lunes, 20 de octubre de 2014

QUIÉN ES NUESTRO ADVERSARIO


LECCION 7


Sed sobrios y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor, buscando a quién devorar” (1ª P. 5: 8).

OBJETIVOS:

Conocer y desenmascarar las maquinaciones de nuestro verdadero adversario, y definir su posición frente al creyente.

7. 1. Sus nombres: 

v  Satanás (Job 1: 6; 2: 1, 7), que significa “el enemigo”.

v  Diablo (Mt. 4: 1-11), que significa “el adversario”.

v  Lucero, hijo de la mañana (Is. 14: 12), que significa “el que aporta la luz”; de hecho, satanás se disfraza como ángel de luz” (2ª Co. 11: 14).  Desde el siglo III se le llamó Lucifer y Luzbel.

v  El dios de este siglo (2ª Co. 4: 4).

v  Beelzebú (Mt. 10: 25), que significa “príncipe de los demonios” (Mr. 3: 22).

v  El príncipe de los demonios (Mt. 9: 34)

v  El príncipe de este mundo (Jn. 12: 31; 14: 30; 16: 11)

v  El príncipe de la potestad del aire (Ef. 2: 2)

v  El príncipe del reino de Persia (Dn. 10: 13)

v  El rey de Tiro (Ez. 28: 12-19).

v  Serpiente (Gn. 3: 1-15; Ap. 12: 9; 20: 1-2)

v  Dragón (Ap. 12: 9, 20: 1-2)

v  El acusador (Ap. 12: 10)

v  El ladrón (Jn. 10: 10)

v  El padre de la mentira (Jn. 8: 44)

v  Belial (2ª Co. 6: 15), que significa “maldad”, “indignidad”

v  Ángel del abismo (Ap. 9: 11), que significa “destructor”

v  El maligno (Ef. 6: 16; 1ª Jn. 5: 18)


1.    2. Su reino de tinieblas (Ap. 16: 10)


Está organizado en “Principados, potestades, gobernadores de tinieblas y huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Ef. 6: 12)  El que no tiene a Cristo está en el reino de tinieblas, pero cuando recibimos al Señor Jesucristo, nuestro Padre Celestial nos saca de las tinieblas y nos traslada al reino de luz (Col. 1: 12-13; 1ª P. 2: 9).


Los demonios están bajo la autoridad de satanás, por cuanto Beelzebú es el príncipe de los demonios (Mt. 12: 22-29). Nótese cómo el dragón los vomita en forma de ranas (Ap. 16: 13-14).


Los demonios son los mismos espíritus inmundos que siendo ángeles cayeron con el Lucero hijo de la mañana (Is. 14: 12; 2ª P. 2: 4; Jud. 1: 6) que arrastró a la tercera parte de ellos (Ap. 12: 3-4, 9).


Su caída fue causada por la soberbia de querer ser como Dios (Is. 14: 13-15;  Ez. 28: 16-17) y en el mismo huerto del Edén sembró en el corazón del ser humano esta misma aspiración, que dio origen a las doctrinas satánicas que proclaman la divinidad del hombre (Gn. 3: 5).



1.  Características de los demonios:


v  Creen en Dios y tiemblan (Stg. 2: 19) pero no le obedecen.

v  Identifican a Jesucristo y le temen (Mr. 1: 24; 5:7).

v  Tienen mucha fuerza (Mr. 5: 4).

v  Son crueles (Mr. 5: 5; 9: 17-18, 22).

v  Son violentos (Mr. 9: 20).

v  Les gusta llamar la atención (Mr. 9: 26, Hch. 16: 16-17).

v  Pueden poseer tanto a personas como a animales y transferirse de unos a otros (Mt. 5: 11-13).

v  Buscan reposo (Mt. 12: 43).

v  Se ubican por territorios o principados (Mc. 5: 8-10, 17; Ef. 6: 12).

v  Trabajan solos o acompañados (Mt. 12: 43-45; Mr. 1: 23-26; 5: 9; Lc. 4: 33).

v  Tienen algún poder y su número es el seiscientos sesenta y seis (Ap. 13: 2-18).

v  Pueden hacer milagros (Mt. 24: 24; Ap. 13: 11-14).


2.  Sus funciones:


v  Tentar a los hijos de Dios (Gn. 3: 1-15; Mt. 4: 1-11).

v  Acusarlos (Job 1:9-11; Zac. 3: 1; Ap. 12: 10).

v  Mentir (Jn. 8: 44).

v  Oprimir (Hch. 10: 38).

v  Devorar (1ª P. 5: 8).

v  Cegar la mente de los incrédulos (2ª Co. 4: 4).

v  Sembrar cizaña (Mt. 13: 24-30 y 36-39).

v  Engañar (Mt. 24: 23-24; 2ª Tes. 2: 9-11;  Ap. 12: 9; 13: 13).

v  Atar (Lc. 13: 16), que significa encadenar, ligar.

v  Levantar falsas doctrinas (1ª Ti. 4:1).

v  Maquinar (2ª Co. 2: 11).

v  Matar, robar y destruir (Jn. 10: 10).


