viernes, 24 de julio de 2015

DESATANDO LIGADURAS DE IMPIEDAD

LECCIÓN 9

 ¿“No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo?      (Is. 58: 6).

OBJETIVOS:

 

Introducir al lector creyente, en el mundo sobrenatural de la liberación de espíritus inmundos, utilizado los métodos enseñados por Jesucristo .

 

9. 1. Notas preliminares

 

Hay otras cadenas especiales, que atan a las personas impidiendo la victoria espiritual, y que es necesario romper por el poder de la Palabra (Mt. 8: 16; Mr. 11: 23), y en el nombre de Jesucristo (Lc. 10: 17), renunciando a toda falsa doctrina y pidiendo perdón por todo pecado, aún desde nuestros antepasados (Ex. 20: 5; Sal. 37: 28c). Pero antes de entrar en este tema es importante pedir la protección divina para nosotros y nuestros seres queridos, a través de la sangre de Jesucristo. Una oración guía puede ser:

 

Amado padre celestial, te entregamos estos momentos pidiendo la guía de tu Santo Espíritu. Levanta  alrededor  nuestro  y de todos nuestros seres queridos, un cerco de protección con la sangre de tu Hijo Jesucristo; declaramos y creemos que nuestras vidas están en tus manos (Jn. 10: 29), bajo tu protección personal, que Cristo nos guarda y el maligno no nos toca (1ª Jn. 5: 18); que tú nos has dado autoridad para pisotear serpientes, escorpiones y sobre toda fuerza del enemigo y nada nos podrá dañar (Lc. 10: 19); en el nombre de tu Hijo Jesucristo, amén y amén.

 

De igual manera, si vamos a examinar esta lección con personas que han estado en ocultismo y/o doctrinas satánicas, se recomienda estar en ayuno y alabanza (1ª S. 16: 14-23; Sal. 22: 3; Mt. 17: 14-21; Mc. 9: 17-29) y en compañía de personas que tengan conocimiento de la Palabra, sean llenos de Espíritu Santo, posean alguna experiencia en guerra espiritual y expulsión de demonios y sepan afrontar alguna manifestación satánica que se pueda presentar durante nuestra oración (Mc. 1: 23-27; 5: 2-13). En cualquier caso debemos estar alerta y si no contamos con la compañía de personas expertas en liberaciones satánicas, recordemos que, si hemos pedido perdón por nuestros pecados, y orado al Padre Celestial pidiendo ser llenos del Espíritu Santo y cubiertos con la sangre del Señor Jesucristo, ningún demonio nos podrá dañar (Mc. 16: 17-18; Lc. 10: 17-19; 1ª Jn. 1: 9 y  5: 18; Hch. 1: 8; Ap. 12: 9-11). El mismo Espíritu Santo será el que nos guíe y nos enseñe lo que debemos hacer en cada caso (Jn. 14: 26). Pero es pertinente estar alerta, en oración y alabanza permanentemente. A continuación examinaremos las ataduras más comunes en las personas:

 

9. 2. Idolatría

 

Es poner el corazón en personas, objetos o cosas diferentes a Dios, permitiendo que ocupen el primer lugar en nuestra vida.

 

9. 2. 1. El culto a las imágenes: Es abominable a Dios, y trae entre muchas  otras maldiciones, confusión, derrota y vergüenza:

 

“No te harás imagen ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas ni las honrarás, por que Yo Soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen” (Ex. 20: 4-5).

 

“Guardad, pues, mucho vuestras almas; pues ninguna figura visteis el día que Jehová habló con vosotros en medio del fuego...” (Dt. 4: 15-20).

 

“Serán vueltos atrás y en extremo confundidos los que confían en ídolos, y dicen a las imágenes de fundición: Vosotros sois nuestros dioses” (Is. 42: 17).

 

“Los ídolos de las naciones son plata y oro, obra de manos de hombres. Tienen boca y no hablan, tienen ojos y no ven, tienen orejas y no oyen; tampoco hay aliento en sus bocas. Semejantes a ellos son los que los hacen, y todos los que en ellos confían” (Sal. 115: 4-8  y 135: 15-18).

 

“No te inclinarás a sus dioses, ni los servirás, ni harás como ellos hacen; antes, los destruirás del todo, y quebrarás totalmente sus estatuas. Mas a Jehová vuestro Dios serviréis, y Él bendecirá tu pan y tus aguas; y yo quitaré toda enfermedad de en medio de ti. No habrá mujer que aborte, ni estéril en tu tierra; y yo completaré el número de tus días. Y yo enviaré mi terror delante de ti, y consternaré a todo pueblo donde entres, y te daré la cerviz de todos tus enemigos” (Ex. 23: 24-27).

 

“¿A quién me asemejáis, y me igualáis, y me comparáis, para que seamos semejantes?. Sacan oro de la bolsa, y pesan plata con balanzas, alquilan un platero para ser un dios de ello; se postran y adoran. Se lo echan sobre los hombros, lo llevan y lo colocan en su lugar; allí se está y no se mueve de su sitio. Le gritan y tampoco responde, ni libra de la tribulación. Acordaos de esto y tened vergüenza; volved en vosotros prevaricadores. Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque Yo Soy Dios y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí” (Is 46: 5-9).

