viernes, 24 de julio de 2015

LIBRANDO LA BATALLA


 LECCIÓN 17

“Las armas con que luchamos no son del mundo, sino que tienen el poder divino para derribar fortalezas” (2ª  Co. 10:4, N.V.I.).

OBJETIVOS

v  Poder conocer nuestros verdaderos enemigos.

v  Aprender a manejar las armas espirituales que el Señor nos ha entregado.

v  Identificar la recompensa que Jesucristo nos tiene prometida.

 

17. 1. Enemigos:

 

v  El diablo (1ª P. 5: 8).

v  La carne que es nuestra naturaleza pecaminosa (Ro. 7: 18-25).

v  El mundo que es el medio en que vivimos (Stg. 4: 4).

 

17. 2. Armas:

Poderosas en Cristo (Ro. 13: 12; 1ª Co. 15: 57; 2ª Co. 2: 14; 10: 4-5).

 

17. 3. Recompensas:

 

v  Una corona de justicia (2ª Ti. 4: 7-8)

v  Una corona incorruptible de gloria (1ª P. 5: 4)

v  Una corona de vida (Stgo. 1: 12)

v  El fruto del árbol de la vida (Ap. 2: 7).

v  La segunda muerte no podrá dañarnos (Ap. 2: 11).

v  Un nombre nuevo (Ap. 2: 17).

v  Autoridad sobre las naciones (Ap. 2: 26-27).

v  La estrella de la mañana (Ap. 2: 28).

v  Vestiduras blancas (Ap. 3: 5 a.

v  Inscripción eterna de nuestro nombre en el libro de la vida (Ap. 3: 5 b).

v  Jesucristo nos confesará delante del Padre y de sus ángeles (Ap. 3: 5 c).

v  También nos guardará de la hora de la prueba (Ap. 3: 10).

v  Seremos hechos columnas eternas del templo de Dios y portadores de su nombre y del nombre de su Hijo (Ap. 3: 12).

v  Nos sentaremos en el trono con Jesucristo (Ap. 3: 21)

v  Poseeremos toda la herencia y la paternidad de nuestro Dios por toda la eternidad (21: 7).

 

17. 4. Batallando contra el diablo (Ef. 6: 10-18).

 

17. 4. 1. Armas:

 

v  La presencia de Dios en nuestras vidas (Sal. 3: 3; Jer. 20: 11; Jn. 14: 23; Ap. 3: 20; Ro. 8: 31; 1ª Co.15: 57; 2ª Co. 2: 14).

 

v  El nombre de Jesucristo (Mr. 16: 17; Lc. 10: 17; Jn. 14: 13-14; 16: 24; Hch. 4: 12; 16: 18; Ro. 10: 13; Ef. 1: 19-22; Fil. 2: 9-11; Col. 3: 17).

 

v  La palabra de Dios (He. 4: 12): En Mt. 4: 1-11, vemos que Jesucristo rechazó al diablo con la palabra de Dios, aunque el diablo la conoce muy bien. Es pues, necesario, escudriñar muy profundamente las Sagradas Escrituras y permitir que la palabra de Dios permanezca grabada en nuestro corazón (Col. 3: 16), para que cuando venga la tentación la palabra divina nos corrija y nos guíe (Sal. 119: 9, 105). Rechacemos todo mal pensamiento recordando los mandatos de Dios y sus promesas para los obedientes. Alguien dijo que la tentación es como un pájaro que revolotea sobre nuestra cabeza queriendo hacer nido allí. Si no le permitimos que se detenga en ella, nunca podrá incubar el pecado en nuestra mente y mucho menos logrará alcanzar a nuestro corazón (Mc. 7:21-22). Nunca olvidemos que Cristo ya derrotó al diablo, despojándolo de toda autoridad (Col. 2:13-15) y nos ha dado potestad para hollar todas sus fuerzas (Lc. 10: 19). Debemos proclamarlo, orando con acción de gracias por cada promesa. Por ejemplo: Gracias Señor Jesucristo, porque tú despojaste al maligno y me has dado potestad para hollar serpientes y escorpiones y sobre toda fuerza del enemigo y nada me podrá dañar. Gracias Señor Jesucristo porque mi vida es solamente tuya y tú me guardas y el maligno no me puede tocar (1ª Jn. 5: 18). Gracias Padre Celestial porque mi vida está en tus manos y de tus manos nadie me puede arrebatar (Jn. 10: 27-29), etc. Otras promesas: Gn. 12: 2-3; 22: 17-18; Gá. 3: 29; Ex. 19: 5-6; 2° Cr. 20: 15; Is. 41: 9-20; 43: 2; 54: 15; 59: 19-21; Jer. 1: 10; 15: 19-21; 17: 7-8; Mal. 3:10-12; Sal. 37; Sal. 91, etc. Ahora bien, es necesario cumplir las condiciones que Dios nos pide para poder reclamar las promesas que Él nos da: ”Porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa” (He. 10: 36).

