LECCIÓN 4
“Yo que hago dar a luz, ¿no haré
nacer? dijo Jehová. Yo que hago engendrar, ¿impediré el nacimiento? dice tu
Dios”(Is.66: 9).
OBJETIVOS:
Poder discernir y entender
el significado de “nacer de nuevo”
4. 1. Qué es el nuevo nacimiento
“El que no naciere de nuevo no puede ver el reino de Dios”
(Jn.3: 3).
Esta afirmación significa
que como creyentes en Cristo, debemos morir al pecado (Ro. 6:11) y nacer a una
vida de obediencia a la palabra de Dios (Jn. 14: 12, 23; 15: 14, 1ª Jn. 2: 3-6;
etc.). Cuando recibimos a Cristo, recibimos la potestad de “ser
hechos hijos de Dios” (Jn. 1: 12), esto es, recibimos la potestad para
“nacer de nuevo”. ¿Y cómo podemos nacer de nuevo? Cuando morimos al pecado y a
nuestro propio “yo” y rendimos nuestras vidas al señorío de Cristo, en oración
sincera y tomando la firme decisión de cambiar los patrones de conducta que
regían nuestra vida, pero que nos estaban separando de Dios. “Con Cristo estoy juntamente crucificado y ya no
vivo yo, mas Cristo vive en mí” (Gá. 2: 20). “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de
arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto y vuestra vida está
escondida con Cristo en Dios” (Col. 3: 1-3). Si lo hemos proclamado como
nuestro Señor, debemos tener muy claro que “Señor” es el que manda, el que da
las órdenes, y por tanto, debemos vivir para obedecerlo, permitiendo que Él
gobierne nuestra vida a través de su palabra (Sal. 119: 9, l05; Jn. 14: 15 y
15: 3) y del Espíritu Santo (Ro. 8: 14), que recibimos cuando se lo pedimos,
arrepentidos de nuestros pecados (Lc. 11: 13; Hch. 2: 38).
Arrepentirse, es
sencillamente, dejar de hacer aquello que no le agrada a Dios y que nos está
prohibido en su palabra:”En
cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está
viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra
mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad
de la verdad. Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su
prójimo, porque somos miembros los unos de otros. Airaos pero no pequéis, no se
ponga el sol sobre vuestro enojo ni deis lugar al diablo. El que hurtaba no
hurte más, sino trabaje haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga
qué compartir con el que padece necesidad. Ninguna palabra corrompida salga de
vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar
gracia a los creyentes. Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual
fuisteis sellados para el día de la redención. Quítense de vosotros toda
amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed
benignos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios
también os perdonó a vosotros en Cristo. Sed, pues, imitadores de Dios como
hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó y se entregó a sí
mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante. Pero
fornicación y toda inmundicia o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como
conviene a santos; ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que
no convienen, sino antes bien, acciones de gracias. Porque sabéis esto, que
ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el
reino de Cristo y de Dios. Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas
cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia. No seáis pues,
partícipes con ellos. Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz
en el Señor; andad como hijos de luz. Porque el fruto del Espíritu es en toda
bondad, justicia y verdad, comprobando lo que es agradable al Señor. Y no
participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien
rependedlas; porque vergonzoso es aún hablar de lo que ellos hacen en secreto.
Mas todas las cosas, cuando son puestas en evidencia por la luz, son hechas
manifiestas; porque la luz es lo que manifiesta todo. Por lo cual dice:
Despiértate tú que duermes, levántate de entre los muertos y te alumbrará
Cristo. Mirad, pues, con diligencia cómo andéis no como necios sino como
sabios, aprovechando bien el tiempo porque los días son malos. Por tanto no
seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor. No os
embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien, sed llenos del
Espíritu Santo, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos
espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre
gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo”. (Ef.
4: 22 - 5: 20). “Sabiendo
esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él, para que el
cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. Porque
el que ha muerto, ha sido justificado del pecado. Y si morimos con Cristo,
creemos que también viviremos con Él; sabiendo que Cristo, habiendo resucitado
de entre los muertos, ya no muere; la muerte ya no se enseñoreará más de Él...
así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios, en
Cristo Jesús, Señor nuestro. No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo
mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias, ni tampoco presentéis
vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos
vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a
Dios como instrumentos de justicia...¿No sabéis que si os sometéis a alguien
como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea
del pecado para muerte, o sea de la obediencia para la justicia? Pero gracias a
Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a
aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del
pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia. Hablo como humano por vuestra
humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros
para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación
presentad vuestros miembros para servir a la justicia. Porque cuando erais
esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia. ¿Pero qué fruto teníais
de aquellas cosas de las cuales os avergonzáis? Porque el fin de ellas es
muerte. Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de
Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin la vida eterna.
Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva (regalo) de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor
nuestro (Ro. 6: 6-23). Leer
también: Gá. 5: 13-26; 6: 1-10; Ef. 5: 21 - 6: 18; Col. 3: 5 - 4: 6; 1ª P. 1:
13-25; 2: 1-25; 3: 1-22; 4: 1-19; 5:
1-11; 2ª P. 1: 3-11, etc.
Es necesario que
entreguemos en oración al Señor todas las áreas de nuestra vida, especialmente
aquellas en que más estamos fallando, para que Cristo nos ayude a cambiar,
porque sin Él “nada podemos hacer” (Jn.
15: 5). En 1ª Jn. 5: 18, dice el apóstol Juan que “todo aquel que ha nacido de Dios no practica el pecado, pues Aquel
que fue engendrado por Dios (esto es, Jesucristo) le guarda y el maligno no
le toca”. Si
rendimos nuestra voluntad a Cristo, y dependemos de Él en todo, Él nos guarda
para que no vivamos en la práctica del pecado en que antes vivíamos y nos da
ese “nuevo nacimiento” por el poder del Espíritu Santo: “Porque nosotros también éramos en otro tiempo
insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites
diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles y aborreciéndonos unos a
otros. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor
para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros
hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la
regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en
nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados
por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida
eterna” (Tit. 3: 3-7). Esa regeneración incluirá un proceso de
refinamiento, como la caña de azúcar tiene que pasar por el trapiche y por el
fuego hirviente para poder llegar ser el delicioso y apetecido arequipe, o como
el grano de café debe ser pasado por las diferentes máquinas que le van
quitando las capas que cubren la pulpa y luego debe ser lavado, seleccionado,
trillado, y tostado por el fuego, y finalmente molido, pasado por el agua
hirviente y colado, para llegar a ser esa deliciosa bebida apetecida mundialmente,
esto es, el famoso café tipo exportación.. Y sólo si vamos limpiando lo
precioso y desechando lo vil que hay en nuestras vidas, podremos obtener las
promesas que el Señor nos da en su palabra (Jer. 15: 19-21). Para poder ser
portadores de la gloria de Dios debemos permitir que Él nos procese haciéndonos
morir a nuestro propio yo, para luego experimentar ese delicioso nuevo
nacimiento. Cuando llegamos a Cristo traemos nuestras vestiduras rotas y
sucias, malolientes y asquerosas. Por eso el apóstol Pablo nos dice que nos
despojemos del viejo hombre y nos vistamos del nuevo (Ef. 4: 22-24). El nacer
de nuevo significa despojarnos de todo lo que desagrada a Dios y empezar a
ceñirnos a lo que Él nos enseña en su palabra. Así como no se nos ocurriría
buscar en la caneca de la basura para volvernos a poner aquella ropa vieja,
rota y sucia que nos quitamos y desechamos por ser ya inservible, así tampoco
debemos retroceder para seguir en la vieja vida de vicio y de pecado en que
andábamos antes de reconocer a Cristo como nuestro Señor. Es pues, necesario
permitir que Él nos moldee como el alfarero le da forma a la vasija que está
haciendo (Is. 45: 9-12; 64: 8; Jer. 18. 1-6; Ro. 9: 20).
Y es importante saber esperar el
proceso de acabado que Dios ha de hacer en nosotros; cuando se comienza a
trabajar en un tejido, todo parece un manojo de hilos enredados; pero cuando el
tejido queda terminado, entonces podemos ver una obra maestra, propia de un
artista. Asimismo habrá momentos en que no entendamos nada de lo que está
ocurriendo en nuestra vida y nos sentiremos atrapados en un callejón sin
salida. Pero Dios sabe perfectamente lo que está haciendo en nosotros, si le
hemos entregado cada circunstancia de nuestra vida y siempre veremos su gloria,
nueva cada día: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les
ayudan a bien, esto es, a los que conforme a sus propósitos son llamados” (Ro. 8: 28). Según el ministerio (misión) que el Señor nos tenga,
tendremos que ser capacitados para servirle en el área que Él nos vaya a
utilizar.
Desde luego que como humanos, todos los días fallaremos y tendremos que
pedirle perdón al Señor para mantenernos limpios de todo pecado (Mt. 6: 12; Lc.
18: 9-14) “Si decimos que no tenemos pecado, nos
engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Si confesamos
nuestros pecados, Él (Jesucristo) es
fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1ª Jn. 1:
8-9). El mismo apóstol Pablo siendo un hombre lleno del Espíritu Santo,
confesaba algo que nos ilustra la batalla que tiene que librar el creyente: “Porque lo que hago no lo entiendo; pues no hago lo que
quiero, sino lo que aborrezco, eso hago...” (Ro. 7: 15-25). Es un
proceso de esfuerzo en el que tendremos que clamar al Señor cada día para que
perfeccione su obra en nosotros: “Estando
persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la
perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Fil. 1: 6). “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda
compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según
nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono
de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno
socorro” (He. 4: 15-16). “Pues
en cuanto Él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que
son tentados” (He. 2: 18).
Por eso es que el mismo Jesucristo nos enseñó a orar pidiendo al Padre
Celestial, que no nos deje caer en tentación (Mt. 6: 13). Él no dará nuestro
pie al resbaladero ni se dormirá mientras nos guarda (Sal. 121: 3).
Ahora bien, es importante que analicemos Romanos 1: 18 al 31: “Pues Dios muestra su ira castigando desde
el cielo a toda la gente mala e injusta que con su injusticia mantiene
prisionera la verdad...En lugar de la verdad de Dios, han buscado la mentira, y
han honrado y adorado las cosas creadas por Dios y no a Dios mismo que las
creó y que merece alabanza por siempre.
Amén. Por eso Dios los ha abandonado a pasiones vergonzosas...” (Nuevo
Testamento Versión Popular Católica).
Vemos aquí que toda idolatría (poner el corazón en alguien o en algo
antes que en Dios) así como alterar la doctrina de Dios cambiando la verdad
contenida en los mandatos divinos por las mentiras de las creencias humanas,
trae la ira de Dios sobre nosotros quien nos abandona a la esclavitud del
pecado incontrolado. Debemos, pues, autoexaminarnos en qué forma de idolatría
hemos caído y reconocerlo ante Dios (1ª Jn. 1: 9) para que Jesucristo nos
limpie y nos dé de su poder sobre la tentación y el pecado (Jn. 15: 4-5). Una
oración guía puede ser: Amado Padre Celestial, en el nombre de tu Hijo Jesucristo,
yo reconozco que he puesto mi corazón en personas, criaturas, creencias y cosas
creadas, antes que en ti y tus mandatos. Yo te pido perdón por todo eso y
renuncio a seguir relegándote a un segundo lugar en mi corazón. Pido que el
poder de Aquel que venció al pecado, esto es, tu Hijo amado Jesús, venga en mi
ayuda contra la tentación y me ayude a nacer de nuevo para obedecerte y
servirte. Renuncio a todo pensamiento que no te glorifique, Padre Amado, amén y
amén.
Ahora bien, la tentación siempre vendrá. Recordemos que el propio Jesús
fue llevado por el Espíritu Santo al desierto para ser tentado (Mt. 4: 1-4). El
mismo Padre Celestial permitió que su Hijo fuera tentado para que quedara
manifiesta la obediencia y la fidelidad de nuestro Redentor. Por eso el apóstol
Santiago afirma: “Bienaventurado
el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba,
recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman” (Stgo. 1: 12).
Y la Escritura también dice: “Porque aún no
habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado” (He. 12: 4).
Es, pues, necesario que nosotros pongamos todo nuestro empeño en mejorar cada
día. Él se complacerá en la disposición de nuestro corazón y el anhelo que
tenemos de agradarle (Sal. 147: 10-11; Col. 1: 10; 1ª Tes. 4:1): . “Y cualquier cosa que pidiéremos la recibiremos de Él,
porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables
delante de Él” (1ª Jn. 3 22); y no nos dejará ser tentados más de lo que podamos
resistir (1ª Co. 10: 13). Pero si alguno hubiere pecado, “abogado tenemos para con el Padre, a
Jesucristo el justo” (1ª Jn. 2: 1).
“Si confesamos nuestros pecados, Él (Jesucristo) es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos
de toda maldad” (1ª Jn. 1: 9).
Como podemos ver es un parto prolongado y doloroso, una batalla en la
que tendremos que reconocer como el apóstol Pablo: “No
que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto... pero una cosa hago:
olvidando ciertamente lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está
adelante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en
Cristo Jesús” (Fil. 3: 12-14).
También es importante no dejar que la culpa nos haga retroceder y
alejarnos de nuestro Padre Celestial. Cuando hemos sido vencidos por la
tentación, a veces nos sentimos tan mal que llegamos a pensar que ya no
tenemos perdón de Dios.
Pero si vamos a Lucas en el capítulo 15 podemos comprender que el amor
de nuestro Creador es ilimitado y que sus brazos amorosos siempre están
extendidos hacia nosotros esperando que vayamos hacia él a reconocer nuestros
pecados y aceptar su perdón.
EVALUACIÓN
Escribir al frente Falso o Verdadero según el caso y explique por
qué:
1.
Nacer
de nuevo significa morir al pecado y comenzar una nueva vida de sometimiento a
la voluntad de Dios.
2.
Cuando
recibimos a Cristo, nunca más volvemos a pecar porque nos volvemos perfectos
como el apóstol Pablo.
3.
El
“nuevo nacimiento” es un proceso y es una batalla en la que tendremos que
clamar a Cristo para que nos ayude cada día a ser mejores.
4.
Arrepentimiento
es igual que “nuevo nacimiento”.
5.
Jesucristo
nos entiende porque Él nunca fue tentado
6.
Con
base en la concordancia, haga un estudio acerca del arrepentimiento.
7.
Investigue
el procesamiento total efectuado en una mata de caña de azúcar para que pueda
llegar a convertirse en los diferentes productos industrializados que
consumimos en el mercado. De igual manera, hágalo con la mata de café.
8.
Haga
un estudio, paso a paso de las diferentes etapas de un parto normal, un parto
con cesárea y un aborto, y compárelo con el presente tema.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario