Dios (Stgo. 4:7; 1ª Jn. 5: 18), buscar amistades sanas y respetuosas de los preceptos divinos y estar aferrados en todo momento del Señor Jesucristo, porque separados de él, nada podemos hacer (Jn. 15: 4-5).







EVALUACIÓN





1. Defina qué es idolatría _________________________________________________________________________



_________________________________________________________________________



2. Escriba cinco maldiciones que vienen sobre los idólatras y explique cuál es el tipo de idolatría que las ocasionan:













4. Trate de recordar a cuántos ídolos ha rendido culto. Incluya los agüeros, las almas del purgatorio y todo lo que haya alejado su corazón del culto que debemos al único Dios verdadero. Lea y memorice 1ª  Co. 11: 31 y 1ª  Jn. 1: 9 y llévelos a la práctica. Confiese 2ª  Co. 5: 17 y créalo.







5. Coloree y trate de memorizar Gn. 3: 5; Ex. 34:17; Job 7: 9-10; Is .53: 3-6; Jer. 17: 5; Ez. 28: 2, 9; Mr. 11: 23; Hch . 17: 29-30; Ro. 10: 9; 1ª  Co. 6: 9-10;    Co. 5: 17; Gá. 3: 13; 1ª  Ti. 6: 10, 17; He. 9: 27; Ap. 9: 20-21; 21: 8.




















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