LECCIÓN 16
“Cazadnos
las zorras; las zorras pequeñas que echan a perder las viñas“ (Cnt. 2: 15).
OBJETIVOS
Discernir algunos errores graves pero
inadvertidos que roban frecuentemente al creyente muchas bendiciones de Dios.
16. 1.
Definición
La expresión “pequeñas gigantes
zorras”, se refiere a aquellas fallas aparentemente insignificantes en que
caemos con mucha frecuencia los creyentes, pero que en realidad nos causan
mucho daño y nos impiden recibir las bendiciones de Dios. Una característica de
las zorras pequeñas es que como no alcanzan a las ramas de los árboles para
comerlas, entonces empiezan a roer la raíz y terminan destruyendo todo el
plantío.
Analizaremos solamente unas pocas:
16. 2.
La lengua.
En Marcos 11: 23 el Señor Jesucristo
nos dice que todo lo que digamos creyendo, lo
recibiremos. Por eso, el estar diciendo palabras ociosas o
negativas es una de las “zorras pequeñas” más gigantescas, que echan a perder
las bendiciones de Dios. Cuando el
pueblo de Israel viajó a través del desierto, buscando la tierra que Dios le
había prometido, cayeron en murmuraciones contra Dios y contra sus siervos, y
Dios les dice a través de Moisés y Aarón:
“Según habéis hablado a mis oídos, así haré yo con vosotros” (Nm. 14: 28).
Por eso el mismo Señor Jesucristo
también nos dice en Mateo 12: 36-37 que de
“toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del
juicio, porque por tus palabras serás justificado y por tus palabras serás
condenado”.
Recordemos que por la palabra, Dios
creó todas las cosas: “Y dijo Dios:
Sea la luz; y fue la luz” (Gn. 1: 3); “Luego dijo
Dios...” (Gn.
1: 6); ”Dijo también Dios...” (Gn. 1: 9; “Después dijo Dios...“ (Gn. 1: 11); “Dijo luego Dios...” (Gn. 1: 14); ”Dijo Dios...“ (Gn. 1: 20). También con la palabra,
Jesús maldijo la higuera, y la higuera se secó (Mr. 11: 14-20). Y por la
palabra, Jesucristo y sus discípulos hicieron milagros, sanaron enfermos,
resucitaron muertos, calmaron tempestades, etc. (Mt. 8: 16; 9: 1-7; Mr. 1:
25-26; 4: 39; 7: 34-35; 9: 25-27; Jn. 5: 8-9; 11: 43-44; Hch. 3: 6; 14: 10; 16:
18; etc.).
En el Libro de los Proverbios
encontramos frases muy elocuentes sobre el poder de la palabra: “Te has enlazado con las palabras de tu boca y has quedado
preso en los dichos de tus labios”. (Pr. 6: 2). “Del fruto de la
boca del hombre se llenará su vientre; se saciará del producto de sus
labios. La muerte y la vida están en
poder la lengua, y el que la ama, comerá de sus frutos” (Pr. 18: 20-21). “Hay hombres cuyas palabras son como golpes
de espada; mas la lengua de los sabios es medicina” (Pr. 12: 18). “La lengua apacible es árbol de vida; mas la perversa,
quebranta el espíritu” (Pr. 15: 4).
Con la palabra podemos edificar y
podemos destruir; pero también, gracias a Dios, con la palabra podemos
restaurar (Jer. 1: 9-10; Ezq. 37: 9-10). Y de todo lo que hagamos con la
palabra tenemos que responder ante Dios, porque a veces con las palabras
podemos causar más heridas que las que causan los criminales con balas o puñales. Por eso, Jesucristo decía que “cualquiera que le diga ‘necio’ a su hermano, será culpable” y que “cualquiera que le diga ‘fatuo’, quedará expuesto al infierno
de fuego” (Mt.
5: 22). Esto significa que el agredir
con palabras es tan pecado como matar. Y sin embargo, los padres han atado con palabras a sus hijos
con frases como ‘eres un inútil’, ‘estúpido, no sirves para nada’, ‘cómo eres
de bruto’, ‘nunca serás nada en la vida’, etc.