 

v  La sangre de Jesucristo (1ª Jn. 1: 7; Ap. 1: 5; 12: 9-11, etc.): Debemos orar con acción de gracias, creyendo, que su sangre nos ha limpiado de todos nuestros pecados y nos cubre a nosotros y a nuestra familia (Hch. 16: 31). Ejemplo: Muchas gracias Señor Jesucristo, porque me has limpiado de todos mis pecados con tu sangre redentora, y nos cubres con ella, a mí y a todos mis familiares. en tu nombre santo, amén y amén.

 

v  La alabanza y la adoración: 1° S.16: 23; 2° Cr. 20; Sal. 22: 3; 27: 1-3; 50: 14-15, 23;  Hch. 16: 23-26; He. 13: 15; Ap. 5: 13.

 

v  Pedir a Dios ángeles que nos ayuden (no debemos orar a los ángeles, sino a Dios para que nos envíe a los ángeles a ayudarnos a librar toda batalla espiritual): Ex. 23: 20; 2ª R. 6: 15-17; 19: 35; Sal. 34: 7; 91: 11; Is. 37: 36.

 

v  La oración permanente: Sal. 55: 16-18; Lc. 22: 45-46; Fil. 4: 6; 1 Tes. 5: 17; Ap. 5: 8.

 

v  Descansar en Dios: Gn. 22: 7-8; 1° S. 17: 34-37; 45-47; 22: 3; 2° S. 22: 3-4; Sal. 3: 3; 7: 10; 18: 28-30; 37: 1-9; 121; 147: 10-11; Pr. 30: 5; Is. 26: 3-4; Jer. 17: 7-8.

 

v  La fe: Mt. 21: 21-22;  Mr. 11: 22-24;  Ef. 6: 16;  He. 11: 1, 6, 33-34;  Stg. 1: 6-7; 1ª P. 5: 8-9.

 

v  El perdón:  2ª Co. 2: 10-11; Ef. 4: 26-27; Col. 3: 13. La falta de perdón es una puerta abierta al enemigo que como ya lo habíamos visto, nos impide ver lo bueno de nuestro prójimo y por el contrario sólo nos muestra sus defectos a través de espíritus de juicio, resentimientos, odio y amargura. Cuando perdonamos, estamos permitiendo que el amor de Dios fluya en nosotros hacia nuestros semejantes y las puertas al enemigo son cerradas automáticamente.

 

v  La integridad (Sal. 15; Pr. 10: 9 y 11: 3).

 

v  Resistir al diablo (Stg. 4: 7) y no darle lugar (Ef. 4: 27).

 

v  Ser sobrios y velar (1ª P. 5: 8) que significa tener dominio propio y estar alerta.

 

v  Soportar la tentación: 1ª Co. 10: 13; He. 2: 18; 4: 15-16; Stg. 1: 12.

 

v  El ayuno: Siempre y cuando estemos cumpliendo los requisitos de Is. 58: 1-12, pues de lo contrario de nada servirá. Es pues, vital que estemos practicando lo más importante de la Ley de Cristo: “la justicia, la misericordia y la fe” (Mt. 23: 23). Entonces el ayuno se convertirá en un arma poderosa que hará huir al enemigo, en el nombre del Señor Jesucristo quien nos llenará del poder de su Santo Espíritu (Hch. 1: 8) para que podamos arrojar todas las fuerzas de tinieblas que quieran molestarnos (Lc. 10: 19). También es importante entender que aún para ayunar, debemos pedir la guía del Espíritu Santo, quien pondrá en nuestro corazón qué tipo de ayuno debemos hacer y por cuánto tiempo, si en realidad es su voluntad que ayunemos. El ayuno puede ser de abstinencia total (abstenerse de todo tipo de alimento) o parcial (tomar líquidos solamente) o frugal ( comer sólo frutas), etc. Si estamos dirigidos por el Espíritu Santo Él nos va a fortalecer y no nos afectará nuestra salud. Pero si estamos ayunando en nuestras propias fuerzas, sin la guía divina, es posible que llegue a ser un pecado más contra nuestro propio cuerpo y esto nos debilite y enferme. En ningún caso el ayuno debe ser un sacrificio porque Dios no quiere sacrificios (Sal. 40: 6-8; Os. 6: 6) sino que debe ser un tiempo de deleite en alabanza y adoración al Señor, quien multiplicará su poder en nuestra oración (Sal. 22: 3).

 

v  Diezmar: Mal. 3 :10-12 y ofrendar (2ª Co. 9 :6-11; Fil. 4: 15-19) pero practicando la justicia, la misericordia y la fe (Mt. 23: 23).

 

v  Obediencia en todo a Dios:  Ex. 23: 22;  Dt. 30: 2-10; Jos. 1: 8; Is. 48: 17-19; Jer. 15: 19-21; Mal. 3: 16-18; Jn. 15: 7; 1ª P. 3: 13.

 

v  No enojar a Dios: Nm. 14:11; Jueces 2: 11-15;  Is.63: 10; Ro. 1:18-32; 1ª Co. 10: 5-13;  Ef. 5:6-11.

 

 

17. 5. Batallando contra nuestra propia carne que es nuestra naturaleza pecaminosa (Ro. 7: 14-23; Gá. 5: 16-21).

 

17. 5. 1. Armas:

 

v  Confesar al Señor Jesucristo nuestros pecados (1ª Jn. 1: 9) reconociendo nuestra incapacidad para cambiar si Cristo no nos ayuda (Jn. 15: 5; He. 2: 18).

 

v  Velar (estar alerta) y orar (Mr. 14: 38;  Ef. 18;  Col. 4: 2).

 

v  No proveer para los deseos de la carne (Ro. 13: 14; Gá. 5: 13-15; 6: 7-8; 1ª P. 2: 11-12) que no es otra cosa que huir de la tentación (Gn. 39: 10-12; 1ª Co. 6: 18-20; 10: 13-14; 2ª Ti. 2: 22).

 

v  Ser llenos del Espíritu Santo (Ef. 5: 18) y andar en el Espíritu Santo (Gá. 5: 16-18; 22-26)

 

v  Crucificar nuestra carne con Cristo (Ro. 6: 6; Gá. 2: 20; 5: 24), muriendo a nuestro propio yo (Jn. 12: 4; Col. 3: 3). Pero, ¿qué significa morir? Un muerto no protesta, ni se queja, ni contesta ante cualquier ataque. No cambia ni ante la injuria, ni ante los elogios. Así lo pisoteen, lo cambien de un lugar a otro, lo zarandeen, lo calumnien, lo vituperen, etc., sigue siendo el mismo muerto. Así lo metan al féretro más lujoso, le digan los discursos más elocuentes elogiándolo, o le canten mariachis de despedida, permanece exactamente igual. Si miramos el ejemplo del Señor Jesucristo, encontramos que ni ante vituperios (Is. 53: 7-8a; Mr. 15: 3-5; 1ª P. 2: 23; etc.) ni ante los elogios (Lc. 11: 27-28), modificó su conducta. Por eso es el momento de decirle a Él: Señor Jesucristo, ayúdame a tener mis ojos puestos siempre en ti (He. 12: 2); yo crucifico mi carne y mi ego bajo tus pies; lávame con tu sangre, lléname del Espíritu Santo, toma control de mi voluntad y no me dejes caer en la tentación. Dependo totalmente de ti para poder obedecerte y agradarte y confieso que sin tu poder nada puedo hacer. En tu nombre santo, amén y amén.

 

17. 6. El mundo también fue vencido por Cristo (Jn. 16: 33; 1ª Jn. 4: 4).

 

17. 6. 1. Armas:

 

v  Debemos gozarnos cuando nos atacan por causa de Jesucristo (Mt. 5: 11-12; Hch. 5:40-41).

 

v  Nos perseguirán como persiguieron a Jesucristo (Jn. 15: 18-21;16: 2-3).

 

v  No debemos alejarnos del mundo sino guardarnos del mal (Jn. 17: 15), y no ser amigos del mundo (Jn. 17: 14, 16;  Stg. 4: 4; 1ª Jn. 2: 15-17).

 

v  Debemos ser luz en medio de las tinieblas (dar buen testimonio): Mt. 5: 14-16; Lc. 17: 1; Ro. 12: 21; 13: 1-14; 1ª Co. 10: 32; Fil. 3: 17;  4: 5; Col. 4: 5-6; 1ª P. 2: 12-24; 3: 13-17; 4: 12-16.   Esto también implica:

 

v  Sometimiento a la autoridad (Ro. 13: 1-2; 1ª P. 2: 13-14) siempre y cuando no implique desobedecer a Dios (Hch. 4: 19; 5: 29).

 

v  Mansedumbre y  humildad: Sal 37: 11; Pr. 27: 2; Mt. 11: 29; 23: 12; 2ª Co. 10: 18; Fil. 2: 3-11; Stg. 3: 13; 4: 6, 10; 1ª P. 5: 6.

 

v  La misericordia: Sal. 112: 5-6; Pr. 3: 3-4; 20: 28; 1ª P.2: 12.

 

v   La justicia: Pr. 11: 4, 18, 30; Is. 32: 17 y 33: 15-16; 2ª Co. 6: 7.

 

v  El amor: (Pr. 10: 12; Ro. 13: 8-10; 1ª Co. 13; Jn. 13: 35).

 

v  Practicar la regla de oro (Abd. 1: 15; Mt. 7: 12; Lc. 6: 31 y 38; Gá. 6: 7).

 

v  Un buen soldado de Jesucristo debe ser esforzado y valiente (Jos. 1: 9; 2ª Ti. 1: 7-9; 2: 1-10) y dependiente de Dios (Jer. 17: 5-8; Sal. 23: 1; 121: 2; 146: 3-6; Fil. 4: 19).

 

En todo seremos más que vencedores (Ro. 8: 31-39; 2ª Co. 2: 14) si ponemos en práctica la palabra de Dios que es nuestra espada espiritual (Ef. 6: 17). Ahora bien, es vital identificar y renunciar a toda forma de idolatría para que no caigamos en la maldición de que habla el apóstol Pablo en Romanos  1: 18-32.

 

 EVALUACIÓN


 

1.    Enumere todas las armas espirituales que estudiamos en esta lección ___________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________.

2.    Analice Mt. 4: 5-7 y explique cómo podríamos tentar nosotros a Dios _____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

3.    Analice 2° Cr. 20: 15-22; Is. 41: 10-13 y 51: 7-8; Jer. 1: 7-8 y 15: 19-21. Con base en estos pasajes, ¿qué requisitos debemos llenar para que el Señor gane la batalla por nosotros? ____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________.

4.    Trate de memorizar Abdías 1:15, Mt. 7: 12, Lc. 6: 38, Gá. 6: 7, y lleve a la práctica 1ª Co. 11: 31, autoconfrontándose con su pasado y pidiendo perdón a Dios por todo el daño que haya podido ocasionar a otros o a sí mismo.

 

5.    Utilizando la concordancia, haga un estudio sobre lo que dice la Biblia acerca de los ángeles.

 

6.    Resalte en su Biblia con un lápiz de color todos los pasajes enunciados en esta lección tratando de memorizar la cita y su idea central.

 

7.    Analice Ex. 32:33 y Ap. 3: 5. ¿Qué cree que le sucederá al que sea vencido en la batalla contra el pecado?

 

 

 

 

8. Lea Ro. 1:18-32 y explique qué le sucede a la persona que pone su corazón en las cosas creada antes que en el Creador.

 

 

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