Dios en su soberanía los utiliza a veces para probarnos (Job 1: 12-22; 2: 6-8; Ap. 2: 10), para disciplinarnos (1ª S. 16: 14; 1ª R. 22: 19-38; Is. 37: 7), para que siempre dependamos del Señor y reconozcamos que sin él nada somos (2ª Co. 12: 7) y aún para entrenarnos en la batalla espiritual (Sal. 144: 1).


Algo que debemos tener siempre presente es que satanás no puede dañar a los hijos de Dios, sino hasta donde el Señor en su soberanía se lo permite (Job 1: 2; 2: 6).


3.  Sus medios:


3. 1. Opresión (que significa fuera de): Enfermedad (Job 2: 7-8; Lc. 13: 11), ruina (Job 1: 16-17), etc.


3. 2. Obsesión (que significa dentro de): Temor, engaño, culpa, depresión (Lc. 22:31, 54-62), etc.


3. 3. Posesión (que significa en lugar de): Cuando  controla la voluntad del hombre (Mr. 5: 1-20).


4.  4. Manifestaciones sobrenaturales (2ª Tes. 2: 9; Ap. 13: 12-14).



5.  Su situación frente a Cristo y al creyente:


Cristo vino a “deshacer las obras del diablo” (1ª Jn. 3: 8).  En realidad satanás no es más que un “pobre diablo” derrotado, pues el Señor Jesucristo ya lo venció (Jn. 12: 31; 16: 11); “Y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz” (Col. 2: 15). Además  nos ha dado potestad para hollarlo (pisotearlo) sin que nos pueda dañar (Lc. 10: 17-19). Podríamos afirmar que satanás tiene solamente el tamaño y poder que nosotros le permitamos tener: ”Hijitos, vosotros sois de Dios y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros (esto es, Cristo) que el que está en el mundo  (1ª Jn. 4: 4).



6.  Su final:



El fuego eterno (Mt. 25: 41; Ap. 20: 10).



Nota: En las dos lecciones siguientes y en la titulada “Librando la Batalla” encontraremos las armas con que Dios nos ha dotado para combatirlo.



EVALUACIÓN




1.    Escriba los significados de los nombres de nuestro adversario:









2.    ¿En qué reino se encuentra aquel que no ha aceptado a Cristo como su Señor y Salvador?






3.    ¿Cuál fue el pecado que condujo a la caída al “Lucero hijo de la mañana”? (Is. 14:13-15)



4.    ¿Cuál fue el pecado que hizo que Adán y Eva fueran lanzados del Edén?



5.    ¿En qué posición se encuentra satanás frente a Cristo?




6.    Lea Mt. 10:1; Mr. 16:17-18; Lc. 10:1; Lc. 10:18-19;  Hch. 1:8 y 16:18.


     Ahora lea Hch. 19:11-19. ¿Cómo explica que los apóstoles de Jesucristo pudieran echar fuera los demonios y los exorcistas en cambio fuera derrotados y heridos por los espíritus inmundos?  ¿Qué les hacía falta a los exorcistas?



7: Lea Mateo 24: 23-24. Qué relación encuentra con la adoración y el culto a imágenes tales como los mal llamados “corazón de Jesús” “divino niño”, “señor caído” “señor crucificado”, o cualquiera otra imagen de quien dicen que es Jesucristo? (Ver Lección 9).

EL PERDÓN Y LA FE, MEDICINAS INFALIBLES


LECCIÓN 8


 

“Todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis y os vendrá. Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno” (Mr. 11: 24-25).

OBJETIVOS:

 

Iniciar en el creyente el proceso de sanidad y restauración que nos brinda el Señor Jesucristo, mediante dos grandes secretos bíblicos: el perdón y la fe.

 

 

8. 1. Cómo sanar las heridas del alma

 

Hay heridas en el alma que fueron causadas por las personas que nos rodearon o por el medio en que crecimos y que nos están ocasionando mucho daño en diferentes áreas de nuestra vida e impidiendo el crecimiento espiritual en nuestra relación con Dios y con las personas que nos rodean. El Señor Jesucristo nos da la sanidad a través de dos medicamentos poderosos que ya habíamos mencionado antes: el perdón y la fe (Mr. 11: 22-25). Debemos comenzar reconociendo como pecado la falta de perdón (Mt. 18:23-35; Sal. 32: 3-5).