 

“¿De qué sirve la escultura que esculpió el que la hizo? ¿la estatua de fundición que enseña mentira, para que haciendo imágenes mudas confíe el hacedor en su obra? ¡Ay del que le dice al palo: Despiértate, y a la piedra muda: Levántate! ¿Podrá él enseñar? He aquí está cubierto de oro y plata, y no hay espíritu dentro de él” (Hab. 2: 18-19).

 

“Ninguno de los que hacen ídolos vale nada, y para nada sirven los ídolos que ellos tanto estiman. Los que les dan culto son ciegos y estúpidos, y por eso quedarán en ridículo. El que funde una estatua para adorarla como si ella fuera un dios, pierde su tiempo. Todos los que la adoren quedarán en ridículo. Si todos juntos se presentaran a juicio, quedarían humillados y llenos de terror. Veamos qué hace el herrero: toma su cincel y, después de calentar el metal entre las brasas, le da forma a golpes de martillo. Lo trabaja con su fuerte brazo, y si no bebe agua, se cansa. O veamos al escultor: Toma las medidas con su regla, traza el dibujo con el lápiz y compás y luego lo trabaja con escoplo; así hace una estatua dándole la figura de una persona e imitando la belleza humana, y luego la instala en un templo. O también, alguien planta cedros y la lluvia los hace crecer; después tendrán cedros para cortar. O si prefiere cipreses o robles, los cuidan en el bosque hasta que están bien gruesos. Luego la gente los usa para hacer fuego; se llevan unos pedazos para calentarse con ellos; se llevan otros para cocer pan; y otros pedazos los usan para hacer estatua de un dios, y se inclinan ante ella para adorarla. O también la mitad de la madera la pone uno a arder en el fuego, asa la carne, se come el asado y queda satisfecho. También se calienta con ella, y dice: "¡Qué bien se está junto al fuego; ya estoy entrando en calor!” Y de la madera sobrante hace la estatua de un dios, se inclina ante ella para adorarla y suplicante le dice: “ ¡ sálvame, porque tú eres mi dios ¡ “  Esa gente no sabe, no entiende; tiene los ojos tan ciegos que no puede ver, y el entendimiento tan cerrado que no puede comprender. No se ponen a pensar, les falta entendimiento para comprender y decir: “la mitad de la madera la puse a arder y en las brasas cocí pan, asé carne y me la comí; del resto hice esta cosa detestable, ¡y lo que estoy adorando es un pedazo de palo!“. Verdaderamente, es como comer ceniza. Es dejarse engañar por ideas falsas. Esas personas no podrán salvarse. No serán capaces de entender que lo que tiene en sus manos es pura mentira” (Is. 44: 9-20, Biblia Católica “Dios Habla Hoy”).

 

“Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres. Pero Dios habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan (Hch. 17: 29-30).

 

Como podemos ver, el culto a las imágenes es algo que Dios rechaza y su maldición cobija hasta la cuarta generación (Ex. 20: 5). Y los Salmos 115: 8 y 135: 18, nos hablan de una maldición especial: “Semejantes a ellos (a los ídolos) son los que los hacen y cualquiera que confía en ellos”. Que semejante a la imagen objeto de idolatría, es el fabricante de la imagen o el que le rinde culto confiando en ella.

 

Además, el culto a las imágenes incluye un pacto de idolatría cuando un niño o un adulto son ofrecidos o consagrados a un ídolo, y esto ata a la persona a un demonio de idolatría y a una cadena de idolatría y de esclavitud de pecado : “Y los otros hombres que no fueron muertos por esas plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, las cuales no pueden ver, ni oír, ni andar; y no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus hurtos” (Ap. 9: 20-21) Ahora que hemos reconocido como único Señor y Salvador a Jesucristo vivo, resucitado y glorioso, es pertinente, romper esos pactos que nos ataron por culpa de nuestra ignorancia a esos falsos dioses. Por que en Romanos 10: 9, la afirmación es muy clara: “Que si confesares con tu boca que Jesucristo es el Señor y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de entre los muertos, serás salvo”. Es el Señor Jesucristo, resucitado y victorioso (no el niño Jesús, ni el señor caído, crucificado o muerto), el que nos puede salvar o sanar. Cuando el Señor Jesucristo estaba en la cruz, el Padre cargó sobre Él todos nuestro pecados, nuestros dolores, y nuestras enfermedades (Is. 53: 4-6; 1ª P. 2: 24), y todo esto quedó crucificado en la cruz y vencido cuando Cristo resucitó (Col. 2: 13-15). El niño Jesús no llevó nuestros pecados, ni nuestras enfermedades; por eso no puede salvarnos ni sanarnos. Tampoco lo puede hacer un muñeco pintado en la pared, ni un crucificado que nunca baja de la cruz, “que tiene ojos y no puede ver, tiene boca y no puede hablar...” (Sal. 115: 4-7), o que permanece muerto en brazos de una madre que nunca deja de llorar como la  pintan en la imagen de “las angustias”. Recordemos que si veneramos esas imágenes terminaremos siendo iguales a ellas (Sal. 115: 8). Ahora que hemos aprendido que a Dios no lo podemos representar en ninguna escultura o imagen fabricada por manos humanas ni por un muñeco pintado en la pared (Is. 46: 5; Hch. 17: 29) es tiempo de pedir perdón por toda la idolatría nuestra y de nuestros antepasados, renunciando sinceramente a esta forma de culto, y empezar a adorarlo como Él mismo nos enseñó: “En Espíritu y en Verdad” (Jn. 4: 24). Una oración guía puede ser:

 

Amado padre celestial, yo creo que tú estás vivo en mi corazón y de ahora en adelante decido adorarte espiritualmente. te pido perdón por haber creído que tú podías ser representado por un muñeco pintado por las manos contaminadas de los hombres y colgado en la pared o una figura tallada por un escultor pecador. Perdona todo el culto a las imágenes que practicamos mis antepasados y yo; ahora mismo rompo todo pacto con que mi vida haya sido consagrada a los ídolos y anulo cada palabra que me esté atando a los demonios de idolatría; rompo esas cadenas, y rechazo y arrojo para siempre de mi vida todo demonio de idolatría que esté contaminando mi vida, y renuncio para siempre a ese tipo de culto; en el  nombre de tu Hijo el Señor Jesucristo, amén y amén.

 

Es necesario anular cada pacto específico con que hayamos sido atados a cada una de las imágenes, renunciando a cada ídolo y a lo que cada uno representa. Así, el culto a la virgen de las angustias trae como maldición, angustia y dolor; el culto al señor caído, trae maldición de derrota y sufrimiento; la consagración al mal llamado “sagrado corazón de Jesús”, coronado de espinas, atravesado por un puñal y sangrando todo el tiempo, trae maldición de ligaduras sentimentales, dolor, sufrimiento y muerte; el culto al “divino niño”, conlleva enanismo espiritual, vanidad, blasfemias, etc. Porque “semejantes a los ídolos son los que los fabrican y cualquiera que confía en ellos” (Sal. 115: 8; 135: 18).

 

Analicemos que el verdadero corazón de Jesucristo está lleno del fruto del Espíritu Santo que es amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio (Gál. 5: 22-23). Jesucristo es la Vida, no pude ser representado por una imagen de muerte como lo es un corazón apuñalado y sangrante.

 

Ahora bien, el ídolo en sí no tiene ningún poder (Jer. 10: 5); es el resultado de poner nuestro corazón en él, de confiar en la imagen como si pudiera representar a Dios (Is. 46: 5), lo que hiere el corazón del Señor y trae la maldición. Recordemos que el incrédulo es el que tiene que ver para creer (Jn. 20: 26-29). Los creyentes en cambio, no necesitamos ver imágenes para creer en nuestro Creador.

 

9. 2. 2. Otros ídolos

 

Hay muchas formas de idolatría, diferentes a venerar imágenes. También es poner el corazón en personas, intereses económicos, sociales, familiares, personales, etc.

 

El rendir culto a las criaturas (la virgen María, los santos, el papa, los ídolos del deporte, de la farándula; animales como los de los horóscopos o la serpiente emplumada, el dragón, las mascotas domésticas, las personas que nos rodean, etc.) antes que al Creador, trae consigo como maldición, la cauterización de la conciencia y lleva a la caída en todo tipo de abominaciones y pasiones vergonzosas pues Dios deja que el pecado nos esclavice. El apóstol Pablo dice que por cuanto  “Cambiaron la gloria del Dios incorruptible, en semejanza de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en la concupiscencia (malos deseos) de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aún sus mujeres  cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos, hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío. Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen, estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad,; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen sino que también se complacen con los que las practican”  (Ro. 1: 23-32).

 

“Maldito aquel que confía en el hombre, que pone su confianza en la fuerza humana” (Jer. 17: 5, R.V. 1995).

 

Por eso es idolatría cuando se pone el corazón exageradamente en los líderes, en los consejeros, en los pastores, cambiando los muñequitos de oro, plata, yeso, tela o papel, por muñequitos de carne, para tomarlos como intercesores delante de Dios. Recordemos siempre que nuestro principal intercesor es Jesucristo (Ro. 8: 34; He. 7: 22-25). Es verdad que debemos apoyarnos en oración unos a otros (Hch. 12: 6; Ef. 6: 18-20; 2ª Tes. 3: 1-2; Stgo. 5: 16; etc.), pero nunca volvernos dependientes de la oración de otros.

 

Somos idólatras de una religión o de una denominación, cuando trabajamos para ella solamente y no para el reino de Dios (Lc. 9: 49-50).

 

Somos idólatras cuando en el hogar, en la familia, en el noviazgo, en el trabajo, en el estudio, en el deporte, en la música, etc., los ponemos en el primer lugar, relegando a Dios a un segundo plano (Lc. 9: 59-62).

 

La avaricia también es idolatría (Col. 3: 5)) porque es poner la esperanza en las riquezas (1ª Ti. 6: 17) y la paga de este pecado la describen muy bien Pablo y Santiago en 1ª Ti. 6: 7-10 y Stg. 5: 1-4.

 

La gula es idolatría de nuestro propio vientre (1ª Co. 10: 7; Fil. 3: 19)) y trae como consecuencias enfermedades digestivas, de la circulación y del metabolismo (alteraciones en los niveles de azúcar, grasas, proteínas, etc., en el organismo), porque “Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios lo destruirá a él” (1ª Co. 3: 17). Es la misma maldición que viene para los que profanan su cuerpo con inmoralidad sexual (1ª Co. 6: 18),  o lo dañan con alcoholismo o drogadicción, masoquismo, deportes que dañan el cuerpo, o cualquier forma de violencia, etc.  De hecho, la inmoralidad sexual también es idolatría pues es poner nuestro corazón en nuestro propio cuerpo antes que en Dios.

 

Una forma bien camuflada de idolatría es el temor (Is. 51: 12-13; Jer. 1: 17; Mt. 14: 30-31) que nos hace poner el corazón en los problemas antes que en el Todopoderoso, impidiendo que su gloria se pueda manifestar en nosotros.

 

Como hemos podido analizar, la idolatría trae maldiciones específicas. Pero lo más terrible es que los idólatras no heredarán el reino de Dios (1ª Co. 6: 9-10; Gá. 5: 20-21; Ap. 21: 8; 22: 15). Por eso es tiempo de pedir perdón por toda forma de idolatría. Un ejemplo de oración para este caso podría ser:

 

Padre celestial, reconozco que he sido idólatra rindiendo culto a criaturas, a imágenes creadas por el hombre y a cosas materiales, poniendo mi corazón en ellas antes que en ti. Ahora me humillo en tu presencia y te pido perdón por ello, y renuncio a seguir en estas prácticas que hieren tu corazón. Anulo toda consagración que me esté ligando a cualquier forma de idolatría y rompo esas cadenas que han atado mi vida. En el nombre de tu Hijo Jesucristo, amén y amén.

 

Ex. 34: 17; Lv. 19: 4; Dt. 4: 15-24; Is. 2: 20-22; 30:19- 26; 31:7; 40: 18-25; 45: 16, 20; Jer. 10: 1-16; 25: 6; Os. 13: 4-9 y 14: 8-9;  Hch. 10: 25-26; Ap. 19: 10 y otros pasajes tomados de la concordancia, serán un buen complemento en el tema de la idolatría.

 

9. 3. Ocultismo

 

Incluye el culto a los muertos (“almas del purgatorio”, culto a los santos, invocación de espíritus como el de José Gregorio Hernández, y otros muertos en general, etc.), adivinación, amuletos, contras, agüeros, hechicerías, sortilegios, encantamientos, amarres, música satánica, magia blanca o negra, pactos satánicos en general, control mental, reencarnación, yoga, rosacrucismo, tabla oija, guías espirituales, conjuros, hipnosis, telepatía, péndulos, horóscopos, mediums, etc.

 

“No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero ni encantador, ni adivino ni mago ni quien consulte a los muertos. Porque es abominación para con Jehová cualquiera que hace estas cosas, y por estas abominaciones, Jehová tu Dios echa estas naciones de delante de ti”  (Dt. 18:10-12).

 

“No os volváis a los encantadores ni adivinos; no los consultéis, contaminándoos con ellos” (Lv. 19: 31).

 

“Y la persona que atendiera a los encantadores (brujos), para prostituírse tras de ellos, yo (Dios) pondré mi rostro contra la tal persona y la cortaré de entre su pueblo”  (Lv.20: 6).

 

“...deshago las señales de los adivinos y enloquezco a los agoreros” (Is. 44: 25).

 

“Como la nube se desvanece y se va, así el que desciende al seol (sepulcro) no subirá; no volverá más a su casa ni su lugar le conocerá más” (Job 7: 9-10).

 

“Mas el hombre morirá y será cortado; perecerá el hombre, ¿y dónde estará él? Como las aguas se van del mar y el río se agota y se seca, así el hombre yace y no vuelve a levantarse; hasta que no haya cielo no despertará, ni se levantará de su sueño” (Job 14: 10-12).

 

“...pero los muertos nada saben ni tienen más paga... y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol” (Ec. 9: 5-6).

 

“Y si os dijeren: Preguntad a los encantadores y adivinos, que susurran hablando, responded: ¿No consultará el pueblo a su Dios? ¿Consultará a los muertos por los vivos?. ¡A la ley y al testimonio!. Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido. Y pasarán por la tierra fatigados y hambrientos, y acontecerá que teniendo hambre, se enojarán y maldecirán a su rey y a su Dios, levantando el rostro en alto. Y mirarán a la tierra, y he aquí tribulación y tinieblas, oscuridad y angustia; y serán consumidos en las tinieblas”  (Is. 8: 19-22).

 

“Los egipcios quedarán desanimados y consultarán a los ídolos: a los espíritus de los muertos, a las pitonisas y a los agoreros;  pero yo frustraré sus planes. Dejaré que crueles amos los dominen; un rey de mano dura los gobernará, afirma el Señor Todopoderoso” (Is. 19: 3-4, Nueva Versión  Internacional).


 

Destierro, muerte, fatiga, hambre, enojo, maldición, tribulación, tinieblas, oscuridad, angustia, malos gobernantes, etc., son las maldiciones que traen las prácticas de todas estas formas de ocultismo.

 

Si volvemos a analizar Lc. 23: 43, la afirmación de Jesucristo al malhechor, echa por tierra la existencia del purgatorio, porque si realmente existiera el purgatorio, Jesucristo le hubiera dicho algo así como: “Irás conmigo al paraíso sólo cuando tus familiares paguen muchas misas por ti, para que sean purgados tus muchos pecados, y si nó, tendrás que pasar mucho tiempo en el purgatorio. Pero lo que Jesucristo le dijo fue: “HOY estarás conmigo en el paraíso”.HOY”. Luego no hay lugares intermedios para los que mueren; infierno o paraíso, pero nunca purgatorio.

 

Esto demuestra que las “almas del purgatorio” tampoco existen, sino espíritus de las tinieblas que vienen a hacerse pasar por las almas de los muertos.(1ª S. 28: 3-20). Son espíritus engañadores de adivinación, de temor, de enfermedad, de muerte, de ocultismo en general. El invocar espíritus como el de José Gregorio Hernández o de otros muertos como nuestros seres queridos o, los de la tabla oija, etc. no es otra cosa que invitar a demonios de ocultismo y posesiones satánicas, que traen consigo las maldiciones que mencionábamos antes. Son abominaciones a Dios, y abominación es algo que Dios aborrece especialmente.

 

El culto a las “almas del purgatorio”, trae además espíritus de temor y adivinación, presencias de sombras alrededor nuestro, pesadillas, sueños engañosos, enfermedad, muerte, etc.

 

Y no menos abominable es toda forma de superstición (agüero), porque es poner el corazón en objetos y cosas como espigas de trigo, uvas, una taza de chocolate o de café, el naipe, el cigarrillo, el tabaco o cualquier otro instrumento de adivinación, y todas esas creencias que contaminan los hogares, el 31 de diciembre entre otras fechas.

 

En Isaías 44: 25, encontramos una maldición adicional para los agoreros: “...deshago las señales de los adivinos y enloquezco a los agoreros” Que el Señor enloquece a los agoreros. Hay maldición de demencia para los supersticiosos. Y para los que confían en los horóscopos, la maldición no es menor: “...comparezcan ahora y te defiendan los contempladores de los cielos, los que observan las estrellas, los que cuentan los meses, para pronosticar lo que vendrá sobre ti. He aquí que serán como tamo; fuego los quemará; no salvarán sus vidas del poder de la llama; no quedará brasa para calentarse ni lumbre a la cual se sienten” (Is. 47: 13-14).

 

Y si todo esto junto con la idolatría que practicamos por ignorancia, nos acarrea tanta maldición, cuánto más será la hechicería practicada a propósito para dañar a las personas con sortilegios, encantamientos, entierros, brebajes, pactos satánicos, etc.

 

“Y la persona que atendiera a encantadores, para prostituirse tras de ellos, yo (el Señor) pondré mi rostro contra tal persona, y la cortaré de entre su pueblo” (Lv. 20: 6).

 

Por eso es el momento de hacer una pausa y orar pidiendo perdón por todo este tipo de ocultismo que hemos visto hasta ahora:

 

Amado Padre Celestial, yo te pido perdón si mis antepasados practicaron algunas de estas doctrinas de demonios y rompo esas cadenas familiares, y te pido perdón por toda práctica que yo haya realizado de estas mismas abominaciones, y en el nombre de tu Hijo Jesucristo, yo renuncio ahora mismo a seguirlas practicando, y rompo todo pacto satánico que esté atando mi vida a los demonios; anulo toda palabra y todo rito que hayan traído a mi vida espíritus de las tinieblas, y encadeno todo hombre fuerte enviado de las tinieblas que me esté dañando y lo arrojo de mi vida y lo sepulto para siempre en lo más profundo de los abismos, en el nombre del señor Jesucristo, y le ordeno que nunca más regrese a mí, y me declaro libre de todas esas ataduras y de toda maldición. en el nombre del señor Jesucristo. amén y amén.

 

De igual manera si alguna vez dañé a alguien con hechicería, me arrepiento y reconozco mi pecado y te pido perdón por eso y anulo toda esa obra del enemigo en mi vida y en las vidas que resultaron afectadas por esas prácticas. rompo todo hechizo, todo sortilegio, todo encantamiento, todo conjuro con que yo los haya dañado, todo pacto satánico con que los haya ligado, e invalido y neutralizo con la sangre de Jesucristo todo brebaje, todo entierro y cualquiera otra obra de las tinieblas que yo hubiera utilizado para dañarlos, y ahora echo fuera de esas vidas todo espíritu de hechicería, y arrojo esos demonios a lo más profundo de los abismos, y declaro libres de todas esas cadenas a estas personas, en el nombre del señor Jesucristo amén y amén.

 

Y si otras personas me ataron con hechicerías, maldiciones, pactos satánicos, sortilegios, entierros, brebajes, o cualquier otra obra del enemigo, yo perdono a esas personas y rompo todas esas cadenas y declaro nulas en mi vida todas esas obras del enemigo, destruidas por el poder de la sangre de Cristo y del Espíritu Santo; y encadeno a todo hombre fuerte hechicería y a todo enviado de las tinieblas que esté atando mi vida, y los arrojo a los más profundo de los abismos, en el nombre del Señor  Jesucristo, y les ordeno que no regresen nunca más a mi vida. Me declaro libre de todo ocultismo, de toda maldición, de toda ligadura, en el nombre glorioso del Señor Jesucristo, amén y amén.

 

NOTA: Es pertinente no sólo renunciar en oración, sino también en la práctica, destruyendo todo objeto que tengamos en nuestro hogar y en nuestro sitio de actividad diaria y que tenga que ver con agüeros, ocultismo, idolatría, etc., tales como talismanes, fetiches, objetos utilizados en hechicerías, imágenes religiosas, etc. Sólo entonces, podremos disfrutar de las promesas contenidas en Ezq. 18.

 

De igual manera los tatuajes están prohibidos por Dios (Lv. 19: 28; 21:5) y traen a la persona tatuada, cadenas y sufrimientos, maldición y muerte. Los tatuajes tienen un trasfondo ocultista; por eso vemos cómo los satanistas se mandan tatuar todo el cuerpo. Una oración para ser libre del poder de los tatuajes puede ser:

 

Padre Celestial, yo te pido perdón por haber tatuado mi cuerpo, y renuncio a esos tatuajes y los declaro sin poder en mi vida y rompo esas ataduras y me declaro libre para siempre de esas obras de las tinieblas, en el nombre del Señor  Jesucristo, amén y amén.

 

9. 4. Otras falsas doctrinas

 

En cuanto a las doctrinas de la reencarnación ,no son menos satánicas que las anteriores, y están orientadas por el espíritu del anticristo, pues niegan que Jesucristo es Hijo de Dios hecho carne (1ª Jn. 2: 22-23; 4: 3; 2ª Jn. Verso 7). Afirman que Jesucristo no murió ni resucitó, sino que sufrió un ataque de catalepsia, cuando estaba en la cruz. Pero lo que dicen las Escrituras es que cuando los soldados llegaron a donde Jesús estaba crucificado, lo encontraron muerto, pero para estar más seguros, le abrieron el costado con una lanza (Jn. 19: 33-34). Y más adelante cuando Jesucristo se apareció a los apóstoles y le dijo a Tomás “acerca tu mano y métela en mi costado” (Jn. 20: 27), su costado continuaba abierto.

 

Asimismo dicen que cuando se apareció a sus discípulos, en realidad fue el cuerpo astral el que se hizo presente. Pero en Lucas 24: 39, Jesucristo mismo les dice: “Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo”. Y en Lucas 24: 42-43, afirma que ”le dieron parte de un pez asado y un panal de miel, y Él lo tomó y comió delante de ellos”.

 

De igual manera afirman que Jesucristo estuvo en la India estudiando las ciencias orientales. Pero en Lucas 2: 51-52, encontramos que Jesús estaba sujeto a sus padres, y “crecía en sabiduría, en estatura y gracia para con Dios y los hombres”, y en Lc. 4: 16 dice que acostumbraba ir a la sinagoga en el día de reposo. También en Marcos 6: 2-3, dice que muchos “se admiraban y decían: ¿De dónde tiene este estas cosas? ¿ Y qué sabiduría es esta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos?. ¿No es este el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Juan y de Simón?. ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas?”. Si Jesucristo hubiera estado en la India, ¿Cómo era que la gente se admiraba que un carpintero supiera tanto?. En realidad la respuesta exacta la da el mismo Jesucristo a los judíos que están preguntando: “¿Cómo sabe éste de letras sin haber estudiado?. Jesús les respondió y les dijo: “Mi doctrina no es mía sino del que envió” (Jn. 7: 15-16).

 

La reencarnación niega la redención del hombre por el sacrificio de Jesucristo en la cruz, pues afirma que el hombre debe reencarnarse a lo largo de muchas generaciones para ser libre del “karma” (carga de maldiciones por el pecado desde sus antepasados).

 

Pero lo que la palabra de Dios dice es que cuando Jesucristo estaba en la cruz, el Padre cargó sobre su Hijo  todos nuestros pecados (Is. 53: 6) y que con una sola ofrenda Cristo nos santificó para siempre (He. 10: 10-14) y crucificó el acta de decretos que había contra nosotros (Col. 2: 13-15). Por eso es que Cristo le dice al malhechor que estaba en la cruz junto a Él: ”Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Porque Jesucristo sabía muy bien que su sacrificio era más que suficiente para librarnos de toda maldición (Gá. 3: 13; 2ª Co. 5: 17). Es por eso que El Señor Jesucristo en el momento de morir dijo: “Consumado es” (Jn. 19: 30): porque él sabía que con su sacrificio ya lo había hecho todo para darnos plena libertad y salvación como él mismo lo había anunciado (Jn: 8: 36).

 

En otras palabras, Cristo llevó nuestro “karma”  y lo dejó crucificado en la cruz para siempre. ¡Aleluya! ¡Gracias, Señor!.

 

Si la reencarnación existiera, Cristo le hubiera dicho al malhechor algo así como “Sólo cuando te hayas reencarnado muchísimas veces, podrás ser libre de ese terrible “karma”, podrás ascender de nivel y alcanzar la purificación”. Pero la gloriosa respuesta de Jesucristo, “Hoy estarás conmigo en el paraíso”, echa por tierra todo argumento de esta falsa doctrina de la reencarnación. Muchos años antes ya la Biblia nos había aclarado que Dios forma el espíritu del hombre dentro del mismo (Zac. 12:1) y que cuando el hombre muere su espíritu vuelve a Dios que lo creó (Ec. 12: 7). Complementemos este tema leyendo Hebreos 9: 27-28: “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos”. Y el control mental es otra forma de ocultismo que el enemigo lo utiliza para contrariar la palabra de Dios, porque lo que dice Jesucristo es que el que no dudare en su corazón, le será hecho lo que dice (Mr. 11: 23). Que la fe que mueve montañas, está en el corazón y se hace realidad por el poder de la palabra y nunca por control mental. El control mental, la meditación trascendental, el yoga y los famosos encuentros con “extraterrestres”, el esoterismo, etc., son prácticas que el enemigo utiliza para apoderarse de la mente del hombre e introducir en él posesiones satánicas y doctrinas mentirosas. Asimismo doctrinas como la transmutación de energía sexual, están regidas por potestades de las tinieblas que causan trastornos psíquicos funestos en las personas.

 

Y los que practican todas estas doctrinas también afirman que el hombre es un dios cosa que de acuerdo a la palabra de Dios fue lo que trajo la caída del hombre (Gn. 3: 5).

 

 Ezequiel 28: 2-10 nos ilustra la ira de Dios ante la irrespetuosa afirmación:  “Así ha dicho Jehová el Señor: Por cuanto se enalteció tu corazón, y dijiste: Yo soy un dios, en el trono de Dios estoy sentado en medio de los mares (siendo tú hombre y no dios)...Por cuanto pusiste tu corazón como corazón de Dios, por tanto he aquí yo traigo sobre ti extranjeros , los fuertes de las naciones, que desenvainarán sus espadas contra la hermosura de tu sabiduría, y mancharán tu esplendor. Al sepulcro te harán descender y morirás con la muerte de los que mueren en medio de los mares. ¿Hablarás delante del que te mate, diciendo: Yo soy dios?. Tú hombre eres, y no dios, en las manos de tu matador. De muerte de incircuncisos morirás por mano de extranjeros; porque yo he hablado, dice Jehová”.

 

Si vamos a Isaías 14: 12-14, hallamos que la caída del “Lucero” fue por querer ser “semejante al Altísimo”. Y en Daniel 3: 1-6 y 4: 29-37, encontramos que Nabucodonosor se hizo adorar a sí mismo a través de una estatua de oro, y cuando más envanecido estaba, le fue quitado el reino y terminó morando con las bestias del campo, hasta que alzó sus ojos al cielo y reconoció la gloria de Dios.

 

El profeta Jeremías nos da la clave que identifica a los falsos dioses: “Los dioses que no hicieron los cielos ni la tierra, desaparezcan de la tierra y de debajo de los cielos” (Jer. 10: 11).

 

 Podemos concluir entonces que el hombre que quiere ser como Dios, está bajo maldición de caída, demencia y muerte.

 

Así que aquellas personas que han estado en estas corrientes, y quieren ser libres de las maldiciones que éstas traen, pueden, a través de una oración sincera, humillarse delante de Dios, y reconocer que el único Dios verdadero es el que hizo el cielo y la tierra (Sal. 121: 2):

 

Bendito Padre Celestial, en el nombre de tu Hijo Jesucristo, yo me humillo delante de ti, confieso que he pecado, y te pido perdón por haber practicado todas estas doctrinas. Renuncio a todas ellas y reconozco que yo no soy dios. El único Dios verdadero eres tú que hiciste el cielo y la tierra: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Te adoro y te bendigo y me someto a tu señorío desde ahora y para siempre. Renuncio a seguir practicando todas estas abominaciones y recibo tu perdón y me declaro libre de toda maldición por la sangre del Señor Jesucristo que me limpia de mis pecados y me libra de toda maldad. Y si mis antepasados practicaron también esas doctrinas, también te pido perdón por eso; rompo esas cadenas en mi vida y declaro rota toda maldición que haya venido a mí por todos esos pecados. Y yo encadeno todo hombre fuerte de las tinieblas que haya venido a mi vida por la práctica de todas estas falsas doctrinas y lo arrojo a lo más profundo de los abismos, y le ordeno que nunca más regrese a  mi vida, en el nombre del Señor  Jesucristo, amén y amén.

 

Ahora, Padre Celestial, yo declaro que soy nueva criatura, que las cosas viejas pasaron y todas son hechas nuevas en mi vida y que mi pasado ya no existe más (2ª Co. 5: 17). Cristo me ha limpiado de todos mis pecados (1ª Jn. 1: 9). Yo renuncio a seguir practicando todas estas doctrinas y me declaro libre de toda ligadura, desde ahora y para siempre; por cuanto ahora soy tu hijo, me dispongo a recibir toda la herencia que tienes para mí; en el nombre del Señor Jesucristo, amén y amén.

 

9.4. Otros pactos

 

Pactos sentimentales, infantiles, militares, etc., aparentemente inofensivos, pueden traer también cadenas espirituales específicas y desastrosas. Los enamorados se hacen promesas tales como “ni la muerte nos podrá separar”, “si tú te mueres yo también me muero”, “juntos para siempre”, etc., que no son otra cosa que pactos de muerte y ligaduras de alma, porque todo lo que digamos creyendo, lo recibiremos (Mc. 11: 23). Pactos militares tales como “vencer o morir”, “deber antes que vida” , “muertos pero nunca de rodillas”, etc., traen espíritus de muerte a las Fuerzas Armadas .Por ejemplo el militar que ha confesado “vencer o morir” y es vencido en combate, recibe automáticamente un espíritu de muerte que empieza a tratar de acabar con él, a través de accidentes, atracos, enfermedades, etc., Sólo hasta que en oración, anula estas palabras y renuncia a este pacto, es libre del espíritu de muerte, y sana. Es necesario anular estos pactos, en oración, diciendo por ejemplo:

 

En el nombre de Jesucristo, yo rompo todo pacto de muerte (especificarlo) y declaro que esas palabras ya no tienen poder en mi vida y renuncio a todos los espíritus de muerte que por estos pactos hayan venido a dañarme, y confieso que mi vida pertenece solamente a Cristo y sólo Él puede disponer de mí. Rompo todo pacto sentimental que esté ligando mi alma en contra de la voluntad divina y declaro nulas y sin poder todas las palabras con que haya encadenado mi vida y/o las vidas de otras personas y desato nuestras almas y rompo esas ligaduras, en el nombre del Señor Jesucristo, amén y amén.

 

De igual manera los juegos infantiles, que utilizan determinadas promesas o ciertas consignas aparentemente inofensivas, pueden llegar a traer ligaduras de almas, y aún verdaderas potestades de tinieblas. Por eso es importante estar alerta y muy bien informados de las actividades y jueguitos que practican los niños. El diálogo infantil con supuestos amiguitos invisibles, obsesiones por ciertos juguetes y muñecos de dudosa procedencia, así como el uso de algún Atari, y lo que es peor, tabla ouija, o invocación de personas que han muerto, o péndulos, tijeras cruzadas, o cualquier otro objeto de adivinación, entre otros pasatiempos, puede traer a los niños y jóvenes, verdaderas posesiones satánicas. Toda actividad que pretenda adivinar el futuro está guiada por espíritus de adivinación de las tinieblas, que se hacen pasar muchas veces por los muertos, logrando imitar su voz y sus características, para engañar a los que le invocan (1° S. 28: 3-20; Hch. 16: 16-18). Toda práctica de ocultismo trae sobre la persona posesiones satánicas que terminan controlando por completo la voluntad del poseso, hasta el punto que, cuando le vamos a guiar en oración para que reciba a Jesucristo, los demonios no le permiten pronunciar el nombre del Señor Jesucristo y se hace necesario anular las palabras que trajeron y ataron los demonios a la persona, así como, en el nombre de Jesucristo, ordenarles a los espíritus inmundos que no le impidan al poseso, recibir al Señor Jesús. Debemos también pedir al Todopoderoso que tome control de la mente de la persona y le demuestre su amor y su presencia, y que le permita recibir a Cristo y entregarle su mente al Salvador. Cuando la persona ha logrado hacer esto, debemos guiarle para que ella misma rompa los pactos que encadenaron su vida y rechace y arroje de su vida todo espíritu inmundo y renuncie a toda fuerza satánica y anule toda práctica de ocultismo que haya traído a su vida los demonios. Por ejemplo:

 

En el nombre de Jesucristo que ahora es mi único Señor y Salvador, yo rompo y declaro nulo todo pacto satánico (especificarlo) que me esté atando a cualquier enviado de las tinieblas y renuncio a toda actividad satánica y a todo espíritu inmundo y a toda huésted de maldad y a toda contaminación espiritual y anulo toda palabra que me esté ligando a los demonios. y en el nombre de Jesucristo ato, encadeno y arrojo de mi vida a satanás y lo lanzo a las tinieblas exteriores, y le ordeno que nunca regrese a mi vida, en el nombre del Señor Jesucristo, amén y amén.

 

Para mantener la liberación es necesario llevar una vida de sometimiento a la palabra de Dios (Stgo. 4:7; 1ª Jn. 5: 18), buscar amistades sanas y respetuosas de los preceptos divinos y estar aferrados en todo momento del Señor Jesucristo, porque separados de él, nada podemos hacer (Jn. 15: 4-5).

 

 

 

EVALUACIÓN

 

 

1. Defina qué es idolatría _________________________________________________________________________

 

_________________________________________________________________________

 

2. Escriba cinco maldiciones que vienen sobre los idólatras y explique cuál es el tipo de idolatría que las ocasionan:

 

 

 

 

 

 

4. Trate de recordar a cuántos ídolos ha rendido culto. Incluya los agüeros, las almas del purgatorio y todo lo que haya alejado su corazón del culto que debemos al único Dios verdadero. Lea y memorice 1ª  Co. 11: 31 y 1ª  Jn. 1: 9 y llévelos a la práctica. Confiese 2ª  Co. 5: 17 y créalo.

 

 

 

5. Coloree y trate de memorizar Gn. 3: 5; Ex. 34:17; Job 7: 9-10; Is .53: 3-6; Jer. 17: 5; Ez. 28: 2, 9; Mr. 11: 23; Hch . 17: 29-30; Ro. 10: 9; 1ª  Co. 6: 9-10;    Co. 5: 17; Gá. 3: 13; 1ª  Ti. 6: 10, 17; He. 9: 27; Ap. 9: 20-21; 21: 8.

 

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