Y como los niños repiten todo, y de los que recibimos damos, los
hermanos mayores han dicho lo mismo a los menores, y así sucesivamente. De igual manera, los profesores han atado a
los alumnos, los jefes a los empleados, el pueblo a sus gobernantes, las
autoridades a sus subordinados, los esposos a sus esposas y ellas a ellos; los
unos a los otros, en una batalla oculta en la que la maldición (maldecir es
decir mal) ha ido corriendo de generación en generación, como zorra agazapada,
causando estragos entre las viñas del Señor. Es por eso tan importante, anular
toda palabra negativa o maldiciente con que hayamos sido atados por otros o por
nosotros mismos y convertir toda maldición, que haya caído sobre nuestras
vidas, en bendición, especialmente si quien ha proferido esas palabras contra
nosotros es nuestra autoridad. Esto lo podemos hacer con una oración como esta:
Amado
Padre Celestial, en el nombre de tu hijo Jesucristo, yo anulo toda palabra
ociosa o maldiciente, que esté atando mi vida, y todas estas palabras quedan
ahora sin poder; rompo esas ataduras y
convierto toda maldición en bendición, y desato todas las bendiciones que tú
tienes para mí y que, por maldiciones, han sido retenidas. tu palabra dice que
todo lo que atare en la tierra será atado en los cielos y lo que desatare en la
tierra será desatado en los cielos (Mt 16: 19); yo
ato todas las fuerzas del mal que estén dañando mi vida, y desato y recibo tus
bendiciones, en el nombre del señor Jesucristo, amén y amén.
Señor, también te pido perdón por cada palabra mal dicha
con que yo haya atado a otras personas y ahora anulo esas palabras y las
convierto en bendición para sus vidas; rompo toda atadura con que yo haya
dañado a otros y desato sus vidas y las declaro en total victoria; en el nombre
de Jesucristo, amén y amén.
16. 3. El juicio entre hermanos y
entre denominaciones (Mt. 7: 1-2; Lc.
6:37)
Jesucristo dijo: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si
tuviereis amor los unos por los otros” (Jn. 13: 35). “Para que todos sean uno; como tú, oh Padre en mí y yo en ti,
que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste” (Jn. 17: 21).
Pero tal parece que Jesucristo hubiera
dicho: “en estos conocerán todos que sois mis discípulos: si os juzgareis los
unos a los otros y contendiereis los unos con los otros”.
El juicio y la rivalidad entre
denominaciones y entre hermanos, ha sido otra pequeña zorra bien grande, que ha
levantado contiendas y grandes brechas, causando estragos entre el pueblo de
Dios. Los creyentes todos somos el cuerpo de Cristo (Ro. 12: 5), pero es el
único cuerpo en el que las manos han peleado contra los pies; la nariz ha
contendido contra la oreja, y la boca ha hablado mal de los ojos; y todos han
criticado lo que manda la cabeza. Además, el pie derecho ha querido marchar en
sentido contrario al izquierdo y la mano izquierda ha borrado lo que escribió
la derecha, y cada miembro ha tirado para su lado, tratando de descuartizar el
cuerpo de Cristo, en una batalla de orgullo espiritual en la que todos y cada
uno ha pretendido tener la razón.
El juicio es originado por falta de
perdón, por complejos de culpa, por envidia o sencillamente por falta de amor.
Jesucristo decía que el que está
pendiente de la paja en el ojo ajeno es el que tiene una tremenda viga en el
propio ojo (Mt. 7: 3-5). Luego, toda
persona que anda buscando los errores de los demás para señalarlos, debe mirar
primero cómo está su corazón y debe limpiarlo con la sangre del Señor y un
arrepentimiento genuino.
La falta de perdón es otra raíz de
juicio porque, cuando no hemos perdonado, le estamos dando ventaja a satanás
(2ª Co. 2: 10-11; Ef. 4: 26-27) y él, inmediatamente, nos presta sus acusadores
ojos que sólo nos permiten ver los errores en nuestro prójimo y no sus bondades
(Job 1: 9-11; 2: 4-5), trayendo a nuestras vidas ceguera espiritual (1ª Jn. 2:
11).
Pero cuando perdonamos sinceramente,
entonces Dios nos llena de su amor y nos presta sus ojos de misericordia para
que podamos ver a sus hijos como Él nos ve:
“¿No has considerado a mi siervo Job,
que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios
y apartado del mal?” (Job 1: 8; ): “Como el lirio entre los espinos” (Cnt. 2: 2); “De voz dulce y hermoso aspecto” (Cnt. 2: 14 y 4:
1); “La hija consentida de su madre: la favorita de quien le dio la
vida”
(Cnt. 6:9. NVI).
El rechazo injustificado hacia otras
denominaciones no fue del agrado de Jesucristo.
Cuando el apóstol Juan le dijo una vez Hemos
visto a uno que en tu nombre echaba fuera demonios y se lo prohibimos porque no
nos seguía”,
Jesucristo le contestó: “No se lo prohibáis; porque ninguno hay que haga milagro en
mi nombre que luego pueda decir mal de mí” Mr. 9: 38-39).
El apóstol Pablo decía que en lo que
juzgamos a otro nos condenamos a nosotros mismos, pues al juzgar estamos
pecando tanto como el otro (Ro. 2: 1).
Santiago, por su parte, agrega que “Uno
es el dador de la ley que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que
juzgues a otro?” (Stg. 4: 12).
Además la ley de la reciprocidad que
nos enseñó Jesús en la Regla de Oro (Mt. 7 :12) nos muestra cómo cuando
juzgamos a alguien, también seremos juzgados. Así que si no queremos que nos
critiquen es mejor no criticar. Sólo cuando el juicio es pertinente no debemos
juzgar por las apariencias, sino juzgar con justo juicio (Zac. 7: 9; 8: 16; Jn.
7: 24)
16.
4. Los extremos.
Así como suena: los extremos. En la iglesia de Dios se pasa de un extremo a
otro con una facilidad impresionante. Por ejemplo:
v Los demonios:
Mientras unos culpan de todo a los
demonios, otros en cambio niegan completamente que su poder pueda alcanzar al
creyente. Pero, ¿qué dice la Palabra al
respecto? En 1ª Jn. 5: 18 encontramos
que “el que ha nacido de nuevo no practica
el pecado porque la simiente de Dios (o sea Jesucristo) le guarda y el maligno
no le toca”. Santiago, por su parte, dice: “Someteos pues a Dios; resistid al diablo y huirá de
vosotros” (Stg.
4: 7). El apóstol Pedro, por su parte,
aconseja: “Sed sobrios y velad; porque vuestro
adversario el diablo como león rugiente anda alrededor buscando a quien devorar;
al cual resistid firmes en la fe sabiendo que los mismos padecimientos se van
cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo” (1ª P. 5: 8-9). Si pasamos a 1ª Tes.
2: 18, hallamos que Pablo ha querido ir a Tesalónica, pero satanás lo ha
estorbado, y en Ap. 2: 10 dice que “el diablo echará
a algunos en la cárcel para que seáis probados”; y más adelante encontramos que
Antipas, testigo fiel de Jesucristo, fue
muerto en el trono de satanás (Ap. 2: 13). En conclusión, Jesucristo nos guarda
para que el maligno no nos toque, pero en su soberanía también permite que
satanás nos haga daño, para probarnos o para que estemos más aferrados a Él,
resistiendo al diablo y velando en todo tiempo y estando preparados si es
necesario, para morir por Cristo, como sucedió con el fiel Antipas. Pero en
ningún momento debemos bajar la guardia ni ignorar las maquinaciones del
enemigo (2ª Co. 2: 11). Es más, el mismo Dios nos puede enviar un mensajero de
satanás como le sucedió a Pablo cuando parece que se le subieron los humos por
las revelaciones divinas (2ª Co. 12: 7-9). Lo que no debemos es confundir las
obras de la carne (Gá. 5: 19-21) con las obras de satanás (Jn. 10:10), si bien
es cierto que las primeras le abren las puertas al segundo (Ef. 4: 26-27).
v La Salvación:
Mientras algunos afirman que con
recibir en oración a Cristo ya son salvos aunque sigan en su vieja vida de
pecado en cambio otros andan muertos de miedo pensando que van a perder la
salvación cada vez que le fallan al Señor. Pero lo que dice el apóstol Juan es
que “Si decimos que no tenemos pecado nos
engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Si confesamos
nuestros pecados, Él (Jesucristo) es fiel y justo
para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1ª Jn. 1: 8-9) y “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el
pecado, porque la simiente de Dios (esto es, Jesucristo) permanece en él, y no puede pecar porque es nacido de
Dios” (1ª Jn. 3: 9). Parece una contradicción
pero no lo es; simplemente, uno es el que peca ocasionalmente, sin querer, y
otro es el pecador empedernido que no tiene temor de Dios y permanece
deliberadamente en el pecado. A los primeros, Jesucristo ofrece una promesa
espectacular: “Mis ovejas oyen mi voz y yo las
conozco y me siguen, y yo les doy vida eterna, y no perecerán jamás ni nadie
las arrebatará de mi mano” (Jn. 10: 27-28).
Para los segundos, entre muchos otros pasajes, los siguientes, ilustran muy
bien su final: “¿No sabéis que los injustos no
heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni
los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los
ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los
estafadores, heredarán el reino de Dios” (1ª Co. 6: 9-10). “ Y
manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación,
inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos,
iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras,
orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya
os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas, no heredarán el reino
de Dios” (Gá.
5: 19-21).
En realidad cuando hacemos la oración
de fe para recibir a Cristo como nuestro Señor y Salvador, somos adoptados por
el Padre como sus hijos, pero hay que tener en cuenta que si un hijo provoca la
ira de su padre éste lo puede desheredar (Ap. 2: 5). Recordemos que el hijo
pródigo era hijo de su papá, pero era un hijo muerto y perdido por el pecado
(Lc. 15: 24).
v El ayuno
Mientras en algunas congregaciones se
ha convertido el ayuno en un simple acto de religiosidad, en un legalismo casi
obligado, en otras, se niega la efectividad del ayuno. Pero cuando los
discípulos de Juan preguntan a Jesús por qué los discípulos del Señor no
ayunan", Jesucristo les contesta: "Vendrán días cuando el esposo les
será quitado, y entonces ayunarán” (Mt. 9:
14-15). Y en Hechos 13: 1-3 encontramos que los profetas que envían a Saulo y a
Bernabé, lo hacen durante un ayuno. Luego, lo que tenemos que hacer es dejarnos
guiar por el Espíritu Santo, en el tiempo y el momento en que tenemos que
ayunar y vivir practicando la misericordia, para que nuestro ayuno agrade a
Dios (Is. 58: 6-12). Recordemos que el mismo Señor Jesucristo ayunó cuarenta
días y cuarenta noches antes de comenzar la misión que el Padre le había
encomendado (Mt. 4: 1-2).
v El afán o la pereza
Son dos zorras extremistas que abundan
en las viñas del Señor: Mientras que a veces esperamos que Dios lo haga todo y
no movemos un dedo para hacer lo que debemos, otras en cambio, pretendemos
hacerlo todo y a marchas forzadas, más allá de nuestras fuerzas. Como no lo
conseguimos, nos creamos sentimientos de culpa que sólo nos conducen a estados
de ansiedad y angustia, que terminan bajando nuestras defensas y alterando
nuestro sistema nervioso. Pero, ¿qué dice la Palabra al respecto?
Para cuando la pereza nos invade,
Proverbios 6: 1-11, nos cae muy bien: “Ve a
la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos y sé sabio; la cual no teniendo
capitán, ni gobernador, ni señor, prepara en el verano su comida y recoge en el
tiempo de la siega su mantenimiento. Perezoso, ¿hasta cuándo has de dormir?