 

Es necesario perdonar recuerdos dolorosos, aun desde el vientre de nuestra madre, pues allí el niño percibe muchas cosas que suceden en el mundo exterior y que le pueden afectar profundamente. Asimismo, cualquier sufrimiento de la madre puede ser percibido por el bebé y llega a alterar su comportamiento aun después de adulto, impidiéndole vivir la vida abundante que Cristo nos promete (Jn. 10: 10)

 

 

8. 2. Traumas más frecuentes

 

Los traumas más frecuentes que afectan a las personas, y que pueden tener origen en la falta de perdón, las podemos dividir en los siguientes grupos:

 

8. 2. 1. Temor: Trae ansiedad, preocupación (ocuparse del problema antes de tiempo), inseguridad, irritabilidad, agresividad como medio de defensa, brusquedad, falta de iniciativa, negativismo, complejos de persecución, autoritarismo, sudor excesivo, temblor, tartamudeo, mareos, dolores musculares, el comerse las uñas, el chuparse los dedos, insomnio, pesadillas, sobresalto, fobias en general, enfermedades de diferentes características, tales como artritis, úlceras, alteraciones en el sistema nervioso en general, problemas cardiacos y psiquiátricos, etc.

 

v  La ansiedad puede ser transitoria, crónica o irracional:

·      Transitoria: se da sólo en determinadas circunstancias.

·      Crónica: Se da continuamente y presenta síntomas nerviosos.

·      Irracional: Es obsesiva y conduce a la depresión y a trastornos psiquiátricos, con todas sus consecuencias.

 

Jesucristo nos dice al respecto: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil y ligera mi carga” (Mt. 11: 28-30). Y el apóstol Pedro complementa diciendo que hay vivir “...echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros” (1ª P. 5: 7).

 

8. 2. 2. Rechazo: Trae como manifestaciones, rebeldía, inseguridad, complejos de inferioridad, o de superioridad como medio de defensa; sonambulismo, miedo, baja estima, autoconmiseración (lástima de sí mismo), depresión, falta de fe en Dios, ensimismamiento (centrarse en sí mismo), énfasis en lo material, negativismo, pesimismo, intolerancia hacia las opiniones de los demás, orgullo, enojo excesivo, violencia, celos excesivos y \o infundados, envidia, tendencia a comer y a dormir exageradamente, o al contrario, falta de apetito; pulcritud excesiva, temor al qué dirán, acelere; además limitan a Dios (incredulidad); son malos para escuchar y para perder; se impresionan por títulos, honores, condecoraciones, grados, logros, etc.

 

 

8. 2. 3. Ira: Viene acompañada de soberbia, resentimiento y violencia.

 

 

·      La soberbia se manifiesta con altivez, arrogancia, orgullo.

 

 

·      El resentimiento (rechazo y odio hacia otros) debilita nuestra fe, produce ceguera espiritual que nos impide ver lo bueno en los demás; también trae envidia, engaño, hipocresía, malicia, falta de perdón, intolerancia, calumnia, celos, odio, deseos de venganza, crítica, sarcasmos, chismes, etc. Cuando no hemos perdonado a alguien, le hemos dado ventaja a satanás (2ª Co. 2: 10-11) y él nos hará ver a esa persona con sus acusadores ojos (Job 1: 9-11; 2: 4-5). Pero si hemos perdonado, permitiremos que el amor de Dios fluya en nosotros y podamos ver a la misma persona como Dios nos ve (Job 1: 8; 2: 3; Cnt. 2: 2; 6: 9).

 

·      La amargura (no aceptarse a sí mismo) nos impide amarnos y ver lo bueno de nosotros mismos, y nos insensibiliza, no nos deja crecer, nos aleja de Dios y de las demás personas, produce en nosotros autorechazo y baja autoestima, y es altamente contaminante (He. 12: 15).

 

8. 2. 4. Culpa: Puede ser real o infundada

 

·      La real es el arrepentimiento, viene del Espíritu Santo y acepta el perdón de Dios (Sal 51:1-2; 1ª Jn. 1: 8-9).

 

·      La falsa es el remordimiento, viene del enemigo y rechaza el perdón de Dios aunque ya Dios nos haya perdonado, e impide que la paz venga al corazón.

 

·      La culpa hace que la persona se aleje de Dios y de la iglesia, y provoca enfermedades graves, juicio excesivo hacia los demás (Mt. 7:1-5) y hacia sí mismo, insomnio, temor, depresión, trastornos psiquiátricos, alcoholismo y  drogadicción (autodestrucción), y pueden conducir aun al suicidio (Mt. 27:5).

 

8. 2. 5. Violación sexual: Provoca trastornos psicosexuales funestos.

 

·      Un niño varón violado puede convertirse en homosexual, promiscuo y\o depravado sexual, en algunos casos, o en un impotente sexual, en otros.

 

·      Una niña violada, de igual manera recibe traumas sexuales que le pueden ocasionar sexo descontrolado y\o aberrante en unos casos, o rechazo al sexo (frigidez), en otros.

 

·      Además las violaciones traen a la víctima ira, deseos de venganza, temores, inseguridad y sentimientos de culpa, entre otros traumas.

 

·      El sentimiento de culpa que deja una violación sexual, puede conducir a los jóvenes a drogadicción, alcoholismo, trastornos psiquiátricos y suicidio. La violación incestuosa (de padres a hijas, hermanos consanguíneos, tíos a sobrinas, etc.), produce además de lo anterior, cadenas aberrantes de sexo, de funestas consecuencias.

 

·      El aborto puede traer como consecuencias para la mujer que ha abortado, temor, rechazo, culpa, autodestrucción, deseos de morir,  y enfermedades como cáncer, úlceras, hipertensión, artritis, afecciones cardiacas, etc. Cuando la mujer desconoce la palabra de Dios, llega a sentir tanta angustia por creer que su hijo ha ido al “limbo” que fácilmente se enferma del corazón. Sólo cuando entiende que de los niños es el reino de los cielos (Mc. 10: 14-15) y acepta el perdón de Dios y el de su hijo, y se perdona ella misma, puede recuperar la paz.

 

8. 3. El médico es Jesucristo

 

Gracias a Dios que nos envió a su hijo Jesucristo (Jn. 3:16) y Él vino a librar a los cautivos (Lc. 4:8; Hch. 10:38-43) y a llevar cautiva la cautividad (Ef. 4:8). No hay trauma que Él no pueda sanar, ni problema que Él no pueda resolver. Sólo tenemos que entregarle en oración nuestros recuerdos, perdonando a cada persona que nos ha hecho daño en cualquiera de estas áreas, y recibiendo su perdón por cada hecho que sembró en nuestro corazón sentimientos de culpa, pidiendo que nos limpie con su preciosa sangre, de toda contaminación que hayamos recibido, y que sane nuestras heridas con su amor.

 

Cuando hemos pedido el perdón divino por determinado pecado, y seguimos sintiendo culpa, es cuando necesitamos confesar perdón para nosotros mismos y confesar y creer sus promesas de perdón (Is. 43:18, 25; Mi. 7: 18-19; 1ª Jn. 1: 9, etc.).

 

Lo más inaudito es que a veces como hijos de Dios que somos, nos duele tanto que el Señor haya permitido tanto sufrimiento en nuestras vidas, también debemos confesar perdón por esto. A veces es la única manera de ser libres de una herida del alma. El profeta Jeremías estaba tan indignado porque sus enemigos lo maldecían (Jer. l5:17) lo escarnecían y se burlaban de él y Dios lo permitía (Jer. 20: 7), que se enfermó de una “herida desahuciada (¿cáncer tal vez?) que no admitía curación (Jer. 15: 17-18), y el Señor le dice que tiene que convertirse (Jer. 15:19), o sea que tiene que cambiar de actitud (perdonando) para que Dios lo restaure. Y esto en un profeta de Dios lleno del Espíritu Santo.

 

Algo que hiere especialmente son las palabras de rechazo, calumnia, o humillación. En estos casos es necesario anular el poder de dichas palabras y romper las ataduras con que nos encadenaron (Pr. 12: 18; 18: 20-21; 25: 18). Sólo así podremos recibir la sanidad en nuestro corazón. Es una realidad que cuando a pesar de confesar perdón para nuestra autoridad espiritual, no recibimos sanidad, debemos decirle a Papá Dios, que perdonamos que Él hubiera permitido que nuestra autoridad nos hiriera, así como el tener que sujetarnos a dicha autoridad. Tal es el caso de muchas esposas que se sienten incapaces de sujetarse a sus maridos cuando estos son autoritarios, humillantes, violentos, adúlteros, etc. Cuando ellas perdonan el hecho de haberlas colocado nuestro Padre Todopoderoso bajo la autoridad de semejantes especímenes, sanan de la rebeldía que sienten contra ellos.

 

A continuación viene una oración guía para ser sanados de recuerdos dolorosos. Debemos hacerla lentamente, trayendo cada recuerdo individualmente y mencionando cada persona y cada detalle:

 

Señor Jesucristo, yo te entrego todos los recuerdos dolorosos que han dañado mi vida y perdono a cada persona que aun desde el vientre de mi madre me haya traumatizado. Todo el daño que me han hecho. Si fui hijo rechazado y me hirieron con palabras ofensivas, yo perdono todo rechazo, anulo el poder de esas palabras y rompo esas ataduras. Recibo ahora tu amor sanando esas heridas y te doy gracias porque a ti te agradó darme la vida. Si recibí violencia, golpes, maldiciones, a través del vientre de mi madre, yo te entrego el temor, la ira, el resentimiento que todo esto provocó en mí, y perdono a esas personas que me dañaron y dañaron a mi madre, y convierto toda maldición en bendición para mi vida. Recibo ahora tu amor sanando esas heridas y te doy gracias porque tú peleaste por mi vida. Gracias, Señor por tu amor.

