sábado, 20 de septiembre de 2014

EL NUEVO NACIMIENTO

LECCIÓN 4

 

“Yo que hago dar a luz, ¿no haré nacer? dijo Jehová. Yo que hago engendrar, ¿impediré el nacimiento? dice tu Dios”(Is.66: 9).

OBJETIVOS:

Poder discernir y entender el significado de “nacer de nuevo”

4. 1. Qué es el nuevo nacimiento

“El que no naciere de nuevo no puede ver el reino de Dios” (Jn.3: 3).

Esta afirmación significa que como creyentes en Cristo, debemos morir al pecado (Ro. 6:11) y nacer a una vida de obediencia a la palabra de Dios (Jn. 14: 12, 23; 15: 14, 1ª Jn. 2: 3-6; etc.). Cuando recibimos a Cristo, recibimos la potestad de  “ser hechos hijos de Dios” (Jn. 1: 12), esto es, recibimos la potestad para “nacer de nuevo”. ¿Y cómo podemos nacer de nuevo? Cuando morimos al pecado y a nuestro propio “yo” y rendimos nuestras vidas al señorío de Cristo, en oración sincera y tomando la firme decisión de cambiar los patrones de conducta que regían nuestra vida, pero que nos estaban separando de Dios. “Con Cristo estoy juntamente crucificado y ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí” (Gá. 2: 20). “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” (Col. 3: 1-3). Si lo hemos proclamado como nuestro Señor, debemos tener muy claro que “Señor” es el que manda, el que da las órdenes, y por tanto, debemos vivir para obedecerlo, permitiendo que Él gobierne nuestra vida a través de su palabra (Sal. 119: 9, l05; Jn. 14: 15 y 15: 3) y del Espíritu Santo (Ro. 8: 14), que recibimos cuando se lo pedimos, arrepentidos de nuestros pecados (Lc. 11: 13; Hch. 2: 38).

Arrepentirse, es sencillamente, dejar de hacer aquello que no le agrada a Dios y que nos está prohibido en su palabra:”En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo, porque somos miembros los unos de otros. Airaos pero no pequéis, no se ponga el sol sobre vuestro enojo ni deis lugar al diablo. El que hurtaba no hurte más, sino trabaje haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad. Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los creyentes. Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante. Pero fornicación y toda inmundicia o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos; ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien, acciones de gracias. Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia. No seáis pues, partícipes con ellos. Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz. Porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad, comprobando lo que es agradable al Señor. Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien rependedlas; porque vergonzoso es aún hablar de lo que ellos hacen en secreto. Mas todas las cosas, cuando son puestas en evidencia por la luz, son hechas manifiestas; porque la luz es lo que manifiesta todo. Por lo cual dice: Despiértate tú que duermes, levántate de entre los muertos y te alumbrará Cristo. Mirad, pues, con diligencia cómo andéis no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo porque los días son malos. Por tanto no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor. No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien, sed llenos del Espíritu Santo, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo”. (Ef. 4: 22 - 5: 20). “Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado. Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con Él; sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de entre los muertos, ya no muere; la muerte ya no se enseñoreará más de Él... así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios, en Cristo Jesús, Señor nuestro. No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias, ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia...¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para la justicia? Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia. Hablo como humano por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia. Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia. ¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva (regalo) de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro (Ro. 6: 6-23). Leer también: Gá. 5: 13-26; 6: 1-10; Ef. 5: 21 - 6: 18; Col. 3: 5 - 4: 6; 1ª P. 1: 13-25; 2: 1-25; 3: 1-22;  4: 1-19; 5: 1-11; 2ª P. 1: 3-11, etc.