¿Cuándo te levantarás de tu sueño? Un poco de sueño, un poco de dormitar, y
cruzar un poco las manos para reposo, así vendrá tu necesidad como caminante y
tu pobreza como hombre armado”. Y el apóstol Pablo
complementa: “Si alguno no quiere trabajar,
tampoco coma”
(2ª Tes.3: 10).
Para cuando nos invade el afán y la
ansiedad, recordemos que el mismo Señor Todopoderoso, trabajó seis días creando
todo lo que existe y descansó el día séptimo (Gn. 2: 2-3). Asimismo, Jesucristo
nos dio ejemplo de descanso cuando dormía profundamente en medio de la
tempestad (Mc. 4: 38).
v La riqueza o la pobreza
Mientras unos sostienen que con
hacernos cristianos se acabaron los problemas y que nos llueve dinero a
montones, y menosprecian al que no posee bienes materiales, otros en cambio
dicen que el creyente debe hacer votos de pobreza para ser santo.
Pero lo que Jesucristo dice es “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas
esta cosas os serán añadidas” (Mt. 6: 33); “De cierto os
digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o padre, o
madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, que no
reciba cien veces más ahora en este tiempo, casas, hermanos, hermanas, madres,
hijos y tierras, con persecuciones, y en el siglo venidero, la vida eterna” (Mc .10: 29-30); “Dad y se os dará...porque con la misma medida con que
medís, os volverán a medir” (Lc. 6: 38); Y el apóstol Pablo les dice a los creyentes de
Filipos. que por cuanto le han enviado para su sustento, Dios les suplirá todo
lo que a los filipenses les falte (Fil. 4: 14-19).
Y, de igual manera, los extremos se
dan en el creyente en muchas áreas. Pero lo ideal es que mantengamos el
equilibrio perfecto en todo, escudriñando la Palabra en su totalidad, para no
caer en errores extremos, y pedir ser llenos del Espíritu Santo para que nos
controle y nos guíe. (Jn. 16: 13-14; Ef. 5: 18).
16.
5. Los
legalismos.
Han sido, a lo largo de la historia del
cristianismo, unas verdaderas zorras destructoras y dañinas en grado sumo, y
los encontramos desde los tiempos de los fariseos y escribas que atacaban a
Jesús por sanar en día de reposo (Lc. 13: 14), por permitir que sus discípulos
arrancaran espigas en día de reposo (Lc. 6: 1-2), o comieran con las manos sin
lavar (Mr. 7: 5). Y Jesucristo aborrecía
esa manera de pensar y les increpaba diciéndoles “fariseos
hipócritas” “raza de víboras”, “sepulcros blanqueados” etc. (Mt. 23:
27-28, 33).
Desgraciadamente son muchas las
iglesias cristianas que están más pendientes de la parte externa, antes que del
corazón. Por eso, en donde se está más
pendiente del vestido, del peinado, del largo cabello o de la falda, de la
apariencia externa en general, es donde hay más problemas de carácter moral y
espiritual. La razón ya la vimos en el
tema del juicio entre hermanos: El que tiene la viga en el propio ojo, siempre
está pendiente del ojo ajeno, buscándole aun la pajita más pequeña. Y todos
esos legalismos sólo han logrado alejar a las personas de Dios, pues se sienten
rechazadas por cosas sin importancia, mientras se está descuidando lo más
importante de la ley: “La justicia, la
misericordia y la fe” (Mt. 23: 23).
Miraremos algunos ejemplos:
v Sobre la Cena del Señor
Dicen que no se debe tomar vino sino
jugos de frutas, cosa que no aparece por ninguna parte en la Biblia. El tomar
el pan y el vino ya lo encontramos en Gn. 14: 18 cuando Melquisedec los dio a
Abraham. Y el apóstol Pablo en 1ª Co. 11: 21, hablando de los abusos en la Cena
del Señor, dice que “cada uno se
adelanta a tomar su propia cena y uno tiene hambre y otro se embriaga”. ¿Y cómo se podrían embriagar con jugo de
uvas? Necesariamente no tomaban jugo
sino vino. Lo malo estaba en tomar en
exceso, no en tomar vino, en sí. Si tomar vino fuera realmente un pecado,
Jesucristo no hubiera convertido el agua en vino en las bodas de Caná (Jn. 2:
7-11), ni en Ec. 9: 7 el rey Salomón dijera
“Anda come tu pan con gozo y bebe tu vino con alegre corazón, porque tus obras
ya son agradables a Dios”. Tampoco Pablo mandara a Timoteo que usara vino por causa de
su enfermedad (1ª Ti. 5: 23).
Pero uno de los legalismos más
vergonzosos es el de juzgar qué miembros de la congregación pueden o no tomar
la Cena del Señor, cuando ni siquiera Jesucristo le negó la cena a Judas, aún
sabiendo que era el traidor que lo había vendido. Por eso, Pablo dice que cada uno debe probarse a sí mismo antes de tomar la Cena (1ª Co. 11: 28) y
no que son los líderes quienes juzguen por la conciencia del otro (1a Co. 10:
29). Porque “donde está el Espíritu de Dios, allí
hay libertad” (2ª
Co. 3: 17).
v El arreglo y el vestido
Hay tanta ceguera espiritual en esto
que toman pasajes como 1ª Co. 11: 5-15 y leen solamente parte de la idea pero
no analizan el resto. En realidad, Pablo
le está hablando allí a la mujeres orientales a quienes no le está permitido
salir de casa sin llevar un velo sobre su cabeza y parte de la cara (1ª Co. 11:
5). Era una costumbre propia del lugar y la época. Pero de ninguna manera una
ley universal. Pablo, además aclara que las iglesias de Dios no contienden por
estas cosas (1ª Co. 11: 16). Si
realmente fuera para nuestro tiempo, la mujer que no se corta el cabello
tendría que cubrirse la cabeza, porque Pablo aclara que “si la mujer no se cubre, que se corte también el cabello; y
si le es vergonzoso a la mujer cortarse el cabello, que se cubra” (1ª Co. 11: 6).
De igual manera, toman Dt. 22: 5 en el
sentido que la mujer no debe usar pantalón porque es una prenda, según ellos,
de uso privativo del hombre. Pero si analizamos la época bíblica y la forma
judía de vestir, allí no había pantalones ni faldas como en nuestro tiempo,
sino túnicas para hombre y túnicas para mujer. Así mismo, en la época actual y
en nuestra cultura occidental, existen los pantalones para hombre y los
pantalones para mujer. Por tanto, no es incorrecto que la mujer use pantalones
femeninos. Y si no, el hombre tendría que seguir usando túnica, porque
Jesucristo y sus discípulos usaban túnicas, y no pantalones. Si es inmoralidad
que la mujer use pantalones, también es inmoralidad que el hombre los use.
Porque si vamos a los países orientales, allí todavía usan túnicas tanto
hombres como mujeres.
v La comida, días de fiesta o de reposo
La palabra de Dios habla por sí sola: “¿No entendéis que todo lo de fuera que entra en el
hombre, no le puede contaminar porque no entra en su corazón sino en el vientre
y sale a la letrina? Esto decía (Jesucristo)
haciendo limpios todos los alimentos”. (Mc. 7: 18-19). “Nadie os juzgue en comida o en bebida, días de fiesta o
días de reposo” (Col. 2: 16) “Hipócrita,
cada uno de vosotros ¿no desata en el día de reposo su buey o su asno de la
pesebrera y lo lleva a beber?” (Lc. 13: 15). “El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el
hombre por causa del día de reposo” (Mc. 2: 27).. “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros
tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a
doctrinas de demonios; por la hipocresía de mentirosos que teniendo cauterizada
la conciencia, prohibirán casarse, y mandarán abstenerse de alimentos que Dios
creó para que con acción de gracias participasen de ellos los creyentes y los
que han conocido la verdad. Porque todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de
desecharse, si se toma con acción de gracias; porque por la palabra de Dios y
por la oración es santificado” (1ª Ti. 4: 1-5). Recordemos que el Señor dio una visión a
Pedro en donde le dice que no llame inmundo lo que Él ya purificó (Hch. 10:
9-15).
v La vida militar
Algunas corrientes religiosas afirman
que ser militar está fuera de la palabra de Dios y que las Fuerzas Armadas no
pueden tener acceso al reino de los cielos, por cuanto están expuestas a matar
en cualquier momento. Pero, ¿hay algún hombre o mujer que no está expuesto a
caer en pecado en cualquier momento? Porque lo que el apóstol Pablo dice en 1ª
Co. 10: 12, es: “el que piensa
estar firme, mire que no caiga”. Acaso, ¿no es el mismo señor Jesucristo el que nos aclara
que el que le dice “necio” a su hermano o
el que le dice “fatuo” es decir cualquiera que lo ofende sólo
con palabras, es tan culpable como el que lo mata? (Mt. 5: 21-22). Y el apóstol
Santiago ¿no afirma que todos ofendemos de palabra? (Stgo. 3:1-9). Pensemos que
el rey David, siendo un hombre “conforme al
corazón de Dios” (Hch. 13: 22) tuvo que participar en cruentas batallas como
muchos reyes del pueblo de Dios. Y Dios ya había ordenando en los diez
mandamientos “No matarás”. Es verdad que
cuando David quiso edificar casa al Señor, Dios no se lo permitió por haber
derramado mucha sangre en las batallas (1°Cr. 22: 7-8). Pero cuando el
Todopoderoso hace pacto con Salomón, le dice: “Si
tú anduviereis delante de mí como anduvo David, tu padre, e hiciereis todas las
cosas que yo te he mandado y guardares mis estatutos y mis decretos, yo
confirmaré el trono de tu reino, como pacté con David tu padre, diciendo: No te
faltará varón que gobierne a Israel” (2°Cr. 7: 17-18). ¿Cómo es que Dios pone como ejemplo la
conducta de David? Es diferente cuando David hace que Urías caiga en la trampa
y sea muerto para cubrir el adulterio que el rey había tenido con Betsabé. Allí
si la ira de Dios se enciende contra David y viene la maldición por el pecado(2
S. 12: 1-14). Pero nunca el Señor se enojó contra David por haber matado al
gigante Goliat ni cuando el pueblo cantaba “Saúl mató a mil y David a diez mil”
(1º S. 18: 7). Algunos pensarán “eso era en el Antiguo Testamento”. Pero cuando
Juan, el Bautista, predicaba el arrepentimiento y las gentes le preguntaban
¿qué haremos? (para ser salvos), vinieron con la misma inquietud unos soldados
asalariados, y Juan les contestó: “No hagáis
extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario” (Lc. 3: 14). Nótese que Juan no les dice “tienen que dejar
de ser soldados para entrar en el reino de los cielos”. Solamente les dijo que
fueran honestos. Otros dirán: "pero es que Juan era el último profeta del
Antiguo Testamento”. Pero, ¿qué actitud asumió Jesucristo, cuando el centurión
(oficial del ejército romano que tenía bajo su mando a cien soldados) viene a
pedirle que sane a su criado? Jesús le dijo: “Yo
iré y le sanaré”. Cuando el centurión le pide a Jesús que sólo dé la orden y
su criado será sano, Jesucristo se maravilla ante la fe de aquel hombre (Mt. 8:
5-10) pero en ningún momento le dijo que debía dejar de ser un militar. Nótese que a la mujer adúltera,
Jesús le dice. “Vete y no peques más” (Jn. 8: 11); al paralítico a quien sanó en Betesda le dice: “No peques más para que no te venga alguna cosa peor” (Jn. 5: 14); pero al centurión lo pone como ejemplo de fe y
agrega que “los hijos del reino serán echados a
las tinieblas por su falta de fe” (Mt. 8: 12). Pero
además en Ro. 13: 1-4 el apóstol Pablo afirma que “no hay autoridad sino de parte de Dios
y las que hay, por Dios han sido establecidas...porque no en vano lleva la
espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo”.
¿Alguien podría imaginarse a la
Colombia actual sin Fuerzas Armadas?
Es muy diferente cuando por venganza o
intereses personales se quita la vida a alguien. Allí si “el que a hiero mata a
hierro muere” (Mateo 26:51-52). Pero si esto se cumpliera en la guerra, ¿Cómo
es que el rey David habiendo matado a “miles”, murió en su lecho ya muy anciano
y nadie le pudo quitar la vida porque Dios lo guardó siempre?
Oremos mejor todos los días para que
las fuerzas del orden no tengan que derramar más sangre, y compartámosles el
“método Josafat (2° Cr. 20). Pero no pretendamos ser más cristianos que
Jesucristo.
v
Los nombres de Dios y sus traducciones
Se ha formado una controversia sobre
el nombre de Jehová dado a nuestro Padre Celestial por algunas traducciones
bíblicas tales como la versión Reina Valera. La razón es que en el
tetra-gramatón YHVH del Hebreo en que estaba escrito el original, al buscarle
una traducción que se pudiera pronunciar, le cambiaron la Y por la J y le
agregaron las vocales e, o a, y quedó la forma Jehová, así como en otras
traducciones le agregaron las vocales a, e, para darle la forma Yahveh.
Pero si analizamos nuestra identidad
de hijos de Dios, ¿a qué padre le incomoda que uno de sus hijos le diga “papi”,
mientras que otro le dice “papito”, otro “papá”, otro “padrecito”, otro quizás
“viejo”, etc.? ¿Acaso el padre no mira es el amor con que sus hijos lo llaman?
A cada uno de ellos le responderá de acuerdo a su comportamiento y a la
sinceridad de su corazón. Es como el caso de cierto niño cuyo nombre escrito en
su registro civil era Eduardo, pero después de un tiempo sus compañeritos a quienes
les costaba trabajo pronunciar el nombre Eduardo, lo empezaron a llamar
cariñosamente “Lalo”. Aunque “Lalo” no estaba registrado en su documento de
identidad, Eduardo atendía complacido el llamado de sus amigos ya sea que lo
llamaran Eduardo o “Lalo” o “Lalito”.
Observemos que el Señor no dijo
“En esto conocerán todos que sois mis discípulos: si fuereis unos doctos
traductores de la Ley” sino “Si tuviereis amor los unos por los otros”
¿Cómo podremos compartirles con amor a
los Testigos de Jehová? ¿Diciéndoles que se quedaron sin Dios por llamarlo
Jehová? ¿Le agradará esto a Dios? ¿No
será esto mas bien un legalismo más?
Que el Señor nos llene de su amor y de
su sabiduría para que en lugar de despreciar y herir, seamos instrumentos de
sanidad y paz.
EVALUACIÓN
Contestar:
1.
¿A qué se
refiere la expresión “Pequeñas gigantes zorras?”
2.
¿Por qué el uso
de la lengua puede causar tanto daño?
3.
¿Qué diferencia
hay entre el pecador que cae ocasionalmente pero se arrepiente y deja de
hacerlo, y el pecador empedernido? ¿Cuál de los dos heredará la vida eterna?
4. ¿Con qué comparaba
Jesucristo a los fariseos legalistas?
5. ¿Cuál es el texto y la
referencia que menciona lo más importante de la ley?
6. ¿Qué otras zorras cree
usted que puedan estar dañando las viñas del Señor?
7. “El que venciere será vestido de vestiduras blancas, y no borraré su
nombre del libro de la vida” (Ap. 3: 5). Analice el anterior pasaje bíblico
y Ex. 32: 33; concluya qué le puede pasar al que es vencido en la batalla
contra el pecado. ¿Nuestros nombres pueden ser borrados del libro de la vida?.
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