EL MILAGRO DE
AMOR MÁS GRANDE
1. La
Palabra, que es el Verbo de Dios, se hizo hombre
“En
el principio ya existía la Palabra y aquel que es la Palabra estaba con Dios y
era Dios. Él estaba en el principio con Dios. Por medio de Él, Dios hizo todas
las cosas; nada de lo que existe fue hecho sin Él. En Él estaba la vida, y la
vida era la luz de la humanidad. Esta luz brilla en las tinieblas y las
tinieblas no pudieron apagarla” (Juan 1: 1-5). “Aquel que es la palabra estaba
en el mundo y aunque Dios hizo el mundo por medio de Él, los que son del mundo
no lo reconocieron. Vino a su propio mundo, pero los suyos no lo recibieron.
Pero a quienes lo recibieron y creyeron en Él, les dio el privilegio de llegar
a ser hijos de Dios. Y son hijos de Dios, no por la naturaleza ni los deseos
humanos, sino porque Dios los ha engendrado. Aquel que es la Palabra se hizo
hombre y vivió entre nosotros. Y hemos visto su gloria, la gloria que recibió
del Padre, por ser su Hijo único, abundante en amor y verdad” (Juan 1: 10-14).
2. El corazón de Dios Padre
“Pero
cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a su Hijo, que nació de una mujer,
sometido a la ley de Moisés, para rescatarnos a los que estábamos bajo esa ley
y concedernos gozar de los derechos de hijos de Dios“ (Gálatas
4: 4-5). “Por su amor, nos había destinado a ser adoptados como hijos
suyos por medio de Jesucristo... (Efesios 1: 5). “Porque nos ha nacido un niño,
se nos ha dado un hijo al cual se le ha concedido el poder de gobernar. Y se le
darán estos nombres: Admirable en sus planes, Dios Invencible, Padre Eterno,
Príncipe de la Paz.” (Isaías 9: 6).
3.
Y se realizó el milagro
“A los seis meses, Dios mandó al ángel
Gabriel, a un pueblo de Galilea llamado Nazaret, donde vivía una joven llamada
María; era virgen pero estaba comprometida para casarse con un hombre llamado
José, descendiente del rey David. El ángel entró en el lugar donde ella estaba
y le dijo: - ¡Te felicito favorecida de Dios! El Señor está contigo. María se
sorprendió de estas palabras y se preguntaba qué significaría aquel saludo. El
ángel le dijo: - María, no tengas miedo, pues tú gozas del favor de Dios. Ahora
vas a quedar encinta; tendrás un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será un
gran hombre, al que llamarán Hijo del Dios Altísimo, y Dios el Señor lo hará
Rey como su antepasado David, para que reine por siempre sobre el pueblo de
Jacob. Su reinado no tendrá fin. María preguntó al ángel: -¿Cómo podrá suceder
esto, si no vivo con ningún hombre? El ángel le contestó: - El Espíritu Santo
vendrá sobre ti, y el poder del Dios Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso
el niño que va a nacer será llamado Santo e Hijo de Dios. También tu parienta
Isabel va a tener un hijo a pesar de ser anciana; la que decían que no podía
tener hijos, está encinta desde hace seis meses. Porque nada es imposible para Dios. Entonces
María dijo: - Yo soy esclava del Señor; que Dios haga conmigo como me has
dicho“ (Lucas 1: 26-38).
4.
Porque necesitábamos un Salvador
El nacimiento de Jesucristo fue así: María, su madre, estaba
comprometida para casarse con José; pero antes que vivieran juntos, se encontró
encinta por el poder del Espíritu Santo. José, su marido que era un hombre
justo y no quería denunciarla públicamente, decidió separarse de ella en
secreto. Ya había pensado hacerlo así, cuando un ángel del Señor se le apareció
en sueños y le dijo: ‘José, descendiente de David, no tengas miedo de tomar a
María por esposa, porque su hijo lo ha concebido por el poder del Espíritu
Santo. María tendrá un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Se llamará así,
porque salvará a su pueblo de sus pecados’. Todo esto sucedió para que se
cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta: “La virgen quedará
encinta y tendrá un hijo, al que pondrán por nombre Emanuel, (que significa
“Dios con nosotros”) Cuando José despertó del sueño, hizo lo que el ángel del
Señor le había mandado, y tomó a María por esposa. Y sin haber tenido
relaciones conyugales, ella dio a luz a su hijo, al que José puso por nombre
Jesús “(Mateo 1: 18-25).
5. Una buena
noticia
“Por aquel tiempo, el emperador Augusto ordenó que se
hiciera un censo de todo el mundo...Todos tenían que ir a inscribirse a su
propio pueblo. Por esto José salió del pueblo de Nazaret, de la región de
Galilea, y se fue a Belén, en Judea, donde había nacido el rey David. Pues José
era descendiente de David. Fue a allá a inscribirse, junto con María, su
esposa, que se encontraba encinta. Y sucedió que mientras estaban en Belén, le
llegó a María el tiempo de dar a luz. Y allí nació su hijo primogénito, y lo
envolvió en pañales y lo acostó en el establo, porque no había alojamiento para
ellos en el mesón. Cerca de Belén había unos pastores que pasaban la noche en
el campo, cuidando sus ovejas. De pronto se les apareció un ángel del Señor, y
la gloria de Dios brilló alrededor de ellos; y tuvieron mucho miedo. Pero el
ángel les dijo: “No tengan miedo, porque
les traigo una buena noticia, que será motivo de gran alegría para todos: Hoy
les ha nacido en el pueblo de David un salvador, que es el Mesías, el Señor.
Como señal, encontrarán ustedes al niño envuelto en pañales y acostado en un
establo. En aquel momento aparecieron junto al ángel, muchos otros ángeles del
cielo, que alababan a Dios y decían:
¡Gloria a Dios en las alturas! ¡ Paz en la tierra entre los hombres que gozan
de su favor! Cuando los ángeles se volvieron al cielo, los pastores comenzaron
a decirse unos a otros: - Vamos, pues, a Belén, a ver esto que ha sucedido y
que el Señor nos ha anunciado. Fueron deprisa y encontraron a María y a José, y
al niño acostado en el establo. Cuando lo vieron, se pusieron a contar lo que
el ángel del Señor les había dicho acerca del niño, y todos los que lo oyeron
se admiraban de lo que decían los pastores. María guardaba todo esto en su
corazón, y lo tenía muy presente. Los pastores, por su parte, regresaron dando
gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían visto y oído, pues todo sucedió
como se les había dicho“ (Lucas 2: 1-11).
6. Todo lo
hizo por amor
“Porque amó Dios tanto al mundo, que dio a su Hijo único, para
que todo aquel que cree en Él, no muera, sino que tenga vida eterna. Porque
Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por
medio de Él” (Juan 3: 16-17). “De éste dan testimonio todos los profetas, que
todos los que en Él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre.”
(Hechos 10: 43). “Si con tu boca reconoces a Jesús como Señor y con tu corazón
crees que Dios lo resucitó, alcanzarás la salvación” (Romanos 10:9). Y “en
ningún otro hay salvación, porque en todo el mundo, Dios no nos ha dado otra
persona por la cual podamos salvarnos” (Hechos 4: 12).
Nota: Textos tomados de la
Biblia versión “Dios Habla Hoy”.
“Yo estoy llamando a la puerta; si alguien oye mi voz y abre la puerta,
entraré… (Apocalipsis 3:20).
ÉL QUIERE TU CORAZÓN
Mira amigo lo que quiso
Jesús, nuestro Salvador:
siendo Dios, niño se hizo,
por salvar al pecador.
Y en un pesebre muy pobre
nos dio ejemplo de humildad;
todo por amor al hombre,
por darnos la libertad.
Y gracias a Dios, mi amigo
que el niño Jesús creció;
y murió y fue sepultado,
pero a la muerte venció.
Ascendió glorioso al cielo,
junto al Padre se sentó
y en este mismo momento
a tu puerta, ya llamó.
Quiere darte vida eterna
te la quiere regalar;
si hoy le abres tu corazón,
nueva persona serás.
“Y todo lo que ustedes, al orar, pidan con fe, lo recibirán” (Mateo
21:22).
RESPONDIENDO
A SU LLAMADO
Señor Jesucristo, ven,
yo te abro mi
corazón,
inúndame con tu
luz,
toma de mi vida
el timón;
borra todos mis
pecados
y lléname de tu
amor;
quiero sentirte
conmigo,
ven, mi dulce
Salvador.
Señor
Jesucristo, ven,
penetra en mi
corazón
y con tu sangre
preciosa,
límpiame mi buen
Señor;
déjame cenar
contigo
y convierte en
gozo el dolor;
quiero ser oveja
tuya
y que tú seas mi
Pastor.
Señor
Jesucristo, ven,
a mi vida
gobernar
por favor
ayúdame
para poderte
agradar;
dame el Espíritu
Santo
y ocupa el
primer lugar
para que en todo
mi ser,
fluya de tu
santidad.
“Pido
al Padre que de su gloriosa riqueza les dé a ustedes, interiormente, poder y
fuerza por medio del Espíritu de Dios, y
que Cristo viva en sus corazones por la fe” (Efesios 3:
16-17).