 

Si en el momento de nacer sentí el rechazo de los que me rodearon y no recibí amor ni protección, o rechazaron mi sexo, o mi físico, y se burlaron de mí, yo perdono todo eso y te entrego todo el dolor que esto me produjo, y recibo de tu amor en abundancia sanando todas estas heridas y llenando todos esos vacíos de mi corazón. Gracias, señor.

 

Si en mi infancia me golpearon, me humillaron, me hirieron con palabras ofensivas, yo perdono todo eso y anulo el poder de esas palabras que tanto daño me hicieron, y te entrego el temor, la ira, la amargura, el resentimiento, el dolor que todo esto trajo a mi corazón y recibo de tu amor, sanando esas heridas, y te doy gracias, Señor, por tu sanidad.

 

Si anularon mi personalidad al llevarme la contraria en todo lo que yo quería y desecharon mi capacidad para tomar decisiones y trajeron rebeldía a mi corazón, yo perdono todo eso y te entrego esa rebeldía y esa ira y te pido que sanes esas heridas con tu amor. Gracias, Señor.

 

Si fui separado de mi padre o de mi madre y me vi enfrentado al desamparo, y padecí hambre, frío o cualquiera otra carencia, yo te entrego el temor, la inseguridad, la baja autoestima, los complejos y todos los traumas con que todas estas situaciones marcaron mi vida y pido ahora que el amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo llenen mi corazón, sanando esas heridas y echando fuera el temor (1ª Jn. 4:18). Perdono todo ese pasado y todo lo que he tenido que sufrir en la vida, y te pido perdón si todas estas circunstancias llenaron mi corazón de rebeldía contra ti. recibo tu perdón, en tu nombre Señor Jesucristo, amén y amén.

 

Si fui violado (a) o vi escenas de sexo que contaminaron mi corazón, yo perdono a esas personas por esas violaciones, y entrego bajo tus pies la contaminación que recibí: Toda lujuria, toda obsesión y desenfrene sexual; arrojo de mi vida y renuncio a toda esta inmundicia y te pido que me limpies con tu sangre, y recibo tu perdón, y tu amor. Y ahora que tú me has perdonado yo también me perdono. Creo que todo ese pasado ha quedado sepultado en lo profundo del mar y borrado por tu sangre redentora. Gracias, Señor. También te entrego todo temor al sexo y todo rechazo al matrimonio ocasionado por esos traumas y acepto tu voluntad en mi relación de pareja, en tu nombre Señor Jesucristo, amén y amén.

 

Ahora, señor Jesucristo te entrego todos los recuerdos de mi juventud y perdono todos los rechazos, la violencia, las violaciones. las palabras que me hirieron y me ataron, yo las anulo y rompo esas ataduras y perdono a esas personas, y recibo tu amor sanando mi corazón. Perdono las preferencias de mis padres para mis otros hermanos y perdono a mis hermanos que usurparon todo el amor de mis padres, y te entrego la envidia que esto sembró en mi corazón, la inseguridad, la timidez, el temor a ser rechazado, los complejos por mi físico, los sentimientos de culpa por no ser como mis hermanos y la rebeldía que nació en mi corazón; te pido perdón y recibo tu perdón y ahora que tú me has perdonado, yo mismo me perdono y te entrego todas estas heridas para que tú las sanes con tu amor. Gracias, Señor.

 

Si hirieron mis sentimientos y me traicionaron o me rechazaron, o me engañaron con falsas promesas, yo perdono todo eso y te entrego los celos que la traición trajo a mi corazón, la desconfianza, el temor a amar, que estas traiciones produjeron en mí y te entrego todos mis sueños rotos y todas estas heridas para que tú las sanes con tu amor y recibo tu sanidad. Gracias, Señor.

 

De igual manera, si mi padre y mi madre se traicionaron, y/o se hirieron de palabra o de hecho, yo los perdono y te entrego la desconfianza que invadió mi corazón, el temor, la inseguridad, la falta de identidad, los sentimientos de culpa si me sentí culpable por los conflictos de ellos. Si realmente fui culpable, te pido perdón y yo también me perdono y dejo ahora que tu amor sane mi corazón y recibo tu paz. Gracias, Señor.

 

Si mi padre y/o mi madre fueron alcohólicos o drogadictos o viciosos de alguna manera o si fueron narcotraficantes, o criminales, o idólatras o usureros o malvados en general, y estos pecados trajeron maldición  para nuestras vidas, yo te pido perdón por todos esos pecados y ahora declaro rotas esas maldiciones por el poder de tu sangre, Señor Jesucristo y en tu nombre bendito, amén y amén. Y a ti, Padre Celestial, te doy gracias, porque ahora tú eres mi verdadero Padre y por tanto cesa toda maldición en mi vida y yo paso a ser heredero de todas tus bendiciones (Jer. 32:18; Jn. 1: 12-13).

 

Si sufrí accidentes que me produjeron temor, te entrego esos recuerdos; te entrego el pánico que traumatizó mi corazón, la ansiedad, el no saber qué hacer, la desesperación, la angustia y todo lo que me marcó psicológicamente, y recibo tu perfecto amor, echando fuera el temor.

 

Si el temor fue provocado intencionalmente por otra o por otras personas, yo perdono a esa o a esas personas y te entrego la ira, el odio, el pánico la desesperación, la angustia, el no saber qué hacer, y recibo tu perfecto amor echando fuera el temor y sanando mi corazón. Gracias, señor.

 

Si tuve que permanecer en encierro obligado y eso trajo a mi corazón claustrofobia o si sufrí algún incidente que me traumatizó con temor a las alturas, yo te entrego esos recuerdos, perdono si esto fue provocado por otros y te entrego esos traumas de pánico y pido que el perfecto amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, llenen mi corazón echando fuera el temor. En tu nombre, Señor Jesucristo, amén y amén.

 

De igual manera yo perdono todo los agravios recibidos cada etapa de mi vida (enumerarlos todos) y te entrego todos los recuerdos que hayan herido mi corazón, y recibo tu perdón y ahora que tú me has perdonado, yo mismo me perdono y acepto tu sanidad. Gracias, señor.

 

Y ahora reconozco que como hijo tuyo me he dolido muchas veces por el sufrimiento que tú has permitido en mi vida y que muchas veces te pedí cosas que tú no me concediste y esto trajo incredulidad a mi corazón. Yo te pido perdón por no haberme sometido a tu voluntad y te entrego esas cargas que he llevado sin comprenderlas, y perdono todo esto que tuve que vivir y que tanto dolor me causó. Perdono los sueños rotos, los anhelos no realizados y todo el daño que tú permitiste que me hicieran los demás. Perdóname, señor, por haberme herido contigo, y sana mi corazón con tu amor, amén y amén.

 

Si corté una vida o varias vidas en gestación, o ya nacidas, reconozco mi pecado delante de ti y te pido perdón, y recibo tu perdón. Pido la limpieza de tu sangre redentora, y ahora que tú me has perdonado, yo también me perdono y te doy gracias porque es por tu misericordia, que ahora soy libre de culpa (Sal. 103: 8-14). Gracias, Señor Jesucristo. en tu nombre santo, amén y amén.

 

Es necesario enumerar todos los recuerdos individualmente y perdonar específicamente a cada persona que nos hizo daño, y cada hecho que hirió nuestro corazón. El anterior es sólo un ejemplo de oración que debe variar de acuerdo con las circunstancias que hemos tenido que pasar. Siempre debemos terminar recibiendo el amor de Dios y entregándole todas las heridas para que Él las sane, y dándole gracias por la sanidad.

 

Cuando hemos confesado perdón por alguien y no sentimos sanidad, lo más seguro es que nos falta anular las palabras con que esa persona nos hirió o simplemente nos herimos con Papá Dios por haber permitido que esa persona nos dañara. Cuando reconocemos delante del Señor que nos herimos con Él y le entregamos esa carga, y perdonamos el detalle y pedimos su perdón, somos libres de la herida y recibimos su paz que sobrepasa todo entendimiento (Fil. 4: 7).

 

Como creyentes auténticos, mientras más queremos agradar a Dios, pero como humanos caemos, los sentimientos de culpa a veces llegan a afectarnos y a deprimirnos de tal manera que podemos fácilmente llegar a enfermarnos gravemente y la única forma de ser libres es confesando nuestro pecado al Señor y perdonándonos a nosotros mismos.

 

Cuando hemos perdonado de corazón, automáticamente le hemos cerrado las puertas al enemigo (2ª Co. 2: 10-11) y estamos en condiciones de recibir sanidad tanto en el cuerpo como en el alma (3ª Jn 1: 2), por medio de la fe.

 

 

8 .3. La fe

 

Es la “ certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (He 11: 1).

 

Yo no necesito fe para decir que el sol alumbra, cuando lo estoy viendo alumbrar. Tampoco necesito fe para decir que estoy sano, cuando no me siento enfermo.

 

Fe es creer que soy sano cuando veo mi cuerpo enfermo, porque fe es la “convicción de lo que no se ve”,

 

Fe es creer que el dolor que me está atormentando se va de mi cuerpo, porque se lo estoy ordenando en el nombre de Jesucristo, por que fe es “ la certeza de lo que se espera”.

 

Fe es tener la plena seguridad de que Dios es capaz de darme la salida en cada situación difícil que se me presenta y que su amor y su misericordia no tienen límites para conmigo (Jer. 29: 11- 12 y 32: 27; Lc. 1: 37; Jn. 11: 40).

 

Fe es creer lo que no vemos ni sentimos, pero se lo hemos pedido al Padre celestial en el nombre de su Hijo Jesucristo, conforme a sus promesas (Mt. 21: 22; Mr. 11: 22-24; 16: 17-18; Jn. 15: 16; 1ª Jn. 5: 18)).

 

Fe es llamar las cosa que no son como si lo fueran (Ro. 4: 17).

 

Fe es mirar las cosa que no se ven (2ª Co. 4: 18; 5 : 7).

 

Fe es creer que Dios existe y premia a los que le buscan (He. 11: 6).

 

Fe es reconocer que soy justificado sólo por mi fe en Cristo(Ro. 1: 17; 4: 24-26; Ef. 2: 8) y que esta fe me conduce a la victoria (1ª Jn. 5: 4)

 

Las bendiciones de Dios ya fueron adquiridas para nosotros a precio de sangre por nuestro Señor Jesucristo. Pero así como cuando alguien nos envía un regalo por correo recomendado, para poder recibirlo debo ir a la oficina correspondiente y presentar mi documento de identidad solicitando me sea entregado, así mismo mi documento espiritual para poder recibir los regalos de mi Padre Celestial es mi fe. Es creer que aquello que le estoy pidiendo ya es un hecho y yo sólo debo agradecérselo como si ya lo hubiera recibido (Fil. 4: 6).

 

Recordemos que las dos cosas que asombraron a Jesús fueron la fe y la incredulidad del pueblo (Mc. 6: 6; Lc. 7: 9).

 

En Juan 20: 25-29 podemos encontrar la diferencia entre el creyente y el incrédulo: El incrédulo es el que tiene que ver para creer, pero el creyente es aquel que sin ver, cree.

 

Y para poner nuestra fe en práctica, es el momento de confesar en fe, sanidad y libertad total en todas las áreas:

 

Padre Celestial, en el nombre de tu Hijo Jesucristo, yo creo y confieso que soy libre de todo pecado, de toda maldición, de toda enfermedad del alma y del cuerpo; que todo temor, ira, rechazo, culpa, obsesiones, opresiones y cualquier otra obra del enemigo, salen de mi vida para siempre. Me declaro libre y sano en todas las áreas de mi vida y creo que Cristo me guarda y el maligno no me puede tocar. En el nombre de tu Hijo Jesucristo. Amén y amén.

 

Si después de haber seguido los anteriores pasos no recibimos la anhelada sanidad y liberación y nos seguimos sintiendo oprimidos por alguna manifestación desagradable, es prudente buscar la ayuda de personas capacitadas en guerra espiritual y liberación de posesiones demoniacas. Nuestra oración debe ser dirigida por la palabra de Dios siguiendo las siguientes pautas enseñadas por Jesucristo y sus discípulos:

 

8. 3. 1. Atando al “hombre fuerte” temor, ira, rechazo, culpa, incesto, inmoralidad sexual, muerte, enfermedad, etc. (Mt. 12: 29; Lc. 11: 21-22).

 

8. 3. 2. Reprendiéndolo (Mt. 17: 18; Mc. 1: 25-26; 4: 37-41; Lc. 4: 35).

 

8. 3. 3. Arrojándolo al abismo (Mc. 11: 23; Lc. 8: 27-33).

 

8. 3. 4. Ordenándole que no regrese (Mc. 9: 25).

 

8. 3. 5. Confesando las promesas de protección divinas (Lc. 10: 19; 1ª. Jn. 5: 18).

 

8. 3. 6. Todo en el nombre de Jesucristo (Mc. 16: 17; Lc. 10: 17; Hch. 16: 16-18).

 

 

NOTA: El “hombre fuerte” es un enviado del reino de las tinieblas, un demonio que maneja a otros espíritus inmundos para que vengan a atormentarnos cuando nosotros por ignorancia de la palabra de Dios o por desobedientes a los mandatos divinos, le abrimos las puertas a satanás (2ª Co. 2: 10-11; Ef. 4: 26-32; Stgo. 4: 7; 1ª Jn. 5: 18). Por tanto, será inútil ordenarle a los demonios que se vayan de nuestra vida si antes no nos hemos sometido en obediencia a Cristo y a sus mandatos. Es indispensable habernos humillado delante de Dios reconociendo nuestros pecados (2ª. Cr. 7: 14; 1ª Jn. 1: 8-9) y los pecados de nuestros antepasados (Ex. 20: 5; Sal. 37: 28 b; Jer 32: 18), perdonando a todos los que nos han dañado y renunciando a todo pacto o rito que nos haya ligado a las tinieblas. En la siguiente lección encontraremos el complemento del presente tema, pues todas las ataduras vistas hasta ahora se pueden dar también por prácticas de ocultismo tales como agüeros, consagraciones, hechicerías, falsas doctrinas, pactos con palabras o ritos, ocultismo y satanismo en general.

 

Una oración guía en general siguiendo los pasos enunciados podía ser:

 

En el nombre de Jesucristo, con su poder y autoridad, yo ato, encadeno, reprendo y arrojo a lo más profundo de los abismos todo hombre fuerte temor, culpa, rechazo, ira, inmoralidad sexual, o cualquiera otro enviado de las tinieblas que esté contaminando mi vida y los arrojo a lo más profundo de los abismos, y les ordeno que no regresen más a mi vida. Renuncio a todos ellos para siempre, en el nombre de mi único señor, Jesucristo, amén y amén.

 

Gracias señor Jesucristo porque tú me has dado autoridad para pisotear serpientes y escorpiones y sobre toda fuerza del enemigo y nada me podrá dañar; por que tú me guardas y el maligno no me puede tocar; gracias Señor, porque tú me has hecho libre, para siempre; en tu nombre santo Señor Jesucristo, amén y amén.

 

8. 4. La fe también es un paso de obediencia

 

En el Antiguo Testamento encontramos extraordinarios hechos producto de la fe y la obediencia a Dios: Unos de tantos ejemplos son:

 

v  Noé, fue salvado del diluvio junto con su familia, gracias a que fue obediente a la voz de Dios cuando le ordenó construir el arca (Gn. 6: 13- 8: 19.

 

v  Abraham fue bendecido por Dios cuando decidió sacrificar a su único hijo obedeciendo lo que Dios le ordenó para probarlo (Gn. 22: 1-18).

 

v  El Mar Rojo se abrió sólo después que Moisés levantó su vara y extendió su mano como Dios le había ordenado (Ex. 14: 15-16, 21-30) y la peña no produjo agua hasta después que Moisés la golpeó con su vara conforme el Señor le había mandado (Ex. 17: 5-6).

 

v  La muralla de Jericó se desplomó luego que Josué y el pueblo de Israel obedecieron la orden del Señor de dar las siete vueltas y gritar a viva voz (Jos. 6: 1-20).

 

v  Naamán, fue un general enfermo de lepra, que sólo hasta que se somete a obedecer las órdenes del profeta Eliseo de lavarse en el río Jordán, recibe la sanidad divina (2° R. 5: 1-14).

 

En el Nuevo Testamento, si analizamos algunos milagros de Jesús, encontramos que se dieron sólo después de un paso de obediencia. Ejemplos:

 

v  En la bodas de Caná, María les dio a los sirvientes la clave para que los milagros se puedan realizar en nuestra vida: “Hagan lo que Él (Jesucristo) les ordene” (Jn. 2: 5). Y eso es lo que en realidad muchas veces necesitamos, para recibir los favores de Dios: obedecerle. Y siguiendo el análisis de este primer milagro de Jesús, pensemos por un momento qué hubiera sucedido si los criados no hubieran llenado las tinajas de agua ni las hubieran llevado al encargado de servir el vino. Es obvio que Jesús no hubiera hecho el milagro ante la incredulidad de ellos (Mt. 13: 58).

 

v  El hombre de la mano seca, antes de ser restaurado recibió tres órdenes terminantes de Jesús: “Levántate y ponte en medio” (Mc. 3: 3) y “Extiende tu mano” (Mc. 3: 5).

 

v  El ciego de nacimiento que recuperó la vista, sólo lo logró después de cumplir la orden de Jesús: “Ve a lavarte en el estanque de Siloé” (Jn. 9: 7,11).

 

v  La pesca milagrosa que logró Pedro se convirtió en realidad sólo cuando el discípulo obedeció las instrucciones de Divino Maestro: “Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar” ( Lc. 5 :4-6).

 

v  Ananías tuvo que vencer el pánico que sentía ante Saulo de Tarso e ir a cumplir la orden del Señor de colocar sus manos sobre el famoso perseguidor de los cristianos, para que éste recuperara la vista (Hch. 9:10-18).

 

En Mt. 13: 58 y Mc. 6: 5-6 dice que Jesucristo no hizo muchos milagros en Nazaret a causa de la incredulidad de la gente. Y es obvio que nuestra incredulidad es el mayor impedimento para que Jesús pueda manifestar su gloria en nuestras vidas. Fue lo que le sucedió a Pedro cuando estaba caminando sobre las aguas como Jesús le había dicho, pero permitió que la duda lo hiciera hundirse y dañar el milagro divino (Mt. 14: 28-31). Y como la falta de fe también es pecado (Ro. 14: 23) es conveniente entonces hacer una oración pidiendo perdón por nuestra incredulidad:

 

Amado Padre Celestial, yo te pido perdón por mi incredulidad y porque no he permitido muchas veces que tu gloria se pueda manifestar en mi vida. Te pido por favor que aumentes mi fe y me muestres con claridad qué debo hacer para recibir los milagros que tú quieres hacer en mí. En el nombre de tu Hijo Jesucristo, amén y amén.

 

 

 

EVALUACIÓN


 

 

1.    Enumere las principales ataduras que necesitan ser rotas por el perdón.

 

 

 
 

 

2.    Mencione  cuántas clases de ansiedad se pueden dar.

 

 

 
 

 

3.    Escriba las dos clases de culpa y sus características.

 
 

 

 

 
 
4.    Haga un estudio sobre lo que dice la Biblia de la fe.