viernes, 24 de julio de 2015

EL BAUTISMO


LECCIÓN 10


“Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre (Hch. 22: 16).

 

OBJETIVOS

 

Conocer lo que enseña la Biblia acerca del bautismo.

 

 

10. 1. Definición

 

La palabra “bautizar”, del griego “baptizo”, significa sumergir dentro de algo.

 

 

10. 2. Clases de bautismos

 

El primer bautismo que recibimos es cuando decidimos aceptar a Cristo como nuestro Salvador y Señor, recibimos su presencia en nuestra vida y entramos a hacer parte de su cuerpo; quedando sumergidos en su Iglesia (Ap. 3: 20; Ro. 12: 5; 1ª Co. 12: 13; Gá. 3: 27-28; Ef. 5: 23).

 

Lucas, el autor de los Hechos de los Apóstoles, justamente habla del bautismo en el nombre de Jesucristo refiriéndose a la aceptación de aquellos que recibían al Señor Jesús como su Salvador e ingresaban a ser miembros de su cuerpo y a ser también uno en Cristo (Hch. 2: 38;  8: 16;  19: 5). Cuando creemos (Mc. 16: 16) que Jesús es el Hijo de Dios, el Mesías consagrado para salvarnos de nuestros pecados somos bautizados (sumergidos) espiritualmente dentro del cuerpo de Cristo: “Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús (Gá. 3:27-28).

 

En realidad bautizarse en Cristo es morir al pecado, para andar en una nueva vida: “Porque somos sepultados juntamente con Él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” (Romanos 6:4). “Sepultados con Él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con Él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos. Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con Él, perdonándoos todos los pecados” (Col. 2:13-14). “Y ya no vivo yo, mas cristo vive en mí” (Gá. 2:20).

 

Pero Juan el Bautista nos habló de otros dos bautismos en Mateo 3: 11: “Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego”.

 

Trataremos de sintetizar lo que significan estos dos bautismos:

 

10. 3. El bautismo en agua

 

Simboliza morir al pecado y resucitar con Cristo para una nueva vida (Ro. 6: 3-4); representa el “nuevo nacimiento” (Jn. 3: 5), o ser una “nueva criatura” (2ª Co. 5: 17), lavada de sus pecados (Hch. 22: 16). Ahora bien, en el Antiguo Testamento encontramos la circuncisión que debía realizarse en todos los varones del pueblo de Dios a partir de Abraham y toda su descendencia y que era la señal del pacto de Dios con el hombre (Gn. 17: 9-13, 23-27; 21: 4; Hch. 7: 8; Jos. 5: 2-9). No obstante, en Dt. 10: 16 y Jer. 4: 4, Dios exhorta al hombre a realizarse una nueva circuncisión: interior, espiritual, la del corazón. Luego, en el Nuevo Testamento (Nuevo Pacto), después del sacrificio de Jesús la circuncisión del prepucio es eliminada (Hch. 15: 1-29 y el apóstol Pablo reafirma que la verdadera circuncisión es la del corazón (Ro. 2: 25-29; 4: 6-12; 1ª Co. 7: 18-19; Gál. 5: 2, 6) efectuada por Jesucristo: “Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación” (Gál. 6: 15). “Además, en Él (en Jesucristo) fueron circuncidados, no por mano humana sino por la circuncisión que consiste en despojarse del cuerpo pecaminoso. Esta circuncisión la efectuó Cristo. Ustedes la recibieron al ser sepultados con Él en el bautismo. En él también fueron resucitados mediante la fe en el poder de Dios, quien lo resucitó de entre los muertos” (Col. 2:11-12, N.V.I.).

 

 

 El bautismo en agua es solamente el símbolo del bautismo espiritual que implica morir al pecado y nacer de nuevo (Jn. 3:3-6) para andar en vida nueva (Ro. 6:3-4).

 

Y como bautizarse quiere decir “sumergirse”, el bautismo en agua se cumple, sólo cuando la persona es sumergida totalmente dentro del agua. No se cumple cuando solamente le echan un poco de agua en la cabeza, o le introducen sólo la parte inferior del cuerpo dentro del agua.

 

Cuando Jesucristo fue bautizado por Juan, subió del agua (Mt. 3: 16). Luego era que había descendido al agua, no que le hubieran rociado la cabeza con agua. Asimismo en Hch. 8: 38-39, cuando Felipe bautiza al etíope, ellos descendieron al agua  y luego subieron del agua.

 

 

10. 4. Requisitos para ser bautizados en agua

 

·         Creer en Jesucristo El Señor Jesucristo nos dice que hay que creer primero, y luego ser bautizados (Mr. 16: 16) y así se cumple en Hch. 18: 8 entre otros pasajes.

 

·         Estar arrepentido de los pecados: En Mateo 3: 11, dice Juan, el Bautista: “Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento”. En Hechos 2: 38, Pedro predica: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados”. En Romanos 6: 6-23, el apóstol Pablo dice: “Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él (con Cristo), para que el cuerpo de pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado... porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro“. Y en Colosenses 2: 2, complementa: “Sepultados con Él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con Él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos”.

 

·         Tomar la decisión voluntaria de bautizarse (Mt. 3: 14-15; Mc. 16: 16) porque Dios no obliga a nadie. Por eso dice Jesucristo: “He aquí yo estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo”” (Ap. 3: 20).

 

 

10.5. El nombre

 

En la Biblia el nombre de una persona estaba estrechamente relacionado con la misión o el destino que Dios le tenía señalado. Por eso, cuando Dios llama a Abram, ya anciano y sin hijos, le dice: “No te llamarás más Abram (que significa padre enaltecido) sino que tu nombre será Abraham (que traduce padre de multitudes) porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes. Y te multiplicaré en gran manera y de ti saldrán naciones y reyes” (Gn. 17:5-6). Asimismo, cuando un ángel de Señor se le aparece en sueños a José el prometido de la virgen María, para anunciarle que ésta va a tener un hijo le dice: “Darás a luz  un hijo y le pondrás por nombre JESÚS, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt. 1:21). Y, ¿por qué Jesús? Pues porque Jesús quiere decir “salvador”.

 

Por otra parte, Cristo en griego o Mesías en Hebreo, quiere decir “ungido”, “consagrado”, “escogido”. Ahora bien, Jesucristo es la unión de Jesús y Cristo o sea que vendría a significar “el salvador escogido” o en otras palabras “el consagrado para salvarnos”. Por eso el apóstol Pablo afirma “que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor y creyeres en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo” (Ro. 10: 9). Y es por eso que también Ananías le dice al mismo Pablo después que éste tiene su encuentro con Jesús: Levántate y bautízate y lava tus pecados invocando su nombre (Hch. 22:16). Esto significa que al invocar el nombre de Jesucristo nuestros pecados son lavados y somos automáticamente sumergidos (bautizados) en el cuerpo de Cristo: “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres, y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (2ª Co. 12:13). Ese es el bautismo en el nombre de Jesucristo, de que habla el autor de los Hechos de los apóstoles. Pero el bautismo físico, el sumergirnos en el agua, no lava nuestros pecados; lo que los lava es reconocer como nuestro el nombre de Jesucristo al reconocerlo a Él, como nuestro Salvador y Señor, como el Mesías enviado por el Padre para salvarnos: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él. El que en Él cree no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado porque no ha creído en el nombre del Unigénito Hijo de Dios” (Jn. 3:16-18). “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Jn. 1:12). “Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres en que podamos ser salvos” (Hch. 4:12). “Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Ro. 10:13).

 

Ahora bien, es importante tener en cuenta que el evangelista Mateo redactó el evangelio según Mateo entre los años 65 al 70 después de Cristo, poco tiempo después de que Lucas recopilara la información en los Hechos de los Apóstoles entre los años 62 al 63 después de Cristo, y por eso aclara que Jesucristo ordenó fue: “Id y haced discípulos a todas las naciones bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mt. 28:19-20).

 

 

10. 6. El bautismo infantil

 

No tiene ninguna validez por cuanto no cumple ninguno de los requisitos bíblicos. Recordemos que Cristo vino a darnos ejemplo, y Él se hizo bautizar siendo un adulto. Un bebé no está en capacidad de creer en Jesucristo ni tiene de qué arrepentirse. Además es falso que exista un “limbo” a donde van los niños que mueren sin bautizar. La Biblia no lo menciona por ninguna parte. Lo que el Señor Jesucristo dijo acerca de los niños fue “Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis, porque de ellos es el reino de los cielos” (Lc. 18: 16). Por el contrario, la creencia en un limbo es una mentira que ha causado mucho daño a las madres que quedan bajo el tormento de pensar que sus niños se encuentran en ese horrible lugar cuando han muerto sin bautizar. Pero además como el niño no es sumergido en el agua tampoco queda bautizado. Lo que encontramos en las Sagradas Escrituras es que a los niños se les debe presentar o dedicar al Señor (1ª S. 1: 27-28; Lc. 2: 22) pero que se deban bautizar, no aparece por ninguna parte.

 

10. 7. El bautismo en Espíritu Santo y fuego

 

 Es el cumplimiento de la promesa hecha por Jesucristo: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre...” (Jn. 14: 26).

 

Juan el Bautista había dicho que Jesucristo bautizaría en “Espíritu Santo y fuego”, y en Hechos 2: 2-4, el Espíritu Santo desciende viniendo del cielo “como un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, sentándose sobre cada uno de ellos”.

 

Era el mismo fuego que había derramado Dios en Jeremías y que le hacía profetizar a pesar del escarnio y de la burla de que era objeto (Jer. 20: 9).

 

Ese mismo fuego había descendido en el apóstol Pedro transformándolo en otra persona. Ya nunca más negará a Jesucristo. Inmediatamente es bautizado en “Espíritu Santo y fuego”, se levanta y alza la voz que a partir de ese momento nadie pudo apagar. Ni las amenazas, ni las prohibiciones, ni la cárcel, pudieron ya impedir que el antes temeroso Pedro, el que había negado a su Maestro (Lc. 22: 54-62), predique con denuedo la palabra de Dios (Hch. 2: 14-40; 4: 8-20; 5: 17-42; etc.). Era el cumplimiento de la promesa de Jesucristo dicha antes de ascender a los cielos: “Pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra” (Hch. 1: 8).

 

Pero algo que nunca debemos olvidar es que el Señor Jesucristo nos dice que el poder que Él nos da por el Espíritu Santo, es para que testifiquemos de Él.

 

En realidad las dos mayores señales que nos indican que un creyente ha sido bautizado en el Espíritu Santo, son:

 

v  Arrepentimiento de pecados (Hch. 2: 38; Ro. 8: 2, 5, 9) y manifestación del fruto del Espíritu Santo (Mt. 7:16-20; Gá. 5: 22-24).

 

v  Experimentar el amor de Dios por las almas perdidas y anhelar llevarlas a Cristo (Jn. 15: 26; 16: 13-14; Hch. 9: 17-22; Ro. 8: 26-27).

 

Es importante aclarar que el bautismo en el Espíritu Santo puede ser recibido por el creyente antes o después de haber sido bautizado en agua:

 

Pedro había dicho en Hechos 2:38: “Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para el perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”. Pero Dios demostró a Pedro que el Todopoderoso bautiza con el Espíritu Santo en el momento en que Él así lo dispone, de acuerdo a su perfecta y divina voluntad, pues cuando el mismo apóstol predicaba:

 

 “De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en Él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre. “Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre los que oían el discurso. Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo. Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios. Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sea bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros?” (Hechos 10: 43-47).

 

En realidad los nuevos creyentes fueron bautizados en el Espíritu Santo, cuando aceptaron a Cristo y creyeron en Él (Gá. 3:14; Ef. 1:13), a través de las buenas nuevas proclamadas por Pedro y fueron sumergidos inmediatamente en su cuerpo, en la iglesia de Jesucristo. Nunca olvidemos lo que Jesucristo prometió, según nos narra Juan en su evangelio: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada con él” (Juan 14:23). Y “El que cree en mí como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en Él” (Jn. 7: 38-39).

 

Este es el verdadero bautismo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo: es unirse a la plenitud de Dios y sumergirse en Él: “Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos, cual sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud del amor de Dios(Ef. 3:14-19).

 

El bautismo en agua es pues, sólo un símbolo del bautismo espiritual, del sumergirnos en la gloriosa plenitud de Dios: “Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones. Y no habrá más maldición, y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, y verán su rostro y su nombre estará en sus frentes. No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará, y reinarán por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 22:1-5).

 

 


EVALUACIÓN

 

 

1.    ¿Qué significa bautismo?

 

 

 

2.    ¿Qué requisitos son necesarios para ser bautizados en agua?

 

 

 

 

 

3.    Después de analizar Lucas 11: 13, Juan 7:37-39, Hechos 2: 38, Gálatas 3:14 y Efesios 1:13, ¿qué requisitos cree usted que son necesarios para ser bautizados en Espíritu Santo y fuego?

 

 

 

4.    ¿Para qué debemos utilizar el poder del Espíritu Santo que Cristo nos da?

 

 

 

 

5.    En oración (Lc. 11: 13) y alabanza al Señor (Sal. 22: 3) pídale el bautismo en Espíritu Santo y fuego

 

6.    Resalte coloreando con lápiz de color los pasajes estudiados y trate de memorizar el texto y la cita.

 

7. Utilizando la Concordancia halle todos los textos bíblicos que hablen sobre el bautismo:

 

 

 

 
 
 

 

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