Es necesario que entreguemos en oración al Señor todas las áreas de nuestra vida, especialmente aquellas en que más estamos fallando, para que Cristo nos ayude a cambiar, porque sin Él “nada podemos hacer” (Jn. 15: 5). En 1ª Jn. 5: 18, dice el apóstol Juan que “todo aquel que ha nacido de Dios no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios (esto es, Jesucristo) le guarda y el maligno no le toca”. Si rendimos nuestra voluntad a Cristo, y dependemos de Él en todo, Él nos guarda para que no vivamos en la práctica del pecado en que antes vivíamos y nos da ese “nuevo nacimiento” por el poder del Espíritu Santo: “Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles y aborreciéndonos unos a otros. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna” (Tit. 3: 3-7). Esa regeneración incluirá un proceso de refinamiento, como la caña de azúcar tiene que pasar por el trapiche y por el fuego hirviente para poder llegar ser el delicioso y apetecido arequipe, o como el grano de café debe ser pasado por las diferentes máquinas que le van quitando las capas que cubren la pulpa y luego debe ser lavado, seleccionado, trillado, y tostado por el fuego, y finalmente molido, pasado por el agua hirviente y colado, para llegar a ser esa deliciosa bebida apetecida mundialmente, esto es, el famoso café tipo exportación.. Y sólo si vamos limpiando lo precioso y desechando lo vil que hay en nuestras vidas, podremos obtener las promesas que el Señor nos da en su palabra (Jer. 15: 19-21). Para poder ser portadores de la gloria de Dios debemos permitir que Él nos procese haciéndonos morir a nuestro propio yo, para luego experimentar ese delicioso nuevo nacimiento. Cuando llegamos a Cristo traemos nuestras vestiduras rotas y sucias, malolientes y asquerosas. Por eso el apóstol Pablo nos dice que nos despojemos del viejo hombre y nos vistamos del nuevo (Ef. 4: 22-24). El nacer de nuevo significa despojarnos de todo lo que desagrada a Dios y empezar a ceñirnos a lo que Él nos enseña en su palabra. Así como no se nos ocurriría buscar en la caneca de la basura para volvernos a poner aquella ropa vieja, rota y sucia que nos quitamos y desechamos por ser ya inservible, así tampoco debemos retroceder para seguir en la vieja vida de vicio y de pecado en que andábamos antes de reconocer a Cristo como nuestro Señor. Es pues, necesario permitir que Él nos moldee como el alfarero le da forma a la vasija que está haciendo (Is. 45: 9-12; 64: 8; Jer. 18. 1-6; Ro. 9: 20).

Y es importante saber esperar el proceso de acabado que Dios ha de hacer en nosotros; cuando se comienza a trabajar en un tejido, todo parece un manojo de hilos enredados; pero cuando el tejido queda terminado, entonces podemos ver una obra maestra, propia de un artista. Asimismo habrá momentos en que no entendamos nada de lo que está ocurriendo en nuestra vida y nos sentiremos atrapados en un callejón sin salida. Pero Dios sabe perfectamente lo que está haciendo en nosotros, si le hemos entregado cada circunstancia de nuestra vida y siempre veremos su gloria, nueva cada día: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a sus propósitos son llamados” (Ro. 8: 28). Según el ministerio (misión) que el Señor nos tenga, tendremos que ser capacitados para servirle en el área que Él nos vaya a utilizar.

Desde luego que como humanos, todos los días fallaremos y tendremos que pedirle perdón al Señor para mantenernos limpios de todo pecado (Mt. 6: 12; Lc. 18: 9-14) “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, Él (Jesucristo) es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1ª Jn. 1: 8-9). El mismo apóstol Pablo siendo un hombre lleno del Espíritu Santo, confesaba algo que nos ilustra la batalla que tiene que librar el creyente: “Porque lo que hago no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago...” (Ro. 7: 15-25). Es un proceso de esfuerzo en el que tendremos que clamar al Señor cada día para que perfeccione su obra en nosotros: “Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Fil. 1: 6). “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (He. 4: 15-16). “Pues en cuanto Él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados(He. 2: 18). Por eso es que el mismo Jesucristo nos enseñó a orar pidiendo al Padre Celestial, que no nos deje caer en tentación (Mt. 6: 13). Él no dará nuestro pie al resbaladero ni se dormirá mientras nos guarda (Sal. 121: 3).

Ahora bien, es importante que analicemos Romanos 1: 18 al 31: “Pues Dios muestra su ira castigando desde el cielo a toda la gente mala e injusta que con su injusticia mantiene prisionera la verdad...En lugar de la verdad de Dios, han buscado la mentira, y han honrado y adorado las cosas creadas por Dios y no a Dios mismo que las creó  y que merece alabanza por siempre. Amén. Por eso Dios los ha abandonado a pasiones vergonzosas...” (Nuevo Testamento Versión Popular Católica).  Vemos aquí que toda idolatría (poner el corazón en alguien o en algo antes que en Dios) así como alterar la doctrina de Dios cambiando la verdad contenida en los mandatos divinos por las mentiras de las creencias humanas, trae la ira de Dios sobre nosotros quien nos abandona a la esclavitud del pecado incontrolado. Debemos, pues, autoexaminarnos en qué forma de idolatría hemos caído y reconocerlo ante Dios (1ª Jn. 1: 9) para que Jesucristo nos limpie y nos dé de su poder sobre la tentación y el pecado (Jn. 15: 4-5). Una oración guía puede ser: Amado Padre Celestial, en el nombre de tu Hijo Jesucristo, yo reconozco que he puesto mi corazón en personas, criaturas, creencias y cosas creadas, antes que en ti y tus mandatos. Yo te pido perdón por todo eso y renuncio a seguir relegándote a un segundo lugar en mi corazón. Pido que el poder de Aquel que venció al pecado, esto es, tu Hijo amado Jesús, venga en mi ayuda contra la tentación y me ayude a nacer de nuevo para obedecerte y servirte. Renuncio a todo pensamiento que no te glorifique, Padre Amado, amén y amén.

Ahora bien, la tentación siempre vendrá. Recordemos que el propio Jesús fue llevado por el Espíritu Santo al desierto para ser tentado (Mt. 4: 1-4). El mismo Padre Celestial permitió que su Hijo fuera tentado para que quedara manifiesta la obediencia y la fidelidad de nuestro Redentor. Por eso el apóstol Santiago afirma: “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman” (Stgo. 1: 12). Y la Escritura también dice: “Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado” (He. 12: 4). Es, pues, necesario que nosotros pongamos todo nuestro empeño en mejorar cada día. Él se complacerá en la disposición de nuestro corazón y el anhelo que tenemos de agradarle (Sal. 147: 10-11; Col. 1: 10; 1ª Tes. 4:1): . “Y cualquier cosa que pidiéremos la recibiremos de Él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de Él” (1ª Jn. 3 22); y no nos dejará ser tentados más de lo que podamos resistir (1ª Co. 10: 13). Pero si alguno hubiere pecado, “abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1ª Jn. 2: 1). “Si confesamos nuestros pecados, Él (Jesucristo) es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1ª Jn. 1: 9).

Como podemos ver es un parto prolongado y doloroso, una batalla en la que tendremos que reconocer como el apóstol Pablo: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto... pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está adelante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil. 3: 12-14).

También es importante no dejar que la culpa nos haga retroceder y alejarnos de nuestro Padre Celestial. Cuando hemos sido vencidos por la tentación, a veces nos sentimos tan mal que llegamos a pensar que ya no tenemos  perdón de Dios.
Pero si vamos a Lucas en el capítulo 15 podemos comprender que el amor de nuestro Creador es ilimitado y que sus brazos amorosos siempre están extendidos hacia nosotros esperando que vayamos hacia él a reconocer nuestros pecados y aceptar su perdón.



EVALUACIÓN


Escribir al frente Falso o Verdadero según el caso y explique por qué:

1.    Nacer de nuevo significa morir al pecado y comenzar una nueva vida de sometimiento a la voluntad de Dios.


2.    Cuando recibimos a Cristo, nunca más volvemos a pecar porque nos volvemos perfectos como el apóstol Pablo.


3.    El “nuevo nacimiento” es un proceso y es una batalla en la que tendremos que clamar a Cristo para que nos ayude cada día a ser mejores.


4.    Arrepentimiento es igual que “nuevo nacimiento”.


5.    Jesucristo nos entiende porque Él nunca fue tentado


6.    Con base en la concordancia, haga un estudio acerca del arrepentimiento.





7.    Investigue el procesamiento total efectuado en una mata de caña de azúcar para que pueda llegar a convertirse en los diferentes productos industrializados que consumimos en el mercado. De igual manera, hágalo con la mata de café.


8.    Haga un estudio, paso a paso de las diferentes etapas de un parto normal, un parto con cesárea y un aborto, y compárelo con el presente tema.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario