LECCIÓN 17
“Las armas con que luchamos no son del mundo,
sino que tienen el poder divino para derribar fortalezas” (2ª Co. 10:4, N.V.I.).
OBJETIVOS
v Poder conocer
nuestros verdaderos enemigos.
v Aprender a manejar
las armas espirituales que el Señor nos ha entregado.
v Identificar la
recompensa que Jesucristo nos tiene prometida.
17. 1. Enemigos:
v El diablo (1ª P.
5: 8).
v La carne que es
nuestra naturaleza pecaminosa (Ro. 7: 18-25).
v El mundo que es el
medio en que vivimos (Stg. 4: 4).
17. 2.
Armas:
Poderosas en
Cristo (Ro. 13: 12; 1ª Co. 15: 57; 2ª Co. 2: 14; 10: 4-5).
17. 3. Recompensas:
v
Una corona de justicia (2ª Ti. 4: 7-8)
v
Una corona incorruptible de gloria (1ª P. 5: 4)
v
Una corona de vida (Stgo. 1: 12)
v
El fruto del árbol de la vida (Ap. 2: 7).
v
La segunda muerte no podrá dañarnos (Ap. 2: 11).
v
Un nombre nuevo (Ap. 2: 17).
v
Autoridad sobre las naciones (Ap. 2: 26-27).
v
La estrella de la mañana (Ap. 2: 28).
v
Vestiduras blancas (Ap. 3: 5 a.
v
Inscripción eterna de nuestro nombre en el libro
de la vida (Ap. 3: 5 b).
v
Jesucristo nos confesará delante del Padre y de
sus ángeles (Ap. 3: 5 c).
v
También nos guardará de la hora de la prueba
(Ap. 3: 10).
v
Seremos hechos columnas eternas del templo de
Dios y portadores de su nombre y del nombre de su Hijo (Ap. 3: 12).
v
Nos sentaremos en el trono con Jesucristo (Ap.
3: 21)
v
Poseeremos toda la herencia y la paternidad de
nuestro Dios por toda la eternidad (21: 7).
17. 4. Batallando
contra el diablo (Ef. 6: 10-18).
17. 4. 1. Armas:
v
La
presencia de Dios en nuestras vidas (Sal. 3: 3; Jer. 20: 11;
Jn. 14: 23; Ap. 3: 20; Ro. 8: 31; 1ª Co.15: 57; 2ª Co. 2: 14).
v
El
nombre de Jesucristo (Mr.
16: 17; Lc. 10: 17; Jn. 14: 13-14; 16: 24; Hch. 4: 12; 16: 18; Ro. 10: 13; Ef.
1: 19-22; Fil. 2: 9-11; Col. 3: 17).
v
La
palabra de Dios (He. 4:
12): En Mt. 4: 1-11, vemos que Jesucristo rechazó al diablo con la palabra
de Dios, aunque el diablo la conoce muy bien. Es pues, necesario, escudriñar
muy profundamente las Sagradas Escrituras y permitir que la palabra de Dios
permanezca grabada en nuestro corazón (Col. 3: 16), para que cuando venga la
tentación la palabra divina nos corrija y nos guíe (Sal. 119: 9, 105).
Rechacemos todo mal pensamiento recordando los mandatos de Dios y sus promesas
para los obedientes. Alguien dijo que la tentación es como un pájaro que
revolotea sobre nuestra cabeza queriendo hacer nido allí. Si no le permitimos
que se detenga en ella, nunca podrá incubar el pecado en nuestra mente y mucho
menos logrará alcanzar a nuestro corazón (Mc. 7:21-22). Nunca olvidemos que
Cristo ya derrotó al diablo, despojándolo de toda autoridad (Col. 2:13-15) y
nos ha dado potestad para hollar todas sus fuerzas (Lc. 10: 19). Debemos
proclamarlo, orando con acción de gracias por cada promesa. Por ejemplo: Gracias Señor Jesucristo, porque tú despojaste
al maligno y me has dado potestad para hollar serpientes y escorpiones y sobre
toda fuerza del enemigo y nada me podrá dañar. Gracias Señor Jesucristo porque
mi vida es solamente tuya y tú me guardas y el maligno no me puede tocar (1ª
Jn. 5: 18). Gracias Padre Celestial porque mi vida está en
tus manos y de tus manos nadie me puede arrebatar (Jn. 10: 27-29), etc. Otras promesas:
Gn. 12: 2-3; 22: 17-18; Gá. 3: 29; Ex. 19: 5-6; 2° Cr. 20: 15; Is. 41: 9-20;
43: 2; 54: 15; 59: 19-21; Jer. 1: 10; 15: 19-21; 17: 7-8; Mal. 3:10-12; Sal.
