Y para su descendencia que somos los creyentes encontramos en
este capítulo 61 de Isaías preciosas
promesas. Por ejemplo:
Nosotros somos "robles de justicia,
plantío del Señor, para mostrar su gloria" (Isaías 61:3).
Pero como a los robles, Él nos diseñó para resistir
tormentas. A través de esas tormentas el plantío es podado, cuando sus
ramas secas, sus hojas marchitas y sus frutos dañados son desgajados para
que no se roben la sabia que produce la cosecha.
Entonces, cuando cesa la tormenta, el plantío reverdece, florece
y produce fruto.
Ahora bien, para que podamos ser ese plantío productivo, en Juan 12:24 el Divino Maestro
nos revela varios secretos: “Ciertamente
les aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo (sin producir fruto). Pero si muere, produce mucho fruto”.
Morir a nuestro propio yo es la clave primera. Pero vale la pena
aclarar que el que muere ya no reacciona ni ante las ofensas ni ante los
elogios. ¿Quién ha podido decir que un muerto se levantó a protestar contra
quien lo agredió, lo golpeó, lo pisoteó, lo dañó de alguna manera? O, ¿qué
difunto se envaneció ante el éxito y los honores?
La segunda clave está en
Juan 15: 1-2, 5: “Yo soy la vid
verdadera y mi Padre es el labrador. Toda rama que en mí no da fruto, la corta;
pero toda rama que da fruto, la poda, para que dé más fruto todavía…Yo soy la
vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho
fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada”.
Luego de ser podados y estar unidos a Cristo permanentemente,
entonces podemos llegar a ser portadores de su gloria y Jesús nos envía como el
Padre lo envió a Él (Juan 20:21): “No me
escogieron ustedes a mí, sino que yo los escogí a ustedes y los comisioné para que vayan y den fruto,
un fruto que perdure” (Juan 15:16).
Sólo entonces podremos recibir sus promesas: “En mi fidelidad los recompensaré y haré
con ellos un pacto eterno. Sus
descendientes serán conocidos entre las naciones, y sus vástagos entre los
pueblos. Quienes los vean reconocerán que ellos son descendencia bendecida del
Señor" (Isaías 61:9).
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