domingo, 2 de agosto de 2015

Por qué Jesucristo se hizo hombre


¿SABE USTED PORQUÉ JESUCRISTO SE HIZO HOMBRE SIENDO DIOS?

 

“En el principio ya existía la Palabra; y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios…Aquel que es la Palabra se hizo hombre y vivió entre nosotros”

(Juan 1:1-14).

 

Porque el pecado separó al hombre de Dios cuando Adán y Eva dejaron de escuchar la voz de su Creador para escuchar la voz de la criatura, esto es la serpiente, satanás, que siempre buscará hacernos creer que lo que Dios dice es mentira (Génesis 3:1-6). Esta idolatría de Adán y Eva trajo la esclavitud del pecado sobre la humanidad: “Pues lo invisible de Dios se puede llegar a conocer, si se reflexiona en lo que él ha hecho. En efecto, desde que el mundo fue creado, claramente se ha podido ver  que él es Dios y que su poder nunca tendrá fin. Por eso los malvados no tienen disculpa. Pues aunque han conocido a Dios, no lo han honrado como a Dios ni le han dado gracias. Al contrario, han terminado pensando puras tonterías, y su necia mente se ha quedado a oscuras. Decían que eran sabios pero se hicieron tontos; porque han cambiado la gloria del Dios inmortal por imágenes del hombre mortal, y hasta por imágenes de aves, cuadrúpedos y reptiles. Por eso Dios los ha abandonado a los impuros deseos que hay en ellos... En lugar de la verdad de Dios, han buscado la mentira, y han honrado y adorado las cosas creadas por Dios y no a Dios mismo que las creó  y que merece alabanza por siempre. Amén”… Como no quisieron reconocer a Dios, Él los ha abandonado a sus perversos pensamientos para que hagan lo que no deben” (Romanos 1:20-28). Y el pecado trajo la separación entre Dios y el hombre: “Por eso Dios el Señor sacó al hombre del jardín del Edén… puso al oriente del jardín unos seres alados y una espada ardiente que daba vueltas hacia todos lados” (Génesis 3:23-24). “Pero las maldades cometidas por ustedes han levantado una barrera entre ustedes y Dios; sus pecados han hecho que él se cubra la cara y que no los quiera oír” (Isaías 59:2). Fue necesario que Dios enviara a su Hijo a hacerse hombre y ser tentado en todo pero sin pecar: “Pues nuestro sumo sacerdote puede compadecerse de nuestra debilidad, porque él también estuvo sometido a las mismas pruebas que nosotros; sólo que él jamás pecó” (Hebreos 4:15). Como el Señor Jesucristo no pecó, venció al pecado y pudo tomar nuestro lugar y reemplazarnos en la cruz llevando el castigo de todos nuestros pecados: “Todos nosotros nos perdimos como ovejas, siguiendo cada uno su propio camino, pero el Señor cargó sobe él la maldad de todos nosotros” (Isaías 53:6). Y como Él pudo resistir todas las tentaciones es el único que nos puede hacer morir al pecado y experimentar el nuevo nacimiento que él quiere producir en nosotros: “Jesús le dijo: ‘Te aseguro que el que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3). Sólo si le rendimos nuestra vida para que Él sea el Señor y ocupe el primer lugar en nuestro corazón, podremos morir al pecado y experimentar esa nueva vida de obediencia a Dios. Por eso Él dice en la parábola de la vid: “Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el que la cultiva. Si una de mis ramas no da uvas, la corta; pero si da uvas, la poda y la limpia para que dé más, Ustedes ya están limpios por las palabras que les he dicho. Sigan unidos a mí como yo sigo unido a ustedes. Una rama no puede dar uvas de sí misma, si no está unida a la vid; de igual manera ustedes no pueden dar fruto, si no permanecen unidos a mí” (Juan 15: 1-5). Y la savia que Jesucristo nos da es el Espíritu Santo, sus ríos de agua viva de que habló en Juan 7: 38: “Si alguien tiene sed, venga a mí, y, el que cree en mí, que beba. Como dice la Escritura, del interior de aquel correrán ríos de agua viva”. Y “Lo que el Espíritu produce es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio” (Gálatas 5: 22-23).

 

Pero este precioso milagro de amor sólo sucede cuando:

 

1.      Reconocemos ante Dios nuestros pecados: “Si confesamos nuestros pecados, podemos confiar en que Dios que es justo nos perdonará nuestros pecados y nos limpiará de toda maldad” (1ª Juan 1:9).

2.       Aceptamos el sacrificio que Él hizo por nosotros y lo reconocemos como nuestro Señor, y Salvador, creyendo que resucitó de entre los muertos: “Porque Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en Él no muera, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16). “Dios prueba que nos ama, en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). “Si con tu boca reconoces a Jesús como Señor, y con tu corazón crees que Dios lo resucitó, alcanzarás la salvación” (Romanos 10:9). Y Cristo mismo nos promete “Mira, yo estoy llamando a la puerta; si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré…” (Apocalipsis 3:20).

 

3.      Perdonamos a todos los que nos han hecho daño y aceptamos el perdón y el amor que Jesucristo nos brinda: “Todo lo que ustedes pidan en oración, crean que lo han conseguido y lo recibirán. Y cuando estén orando, perdonen lo que tengan contra otro, para que también su Padre que está en el cielo les perdone a ustedes sus pecados” (Marcos 11:24-25). “Por lo tanto, el que está unido a Cristo es una nueva persona. Las cosas viejas pasaron; se convirtieron en algo nuevo” (2ª  Corintios 5: 17).

 

Como orar es hablar con Dios con palabras sinceras, y fe es creer sin ver (Juan 20: 27-29)  ahora mismo podremos experimentar el cumplimiento de esta palabra en nuestras vidas (el perdón total de nuestros pecados y el poder que procede del Espíritu Santo para hacer la voluntad del Padre) diciéndole al Señor Jesucristo la siguiente oración:

 

SEÑOR JESUCRISTO, YO RECONOZCO QUE SOY PECADOR, PERO HOY DECIDO ACEPTAR EL SACRIFICIO QUE HICISTE POR MÍ EN LA CRUZ. LIMPIA CON TU SANGRE PRECIOSA TODAS LAS ÁREAS DE MI VIDA Y HAZ QUE TU SANTO ESPÍRITU PRODUZCA EN MÍ EL FRUTO PRECIOSO QUE ME PERMITA MORIR AL PECADO Y NACER DE NUEVO PARA AGRADARTE, SERVIRTE Y GLORIFICARTE, DESDE AHORA Y PARA SIEMPRE. TE ABRO LA PUERTA DE MI VIDA Y TE RECIBO Y TE RECONOZCO COMO MI SEÑOR Y MI SALVADOR, CREYENDO QUE TÚ ERES EL HIJO DE DIOS, HECHO HOMBRE, QUE MORISTE Y RESUCITASTE DE ENTRE LOS MUERTOS PARA LIBERTARME DEL CASTIGO Y DEL PODER DEL PECADO. YO PERDONO DE CORAZÓN A TODOS LOS QUE ME HAN HECHO DAÑO Y ACEPTO TU PERDÓN POR TODOS MIS PECADOS. TE CONSAGRO MI VIDA Y A MIS SERES QUERIDOS PARA QUE HAGAS CON NOSOTROS LO QUE TÚ QUIERAS. EN TU NOMBRE, SEÑOR JESUCRISTO, AMÉN Y AMÉN

Para perseverar en Cristo debemos mantener una relación personal, continua, vertical, permanente de oración y lectura de su palabra, huyendo y resistiendo a la tentación cuando llegue (Romanos 13:14; 1ª Corintios 6:18 y 10:14; 2ª Timoteo 2: 22; Santiago 4:7). Para conocer a Jesús debemos leer el Nuevo Testamento pidiéndole al mismo Jesucristo, que nos lo revele por el Espíritu Santo: “Cuando una persona se vuelve al Señor, el velo se le quita. Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu de Señor, allí hay libertad” (2ª Corintios 3:16-17). También debemos reconocer ante Él todo pecado que nos esté esclavizando y pedirle con todo el corazón que lo desarraigue de nuestra vida para siempre. Aunque siempre tendremos que reconocer que pecamos de muchas maneras, recordemos que “Si confesamos nuestros pecados, podemos confiar en que Dios que es justo nos perdonará nuestros pecados y nos limpiará de toda maldad. Como dijera el apóstol Pablo: “No quiero decir que yo ya lo haya conseguido todo, ni que ya sea perfecto; pero sigo adelante con la esperanza de alcanzarlo, puesto que Cristo Jesús me alcanzó primero. Hermanos, no digo que yo mismo ya lo haya alcanzado; lo que sí hago es olvidarme de lo que queda atrás y esforzarme por alcanzar lo que está delante, para llegar a la meta y ganar el premio celestial que Dios nos llama a recibir por medio de Cristo Jesús” (Filipenses 3:12-14).

 

*Textos de la Biblia versión “Dios Habla Hoy

No hay comentarios.:

Publicar un comentario