37; Sal. 91, etc. Ahora bien, es necesario cumplir las condiciones que Dios nos
pide para poder reclamar las promesas que Él nos da: ”Porque os es necesaria la paciencia, para que
habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa” (He.
10: 36).
v
La
sangre de Jesucristo (1ª Jn.
1: 7; Ap. 1: 5; 12: 9-11, etc.): Debemos orar con acción de gracias, creyendo, que su sangre nos ha
limpiado de todos nuestros pecados y nos cubre a nosotros y a nuestra familia
(Hch. 16: 31). Ejemplo: Muchas
gracias Señor Jesucristo, porque me has limpiado de todos mis pecados con tu
sangre redentora, y nos cubres con ella, a mí y a todos mis familiares. en tu
nombre santo, amén y amén.
v
La
alabanza y la adoración: 1°
S.16: 23; 2° Cr. 20; Sal. 22: 3; 27: 1-3; 50: 14-15, 23; Hch. 16: 23-26; He. 13: 15; Ap. 5: 13.
v
Pedir
a Dios ángeles que nos ayuden (no debemos orar a los ángeles, sino a Dios
para que nos envíe a los ángeles a ayudarnos a librar toda batalla espiritual):
Ex. 23: 20; 2ª R. 6: 15-17; 19: 35; Sal. 34: 7; 91: 11; Is. 37: 36.
v
La
oración permanente: Sal. 55: 16-18; Lc. 22: 45-46; Fil. 4: 6; 1
Tes. 5: 17; Ap. 5: 8.
v
Descansar
en Dios: Gn.
22: 7-8; 1° S. 17: 34-37; 45-47; 22: 3; 2° S. 22: 3-4; Sal. 3: 3; 7: 10; 18:
28-30; 37: 1-9; 121; 147: 10-11; Pr. 30: 5; Is. 26: 3-4; Jer. 17: 7-8.
v
La
fe: Mt.
21: 21-22; Mr. 11: 22-24; Ef. 6: 16;
He. 11: 1, 6, 33-34; Stg. 1: 6-7;
1ª P. 5: 8-9.
v
El
perdón: 2ª Co. 2: 10-11; Ef. 4:
26-27; Col. 3: 13. La falta de perdón es una puerta abierta al enemigo que como
ya lo habíamos visto, nos impide ver lo bueno de nuestro prójimo y por el
contrario sólo nos muestra sus defectos a través de espíritus de juicio,
resentimientos, odio y amargura. Cuando perdonamos, estamos permitiendo que el
amor de Dios fluya en nosotros hacia nuestros semejantes y las puertas al
enemigo son cerradas automáticamente.
v
La
integridad (Sal. 15; Pr. 10: 9 y 11: 3).
v
Resistir
al diablo (Stg.
4: 7) y no darle lugar (Ef. 4: 27).
v
Ser
sobrios y velar (1ª P. 5: 8) que significa tener dominio propio
y estar alerta.
v
Soportar
la tentación: 1ª Co.
10: 13; He. 2: 18; 4: 15-16; Stg. 1: 12.
v
El
ayuno: Siempre
y cuando estemos cumpliendo los requisitos de Is. 58: 1-12, pues de lo
contrario de nada servirá. Es pues, vital que estemos practicando lo más
importante de la Ley de Cristo: “la
justicia, la misericordia y la fe” (Mt. 23: 23). Entonces el
ayuno se convertirá en un arma poderosa que hará huir al enemigo, en el nombre
del Señor Jesucristo quien nos llenará del poder de su Santo Espíritu (Hch. 1:
8) para que podamos arrojar todas las fuerzas de tinieblas que quieran
molestarnos (Lc. 10: 19). También es importante entender que aún para ayunar,
debemos pedir la guía del Espíritu Santo, quien pondrá en nuestro corazón qué
tipo de ayuno debemos hacer y por cuánto tiempo, si en realidad es su voluntad
que ayunemos. El ayuno puede ser de abstinencia total (abstenerse de todo tipo
de alimento) o parcial (tomar líquidos solamente) o frugal ( comer sólo
frutas), etc. Si estamos dirigidos por el Espíritu Santo Él nos va a fortalecer
y no nos afectará nuestra salud. Pero si estamos ayunando en nuestras propias
fuerzas, sin la guía divina, es posible que llegue a ser un pecado más contra
nuestro propio cuerpo y esto nos debilite y enferme. En ningún caso el ayuno
debe ser un sacrificio porque Dios no quiere sacrificios (Sal. 40: 6-8; Os. 6:
6) sino que debe ser un tiempo de deleite en alabanza y adoración al Señor,
quien multiplicará su poder en nuestra oración (Sal. 22: 3).
v
Diezmar: Mal. 3 :10-12 y ofrendar (2ª Co. 9 :6-11; Fil. 4: 15-19) pero
practicando la justicia, la misericordia y la fe (Mt. 23: 23).
v
Obediencia
en todo a Dios: Ex. 23: 22;
Dt. 30: 2-10; Jos. 1: 8; Is. 48: 17-19; Jer. 15: 19-21; Mal. 3: 16-18;
Jn. 15: 7; 1ª P. 3: 13.
v
No
enojar a Dios: Nm.
14:11; Jueces 2: 11-15; Is.63: 10; Ro.
1:18-32; 1ª Co. 10: 5-13; Ef. 5:6-11.
17. 5.
Batallando contra nuestra propia carne que es nuestra naturaleza pecaminosa (Ro.
7: 14-23; Gá. 5: 16-21).
17. 5.
1. Armas:
v
Confesar
al Señor Jesucristo nuestros pecados (1ª Jn. 1: 9) reconociendo nuestra incapacidad para cambiar si
Cristo no nos ayuda (Jn. 15: 5; He. 2: 18).
v
Velar
(estar alerta) y orar (Mr. 14: 38;
Ef. 18; Col. 4: 2).
v
No
proveer para los deseos de la carne (Ro. 13: 14; Gá. 5: 13-15; 6: 7-8; 1ª P. 2: 11-12) que no es otra cosa que huir de la tentación (Gn.
39: 10-12; 1ª Co. 6: 18-20; 10: 13-14; 2ª Ti. 2: 22).
v
Ser
llenos del Espíritu Santo (Ef. 5:
18) y andar en el Espíritu Santo (Gá. 5: 16-18; 22-26)
v
Crucificar
nuestra carne con Cristo (Ro.
6: 6; Gá. 2: 20; 5: 24), muriendo a nuestro propio yo (Jn. 12: 4; Col. 3: 3). Pero, ¿qué significa
morir? Un muerto no protesta, ni se queja, ni contesta ante cualquier ataque.
No cambia ni ante la injuria, ni ante los elogios. Así lo pisoteen, lo cambien
de un lugar a otro, lo zarandeen, lo calumnien, lo vituperen, etc., sigue
siendo el mismo muerto. Así lo metan al féretro más lujoso, le digan los
discursos más elocuentes elogiándolo, o le canten mariachis de despedida,
permanece exactamente igual. Si miramos el ejemplo del Señor Jesucristo,
encontramos que ni ante vituperios (Is. 53: 7-8a; Mr. 15: 3-5; 1ª P. 2: 23;
etc.) ni ante los elogios (Lc. 11: 27-28), modificó su conducta. Por eso es el
momento de decirle a Él: Señor Jesucristo, ayúdame a tener mis ojos
puestos siempre en ti (He. 12: 2); yo crucifico mi carne y mi ego bajo tus
pies; lávame con tu sangre, lléname del Espíritu Santo, toma control de mi
voluntad y no me dejes caer en la tentación. Dependo totalmente de ti para
poder obedecerte y agradarte y confieso que sin tu poder nada puedo hacer. En
tu nombre santo, amén y amén.
17. 6.
El mundo también fue
vencido por Cristo (Jn. 16: 33; 1ª Jn. 4: 4).
17. 6. 1. Armas:
v
Debemos
gozarnos cuando nos atacan por causa de Jesucristo (Mt. 5:
11-12; Hch. 5:40-41).
v
Nos
perseguirán como persiguieron a Jesucristo (Jn. 15: 18-21;16: 2-3).
v
No
debemos alejarnos del mundo sino guardarnos del mal (Jn. 17: 15), y no ser amigos del mundo (Jn. 17: 14, 16; Stg. 4: 4; 1ª Jn. 2: 15-17).
v
Debemos
ser luz en medio de las tinieblas (dar
buen testimonio): Mt. 5: 14-16; Lc. 17: 1; Ro. 12: 21; 13:
1-14; 1ª Co. 10: 32; Fil. 3: 17; 4: 5;
Col. 4: 5-6; 1ª P. 2: 12-24; 3: 13-17; 4: 12-16. Esto también implica:
v
Sometimiento
a la autoridad (Ro.
13: 1-2; 1ª P. 2: 13-14) siempre y cuando no implique desobedecer a Dios (Hch.
4: 19; 5: 29).
v
Mansedumbre
y humildad: Sal 37: 11; Pr. 27: 2; Mt. 11: 29; 23: 12; 2ª
Co. 10: 18; Fil. 2: 3-11; Stg. 3: 13; 4: 6, 10; 1ª P. 5: 6.
v
La
misericordia: Sal. 112: 5-6; Pr. 3: 3-4; 20: 28; 1ª P.2: 12.
v
La justicia: Pr. 11: 4, 18, 30; Is. 32:
17 y 33: 15-16; 2ª Co. 6: 7.
v
El
amor: (Pr. 10: 12; Ro. 13: 8-10; 1ª Co. 13; Jn. 13: 35).
v
Practicar
la regla de oro (Abd. 1: 15; Mt. 7: 12; Lc. 6: 31 y 38; Gá. 6:
7).
v
Un
buen soldado de Jesucristo debe ser esforzado y valiente (Jos.
1: 9; 2ª Ti. 1: 7-9; 2: 1-10) y
dependiente de Dios (Jer. 17: 5-8; Sal. 23: 1; 121: 2; 146: 3-6;
Fil. 4: 19).
En todo seremos más que
vencedores (Ro. 8: 31-39; 2ª Co. 2: 14) si ponemos en práctica la palabra de Dios que es nuestra
espada espiritual (Ef. 6: 17). Ahora bien, es vital identificar y renunciar a
toda forma de idolatría para que no caigamos en la maldición de que habla el
apóstol Pablo en Romanos 1: 18-32.
EVALUACIÓN
1.
Enumere
todas las armas espirituales que estudiamos en esta lección
___________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________.
2.
Analice
Mt. 4: 5-7 y explique cómo podríamos tentar nosotros a Dios
_____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
3.
Analice
2° Cr. 20: 15-22; Is. 41: 10-13 y 51: 7-8; Jer. 1: 7-8 y 15: 19-21. Con base en
estos pasajes, ¿qué requisitos debemos llenar para que el Señor gane la batalla
por nosotros?
____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________.
4.
Trate
de memorizar Abdías 1:15, Mt. 7: 12, Lc. 6: 38, Gá. 6: 7, y lleve a la práctica
1ª Co. 11: 31, autoconfrontándose con su pasado y pidiendo perdón a Dios por
todo el daño que haya podido ocasionar a otros o a sí mismo.
5.
Utilizando la concordancia,
haga un estudio sobre lo que dice la Biblia acerca de los ángeles.
6.
Resalte en su Biblia con un
lápiz de color todos los pasajes enunciados en esta lección tratando de
memorizar la cita y su
idea central.
7.
Analice Ex. 32:33 y Ap. 3: 5. ¿Qué cree que le sucederá al que sea
vencido en la batalla contra el pecado?
8. Lea Ro.
1:18-32 y explique qué le sucede a la persona que pone su corazón en las cosas
creada antes que en el Creador.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario